Pablo Montoya, premio literario Rómulo Gallegos
*Por Efer Arocha*
París 13 de junio de 2015
La revista Vericuetos se regocijan por el triunfo obtenido por el escritor Pablo Montoya Campuzano al otorgársele el premio Rómulo Gallegos, que la República Bolivariana de Venezuela concede cada dos años a un escritor latinoamericano en reconocimiento y estímulo a la calidad literaria de su producción escritural. Pablo en Colombia era un joven inquieto en busca de futuros y satisfacción personal que no hallaba por parte alguna en su país natal. Hecho que con una realidad colateral lo obligaron a salir en busca de otros horizontes, realidad que lo posó en suelo francés, tierra generosa que fue decisiva en gran parte para sus dos actividades fundamentales: la académica y la literaria, acicates de su éxito personal. Éste es un claro ejemplo donde el medio es determinante en el movimiento de cualificación del individuo que con esfuerzo y pasión se dedica a una rama del arte y también a la pedagogía universitaria; puesto que Pablo dirige la escuela doctoral en literatura de la universidad de Antioquia.
Como es mi costumbre, cuando diariamente regreso de trotar, enciendo la televisión, y voy directo a un noticiero francés que me parece el más credible; y fue así cuando oí el nombre de Pablo Montoya. La verdad es que no concentré mi atención porque hay otro Montoya que sale muy a menudo, el de las carreras de autos. Al rato la noticia volvió a repetirse, y esta vez con foto del noticiado. Ahí estaba la cara del flaco, que tiene dos virtudes; ni se engorda ni se envejece. La noticia me llenó de alegría porque es uno de los nuestros, es un vericueto de la primera hora, y amigo entrañable. El suceso literario colmó de plácemes aquí en París a los escritores latinoamericanos y muy especialmente a los colombianos empezando por el poeta Jorge Torres y el escritor Eduardo García Aguilar…
El Rómulo Gallegos es un premio literario de gran prestigio en América Latina; lo han recibido plumas de talla indiscutible, como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Ricardo Piglia, Fernando Vallejo y otros. En cuanto a la obra premiada considero que ha sido un gran acierto del jurado, presidido por el intelectual ecuatoriano Javier Vásconez, hombre de sólidos conocimientos en temas literarios y otros campos de las ciencias sociales. Participaron en el concurso 162 obras de 17 países, cantidad con la que tuvo que batallar la obra ganadora del colombiano.
El libro que dio origen al premio es un texto que recrea lo que actualmente se denomina micro-historia, que es el hacer normal, enmarcado en lo cotidiano de los distintos protagonistas de un momento en el espacio y en el tiempo, de un grupo social dado. Sin embargo, es un momento crítico de la historiografía europea por el encrespamiento religioso que desembocó en la acción violenta. Como no he tenido a mi disposición el texto, apenas sí una ojeada por entre páginas, descubrí que la obra desde la perspectiva puramente estética, resulta ser la depuración de un proceso creativo, iniciado por el autor hace ya varios años en la capital francesa, cuando en Vericuetos le publicamos su primera obra de ficción, Cuentos de Niquía, que tuvo acogida en nuestro medio literario y fue su primer paso como escritor, tal como el mismo me lo afirma en un mensaje de respuesta a uno mío de felicitación que le envié. Cuentos de Niquía, fue la culminación de un proceso literario que emprendimos muchos al fundar el taller literario “Doce más Uno”. En este grupo poníamos temas bien definidos, para que cada integrante, de acuerdo al género que practicara, realizara una creación. Nos reuníamos en el taller de Jesús Tonantzin, grabador y pintor mexicano, autor del caracol al galope de Vericuetos, y a quien junto con Carlos Véjar y Jorge Torres, presentaré el día 24 del mes en curso, en la Maison de l’Amérique latine. El taller sólo tuvo una cochada de iniciados, con un resultado excelente. Cuajaron los escritores, Mario Monje costarricense, José Mejía de Guatemala y el galardonado que nos ocupa. La poeta mexicana Silvia Castilleros, la poeta argentina Vivian Lofiego, el poeta Ernesto Maeckler, la poeta colombiana Myriam Montoya. Libia Acero Borbón y Lucy Riovalles asistían de vez en cuando. Otros, esos si asiduos, se desinflaron con el correr del tiempo. El promisorio proyecto poético lo constituía el peruano Jorge Tafur, hacía versos con una soltura de asombro y de una originalidad increíble, nunca pensé que no continuara apenas fue flor de un día. José Mejía de temperamento corrosivo y mamagallista como decimos los colombianos, él mismo se puso el sobrenombre de “Llamarada de corontas” porque le sucedía la misma cosa que a Pablo a quien le puso un mote, por sus críticas ardientes a los trabajos de sus compañeros y su temperamento irascible cuando sometía a juicio sus creaciones. En secreto los llamábamos “Cajita de fósforos”. Un día cualquiera Pablo se enteró; nosotros pensábamos que se iba a poner furioso, sucedió todo lo contrario, la razón es simple; éramos un grupo antes que todo de amigos y también de bebedores, cada uno llevaba para la sesión una o dos botellas de vino de subida calidad etilicosa.
Abordando la obra de Pablo desde el ángulo de la acción creativa, vista como la fuente que busca hallar valores estéticos fundidos en un producto textual terminado; él resulta ser un autor difícil de abordar, puesto que se presenta un impedimento que no es visible en la obra aislada, sino que es necesario tomarla en su conjunto. La causa es simple; pocos escritores presentan ejes continuos donde la obra total es un proceso ininterrumpido de interrelación creativa que presenta conexiones aprehensibles y visibles, entre una obra y otra. Básteme con citar Lejos de Roma, que es un conflicto entre Ovidio y la familia del Emperador, esto en una lectura de superficie; pero cuando se ahonda, lo que se encuentra es el reflejo de las luchas políticas en el seno del imperio. Como el peso político de Ovidio era significativo, entonces fue condenado al ostracismo. La esencia de esta fenomenología creativa es lo social-político-histórico. En el Tríptico de la Infamia, el tema es la contradicción religiosa que termina en la crítica de la violencia. Como se puede colegir, tenemos los dos elementos del anterior texto; lo categorial-histórico y lo social-convulso a través de lo religioso.
Otro aspecto en los cuales el creador Montoya es certero, es en la elección temática; no son temas que aparecen de la noche a la mañana, sino que ellos son el producto de la investigación y del rigor que exige el paso creativo. Sobre esto se podrían decir muchas cosas, siempre el espacio nos obliga aligerar. La elaboración de la página desde la perspectiva de la lengua escrita, es una sábana sin mancha, construida mediante una frase con contenidos significativos, indispensables y bien precisos que llenan la necesidad ficcional; donde el lector calificado queda satisfecho por lo que en ella dice en el plano cognitivo. Es por esto, que la obra de Pablo está llena de saberes para colmar al lector exigente. En el campo puramente artesanal del oficio, tanto la frase como el párrafo hacen gala de una puntuación exquisita y elaboración gramatical donde cada vocablo es una pieza armónica que presenta dos ritmos: el primero de precisión textual y el segundo de armonía y musicalidad que hacen que la lectura sea verdaderamente agradable. Para terminar, escasamente me he refiero a mínimos contenidos de su proceso creativo que está muy lejos de terminar, y posiblemente en el futuro nos dará otras sorpresas. Un aspecto ineludible de mencionar es que él es un autor complejo, bastante alejado de la literatura comercial y sobre todo del facilismo creativo. Hoy la literatura como nunca antes, exige a los escritores grandes esfuerzos para crear un mundo que sea propio. Pienso que esto lo ha entendido bastante bien el autor de Tríptico de la Infamia, en arte en cuanto a valores estéticos, lo único que trasciende en el tiempo es el producto original; que es uno de los rasgos del conjunto de textos que puede descubrir el lector que le place la obra, que le exige la dedicación profunda para comprender y dominar la obra que lee. Sin embargo, hay una última cosa que desprecian los escritores que no conocen o conocen pero no les interesa, y es que la obra hay que promoverla por excelente que sea. Hacerle lobby es una necesidad imperiosa, si se desea tener satisfacciones en vida, como es ahora obligatorio con la mayoría de las actividades en éste mundo cambiante cada vez más, a mayor velocidad. Lo otro es esperar la gloria que puede ser o no ser. Si lo es, lo es después de muerto. Esto lo hemos discutido con Pablo, y él lo entiende a cabalidad
Sobre Pablo Montoya y su obra literaria, publicado por VERICUETOS :