Homenaje : Un amigo que se nos adelantó en el camino por Efer Arocha
Con Gerardo Rivas Moreno, Gérrimo, tuve una relación relativamente larga en el tiempo, nos encontrábamos circunstancialmente por azar de viajes. Fue una amistad monotemática, en razón de que hablamos siempre de libros. Del texto partíamos hacia el teatro, cine, historia y obvio a la literatura. La cultura y el arte fueron ríos de rica pesca que retornaban a la portada y contra portada, exponiéndome siempre proyectos de edición descabellados que oía ávido por el carácter utópico con ribetes de ciencia ficción. Sin embargo, en las tareas de tinta fue un hombre práctico por sus resultados, hacía publicaciones, dignas unas, y otras de calidad envidiable, como el Bolívar que el año antepasado le conocí aquí en París hospedado en mi cubil, donde leímos apartes acompañadas con peripecias libertarias, sobresaliendo la generala y también Santander; que según nuestras maledicencia, ha sido el primer corrupto de la nación por arrebatarse por deuda imaginaria Hato Grande. Al libertador le salió el desliz de Miranda, del que poco se sabe y algunos tapan.
Gerardo fue un duro en materia de memoria, como dicen los que hablan sin tapujos o en directo. En la estadía nos comprometimos hacer una antología del cuento rebelde colombiano, escrito por enmontañados en servicio activo o en uso de buen retiro. El proyecto me lo expuso en Bucaramanga en el último viaje que hice a Colombia en la feria del libro, después de oír una conferencia de un expresidente costarricense terminamos en el restaurante Tony, si mal no estoy, comiendo carne oreada y el día siguiente nos fuimos para Chiflas a ingerir pipitoria y cabro de Cepitá, craneando estrategias para conseguir manuscritos. La idea murió apenas nos separamos.
Nunca supe si era un buen bebedor, en la estadía conmigo, no mostró entusiasmo por el vino, bogábamos poco. En cambio, hablamos mucho de los métodos de impresión antiguos, abrimos con la película El Nombre de la Rosa de Humberto Eco, donde los monjes usan veneno en páginas de libros. Disertando sobre tintas peligrosas, le hablé de la morada intensa, cuya manipulación exige guantes industriales y máscara, lo que más le llamó la atención fue el secado, porque antes de siete meses las hojas no se deben tocar por riesgos. Un tema emocionante resultó ser la impresión con tinta sólida y a rodillo, en la región de la France- Comté hay viarias máquinas y utensilios tipográficos bastante antiguos, algunos están todavía en servicio.
En lo que fuimos definitivos por lo unánime, consistió en los tipos de plomo y la armada en galeras donde la hoja expide el perfume del olor de tinta, saliendo a veces con manchas y errores de ortografía, no por ignorancia sino que se pasan par la dificultad de entintar. En el hablar le mostré manuscritos poéticos de uno de mis libros con título todavía en cocción,” vello púbico en el pavimento en señal de un goce pagano”, conviniendo de inmediato que lo editaría en Bogotá, ahora ya es imposible.
Le presento a la familia mi sentimiento compungido por el tránsito de lo animado a lo inanimado, del amigo que se quiere y del que conservo su último email enviado en la presente semana.
París 25/01/18