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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

    quoiqu'il paraisse assez beau" 

                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

SEGUNDA PARTE
EL POETA

Porfirio Barba-Jacob

Por Efer Arocha

23 de abril de 2012

 

Algunas palabras necesarias

 

Porfirio Barba-Jacob hace parte de la historia de la literatura colombiana, la cual necesita para su cabal comprensión, tener en cuenta dos aspectos sobre las repercusiones literarias. De una parte, se encuentra la oralidad de los distintos grupos aborígenes, los que actualmente reconstruyen en todas las direcciones su pasado. De la otra, las consecuencias por el descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de los europeos. Si omitimos la referente a los indígenas, nos hallamos ante el hecho que la literatura colombiana, presenta registros de memoria que pueden calificarse de brevísimos en el sentido temporal. Es una literatura muy joven, al igual que toda la literatura de América. Sus raíces presentan escasamente una madurez de cinco siglos, dentro de los cuales de manera progresiva van apareciendo cada vez más, individuos y tendencias.

Si nos acogemos al concepto de lo nacional, las obras de los diferentes autores y las diversas corrientes, pueden calificarse de literatura nacional. Hasta la fecha en todo este estadio hay una nutrida lista de obras y autores. Sin embargo, para el periodo que nos ocupa, o sea, entre 1883 y 1942, lapso en que nace y muere Miguel Angel Osorio, conocido en la literatura como Porfirio Barba-Jacob, por circunstancias de la historia han sido sus contemporáneos de una u otra manera, los que a juicio de la crítica, tanto nacional como internacional, se consideran los más grandes poetas de ese país. Es el caso de León De Greiff, quien nació en 1895 en el mismo departamento del cual es oriundo Barba-Jacob, y murió en Bogotá en 1976. José Asunción Silva nació en Bogotá en 1865 y murió en la misma ciudad en 1896. La obra de Silva estaba entre los textos favoritos de Barba-Jacob, considerándolos entre sus lecturas obligadas con los de Guillermo Valencia, quien nació en 1873 en Popayán y murió en 1943 en el mismo lugar. Hay otros nombres de significación pero nos hemos limitado a los que han logrado ya un reconocimiento universal.

La obra de Barba-Jacob ha logrado un reconocimiento pleno en todo Centroamérica, países del área caribeña y México. Igual repercusión ha tenido en muchos países de América del Sur. En la actualidad su obra se estudia en la universidades norteamericanas y comienza a ser considerada en Canadá. En la misma forma en algunos países europeos, como Inglaterra, Alemania y Suecia han empezado a descubrir a este autor. En China, Japón y Taiwan sucede lo mismo.

Según Jairo Tobón Baena, los coleccionistas de libros, entre los que se cuenta él mismo, conservan verdaderas joyas bibliográficas barbajacobianas. Hasta el año 1979 tenían en su posesión setenta y seis libros editados en América sobre el autor. Trece en Europa. Artículos de treinta y seis diarios de latinoamérica, treinta revistas culturales y doce semanarios. Poseen ensayos y conceptos de doscientos dieciocho escritores de diecinueve nacionalidades (1).

 

Lugar de nacimiento

 

En lo que respecta al lugar de nacimiento de Barba-Jacob, siempre han habido distintas opiniones; divergencias que continúan sin resolverse en el plano de la constatación, porque no se ha encontrado la prueba fehaciente que pueda derimir lo polémico. Para conmemorar el centenario de su nacimiento, se disputaron el lugar de origen, Angostura y Santa Rosa de Osos. Se constituyó un bando por cada ciudad. Cada uno por su parte expuso argumentos sólidos para que en su suelo reposaran las cenizas del poeta, las cuales serían trasladadas el día del centenario, desde el Cementerio Universal de Medellín al lugar finalmente escogido. Las cabezas visibles de la polémica estaban representadas: por Angostura Adonis Jaramillo, y por Santa Rosa de Osos Rogelio Echavarría. Reproducimos a continuación unas breves líneas de los argumentos de Echavarría contra Jaramillo:

 

[…] Veamos algunas de las equivocaciones que consigna en la nota que publicó en el suplemento de “El Espectador” al contestar a Elkin Lenis, entusiasta profesor que defiende la entrega de los restos a Santa Rosa, donde –dicho sea de paso y como primicia periodística– se prepara el más digno homenaje al maestro, pues la urna con sus cenizas será colocada en un bellísimo monumento que Rodrigo Arenas Betancur ofreció al concejo santarrosano y que será erigido en la plaza principal.

 

En primer término, hay que creerle al poeta lo que él mismo escribió, de una manera irrefutable, en su poema “El son del viento”.

 

“Vine al torrente de la vida

en Santa Rosa de Osos.

una media  noche encendida

en astros de signos borrosos”. (2)

 

Un hecho que abre interrogantes en torno de sus afectos por lo terrígeno, se encuentra en la actitud de un recorrido que hizo Barba-Jacob por los pueblos antioqueños visitando Angostura. En el periplo no tuvo en cuenta a Santa Rosa de Osos, no obstante, de estar obligado a pasar por la plaza principal, y el bus en que viajaba hacía una pausa obligatoria. El pasajero no descendió, a pesar de los muchos años que mediaban desde el día de su partida del lugar. Sin embargo, en reconocimiento a Santa Rosa de Osos como su lugar de origen, el poeta dedicó unos versos en el poema El son del viento, a los que acude Rogelio Echavarría para ganar la polémica. Consideramos que la precisión del lugar de su nacimiento, no aporta ni quita nada porque está definida la zona que comprende dos espacios territoriales municipales, los que son similares  en términos etnológicos y culturales.


Fecha de nacimiento


En cuanto a la fecha de su nacimiento, no presenta dudas o vacíos, puesto que existe la evidencia. En los archivos concernientes a Barba-Jacob existe el documento llamado Fé de Baustismo, que en Colombia tenía fuerza legal, porque para esa época la Iglesia Católica era la institución que tenía bajo su responsabilidad la certificación del nacimiento de los colombianos. La Fé de Bautismo era la fuente que daba origen legal a cualquier documento privado o público, que se necesitara para acreditar la edad o nombre del ciudadano. El estado se servía de ella para expedir la cédula de ciudadanía, y en el caso de los hombres, la libreta militar. Igualmente la Fé de Baustismo era usada en todos los trámites oficiales que así lo requirieran. A continuación su Fé de Bautismo:

 

“En la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Osos, a tres de agosto de mil ochocientos ochenta y tres, el Pbro. Francisco Antonio Montoya, coadjutor, bautizó solemnemente a un niño que nació el veintinueve de julio de este año, a quien nombró Miguel Angel, hijo legítimo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez. Abuelos paternos: Emigdio Osorio y Benedicta Parra; maternos: Manuel Antonio Benítez y María de Jesús Cadavid. Padrinos: Nepomuceno Cuartas y María de Jesús Cadavid, a quienes advertí el parentesco y obligaciones que contrajeron. Doy Fé, Miguel Angel Giraldo V. (Hay una rúbrica)” (3) 

 

Infancia


En relación con su infancia hicimos una intensa búsqueda con el objeto de hallar indicios que nos condujeran a una hipótesis distinta a las afirmaciones que pueden considerarse como clásicas, y no encontramos absolutamente nada distinto a los criterios de veracidad establecidos. Según Juan B. Jaramillo Meza, luego de su nacimiento el infante quedó a cargo de sus abuelos paternos, Don Antonio María Osorio y Doña Pastora Benítez, quienes se lo llevaron para Angostura, un pequeño municipio ubicado en la misma región donde se encuentra Santa Rosa de Osos.

 

Al ausentarse sus padres, el niño Miguel Angel, de tres meses de edad, quedó confiado a sus abuelos don Emigdio y doña Benedicta, vecinos de Angostura. Con ellos vivió sus años de infancia y adolescencia, y supo quererlos con toda intensidad. Nunca olvidó Miguel Angel aquel afecto, el más grande de su existencia. (4) 

 

En este lugar llevó a efecto sus estudios primarios, entre 1889 y 1895, los que según el juicio de Juan B. Jaramillo Meza, su amigo de toda la vida, y quien le hiciera su primera biografía, fueron de una completa desaplicación en el estudio y rebeldía contra la institución escolar y por ende con sus profesores (5). Hecho plenamente confirmado de manera escrita por el protagonista, Porfirio Barba-Jacob, en el prólogo de Rosas Negras, en Guatemala 1933, más conocido como “La divina tragedia”:

 

[…]donde el maestro, cuando no faltaba, era borracho socarrón o caramelo de pedagogía religiosa, y donde aprender a leer era como una risueña designación de la fortuna… Estuve menos de dos años durante cinco, porque me huía, me aterraba el pensamiento de que era preciso aprender a sumar. Como para Maeterlinck, los números no eran para mí una armonía sublime, sino cifras encrespadas. Fui reprobado una vez y mal reprobado otras dos, porque más valiera la reprobación que aquellas reprimendas por mi falta de estudio, y aquellas dudas sobre si iría a ser loco.[…] (6)

 

El poeta pasó su infancia en la campiña angostureña, mirando y ayudando a sembar  maíz, deshierbarlo y desgranar la mazorca. Tuvo su primer contacto con los animales domésticos particularmente con los bovinos al ordeñar vacas y llevarlas al potrero. En esta atmósfera se compenetró con la vida de los campesinos y su ambiente del paisaje rural. La realidad material del agro le forjó la idea de lo arduo del trabajo rudo; causa de las manos pesadas y callosas del trabajador agrícola, como consecuencia de labrar la tierra mediante el azadón, la pica y el arado por tracción de yunta de buey.

El efecto del trabajo material directo sobre la anatomía humana, lo descubrió por experiencia propia y también mediante la observación del jornalero de las pendientes de la cordillera andina(7), donde las faenas agrícolas exigen duplicar y a veces hasta cuadruplicar el esfuerzo, en relación con el mismo trabajo realizado en el terreno plano. Lo terrígeneo le marcó sus huellas para siempre, como también lo social rural. De estos primeros tiempos fundirá un retrato atormentado, que será siempre el recuerdo perenne donde se anuda aquel sentimiento que una veces se cristaliza como odio, y otras como afecto. En el caso de Porfirio Barba-Jacob, lo imperecedero se grabó como afecto que afloraría más tarde en el poema. Sus primeros doce años los vivió en forma continua en Angostura. Salido de su adolescencia, partió para volver unos pocos días, veinte años después y luego se iría para jamás volver.

La impronta campesina está  presente en forma directa como perlas, en toda su obra. Son un baño  sumergido  en las marcas  que traza la vida para quienes en sus primeros momentos de existencia el azar del vivir, no les ha reservado el mundo de los juguetes infantiles, sino que se ven enfrentados a asumirse en la tarea de ser hombres en los pasos iniciales después de haber dejado de gatear, realidad cruda para el artista o intelectual de las franjas sociales desposeídas del Nuevo Mundo. Registros sociales de infancia donde lo rural emerge empezando por los títulos de sus poemas, tales como: La neblina perezosa…, El árbol que sombrea la llanura, La tristeza del camino, Desamparo de los crepúsculos, Campaña florida, Parábola del campesino y el rey, El rastro en la arena, La casona, La vida es agua de un áureo río…, El viento de la mañana, Oh viento desmelenado… (8)

En algunos de estos poemas se versifica la flora regional como es el saúco, arbusto con propiedades medicinales, el eneldo y el toronjil, herbáceas también de la región que tienen propiedades curativas y que son usadas como bebidas aromáticas. Se evoca la geografía de los municipios como Sonsón, Sopetrán, Zaragoza. Las rocas, las hondonadas, lo elevado de las cordilleras; los ríos como Anorí, Cauca y Magdalena. El poeta nos describe sus propias imágenes.

 

[...] Iba hechizado y libre a pie y romántico, en compañía de un peón y con un alma mía de la cual no me acuerdo ya… Por los breñales del Anorí, por los bosques de Zaragoza, ríos frenéticos entre las rocas, culebras, libélulas, parásitas begonias… Nechí abajo, Cauca abajo, Magdalena abajo… Fui a dar a Barranquilla, […] (9) 

 

Adolescencia y familia


Su padre, Antonio María Osorio, era abogado y ejercía su profesión en Santa Rosa de Osos con poco brillo profesional. Su madre, Pastora Benítez, maestra de escuela y profesora de instrumentos musicales de cuerdas, con admirable destreza profesional en guitarra y tiple (10). Por necesidades económicas se vieron obligados a trasladarse a la capital del país, donde continuaron ejerciendo sus profesiones, aumentando ligeramente sus ingresos en relación a los que devengaban en la provincia.

Barba-Jacob terminó sus estudios de primaria en 1895, en la escuela pública de Angostura, y es en ese momento cuando se decide conocer a sus padres. Parte hacia Bogotá en busca de afectos familiares paternos, descubrir mundos y forjarse una vida distinta a la rural, la que para ese tiempo se desenvolvía en una lentitud pasmosa, sin acontecimientos relevantes. La región era de esos lugares donde se congela el tiempo, a causa de que se vive a un ritmo pastoril. El joven insatisfecho no encontró nada de lo que salió a buscar en la vida citadina, según diversas afirmaciones del propio Barba-Jacob, ya hombre formado y adulto, y que Jaramillo Meza nos confirma en su biografía de la cual transcribimos un extracto que hace referencia sobre este aspecto:

 

Al terminar 1895, muchacho ya de doce años, resolvió viajar a la capital del país, a conocer a sus padres, y realizó aquel viaje, feliz en la esperanza de mejores días. ¡Qué desilusión! De sus dos años de permanencia en Bogotá tuvo siempre un ingrato recuerdo. Su padre, en el ejercicio de su profesión, viajaba constantemente a Guaduas y a Fusagasugá. Su madre Pastora ayudaba a los gastos del hogar con el dinero que le proporcionaban algunas clases de guitarra. No encontró en ellos lo que fuera a buscar: afectos, mimos maternales, ternura, todo aquello que embellece la infancia, que ilumina la adolescencia y que al través de la vida y de los años es el más puro y sagrado de todos los recuerdos. (11) 

 

Ante el fracaso de su estadía en Bogotá, en 1897 decidió regresar a Angostura a casa de sus abuelos. Esta situación plantea un interrogante, porqué un niño, en edad escolar, que hace un viaje penoso por el largo trayecto para encontrarse con sus padres y vivir con ellos, los que están ubicados en una gran ciudad que tiene horizontes muy distintos a un pueblo de una provincia lejana, se ve forzado a regresar a su sitio de partida, máxime cuando sus padres tienen un nivel de una profesión estable y segura como es la abogacía y la enseñanza de la música. Las razones que da su biógrafo y que hemos citado anteriormente, no son convincentes para aceptarlas como la verdadera causa que protagonizó su regreso. El hecho de que su padre tenía que viajar con regularidad por motivos profesionales no altera en lo fundamental la vida familiar, puesto que la madre, como lo hemos establecido, trabajaba. Ella podía asumir las tareas de madre con un hijo que pasa el mayor tiempo del día estudiando. Este aspecto nos ha parecido interesante debido a que es uno de los factores motivantes que marcaron en parte la vida y la obra de Barba-Jacob. En sus versos hay un desgarramiento humano y un dolor latente que sacuden los sentimientos del lector. Nuestras búquedas en este sentido resultaron infructuosas, hay un enorme vacío documental. La relación entre el poeta y sus padres está cubierta por un manto de oscuridad. Sin embargo, una prima nos proporciona un pequeño destello. La señora Ana Rita Osorio Atehortúa, anciana de noventa y ocho años, que vivía en el barrio Belén de Medellín fue entrevistada en 1974 por el periodista Humberto Diez, del diario El Tiempo, y en lo concerniente al viaje del poeta a Bogotá dijo lo siguiente:

 

–Después lo mandaron a estudiar a Bogotá y allí vivió en casa de sus padres. Cuando nos despedimos, lloramos mucho. “Prima”, me dijo, “quiero que me des como bastimento los dulces que tú haces, y panelitas de arroz con leche”. A los pocos días me escribió una carta en la cual me decía: “No me quieren. Estoy muy triste. Me maltratan, me golpean. Quiero estar otra vez en casa y volver a ser libre como los pájaros, como las mariposas de mi Tenche”. […] (12)

 

Las afirmaciones de Ana Rita Osorio son razonables en el contexto familiar y la vida de un estudiante. A primera vista aparece normal que un niño sea castigado por sus padres, y si agregamos a esto, otros elementos que nos hacen aparecer a un joven rebelde que hace siempre lo que su voluntad le dicta, como lo sostienen articulistas amigos y biógrafos, tendríamos la clásica figura del niño desadaptado y marginal. Pero los sucesos de su trágica infancia nos muestran una realidad muy distinta. ¿Porqué un niño con pocos días de haber nacido es entregado a sus abuelos, y luego después en breves meses, la familia de súbito se traslada a Bogotá? Para no proseguir, porque la respuesta es evidente, sólo concluimos como lo diría Barba-Jacob, “son los problemas del amor”.

La difícil situación que vive el poeta en Bogotá lo obliga a regresar. Igualmente el ambiente más propicio para su niñez que le ofrecía la finca de Tenche, donde había libertad para jugar y los niños eran creadores de los elementos lúdicos que le proporcionaban placer. En esto se presenta una ventaja en medio del ambiente adverso. Tenía la opción de la elección y la posibilidad de que su decisión llegara a feliz término. Por ello consideramos que el suceso pudo haber marcado su adolescencia, pero no de la manera como es de suponer.

Porfirio Barba-Jacob tuvo tres hermanas: Lola, Mercedes y María, y un hermano, Rafael, quien murió en la Guerra Civil entre colombianos, conocida como la Guerra de los Mil Días. María y Lola murieron a muy temprana edad. Mercedes contrajo matrimonio con Salvador Castro, de cuya unión hubo varios hijos: Efraín, Aníbal, Alfonso, Ricardo, Arturo, Roberto, Hugo, Salvador, Guillermo y las hijas: Alcira, Alicia, Emma y Blanca (13). Cuando Barba-Jacob regresó a Colombia expulsado del Perú, la encontró viviendo en la ciudad de Ibagué, casada y en condiciones económicas de opulencia. Fue recibido con honores. Su cuñado, don Salvador Castro, hizo todo lo que tuvo a su alcance para buscarle un trabajo estable y seguro que le permitiera llevar una vida ordenada, inclusive, le ofreció financiarle un periódico (14), pero él lo rehusó.

 

Encuentro con la palabra


Porfirio Barba-Jacob, en 1899 en Angostura se desempeñó como maestro de escuela y terminó por ser el ayudante del director del plantel, Don Lino alarcón (15). Profesión que se vio interrumpida abruptamente, porque en 1901 fue reclutado para el Servicio militar obligatorio, debido a que estalló la guerra civil entre los dos únicos partidos políticos existentes en Colombia -liberal y consevador-. El poder político estaba en manos de los conservadores bajo la presidencia de José Manuel Marroquín. Porfirio Barba-Jacob fue llamado a filas para incorporarse en un batallón del ejército que terminó defendiendo los intereses del partido gobernante. Empezó su carrera militar como soldado en las tropas que comandaba el general Julio C. Gamboa. Allí se distinguió como ayudante del oficial en asuntos de escritura, luego fue transferido al mando del general Aníbal Márquez, donde éste le encomendó la tarea de redactar los partes de guerra que el oficial firmaba para darlos a conocer a la opinión pública. En el ejercicio de estas tareas informativas ascendió en la escala de suboficiales al grado de sargento mayor. Posteriormente fue trasladado al Batallón Frontino comandado por general Rubén Restrepo. Este general que daba más importancia a la propaganda política, que a los resultados militares, nombró al sargento mayor a cargo de la redacción de los boletines permanentes que el oficial hacía distribuir en la población, para indisponer a los civiles contra sus enemigos, -los liberales-, que comandaba el general Rafael Uribe. Por sus eficientes servicios periodísticos, Porfirio Barba Jacob ascendió al grado de oficial, terminando con el grado de capitán bajo las órdenes del coronel Abraham Rojas. (16) 

De los archivos del ejército colombiano, extraemos pasajes de uno de los partes de guerra que el oficial, capitán “Miguel Angel Osorio”, rindiera a su inmediato oficial superior:

 

“Departamento de Gobierno.– Informe sobre los Acontecimientos de Santa Rita.

 

“República de Colombia.– Ejército Nacional de Antioquia.– Mayoría del Batallón Santa Rosa

“Número 2.– Santa Rita, mayo 5 de 1902.

–Señor Coronel Julio C. Gamboa V., Comandante de las Fuerzas estacionadas en Santa Rita.

[…] Pero qué mucho, si a los que, cobijados por la bandera republicana y llevando en el corazón la fe del Crucificado, vamos a luchar por la defensa de nuestros hogares y por la conservación del orden social cristiano, se nos llama retrógrados, y como por sarcasmo se nos dice camanduleros!

[…]el impertérrito teniente Rubén Taborda, que ostenta 17 heridas en su cuerpo como timbre de orgullo, […]

[…]“¡ríndase General!”, le intimó un soldado de cinta roja. “No, contestó él con voz serena, no, un general conservador no rinde su espada a una cuadrilla de malhechores!”… Una bala entonces despedazó su cráneo, y su cuerpo cayó exánime sobre la alfonbra.

[…]y que el Atila con que hoy nos castiga la Providencia caerá al fin, como caen los tiranos, como han caído los demagogos, como caen cuantos ultrajan la Libertad en nombre de la Libertad…como caen, en fin, los libertinos en un país de costumbres sanas y morales.

“Soy, señor Coronel, vuestro servidor y subalterno,

“MIGUEL ANGEL OSORIO, Capitán ayudante mayor del Batallón Santa Rosa N° 2”. (17) 

 

El lenguaje usado por el oficial del Batallón Santa Rosa N° 2, está muy lejos de la usanza castrense de su tiempo. En la primera citación, expresa un juicio subjetivo de valor, no ante los hechos de guerra, sino porque se encontraba dolido por el lenguaje de propaganda agitacional del bando contrario que utilizaba términos insultantes como retrógrado y camanduleros. Despectivos que lo hieren y lo matan peor que las balas verdaderas de los fusiles. No puede aceptar sin decir nada los contenidos de la propaganda de la parte adversa; y él en su dolor, se lo hace saber a su superior inmediato. Como es evidente, esto no tiene nada que ver con un documento interno, de un subordinado dirigido a su superior; donde sus sentimientos, valoraciones u opiniones están al margen de su condición y de los hechos.

La segunda cita, sí que está completamente fuera del contexto militar. Es aquí donde se refleja el toque que le imprime el efecto literario, a los acontecimientos duros del combate, al convertir la desgracia del teniente Taborda en un hecho estético; “quien ostentaba con timbre de orgullo, diecisiete heridas”. En un lenguaje militar sólo cabe destacar el valor y el heroísmo, y nada más.

El tercer párrafo citado contiene una musicalidad de fuerza por la condensación vocálica, donde las frases van en cascadas como si se tratara de un texto taquigrafeado de la oralidad. El lenguaje utilizado tiene giros acústicos muy propios de la arenga política. Hay en este párrafo cierto estilo de escritura en prosa, donde galopea lo ácido y corrosivo, bastante cercano a la del escritor colombiano José María Vargas Vila, que tiene un corte de lenguaje panfletario de excelentes calidades literarias.

Desmovilizado porque la guerra se terminó, regresó a Angostura. Retomó su trabajo de maestro de escuela rural. Allí fundó, en 1904 tres periódicos, los cuales eran escritos a mano por el propio fundador. Se denominaron: El Trabajo, La Luz y El Estudio. En ellos apareció su primer seudónimo, “Maín Ximénez”. Ese mismo año se trasladó a Bogotá; para ese entonces ya era refractario a los empleos públicos, porque los consideraba como la forma de anquilosar el espíritu y quitarle al cuerpo su movilidad. Para buscar el sustento en la ciudad, tuvo la idea de fundar una publicación y con este motivo creó El Cancionero Antioqueño. Revista literaria que logró sacar varios números, donde publicó sus primeros poemas y promovió también un concurso de novela corta (18). Jaramillo Meza ha dejado para la posteridad la reseña tal como fue publicada en su tiempo, donde el poeta revela sus cualidades de promotor y de divulgador de cultura, la citamos por su importancia histórica (19). Al relacionar la poesía con el canto, nos descubre la poca madurez literaria del joven director en un asunto tan importante como es el nombre de una publicación literaria. En esto se refleja la ingenuidad juvenil. Sin embargo, lo transcendental aquí resulta ser el gentilicio antioqueño. El adjetivo tiene una carga ideológica por lo cultural. El gentilicio antioqueño, por metonimia se relaciona con el toponímico “paisa”, que en Colombia, alude a las personas que ocupan un amplio espacio geográfico, constituido por seis Departamentos y que caracterizaa sus habitantes por ser individuos dedicados al trabajo agrícola, industrial y comercial. Ellos han logrado desarrollar el sector más avanzado de la economía colombiana. Son muy orgullosos de sus progresos materiales y culturales porque en la época de la Colonia, se les consideraba un grupo humano inculto de origen rural y muy creyente. Al compararlos con los habitantes de los Departamentos de Cundinamarca, Cauca y Bolívar, eran realmente bastante atrasados.

En materia periodística, el director, muestra una habilidad sorprendente para constituir la Junta  Calificadora del  concurso, al lograr convencer a Maximiliano

Grillo y a Adolfo León Gómez, intelectuales de prestancia en su tiempo, junto con Baldomero Sanín Cano, personalidad intelectual de renombre continental. Mención especial merecen los convocados, empezando por Tomás Carrasquilla, un intelectual y escritor de prestigio nacional, y coterráneo del director de El Cancionero Antioqueño. Reproducimos la lista porque en ella se encuentran los nombres de varias personas que fueron posteriormente Presidente de Colombia, destacados poetas, periodistas de renombre como Fidel Cano, director del diario El Espectador, una de las publicaciones más respetables del periodismo colombiano y en la que trabajó posteriormente el poeta ejerciendo el periodismo, y en ese orden lo más representativo del pensamiento joven de la época en ese país:

 

“Bogotá, julio de 1904.–Señores Tomás Carrasquilla, Antonio José Montoya, Antonio J. Cano, Mariano Ospina V., Pedro Nel Ospina, Tulio Ospina, Gabriel Latorre, Eduardo Zuleta, Abel Farina, Francisco Gómez, José Velásquez García, Emilio Jaramillo, Juan de Dios Vásquez, Francisco de P. Muñoz, Carlos E. Restrepo, Enrique Gaviria, Gonzalo Vidal, José Antonio Gaviria, Eusebio Robledo, Alfonso Castro, Ricardo Olano, Francisco Rodríguez Moya, Francisco de Paula Rendón, Saturnino Restrepo, Fidel Cano, Luis Eduardo Villegas, Camilo Botero Guerra y Juan C. Ramírez, Medellín; Alfonso Robledo J., Samuel Vásquez, Aquilino Villegas, Alfonso Villegas Arango, Emilio Robledo, Victoriano Vélez y Juan Pinzón, Manizales; Tobías Jiménez, Sonsón; José Solano Patiño, Salamina; Baldomero Sanín Cano, Ricardo Tirado Macías, Carlos Tirado Macías, Jesús del Corral, Samuel López G., Ricardo Sánchez Ramírez, Camilo Arturo Escobar y Sebastián Hoyos, Bogotá.(20) 

 

La empresa periodística terminó por ser un fracaso económico. Porfirio Barba-Jacob no pudo subsistir de los reducidos ingresos que le producía la publicación y como no tenía entre sus proyectos ser empleado público o privado, se vio forzado a regresar una vez más a Angostura. En una carta fechada en la ciudad de México el 20 de agosto de 1937, dirigida a Juan B. Jaramillo Meza, escribiendo sobre este pasaje, Porfirio Barba-Jacob, lo recuerda así:

 

Te agradezco mucho las noticias que me das en relación con el alto concepto que se tiene de mí en ese país, en cuya capital en días de gloria y siendo yo un hombre de trabajo, tuve que pasar dos noches en la calle porque no tenía dónde alojarme y varios días sin comer porque todas las puertas se me cerraron. Ya estoy cansado de oír decir que soy uno de los más grandes poetas contemporáneos en lengua española.(21)

 

De regreso a Angostura, en vista de que no encontró nada que hacer, reinició la actividad de siempre -ser maestro de escuela primaria o secundaria-. Fundó un colegio privado con el nombre de “Jardín Infantil”, que tuvo apenas unas decenas de alumnos. Luego sería director de la Escuela de Varones. En un relato a un periódico de Medellín encontramos el testimonio del último de sus alumnos sobrevivientes, Elías Uribe Uribe, estudiante de la Escuela de Varones de Santa Rosa de Osos, quien sostiene que Barba-Jacob era en extremo riguroso en sus clases, muy inclinado a enseñar el español, recalcando sobre la ortografía, la que se basaba en el Manual de José Manuel Marroquín. Les impartía historia, geografía y todas las materias del pénsul oficial. Lo describe como un joven delgado, moreno, tímido y solitario; que llegó a la ciudad con una maleta grande y vestido con un saco negro de paño, muy largo, el que nunca dejó de ponerse. Inclusive los domingos cuando llevaba a sus alumnos a misa, siendo el único del pueblo que no comulgaba, y considera que Barba-Jacob era una persona muy pobre porque sólo leía periódicos y revistas viejas que encontraba abandonadas o las que le llevaban sus alumnos. Afirma que era muy descuidado en su presentación personal debido a que siempre lo vio vestido con la misma ropa que llegó. A  continuación las apreciaciones sobre el saco y el número de sus condiscípulos de escuela que lograron llegar a exámenes finales del año lectivo:

 

“Lo recuerdo bien. Su saco era tan largo, que por eso, por el saco largo, él se distinguía entre cualquier personaje del pueblo. Y ese saco que siempre usaba, se volvió verde al final del año, seguro de tanto ponérselo, y porque era de paño ordinario que se le fue descurtiendo”

 

“De los 25 alumnos que tuvo, sólo cinco presentamos exámenes finales. Los demás, antes de los exámenes se volaron  de la escuela del miedo que le tenían. “El dijo en los exámenes finales: “señores del jurado: con estos cinco muchachos les pruebo que sí he enseñado”. Los cinco éramos Alfredo Pérez, Jesús Antonio Agudelo, Juan Inés Restrepo, Joaquín González y mi persona. Sólo nosotros cinco ganamos el año” (22)

 

Paralelamente a su actividad de profesor fundó el primer salón de lectura al cual denominó “Sociedad de Amigos del Progreso”. En éste participó Jesús Mora Carrasquilla, uno de los pioneros de la industrialización antioqueña, y otros amigos que fueron personalidades destacadas en distintas áreas de la vida pública y privada. Por ese entonces, escribió su primera y única novela a la cual tituló Virginia. El original circulaba de mano en mano hasta cuando el alcalde de Angostura, Don Constantino Balvin, ordenó decomisarla porque atentaba contra el pudor y las sanas costumbres de la localidad. Esto sería un presagio de lo que le ocurriría más tarde en materia de censura y persecusión en todas las latitudes de la geografía de América donde el poeta vivió. A continuación un estracto de la disposición de prohibición e incautación del manuscrito literario:

 

“El suscrito Alcade Municipal, en uso de sus facultades legales, y en bien de la moralidad pública: Resuelve: Prohíbese al señor don Miguel A. Osorio que preste los originales de una novela llamada ‘Virginia’, en la que este señor según informan los que la han leído, cuenta unos amores de una tal Virginia con un Maín ocurridos en los parajes de La Romera y el río San Pablo, y hay allí conversaciones que perjudican la moralidad pública. El señor Osorio debe entregar esos originales en esta Alcaldía, en el término de 24 horas, y de no hacerlo, pagará una multa de cincuenta pesos convertibles en arresto”. (23)

 

El mandato oficial del alcalde Constantino Balvín, en los marcos jurídicos que el derecho colombiano le concedía al ejecutivo en la época, es de una severidad absoluta, puesto que el conminado está condenado a la pena de arresto en caso de desobediencia. Una sanción de este carácter infligida a un educador en nombre de la moral pública, debió conmocionar hondamente a la ciudadanía. No hallamos prueba que nos permita afirmar cuál fue el desenlace de tan enojoso asunto. El conflicto no se limitó a la sanción estatal, sino que en su auxilio, para reforzar el mandato de las autoridades terrenales, acudieron en su ayuda los representantes de las leyes divinas. El cura párroco de la localidad, conocido en los medios religiosos como el Padre Marianito, y para quien se han hecho varias acciones con el objeto de buscar su canonización, durante una semana en sus misas matinales, lanzó maldiciones contra el pecador, autor de la novela Virginia, y lo excomulgó un domingo en Misa Mayor. Su prima Ana Rita Osorio lo confirma en sus declaraciones a Humberto Diez. En tal situación, ante el poder omnímodo de la iglesia que lo castiga con la máxima pena que le puede inflingir a uno de sus feligreses, el poeta se encuentra en un impase muy delicado, corriendo múltiples riesgos donde no se excluye la agresión personal. Transcribimos unas líneas de la novela Virginia motivo de la conmoción:

 

[…]

 

Nos dimos la mano…Nos miramos más…

–¿Y qué más…?

–… Después te cuento…

Tendremos himeneo, tendremos oración para formar con savia un carnaval criatura como tu imagen, pura, o impura como yo. Después de ese himeneo  no habrá  ya en tus mejillas doradas nubecillas de cándido arrebol: será más largo el día, y más bella la mañana,…

[…] (24)

(NovelaVirginia - fragmento)

 

Virginia es el código literario de un amor que Porfirio Barba-Jacob tuvo en la vereda Tenche, con Silveria Prisco, una campesina acanelada que exudaba erotismo por toda su anatomía, y hacía suspirar a los citadinos cuando iba los domingos a mercar al pueblo más cercano.

Barba-Jacob estuvo en Ituango, pueblito rural de la región, y luego pasó a San Pablo, otro pueblo de la misma categoría del anterior, donde vivió unos meses. Allí fundó una sociedad de educadores que tenía como finalidad luchar para que les pagaran sus sueldos de maestros, los que siempre eran recibidos con atrasos, y a veces hasta de un año. La asociación tenía también otros objetivos como el de divulgar la cultura mediante actos literarios, musicales, lecturas de libros y otros. (25)

En 1906 escribió los poemas El árbol que sombrea la llanura, Mi mal es ir a tientas, La parábola del retorno, La tristeza del camino y Carmen. Algunos sufrieron cambios en los títulos, en los versos y en las estrofas. Apareció por primera vez su segundo seudónimo “Ricardo Arenales”. De acuerdo a algunos biógrafos, éste es un homenaje a Ricardo Hernández y a Mariana Arenas, sus amigos entrañables. En la práctica resultó no ser un seudónimo sino el nombre que reemplazó al de Miguel Angel Osorio, pues éste lo usaba en la vida social y en todas las gestiones privadas o públicas.

 

 

REFERENCIAS :

 

1)  TOBON BAENA, Jairo, «¿Qué se sabe a ciencia cierta del Barba-Jacob «guerrillero» y periodista?», in Periódico El Colombiano, suplemento literario dominical, Medellín: 11 de noviembre de 1979.

2)  ECHAVARRIA, Rogelio, “Cenizas contra el viento”, in Diario El Tiempo, Bogotá: 18 de julio de 1974.

3)  Registro de Bautismos -Acta de Bautismo de Miguel Angel Osorio Benítez-, la anterior partida se encuentra sentada en el Tomo XIX, folios 86 fte. y vto., tomo que reposa en los archivos de la Curia, Diócesis de Santa Rosa de Osos, - Departamento de Antioquia, República de Colombia.

4)  JARAMILLO MEZA, Juan B., Vida de Porfirio Barba Jacob, op. cit., 1972, p.11.

5)  Ibid., p 12

6)  BARBA JACOB, Porfirio, “La divina tragedia”, in Obras completas, op. cit., p. 357.

7)  […] “…Cuán arduo trabajo hubo de representar, para ellos que eran la rusticidad misma, y en aquel medio donde los hombres son el campo con palabra, el criarme sano y fuerte, vivo de fantasía, bien inclinado al yugo de oro del trabajo, y con un corazón que era como el de una manzana madura, si las manzanas maduras pudiesen amar…”.

Doce años viví “…allá en mi nativa Antioquia y en su más áspera porción, donde el cura melifica y amenaza, las madres procrean hijos como la caña de maíz granos, y la civilización es dulzura sin inventos, amor al prójimo sin automóviles, obras de misericordia sin locomotoras, castidad sin cinematógrafo; y donde la belleza y el vigor, la salud moral y la esperanza, la inteligencia y la lealtad son como flores caídas del manto de Jesucristo… Allá en mi Antioquia, donde acaso pasó junto a mí, sin que yo lo advirtiera, el espíritu de Jorge Isaacs y donde he oído en noches de luna coros de peones,

–cantando a todo pecho la guabina,– –canción sabrosa, dejativa y ruda;– –ruda cual las montañas  antioqueñas– –ddonde tiene su imperio y fue su cuna…”.

A finales de 1985, ,[…],CUBEROS de VALENCIA, Beatriz, Porfirio Barba-Jacob, op. cit., p.2-3.

8)  Porfirio Barba-Jacob poesía completa, op. cit., pp. 27-30-34-48-50-82-198-225-234-235-242

9)  BARBA-JACOB, Porfirio, “La divina tragedia” in Obras completas, op. cit., p. 361.

10) JARAMILLO MEZA, Juan B., op. cit., pp. 10-11.

11) Ibid., p. 12.

12) DIEZ V., Humberto, “Un testimonio excepcional.–La prima de Barba-Jacob, habla de infancia y secretos–”, op. cit.

13) VALLEJO, Fernando, Barba Jacob - el mensajero - biografía, Bogotá: Planeta, 2a. edición, 1997, p. 18.

14) Ibid., p.19.

15) JARAMILLO MEZA, Juan B., op. cit., p. 16.

16) Archivos del Ejército Nacional de la República de Colombia. Documentos sección Conflictos Militares.

17) CUBEROS de VALENCIA, Beatriz, Porfirio Barba Jacob, op. cit., pp. 7-8.

18) “CONCURSO LITERARIO.–El Cancionero Antioqueño abre un concurso para premiar una novela corta, de autor colombiano, y que no exceda de cuarenta y ocho (48) páginas de la Revista, o sea quince (15) pliegos de papel de oficio manuscritos.

“Los trabajos deben venir en letra clara, perfectamente legible, firmados con un seudónimo y dirigidos así: Señor Director del Cancionero Antioqueño, Bogotá. En cubierta aparte cerrada y sellada, vendrá el nombre del autor, y encima de la cubierta el seudónimo con que haya firmado.

“El plazo para recibir los respectivos trabajos expira precisamente el veintitrés (23) del próximo agosto.

“El autor cuyo trabajo sea declarado mejor, recibirá como premio una medalla de oro, con grabados, y cincuenta ejemplares de su obra publicada en una entrega de tres números del Cancionero, en edición de todo lujo, ilustrada si fuere posible.

“La Junta Calificadora la compondrán los señores don Baldomero Sanín Cano, doctor Maximiliano Grillo y doctor Adolfo León Gómez, a los cuales presenta el Director sus más cumplidos agradecimientos por haberlo honrado aceptando tal designación. JARAMILLO MEZA, Juan B., Vida de Porfirio Barba Jacob, op. cit., p. 28.

19) Ibid., pp. 28-29.

20) BARBA-JACOB, Porfirio, «Carta dirigida a J.B. Jaramillo Meza», Revista del Centenario de Porfirio Barba-Jacob, N° 1, Santa Rosa de Osos: abril de 1983, p. 12.

21) VALENCIA, Pedro Nel, “Barba-Jacob, el maestro del saco negro”, Periódico El Mundo, Medellín : mayo 29 de 1983.

22) Fragmento de la novela Virginia, en posesión de un coleccionista. También publicada en forma de versos en la Revista del Centenario de Porfirio Barba-Jacob, N° 3, Santa Rosa de Osos: junio de 1983.

23) Como año y medio duré en aquellos andares, aunque con treguas que se me llenaban de embrujamientos. Fui a Ituango, viví en San Pablo, fundé una “Sociedad Educadora”. Mil recuerdos levantan la suave cabeza: mil episodios llenos de ternura, de locura, de milagro… ¡Es tan varia la dulce vida! Por ejemplo, el episodio del viaje a Sopetrán…, BARBA-JACOB, Porfirio, “La divina tragedia”, in Obras completas, op. cit., p. 360.

24) Ibid., pp. 360-361.

25) SANTA, Eduardo, Porfirio Barba-Jacob y su lamento poético, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1991, pp. 73-74.

 

 

                                                      SUITE : Porfirio Barba-Jacob, la metáfora vagabunda, suite 2


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