Poesías de Ramiro Lagos
Cementerio de besos
***por Ramiro Lagos***
¡Cuántos besos robados en los labios del tiempo!
¡Cuánto tiempo de besos en los labios del mimo!
Fueron besos de almíbar en la flor del camino,
fueron todos jardines en la flor de los sueños.
Osculares romances de pasión y recuerdos
en las cuatro estaciones de los cinco sentidos,
en la alcoba, en la playa, en el bosque florido,
fueros dulces los besos en la boca del cielo.
Pero vino el ocaso de los besos oscuros,
de los besos más rojos, de los besos más rubios,
y los besos del alma, se iluminan de preces.
Los jardines del beso sin piedad se marchitan
y los hielos de invierno dejan ver con desdicha
cementerios de besos bajo mustios cipreses.
Maria Cano en las arengas du su historia
Moviliza recuerdos, moviliza
María Cano, la líder antioqueña
de Medellín, y la renombro a guisa
de aclamarla cual puño que se iza
con su bandera roja, con la enseña
de la revolución, la que se empeña
en darle al pueblo su poder y mando
despojando al tirano del comando.
Burguesa arrepentida en la barriada
del bajo Medellín, María Cano,
anti-burguesa fue cual camarada
la que conscientemente liberada
foguea su oratoria en tono ufano
arengando a su pueblo en dura mano
que agita las banderas sindicales
en las minas y oscuros arrabales.
María Cano, épica figura
de la revolución del socialismo
quiso quitarle al pueblo su atadura,
su cadena feudal que se perdura
y fue ella la voz del obrerismo,
fogosa voz de contundencia dura
para la acción en feudo colombiano:
esta fue la mujer: María Cano.
Sindicalista fue Cano María,
la pasión sindical de aquel momento
del año 25 en rojo viento
que en lo social de ayer rugía, rugía.
Con sus arengas y su rebeldía
del siglo XX, en la palestra, en plazas,
fue ella agitadora de las masas.
Igualdad de igualdades fue su meta
contra la oligarquía, a quien ataca
en su mester de rebelión, e inquieta
puso a marchar sus ritmos de poeta
tras de “Los Miserables”, y desata
su torrencial facundia de escarlata
entre los miserables con dolores,
de este país “cristiano” de opresores.
“Flor del trabajo” se le llama en tanto
que es emblema de eterna remembranza
“Flor del trabajo”, al par, flor de amaranto
perdura en la memora de mi canto
testimonial que a la epopeya alcanza
porque ella en su lucha fue esperanza
de la revolución más justiciera
del obrero en su marcha y de la obrera.
Contra el imperio de extranjera agalla
invasor de las fuentes petroleras,
María Cano con furor estalla
en Barrancabermeja y avasalla
con torrenciales voces justicieras
y planta en sindicatos sus banderas
allá donde el petróleo con enojo
en Barrancabermeja es, negro y rojo.
No hay mujer nacional de tanta fama
como María Cano, la caudilla.
Toda Colombia en lucha la proclama
y toda América con su amargo drama
La sigue: el de la hoz y el que martilla
el hombre de maíz, y el que lo trilla,
el paria, el de la calle, el proletario
y la mujer dolida y su calvario.
La mujer comunera colombiana
que levantó cabeza en el pasado
con Manuela Beltrán, con la Gaitana
y con la Pola de bandera ufana,
vuelve a tener historia en su legado
el de María Cano que ha llegado
a levantar cabeza en el presente,
como mujer triunfal en todo frente.
Es el mirador del guane
un alto cielo de roca,
ventanal de Zapatoca,
para mirar el paisaje,
descorriendo el cortinaje
del sol en dorada nube.
Alli el turista se sube
y su inspiración se inquieta
hasta volverse poeta
por una musa querube.
Ella se eleva al ensueño
como musa querubina,
y es que al guane la fascina
verla en radiante reflejo
por ser el cósmico espejo
de arrebolada hermosura
y el mirador se figura
que es ella, la poesía
la fantásticas armonía
de la cósmica natura.
Desde el mirador del guane
todo lo bello me atrajo,
miro arriba,miro abajo
y mi visión configura
el perfil de la hermosura,
en la florecida flora
y en el jardín de la aurora.
Abajo está el comunero,
fluvial cacique guerrero
que la raza rememora.
En el mirador del guene
hay blancas nubes doradas
con rizos cual si las hadas
se citaran con Cupido,
para rescatar, perdido,
un viejo amor divagante,
y a mi hada yo le cante,
recobrando la esperanza
entre nubes de añoranza.
y me declaro su amante.
Con poeta lo digo
que en el mirador me toca
inspirame en Zapatoca
porque la ciudad me inspira.
Por ella cante mi lira
con todos sus miradores
bajo los siete colores
de aquesta urbe sedeña
en que mi alma se sueña
verse arrullado entre flores
De profundis le canto
De profundis tu nombre entre las flores
del corazón abierto cual corola
florece en el jardín adolescente
cual colegiala hermosa.
Y floreció el poema que le hice
al comulgar con ella dulces hostias
en la sagrada familiar iglesia
de campanas gloriosas.
Siempre al amanecer tu comulgabas
como comulga un ángel entre rosas,
y así te conocí , cual eras, ¡ ángel!
con sus alas devotas.
En tu iglesia ya estabas inspirándome
oraciones de líricas estrofas.
Me inspiré en tu mirada, en tu sonrisa
y en la flor de tu boca.
Al salir de la iglesia, enamorado,
te miré y me miraste. No me asombra
que me hiciera poeta tu sonrisa,
colegiala preciosa.
Eros en misa perturbó tu rezo.
Perdóname, Isabella, soy la máscara
del poeta profano de tu iglesia,
soy poeta de barba.
Isabella, destello matutino
bajo el arco de sol de la añoranza
con los siete colores, el celeste,
era el color del alba.
Isabella, princesa de mis cantos
la que me hizo aprendiz de mis romanzas,
la musa del ayer, la eterna musa
de mi ardiente palabra.
Isabella en perfil de poesía
era el poema en flor de colegiala,
poema cumpleañero que corona
sesenta años de andanzas.
De profundis la busco en mis caminos,
en la estela del mar, en mis montañas
y la encuentro, por fin, en un poema
de mi lira romántica.
De profundis descubro que no ha muerto
de Isabel su sonrisa entre las lágrimas.
Su sonrisa revive en cielo y tierra
y en las perlas del alma.
De profundis le canto a la memoria,
de Isabel , luz de amor con su sonrisa
entreabriendo del cielo los fulgores
de “La ciudad Bonita” (1).
Apostilla:
: “La ciudad Bonita”, así se le llama Bucaramanga, capital de Santander, Colombia, distinguida por la belleza de sus parques y por su mujeres bonitas. Una de ellas, fue Isabel Vásquez, fallecida recientemente, a quien el suscrito poeta conoció de colegiala en1948. De ahí su primer poema de entonces titulado “La colegiala que me hizo poeta”
El grito de Zapata