Homenaje póstumo a Mario Rivero
Los cirros de lo inanimado engrisan la poesía colombiana
Por Efer Arocha
París, 20 de abril de 2009
El día 12 del mes en trajín murió un poeta. Cuando desaparece un hacedor de versos, el hecho trasciende un poco más allá de la casa del frente donde enhebraba sus textos, o de la esquina cuando al dar la vuelta se perdía su espalda, para abordar el bus o seguir a pie por calles inciertas. Pero cuando este poeta ha sido fiel a la metáfora durante su corta o larga existencia, como son los amores compungidos entre la mañana y la tarde; sus trazos en el surco de la memoria comienzan a hondarse y también a ramificarse. Es por esto que cuando aquí en la calle Oberkampf del barrio XI en París, los vericuetómanos conocimos el fallecimiento de Mario Rivero, Libia Acero-Borbón comentaba que ella no se perdía en sus tiempos de estudiante los programas radiales de este periodista, que sobre tangos eran emitidos por Caracol. Cortada por el resuello de la carrera, llegaba a su casa del barrio Ciudad Jardín Bogotá, justo para prender el philips de cuatro bandas con sonido estereofónico y empezar a oír el primer tango. Hernando Franco, amigo de Rivero, tiene sus bolsillos hinchados de un anecdotario con el poeta. Nos comentaba que en una tarde en una librería de la calle 18 de la capital, luego de comprar libros, salieron y se vieron forzados entrar al Café de enseguida donde luego Mario acotó: Llueve más que en las peores páginas de García Márquez.
Otros, entre los cuales me sitúo, apenas sí tuvimos la ocasión de dos breves encuentros intrascendentes. El primero en su pegujal de origen, y el otro, en tiempos cuando ya se ganaba la vida escribiendo para una revista de alto pedigrí económico, y también para un periódico, El Espectador, de la ciudad en cuita. Para entonces su nombre de pila era completamente desueto por lo inusual. Por su protagonismo en el espacio de las letras tenía pocos seguidores y en cambio muchos detractores.
Lo conocimos en Medellín en un viernes cultural en el Café Maracaibo, territorio de los ajedrecistas antioqueños en compañía de los también ausentes, el poeta Juvenal Herrera Torres, el xilotista Luis Holguín, consuetudinario organizador de campeonatos a nivel de café, municipio, departamento o nación, y donde también estaba presente un pintor de apellido Fernández. Allí lo nombrábamos como Mario Cataño Restrepo. En un rincón del establecimiento, Mario y Juvenal comentaban su anecdotario en los tiempos de prolos, cuando Herrera era trabajador en Itagüí en la cervecería Pilsen, y Mario en Coltejer en la planta de un pueblito que tiene un nombre muy curioso porque al oírlo uno piensa de inmediato en árboles y maderas. Aclaramos que esto del pueblito lo escribimos con afecto porque Envigado, que así se llama el lugar en referencia, es un municipio de envergadura económica, y cuna también de abolengos porque allí nacieron connotados colombianos. Entre lo que les oímos decir recalcaban que se habían visto obligados a abandonar la escuela por urgencias económicas. En una intromisión dijimos que los poetas tienen el mismo denominador de las dificultades, así éstas provengan de distintos horizontes. Uno de similitud con ellos era Walt Withman, quien apenas cursó la escuela primaria para luego trabajar como obrero en una imprenta. Hecho que desde la perspectiva literaria, los colocaba en el campo del autodidactismo, y por ende en el empirismo estético, que desde luego, analizado desde el ángulo cognitivo no era ningún desmerecimiento, sino todo lo contrario.
También Medellín, como Colombia, vivía la década del 60, lapso romántico de este país. En este espacio temporal se dieron las grandes rupturas. En lo que concierne a la poesía, luego del estremecimiento que había sufrido a finales del siglo XIX a causa del modernismo encabezado por José Asunción Silva, se retornó a una tranquilidad donde se encuentran hechos como es el caso de “Los Nuevos”, en 1925; nombre derivado del título de la revista que los agrupaba. Posteriormente vendrían “Los Piedracielitas” de mayor calado estético por la década del 30. Finalizando el período, el poeta Jorge Rojas crea la colección de Piedra y cielo, donde publicaron Eduardo Carranza, Gerardo Valencia, Darío Samper, Tomás Vargas Osorio… Luego de un interregno nos encontramos que en el año 60, surge el nadaísmo, movimiento muy controvertido y de mayor significación en la historia poética del siglo XX en Colombia, el cual se lanza con un manifiesto que por sus contenidos, pero sobre todo por la actitud de sus integrantes, le permite cuestionar todo el andamiaje de la tradición y las costumbres sociales de la nación. Para lograrlo enfoca todas sus críticas en dirección de sus dos pilares sustentatorios, constituyentes de los valores del atraso, de lo reaccionario, y por ello de lo retrógrado: la Iglesia y el Estado. Movimiento liderado por su fundador, Gonzalo Arango, que murió prematuramente en un accidente. Del grupo sobreviven desperdigados algunos; entre los cuales sigue siendo muy prolífero, creativo y combativo, J. Mario Arveláez, y X504 de vida clandestina que sólo se hace público con crónicas en periódicos o cuando aparecen sus libros de poesía. Existen otros entre los que se figura Fany Buitrago. De su narrativa fuimos lectores asiduos y hasta ahora desconocemos su paradero, tanto espacial como escritural. Mario Rivero fue contemporáneo de los nadaístas junto con otro poeta muy conocido en Colombia, Giovanni Quessep. La obra de Rivero sin ser nadaísta sí presenta una interrelación con este movimiento, puesto que sus poemas expresan lo social-popular, antes ajeno a la poesía.
La poesía nadaísta, igual que la de Mario Rivero y otros, presenta contenidos fundamentales que resultan determinantes para el análisis riguroso de este tipo de producción. Es el medio en el cual se origina la obra, y que en crítica literaria se le define como contexto del texto.
La década del 60 fue un estadio esplendoroso para Colombia, como también para América Latina y el mundo. Sólo haremos un breve boceto por razones obvias. Empezamos por la libertad femenina. Las teóricas y los teóricos del tema podrán argumentar muchas cosas, pero fue la ciencia a través de la píldora que entregó la libertad sexual, y sobre ésta se erigieron otras. En Colombia vino el desfogue de las jovencitas que se subieron las faldas al roce de los glúteos alternando con un erotismo desbocado que se convirtió en contagio para recatadas damas de rosario y camándula que se subieron la falda dejándola un poco más abajo, no por recato ni pudor, sino porque sus carnes no eran tan lozanas, y en el segundo sentido, el concepto de fidelidad quedó hecho trizas. Luego aparecerían los movimientos juveniles encabezados por los hippies y con ellos las primeras discotecas, el cigarrillo fue reemplazado por la marihuana, siendo memorable en Medellín Carol, que sin mal no recordamos, fue uno de los primeros en fundar una discoteca en la urbe, y luego organizó un festival de rock en un parque preparado para la ocasión que se llamó Ancón. Al sitio se volcó en una tarde dominical toda la población paisa, a oír música alternada con la cannabis-sativa, y cuyo epílogo fue una orgía pública. Derivado de esto, la alta burguesía antioqueña establecería la moda del mismo género en su clase; es decir, hembra con hembra y macho con macho; costumbre que rápidamente pasó a los sectores de la clase media. En lo público dio lugar a que las lesbianas tuvieran su propio lugar de encuentro, la Heladería Sayonara, situada en el parque Bolívar.
En lo político, los partidos tradicionales, liberal y conservador, entraron en regresión. A causa de este fenómeno aparecieron nuevos movimientos de izquierda distinto a al partido comunista. Es el caso del MOIR. Igualmente nuevos partidos comunistas de acuerdo a la división del movimiento comunista internacional. Surgieron movimientos guerrilleros de sobresaliente trayectoria como el EPL el ELN y las FARC, entre otros. Las instituciones monolíticas entraron en crisis, la iglesia colombiana se agrietó con el movimiento de Golconda. Nos acordamos ahora que nos correspondió una tarea difícil por lo imposible, buscar punto de encuentro entre la Biblia y el pensamiento de Carlos Marx, objetivo finalmente logrado a través del Sermón de la Montaña y otros malabarismos. A una institución tan cerrada como es el ejército colombiano le surgieron en su seno en franca rebeldía militar, los tenientes Sendales y Escobar. Este último se apropió de varios tanques y trató de huir a los llanos orientales. En el área del pensamiento, en el más puro sigilo circulaban ideas contrarias a la cúpula castrense, la cual se manifestaba mediante el movimiento de la Estrella Verde. La academia no quedó exenta, sufrió su mengua y deterioro. La élite estudiantil se salió del pénsul oficial, luego abandonó las aulas y buscó nuevos abrevaderos sumándose a la juventud intelectual que le era adversa por ser una institución esclerosada.
El cambio desató una sed de saber que no conocía medida. Se empezó estudiando el cine en toda su dimensión. La vanguardia francesa, italiana y sueca, fueron los atractivos que concentraron la mayor atención, dando lugar al nacimiento de una institución desconocida, el cine-club. Todo era sometido al análisis y a la teorización. En la pintura ocurrió lo mismo; los escasos talleres existentes fueron sustituidos por grupos y talleres colectivos, la pintura colombiana abrió sus puertas a la realidad del mundo, comenzando por los muralistas mexicanos, Rivera, Orozco y Siqueiros. Frida Kahlo resultaba más interesante por sus amores con Trosky que por sus pinturas. Se constituyeron los grupos de estudios de la cultura y el arte. Se investigaba lo local y lo transgeográfico. Nos correspondió averiguar sobre los coloristas italianos, empezamos con Giotto y luego nos fuimos extendiendo a otras tendencias.
En cuanto a la literatura, particularmente en Medellín, muy rápido se superó la producción poética local, encabezada por Jorge Robledo Ortiz, que fue el último representante de la oda enaltecedora de los valores localista, y por ello nostálgica, pastoril y pueblerina, condensada en su poema “Siquiera se murieron los abuelos”, a ésta la barrió sin mucho esfuerzo la nueva canción popular, entre la que se incluye la de los grupos juveniles como los Gogó y los Yeyé, quienes tenían sus propios estribillos para disputarse entre sí: “Aquél que inventó la e, seguro que era un Yeyé” y los otros contrarrestaban: “Aquél que inventó la o, no hay duda que era un Gogó”. Los grupos juveniles no volvieron a leer la poesía escolar, sino que resultaron ávidos por los versos de otros horizontes. Como se habían constituido círculos de estudios poéticos por países de toda América, el primero que publicó a un poeta extranjero y desconocido fue el que estudiaba el Perú. Ellos publicaron la obra completa de César Vallejo. Siguiendo el ejemplo, a quienes nos correspondió Chile, publicamos parcialmente a Vicente Huidobro y a Pablo Neruda. De México se publicó a Gorostiza, y así a poetas de toda América.
Producto de estas búsquedas y descubrimientos surgirían verdaderos especialistas al margen de la universidad, cuyos profesores para los nuevos tiempos resultaban ser verdaderos anacronismos. Uno de ellos fue Faber Agudelo, quien no solamente se estudió la obra sino también la vida de Baudelaire. Oír a Faber leer los poemas o discurrir sobre el anecdotario del poeta francés era un verdadero deleite intelectual, para aprovecharlo le organizamos conferencias y pequeños seminarios en el sindicato del departamento. Julio, de quien hemos olvidado el apellido, hizo otro tanto con Apollinaire y Rilke y así otros fenómenos culturales y creativos fueron truncados o eclipsados por la agudización del conflicto a partir de la década siguiente, y que aún hoy no ha sido solucionado.
En cuanto a Mario Rivero, en 1972 tuvo la idea de fundar una revista en asocio con Jaime García, Fernando Charry Lara, Giovanni Quessep y Aurelio Arturo, dándole el título de Golpe de dados, que puede ser la traducción abreviada al español de un poema bastante conocido de Stéphane Mallarmé, “Coup de dés jamais n’abolira le hasard”. Publicación que es un significativo aporte a la cultura colombiana y un registro invaluable para la poesía, a causa de su longevidad con casi sus 40 años de existencia, logrando ser el estanque de muchos acontecimientos creativos.
Tanto en Colombia como en América Latina, las publicaciones sobre poesía son casi siempre producto de la iniciativa individual y privada. El estado se desentiende de sus obligaciones y por ello recae sobre los poetas el compromiso de ser divulgadores de sus propios textos y de sus colegas. Otro caso meritorio en este sentido en Colombia, es la revista Puesto de Combate, fundada y dirigida por Milcíades Arévalo, publicación que aquí en París tiene lectores asiduos. A Milcíades lo recordamos cariñosamente por su labor creativa y también como amigo en las noches de bohemia azuzadas por entre los vinos rojos y disquisiciones eruditas, matizadas algunas veces con alegría y en otras con tristeza.
La obra poética de Rivero podría calificarse de extensa; no obstante de ser un poeta tardío, pues comenzó a escribir versos cuando tenía 26 años. Sus primeros textos públicos datan desde 1963, años de efervescencia nadaísta. Poemas que se le conocen bajo el rótulo de una factura citadina por la temática de lo urbano. Una interrogante que surge sobre el poeta es el por qué no hizo parte del nadaísmo, todas las condiciones se daban para que él fuera uno de sus miembros; empezando porque Gonzalo Arango era paisa como él, hecho que le brinda un espacio de acercamiento y un terreno para la amistad, además el nadaísmo era un movimiento abierto y contradictor muy propio para el perfil en ese entonces de Rivero. Quien nos puede develar el tema mediante una simple pregunta que desde aquí formulamos, es J. Mario Arveláez, respuesta que puede tener escondida entre sus valijas o en la relojera de sus pantalones de dril color café. Entre sus libros publicados podemos citar algunos: Del amor y su huella, Mis asuntos, Vuelvo a las calles, Balada de la gran señora, Poemas de invierno, Vivo todavía y Baladas.
Su obra la han clasificado especialistas y poetas matriculándola bajo diferentes rótulos. Unos sostienen que pertenece a la generación Sin nombre, otros a la generación de Golpe de dados, hay quienes lo incluyen en la generación Frustrada, y nosotros para no quedarnos al margen lo incluimos en la generaciones del Estado de sitio. Nuestra tesis es sencilla. Quienes escribimos nacimos y crecimos en el Estado de sitio y abandonamos Colombia en la década del 80 a causa del mismo, pero era un Estado de sitio rarísimo; en la década del 60 y hasta finalizar la del 70 habían huelgas indefinidas, protestas violentas, la propaganda política tanto nacional como extranjera circulaba libremente. Una evidencia de lo que sostenemos fue toda la información que en folletos recibíamos sobre la guerra de Vietnam. La revista Pekin informa, la leíamos semanalmente. Las pintas más agresivas, hoy llamadas graffitis se podían escribir en cualquier espacio público o privado, y si el autor era capturado in fraganti, no iba más allá de una amonestación de advertencia del oficial de turno en la comisaría. Excepción era si el asunto se trataba de grupos guerrilleros. Esto no era incumbencia de la justicia ordinaria y civil, sino de la justicia militar, pasando el cautivo a manos del comandante de brigada o batallón, donde el precio a pagar era distinto. A todos los representantes del estado, empezando por el presidente se les vituperaba tanto oral como por escrito, en todos los términos de la lengua comenzando por el más soez, con verdades o difamaciones, que para el caso daba lo mismo; no importando quien lo dijera o lo afirmara y no pasaba absolutamente nada.
Sin embargo, el poema y con él el poeta, no dejaban de ser observados meticulosamente cuando éstos se convertían en un elemento turbulento. Los estamentos oficiales lo marginaban sutilmente, aislándolo mediante el método de bloquearlos en la cultura estatal y también en la cultura privada de significación. Lo anterior ha sido una enfermedad endémica en ese país desde el mismo momento de su independencia. Esto ha dado lugar a dos tipos de poetas; el poeta oficial que loa a la institución y a la franja social de los intereses en el poder, y si no los poetiza directamente se integra en el medio como individuo. En el otro polo se encuentra el poeta que está contra el establecimiento, él produce un texto crítico, sea desde la perspectiva de lo social o de la estética. Su producción está en concordancia con su forma de vida. Carece de la posibilidad que su texto pueda ofrecerle emolumentos. Toda oportunidad económica le es cerrada, en últimas es un ser tapiado por el sistema de una manera imperceptible. En este sentido por carecer de elementos informativos, no estamos en condiciones de incluir en cualquier de los dos campos a Mario Rivero, pero todo parece indicar por los pocos elementos que poseemos, es que él había logrado vivir de la poesía. Si esto es así, es un mérito que merece nuestro aplauso y admiración y todo lo que nos resta decir sobre su deceso es presentar a sus familiares nuestras más sentidas condolencias.
Tango para "Irma la dulce"
Aquí estuvo
sacudida por el manoseo de las habladurías y los despertadores
Aquí estuvo demasiado triste en el final
Las palmas bajo la nuca y el pelo desparramado agreste
/como barba de coco
mirándolo todo con simpleza y admiración
"cómo se ve que tú eres escritor" me dice
a mediavoz en la tiniebla de un cuarto con ginebra estéreo
y flores de plástico de todos los colores
Allí figuraban y no podían faltar claro está
Sosa Beny Moré Gardel
los clásicos del tango y del bolero
y los otros
los Mozart y los Beethoven de siempre
en fin todo eso que uno no ha aprendido a sentir
pero que sí parece
lo único verdaderamente pulcro
adecuado
para evadir la brutalidad de los sucesos
Yo estaba lejano triste tratando de animar
falazmente
la cansada sangre en las venas
y ella ancha casi tapando la cama
funcionando soberbiamente
con lo que se podría llamar su belleza
o sea "su verdad"
una cosa hecha de calor-poder-y-fuerza
un desbordamiento
como una yegua blanca con sus patas traseras
bien abiertas
que se vuelven plateadas y empiezan a brillar
en un cabrilleo de luces
inestable
una rendija de luz en la persiana
que sube por sus piernas e impone a su cuerpo
una lividez de avena
y todo todo perdiendo la certeza y la eternidad
como si la luz estuviera de veras inventando
una forma nueva
ya en la noche se había acabado
ella puso su mano en mi cara y dijo "soy una mujer
/cansada"
tan grata su mirada que me sentí ablandado
sin luchas
quise adelantarme empujar la persiana
admitir la franqueza del día
la circuntristeza
romper el espejismo el sortilegio engañoso
"por qué hablas así gatita esas son las cosas que dicen
las intelectuales neuróticas"
"lo sé pero créeme que hablo completamente en serio"
y luego como la cosa más natural del mundo
"sé que el error está en mí misma"
llama "error" a su vida
y me contó de su marido músico
mafioso
chupando la trompeta como si fuera marihuana
hasta la madrugada
"no, no es un programa estar sola todas las noches no creas"
y continuó hablando y vistiéndose un sostén modelo
/televisión y un liguero negro
y diciendo que "qué barbaridad" y que "qué tontería"
como respuesta a una pregunta conocida
a una inquisición cifrada
"sí creo que así es lo mejor"
agrega
"no hay complicaciones ni números de teléfonos, ni cartas
de amor ni nada"
"me gusta la vida libre el cambio"
le digo
"le tengo un horror sagrado a las posesiones
y ahora ya sabes mi nombre y donde vivo para que se empiecen
a amarrar los nudos
para que todo se empiece a terminar"
Y le invento una historia mediocre
profundamente provinciana
o de la literatura considerada como la coartada perfecta
ella no lloró ni se rió
miró melancólicamente
frente a sí como si hubiera un vacío
evidentemente no conocía ni a yago ni a otelo ni a "chéspier"
y ni siquiera a maupassant
y esta ignorancia la conducía hacia la niñez
dulcemente
"El mundo es así" concluyo
como si ya me estuviese yendo lejos
de un modo gentil y frío
y termino con un instantáneo "la gente"...
es la vaga indecisa palabra
en la que le he decretado
de pronto su fin
Afuera en la tiembla-luz
las casas cerradas envueltas en un vapor esmerilado
un postigo
que se abre como un párpado y que luego se cierra
intenta tocar de nuevo
su ombligo oloroso sus teticas apretadas forradas
bajo un dique
de botones y flecos
tratando de inventar el gesto la actitud la palabra
que diluya en un aire amable casual
la tristeza largalargalarga de pozo ciego
el encantamiento muerto
Pero hay que irse no podemos esperar demasiado
se cubrió con los vidrios oscuros
alta lejana va yéndose
con su olor ruda-y-sal bajo las axilas del suéter
con su carne viva templada bajo la piel
con el amor...
"Llámame cuando quieras" me dijo a modo de despedida
sobre los árboles con hojas de pelusa plateada
comenzaba un cielo azul-bandera...
MARIO RIVERO