El pensamiento descolonizador del ecuatoriano, Agustín Cueva
Latino-americanismo y globalización: Recuperando el pensamiento descolonizador del ecuatoriano, Agustín Cueva
por Michael Handelsman
University of Tennessee, Knoxville
Aunque hay quienes insisten que todo pensamiento verdadero viene de Europa o Estados Unidos, y que el mismo está escrito principalmente en inglés, francés o alemán, existe una larga tradición latinoamericana desde la cual se ha forjado un pensamiento crítico alternativo y descolonizador cuya originalidad y creatividad han logrado resistir las políticas homogeneizadoras de los diversos imperios de turno. Así es el caso del pensamiento descolonizador de Agustín Cueva (1937-1992), sociólogo ecuatoriano y Premio Casa de las Américas, que no se cansó nunca de combatir, desde la escritura, todo intento de imponer el modelo capitalista y neoliberal como única opción para la democracia. En este trabajo, pretendo volver a algunos de los textos principales de Cueva (en especial, a su América Latina en la frontera de los años 90, publicado en 1989) para resaltar su análisis lúcido sobre las contradicciones y distorsiones inherentes al modelo neoliberal y, por ende, la globalización que, en nombre de la inclusión, ha terminado construyendo a menudo las mismas exclusiones que han caracterizado gran parte de la historia latinoamericana desde el siglo 16. Mi análisis situará el pensamiento crítico de Agustín Cueva en el contexto teórico de la colonialidad del saber, la colonialidad del poder y la decolonialidad, conceptos que actualmente están tomando fuerza entre algunos sectores de la Región Andina.
En estos tiempos confusos y acelerados de la globalización, cuando toda promesa conlleva una amenaza congénita, imposibilitando muchas veces que se distinga dicha promesa de su contraparte amenazante, y cuando las miras hacia un futuro donde habrá supuestamente un solo mercado amplio de intercambios libres y fluidos nos hacen olvidar que todo se proyecta y se promete desde un precipicio global peligrosamente resbaloso, viene a la mente aquella advertencia de José Martí quien enseñó en su Nuestra América que la Colonia todavía estaba al acecho. Es desde esa tradición colonial que hemos de leer a Agustín Cueva, el mismo que criticó a Jaime Paz Zamora, quien al asumir la presidencia de Bolivia, pronunció: “Los que se empeñen en el pasado pueden estar impidiendo la construcción del porvenir” (América Latina en la frontera de los años 90, 129). Es precisamente esa miopía neoliberal que Cueva atacó frontalmente, especialmente durante los años 80 cuando se insistía que el fin de la historia había llegado y que todo y todos se encontraban sumergidos en la postmodernidad. Según ha puntualizado Abdón Ubidia, escritor ecuatoriano, en 1992:
No faltarán quienes encuentren, en estos tiempos calificados de
posmodernos, la coherencia, fidelidad, honestidad, o como quiera
llamarse al apego de Agustín Cueva a las categorías marxistas, como
un lastre anacrónico que poco tiene que decir en los momentos en que
el ‘socialismo real’ de los países del Este, se ha hundido y la propia
URSS ya no existe. Quienes así piensan fallarán desde la base misma
de sus precarias ideas. Principiando por el hecho de que la obra de
Agustín tiene un sujeto cierto: América Latina, el continente cada vez
más sumido en el tercer mundo, y, como dice el propio Agustín,
‘literalmente retrotraído a los tiempos del cólera’, y en donde resulta
por lo menos irónico hablar de posmodernidad, cuando las más
elementales conquistas de la modernidad son sueños lejanos. (141)
Está claro que Cueva conceptualizó los significados sobrepuestos de la democracia, el imperialismo, la Colonia, el neoliberalismo y la globalización en forma de un palimpsesto. Es decir, pese a los cambios de terminologías y definiciones a través de los siglos, los latinoamericanos se han quedado con una realidad básica que nació en la época de las primeras conquistas del siglo 16: la falta de una verdadera soberanía. Por eso, al preguntarse irónicamente si “¿Será verdad que la era del imperialismo ha terminado y que sólo siguen obsesionados con él ciertas mentes ‘atrasadas’ incapaces de entender que el mundo ha devenido por fin el hogar privilegiado de la democracia y la postmodernidad?”, Cueva respondió, señalando: “Voy a permitirme observar . . . que la misma cuestión de la democracia no puede plantearse al margen del problema del imperialismo. Desde el punto de vista de nuestros países, está claro que mal podremos hablar de democracias plenas mientras no hayamos conquistado la plena soberanía” (América Latina en la frontera... 84).
Aunque él fue objeto de aquellas críticas que lo relegaron al grupo de “las mentes atrasadas,” Agustín Cueva no se dejó descarrilar nunca de su compromiso con la creación de una América Latina libre y democrática. Comprendía que el pasado, presente y futuro de América Latina han sido (y siguen siendo) el resultado de fuerzas e influencias estructurales y, por lo tanto, no se cansó de resaltar el imperativo de conocer las verdaderas causas del estado de dependencia del continente: “. . . en el momento actual tenemos que superar el campo de las manifestaciones puramente fenoménicas y adentrarnos en el conocimiento cada vez más profundo de la realidad latinoamericana, cuya ‘esencia’ no es otra cosa que el producto de determinadas estructuras sociales conformadas en el curso de un doloroso proceso de inserción supeditada en el seno de una unidad mayor: el sistema capitalista mundial” (América latina en la frontera ... 122).
Al reconocer esa historia colonial que en muchas maneras no ha terminado todavía y, que según Cueva, no iba a terminar tampoco con la globalización, la misma que él entendió como una nueva etapa imperialista, Cueva señaló que “las investigaciones sobre nuestra realidad constituyen al mismo tiempo una especie de búsqueda perpetua de identidad. Y es legítimo y necesario que así sea, aunque encontrar tal identidad no es fácil más allá de un conjunto de singularidades empíricas que a primera vista parecerían revelarnos el secreto de una irreducible originalidad” (América Latina en la frontera... 124). Si bien es cierto que Cueva defendía la necesidad de construir en los países latinoamericanos una identidad propia en vista de su condición dependiente, hay que recordar que nunca buscó simplificaciones. De manera que, en vez de una mera recopilación de señas particulares aisladas y situadas “en algún lejano ultramar,” Cueva recordaba a sus lectores que “la verdadera identidad de América Latina”, pues, “está necesariamente constituida por contenidos universales y formas singulares, que en su compleja trabazón dialéctica conforman la particularidad” (América Latina en la frontera... 124).
De una manera u otra, el concepto de Cueva se adelantó al de los que en los últimos años han enseñado que la colonia ha sido la cara oscura de la modernidad. O sea, no hay la una sin la otra ya que ambas experiencias -la modernidad y la colonialidad- constituyen una sola experiencia histórica, pero diversa y contradictoria. Es justamente en, y desde, ese concierto de diferencias y antagonismos que Cueva pretende complejizar e historizar la identidad latinoamericana, la misma que debe ser el producto de su propia creación. Según él mismo ha comentado: “no se trata de negar el valor que pueden tener muchos estudios realizados sobre nuestra cultura y nuestros problemas fuera del área latinoamericana, sino simplemente de insistir en la conveniencia de forjar nosotros mismos nuestra imagen, que de alguna manera prefigura nuestro destino” (América Latina en la frontera ... 125).
Para Cueva la construcción de las imágenes propias tenía que partir del reconocimiento y del análisis de la dependencia, la misma que se había exacerbado con las políticas neoliberales que impulsaron en gran medida las múltiples manifestaciones de la globalización. Ya lejos de aquellas propuestas de identidad nacional o latinoamericana que se perdían en esencialismos altisonantes que, a la larga, carecían de verdaderos contenidos históricos capaces de producir las tan esperadas transformaciones sociales fundamentadas en el progreso y la justicia, Cueva se posicionó en una suerte de malestrom ideológico y político. Al referirse específicamente a la polémica teoría de la dependencia, constató que
... si para muchos de nosotros estuvo claro que lo que
impugnábamos era determinadas maneras de analizar el
problema de la dependencia, pero sin negar que ésta existiese,
para otros se trataba en cambio de echar tierra sobre tal asunto,
ocultando, por consiguiente, un hecho primordial, definitorio
de los países latinoamericanos: el de ser sociedades sometidas
a la explotación y dominación imperialistas, con todo lo que
ello implica. (América Latina en la frontera ... 99-100)
En cuanto al escenario de relaciones internacionales y el lugar que ocupa el latinoamericanismo de Cueva, tanto como una identidad geopolítica como un pensamiento identitario anclado en la historia, Cueva denunció la supuesta falta de alternativas respecto a un mundo global y su concepción de orden y progreso. Según escribió:
... los grandes medios de comunicación colectiva presentan como
‘moderno’ y anclado en el ‘presente’ absoluto, todo pensamiento
favorable a la ‘libre’ acumulación de capital en escala internacional,
por mucho que ello lleve no sólo a la acentuación de las desigual-
dades dentro de cada país, sino también, al reforzamiento de los
‘eslabones fuertes’ del sistema y el enflaquecimiento de los débiles;
en cambio, es condenada como ‘arcaica’ y ajena a toda ‘modernidad’
cualquier idea, actitud o programa que reclamen una mejor distribución
de la riqueza y el poder, nacional y mundial. (América Latina en la
frontera ... 131)
Como ya se sabe, pocos años después de que Cueva identificó el carácter colonial de la globalización, numerosos procesos civiles comenzaron a surgir en todo el mundo, manifestando su oposición a los esquemas unidimensionales propios de las principales instituciones del orden globalizado. En la Región Andina, por ejemplo, los movimientos indígenas de Ecuador y Bolivia comprueban lo acertado que Cueva había sido respecto a su análisis de lo que él caracterizó como “una guerra de baja intensidad”:
Juego peligroso... pero que por desgracia tiene visos de
prolongarse indefinidamente, mientras la crisis de América
Latina no se resuelva y en cuanto la ‘gobernabilidad’ de estos
países siga concibiéndose como el arte de frenar las aspiraciones
de las masas e invitarlas al sacrificio constante, en aras de la
acumulación de riqueza y de poder en las centros hegemónicos
y en menoscabo de las tareas conducentes a una democratización
profunda de nuestras naciones, en los campos políticos, económico
y social. (América Latina en la frontera... 146)
Aunque lo identifiquemos con el “socialismo siglo 21” o con el “sumak kawsay” (el “buen vivir”), lo que es cierto es que el pensamiento de Cueva había anticipado en gran medida las aspiraciones y metas de algunos de los actuales procesos políticos mayores de resignificación respecto al Estado, la Nación y la democracia, especialmente en tiempos de la globalización que se está viviendo desde la Región Andina. Según puntualizó recientemente Pablo Dávalos en el diario El Comercio de Quito (junio 2008), “el ‘buen vivir’ intenta mirar el desarrollo más allá de lo económico, implica una relación armónica entre las personas y la naturaleza mediante un enfoque ecológico del desarrollo y de solidaridad”. Este concepto plural e incluyente -holístico si se quiere- que será incorporado en la nueva constitución del Ecuador si gana el Sí en el referéndum sobre la Constituyente convocado para el 28 de septiembre de 2008, ya sonaba cuando Cueva constató en 1989 “que la democracia es un proceso complejo a través del cual se busca alcanzar la repartición equitativa de bienes tanto materiales como inmateriales. La libertad, por supuesto, es uno de éstos; el respeto a la pluralidad, otro” (América Latina en la frontera... 30-31).
¿Qué significará pluralidad? Las múltiples respuestas a esta pregunta se están debatiendo fervientemente en tales países como Ecuador, Bolivia y Venezuela, donde diversos sectores sociales quisieran construir nuevos derroteros para, así, salir de una vez para siempre, de la llamada “larga noche neoliberal”. Pese a las tensiones y los conflictos generados por el variado manejo discursivo y político de la pluralidad (e.g., autonomías, mercados del libre comercio, territorios ancestrales, interculturalidad, plurinacionalidad), hay ciertas constantes que no hemos de perder de vista, las mismas que Cueva defendió incansablemente y que resumió elocuentemente al comentar:
...lo que está en debate no es el problema de si nos
internacionalizamos o no: ése es un proceso irreversible en
todos los planos y yo, en lo personal no tengo la menor
nostalgia de nacionalismos estrechos ni localismos de ninguna
especie. Lo que está en juego, es el tipo de orden internacional
que queremos. Y, así como en el ámbito interno, de la vida de
cada nación, estimamos que todos los hombres deben ser libres
e iguales, y por ende soberanos, capaces de decidir su propio
destino y, en conjunto, el destino de la nación; así mismo
pensamos que en el ámbito ‘externo’ tiene que haber igualdad
entre todos los miembros de la comunidad internacional: es decir,
soberanía, libre determinación y derecho de asociación, en vez de
imperialismo y dependencia, como hasta hoy.
Cueva terminó este comentario señalando: “A partir de este principio urge discutir la creación de un orden económico internacional más justo, sin el cual ninguno de nuestros problemas, aisladamente, se resolverán” (América Latina en la frontera... 34).
De ahí, se patentiza el verdadero sentido del pensamiento descolonizador de Agustín Cueva: un latinoamericanismo soberano frente a la globalización del siglo 21, a partir del cual se ha de comprender que “La democracia no es un cascarón vacío, sino un continente que vale en función de determinados contenidos” (24). La articulación, elaboración y defensa de estos contenidos serán la base misma de un deseado protagonismo latinoamericano que garantizará que América Latina deje de ser un mero objeto de la Historia (América Latina en la frontera... 91).
Bibliografía
Cueva, Agustín. América Latina en la frontera de los años 90. Quito: Editorial Planeta
del Ecuador, 1989.
_____. Las democracias restringidas de América Latina (Elementos para una
reflexión crítica). Quito: Editorial Planeta del Ecuador, 1988.
Ubidia, Abdón. “Agustín Cueva: Los ardientes años que aún viven,” en Podium, 12-13
(junio 2008), 139-41.
Algunas publicaciones literarias de MICHAEL HANDELSMAN :
"La mujer ecuatoriana como escritora de prosa," Unión Nacional de Mujeres del
Ecuador, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 11 abril 1975.
"El crítico norteamericano y su responsabilidad ante América Latina," Guayaquil, II
Encuentro Iberoamericano de Escritores, 29 octubre 1977.
"Zoila Ugarte de Landivar, La Mujer y la génesis del feminismo ecuatoriano," MLA
meeting, New York, 30 December 1981.
"Benjamín Carrión y su concepto de identidad nacional ante los peligros de la
penetración cultural," Louisiana Conference on Hispanic Languages and
Literatures, Baton Rouge (Louisiana State U.), March 1-3, 1984.
"Atahuallpa de Benjamín Carrión: Texto metafórico de la historia ecuatoriana," Jornadas
Metropolitanas de Estudios Culturales en México y América, 4-8 July 1994 (Casa
LAAM, Mexico City).
"Entre el escribir y el leer: Una propuesta para la contextualización de la escritura
femenina ecuatoriana," Kentucky Foreign Languages Conference, 18-20 April
1996.
"Cumandá entre el proyecto nacional decimonónico y la plurinacionalidad de fines del
siglo veinte: una lectura postcolonial," el 49 Congreso de Americanistas, 7-11 de
julio de 1997 (Quito, Ecuador).
“Adiós Siglo XX y las despedidas diferidas,” VIII Jornadas Internacionales de Teatro
Latinoamericano, 4-6 July 2000 (Puebla, Mexico).
“Las migraciones y la desterritorialización,” LASA 2006 (San Juan, Puerto Rico).
“El pensamiento crítico latinoamericano: poéticas de resistencia y (re)construcción,”
International Conference on Latin American Studies (“Diálogo Norte/Sur”),
sponsored by Universidad Andina Simón Bolívar in Quito, Ecuador (8-11
November 2006).
“A propósito de Crónicas del Breve Reino de Santiago Páez: breves reflexiones acerca
del Ecuador y lo ecuatoriano,” Ecuadorian Studies Section/LASA Conference,
hosted by FLACSO in Quito (July 2008).