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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

    quoiqu'il paraisse assez beau" 

                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

Billy por Carlos Naranjo***

Billy por Carlos Naranjo***

***por Samuel Vásquez***

 

“La palabra negro

como la última risa parida de la inocencia

entre los colmillos del tigre”

Aimé Cesaire

 

 

La pertinaz presencia del Negro Billy  ha subrayado la oscuridad de Medellín: la de sus noches y la de su racismo. A la arisca y etílica sombra de la noche medellinense Billy agrega su sombra delgada, y sería casi invisible si su voz de asombro ante el arte verdadero o de imprecación contra la mediocridad y el fascismo no delatara su presencia. Billy es sinónimo de noche y durante el día la prolonga en su piel. Cambió su nombre bautismal y se quitó el apellido porque los consideraba una imposición blanca y nada negra. “Han robado nuestros nombres y sólo África podría volver a encontrar nuestros apellidos”.[1] 

 

Casi no se habla de los negros antes de su esclavitud. Casi no se habla de las culturas negras ancestrales. Es más necesario y fundamental hablar de la diversidad de culturas que de la pluralidad de razas. Las culturas negras constituyen una historia oscura que el blanco no tiene el menor interés de iluminar. La Historia Oficial es, aún hoy, exclusivamente blanca. Con gran ostentación de presunta magnanimidad se deslegalizó la esclavitud, pero somos prisioneros de un racismo vergonzante que es prolongación eufemística de la esclavitud misma. El blanco sólo acabó con la esclavitud cuando sus cuentas no le resultaron ventajosas, cuando la manutención del hombre encadenado costaba más de lo que producía. Entonces se abandonó al esclavo en una pobreza atestada de necesidades primarias, para que este nuevo hombre aceptara, en ejercicio de su precaria novata libertad, un trabajo esclavizante y barato que le urgía para su sobrevivencia.

Pero, indefectiblemente, a cada promesa hecha le ha seguido una amenaza. Tendrás trabajo si te humillas. Tendrás comida si te sientas aparte. Tendrás casa si la construyes lejos. Tendrás costumbres si imitas toscamente, y sólo toscamente, las nuestras. Tendrás dios si apostatas de tantos tuyos y aceptas al nuestro, al único, al verdadero, al dios blanco.

De manera reiterada los blancos hablan de humanidad… mientras tranquilizan el pulso para no errar el tiro. Había que deshumanizar al negro para poder atacarlo despiadadamente sin atentar contra la humanidad.

Occidente ha creído en su criminal misión: “helenizar a los asiáticos, crear una especie nueva, los negros grecolatinos”, los negros blanqueados. Les han quitado las cadenas de hierro y se las han cambiado por otras peores: las cadenas del miedo. El blanco está convencido de que el miedo ya ha quedado impreso en su información genética y que todo negro saldrá corriendo si lo asustamos debidamente. (Una inmensa mayoría de los cuatro millones de desplazados colombianos es negra, la más alta población de desplazados de la tierra). En el Congo les cortaban las manos, en Angola les sellaban las bocas, cosiéndolas, en Colombia les amputamos sus posibilidades, arrinconándolos.

El miedo los hace productivos. La vergüenza los vuelve silenciosos. Pero cada vez que la presión del silencio acumulado encontró una válvula, su dolor y anhelo de venganza estalló en música, en prodigiosa música. Los blancos arrinconan a los negros y de cada rincón brota una canción que ilumina su hermosa piel. “Pues ¿quién, si no, habría de enseñar el ritmo a un mundo muerto entre máquinas y cañones? ¿Quién, si no, proferiría el grito de los muertos y los huérfanos despertados en el nuevo crepúsculo? Decidme ¿quién, si no, devolvería a los hombres con la esperanza desgarrada el gusto de la vida? Nos llaman hombres del algodón, hombres del café, hombres aceitosos, hombres de la muerte. Pero nosotros somos los hombres de la danza cuyos pies sólo adquieren fuerza cuando golpean el duro suelo.”[2]  Si no hubiesen llegado a América con su ritmo y sus tambores, la música nuestra sería una lamentosa y mísera queja. Sin su influencia no existirían músicas tan ricas e importantes como la gozosa y variada música del Caribe, ni el inmenso jazz, ni la música brasilera, ni expresiones como las de Elvis Presley y Janis Joplin.

Con su música y su baile las amenazas y las prohibiciones palidecen. Si los negros no hubiesen hecho la gran música que han hecho y no hubiesen bailado todo lo que han bailado, ya habrían cobrado con un mar de sangre todas las vejaciones que les han infligido. Un verdadero mar rojo tendrían que atravesar los blancos en el camino a su tierra prometida que, según manifiestan, es toda tierra productiva. A nadie se ha obligado a odiar desde niños como a ellos. A nadie se ha obligado a temer tanto como a ellos. A nadie se ha obligado a desconfiar tanto como a ellos. Y este recelo se manifiesta “cuando personas de color y blancos sienten que no pueden confiar los unos en los otros a un nivel profundo, no porque sus experiencias hayan sido diferentes, sino porque las presuposiciones basadas en estereotipos harán que esas experiencias resulten incomprensibles y amenazadoras para el otro”.[3]

Las iglesias con su poder de enajenación de una justicia oportuna, han convertido toda esa rabia legítima en resignación, resignación que los negros han sublimado en hermosos “gospels”. Los mismos opresores que les impusieron la violencia  para someterlos son los que después han querido imponerles su no-violencia, precisamente cuando a los oprimidos les tocaba mover su ficha. A los negros americanos se les prohibió tocar sus tambores porque los blancos los consideraban un arma de liberación, y entonces crearon bellas y dolorosas canciones a capella. “Golpearemos el suelo con el pie desnudo de nuestras voces”[4]

 

            Los árboles del sur producen una extraña fruta
            Sangre en las hojas y sangre en la raíz
            Cuerpos negros se balancean en la brisa del sur
            Extraña fruta pende de los álamos
 
            Escena idílica del sur valiente
            Los ojos abollados y la boca retorcida 

            Aroma de magnolias, dulce y fresca
            De repente el pequeño olor de carne quemada
 
            He aquí la fruta para que los cuervos arranquen,
            Para que la lluvia recoja, para que el viento chupe,
            Para que el sol pudra, para los árboles goteen
            He aquí una extraña y amarga cosecha. 

 

canta Billie Holliday. El otro Billy, el cantor de Medellín, a quien se le ha negado todo lo que necesita y merece, canta:

            Aunque mi amo me mate a la mina no voy.

            Yo no quiero morirme en un socavón.

Y no fue a una mina ni a un estadio ni a una cocina, que son los escasos espacios que se les permiten a los negros que no renuncian a seguir siendo negros. Pero su talento musical, su privilegiada voz de bajo profundo, su cultura musical han sido menospreciadas, ayer y hoy. Es que un negro culto e inteligente es una afrenta para una sociedad blanca platera, ignorante e insensible. Una sociedad cuyo racismo se ha evidenciado, además, en el constante rechazo a la maravillosa música negra del Atlántico y del Pacífico, a pesar de la numerosa mano de obra que venía del Chocó y de que las mejores orquestas del Caribe colombiano[5] vivían, creaban y se presentaban simultáneamente en Medellín todas las semanas del año durante el nacimiento de la radio[6] y la industria fonográfica[7], y sin embargo los músicos antioqueños y la gente de Medellín prefirieron adoptar como su más importante influencia el blanco “chucu-chucu” venezolano para repetir y propagar una perniciosa plaga musical con toda su pobreza rítmica, armónica y orquestal. Mientras el sonsonete y la penuria de la música de Los Ocho de Colombia, Los Golden Boys, Los Graduados, Los Éxitos, Los Black Star (que no incluían ninguna estrella negra), gozaban de enorme éxito en sus discos y presentaciones, Crescencio Salcedo, abandonado de todo y de todos, vendía flautas baratas en las calles de Medellín y moría en injusta soledad.

Conocí a Billy a causa de un comportamiento suyo que, con el tiempo, ha llegado a ser parte indisoluble de su carácter. Teresita Gómez hacía un concierto en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, como requisito para optar por su grado de pianista acompañante. Ella había elegido acompañar unas canciones negras que Billy, con su singular voz de bajo profundo, cantaría. A la hora en que debía empezar el concierto, Billy no se hacía presente. Con el Paraninfo repleto de un público que empezaba a ponerse nervioso por el retardo todavía leve, doña Margoth Arango de Henao, directora del Conservatorio por aquella época, me pidió que fuera por Billy al Conservatorio que quedaba tres cuadras arriba del Paraninfo. Le advertí que yo no conocía a Billy e inmediatamente me respondió, que no me preocupara, que cuando lo viera lo distinguiría. Troté las tres cuadras, y encontré a Billy haciéndose acomodar el corbatín de su smoking, con el que no acababa de sentirse cómodo. Lo apresuré, le aprobé la pertinencia y estética del  notable corbatín. Pero, la elegancia e impecable presentación de su smoking le estaba haciendo una mala jugada a sus zapatos, delatando su falta de limpieza. Apremié a un embolador que estaba cerca para que lustrara sus zapatos, y casi lo llevé a rastras las tres cuadras de vuelta al Paraninfo. El bello concierto comenzó con un asombro general ante la excelsa calidad de estos dos jóvenes músicos negros que empezaban su vida de artistas. En la mitad de la primera canción, Billy se arrancó el corbatín que había causado la demora del concierto. Desde mi butaca sonreía porque la causa de tanta demora había resistido apenas media canción. Desde entonces Billy no usa smoking, ni corbatín. Desde entonces Billy nunca ha llegado a tiempo a  ninguna cita, y jamás si esa cita es con la vejez, o con la natural pérdida de potencia en su voz, y menos aún si es con la muerte, como cuando aquella puñalada que recibió en el costado afectando sus pulmones mientras tocaba a media noche la puerta del Taller de Artes: sólo su perfeccionada técnica de respiración pudo salvarle la vida, tal como me lo dijo Juan Bernardo Penagos, el médico que lo atendió en urgencias de Policlínica.

Desde aquel concierto con corbatín en el bolsillo, Billy me ha regalado su amistad de carbón que esconde un diamante de lealtad.

A Billy  apenas se le ha concedido la atención de la curiosidad, la gracia del desgraciado, la simpatía de lo extraño. Todo este entorno sordo agrega valentía al valor de su decisión artística. Hace treinta años un icono de la literatura antioqueña me advirtió, con cierto aire de tango, que la voz de Billy ya se había apagado. Un cuentero de nadas afirmó categóricamente, en una revista de confundidas lenguas, que Billy nunca ha sabido cantar, y que el que sabía cantar era él mismo, el entrevistado de marras. Los pianistas que buscaba para acompañar sus canciones incumplían sus deberes: no ensayaban con esmero y cumplimiento: consideraban que estaban haciéndole un favor, una obra de caridad, otra despreciable manera de desdén a su talento.

En un concierto de Negro Spirituals que Billy realizaba en la Universidad Autónoma Latinoamericana en 1971, los estudiantes de esa universidad, creada para albergar a los estudiantes de izquierda perseguidos en otras universidades, sabotearon la presentación porque aquellas eran “canciones en el idioma del imperio”. Furiosas, dos personas, entre toda la masa de espectadores que colmaban la sala, se pararon desde dos extremos del teatro para defender voz en cuello esa música y a ese cantor, para explicar a gritos quiénes y en qué circunstancias se había creado aquella música, y qué sentido tenía que Billy las cantara: uno era Juan Manuel Roca, el otro era yo. Apenas nos miraban con la conmiseración que se concede a los orates. (Sólo en otra ocasión, cuando con el artista puertorriqueño Rafael Ferrer reclamé en vano la solidaridad de los escritores de Medellín ante la censura que la Bienal de Medellín le imponía a la obra de Leonel Góngora, me he sentido tan despreciado). Ese día nos conocimos, Juan Manuel y yo, en el camerino donde Billy había tenido que esconder su potente y sensible voz de los gritos analfabetas de ese público universitario. Luego salimos los tres a tomarnos unos tragos francos y sabrosos, para pasar ese otro amargo que nos habían hecho tragar aquellos estudiantes tan “conscientes” y tan celosos de su nacionalidad y de su situación colonial.

De esta manera le debo a Billy haber propiciado mi primer encuentro con el amigo con quien más risas he compartido, con el que he concelebrado la generosidad y la lealtad, con el que he logrado abrir espacios ciertos para otros,  con el que he resistido al miedo que esparce el terror oficial y mafioso que nos acecha, con el que me he burlado de la seriedad académica y defendido de la vanidad de presuntuosos escritores y artistas, con el que he podido conspirar alegremente contra la mediocridad intelectual y contra el fascismo y el estalinismo políticos. Porque, tanto como Oteiza, “amo las circunstancias que me incitan a conspirar”.    

 

Ante el agresivo menosprecio por su expresión, por su personal técnica de bajo profundo, y la dificultad de comprensión y compromiso de sus ocasionales músicos acompañantes, el Taller de Artes de Medellín conformó, hace doce años el BILLY TALLER 7, para asegurar la continuidad e investigación de su trabajo, y una puesta en concierto creativa. Por todo ello la investigación que hace el BILLY TALLER 7  sobre las músicas negras no es una investigación arqueológica, no se hace a manera de una disección de un cadáver notable, ni se causa, en lo que sería un comprensible complejo de culpa, para reconstruir o restaurar de manera exacta y mimética la música original de culturas maltratadas por el poder económico, político y cultural. Estas músicas son tomadas, en un acto amoroso, como un legado que ha sido desestimado, como una legítima herencia que nos enriquece sin necesidad de autorización expresa en testamento alguno. Una herencia que pervive, se manifiesta y enaltece en la enduendada voz de Billy.

 

Samuel Vásquez

 


[1]  A. Cesaire

[2]  Leopold Sedar-Senghor

[3]  Adrian Piper

[4]  Aimé Cesaire

[5]  En Medellín vivían músicos y orquestas como Lucho Bermúdez, Edmundo Arias, Los Hermanos Martelo, Crescencio Salcedo, al mismo tiempo que otros muchos venían a grabar sus discos como Clímaco Sarmiento, José Barros y Pedro Laza. Así mismo grandes músicos del Caribe venían a presentarse en los radioteatros de la ciudad: Bola de Nieve, José Antonio Méndez, Rolando La Serie, Celia Cruz, mientras la iglesia católica prohibía el mambo de Pérez Prado bajo la gravedad del pecado. Pero los músicos y el público de Medellín se mantuvieron impermeables y refractarios, y con sus ponchos y sombreros se regodeaban en las zonzas letras y músicas lacrimógenas de agrupaciones mediocres como el Dueto de Antaño.

[6]  Caracol y RCN nacieron y se desarrollaron en Medellín

[7]  Discos Fuentes se vino de la costa y se sumó a Sonolux, Codiscos, Discos Victoria y otros.

 

 

El negro Billy, la dura dignidad del ébano
Billy Taller 7
 
Estamos presentando las primeras grabaciones profesionales de Billy, quien durante más de medio siglo, ha cantado entre nosotros sus canciones negras, desde los negro spirituals norteamericanos hasta los alabaos del Chocó, y del grupo de música del Taller de Artes de Medellín, que después de treinta y nueve años de trabajo musical deja este registro diminuto y parcial de lo que ha hecho en varios festivales de América Latina y Europa.
 
Cuando fundamos el Taller, en 1976, lo primero que hicimos fue a llamar a algunas personas que vivían al margen de las actividades artísticas oficiales de la ciudad, por su propia decisión, o porque eran ninguneados por el poder cultural manejado a su antojo por cuatro personas: tres decidían todo sobre Literatura; una manejaba todo lo concerniente a las artes plásticas en lo institucional y en lo comercial simultáneamente, a pesar del evidente conflicto de intereses que ello implica; ninguna en la música, ni Discos Fuentes ni la Orquesta Sinfónica de Antioquia; nadie en el teatro que por aquella época padecía la censura oficial, que obligaba a presentar los libretos a la Subsecretaría de Cultura de la Secretaría de Educación para que otorgaran el Nihil obstat, imprescindible para la presentación de las obras al público. Sobra advertir que nunca presentamos ninguno de nuestros libretos a esta Subsecretaría, pues estábamos seguros de que, de haberlo hecho, antes de abrir nuestra bella sala para 104 espectadores nos la habrían cerrado, tal como ocurriría diez años después por presiones del secretario general de la Alcaldía de Medellín, hecho que fue asordinado por los periodistas de entonces e ignorado por los agentes culturales de la ciudad. Después de una década de realizar el más innovador y poético trabajo teatral del país y un interesante trabajo musical, cerraron nuestra sala porque a pesar de tener la autorización de la oficina de planeación para su funcionamiento, y del cuerpo de bomberos por la seguridad que presentaba para el público, no teníamos los permisos necesarios –léase censura oficial- de la Subsecretaría de Cultura.
Entre las cinco o seis personas que llamamos al inicio del Taller, estaba Billy.
 
Lo primero que hizo Billy con nosotros fue un taller de lectura musical para los integrantes del grupo de teatro, y la preparación de un concierto para la Cámara de Comercio que, bajo la dirección de Martha Botero de Leyva, iniciaba sus actividades culturales con un memorable concierto del cuarteto de cuerdas de Moscú y la excelente exposición de Leonel Góngora, con la curaduría del Taller de Artes de Medellín. Estamos hablando de 1977.
 
Un par de años después, Billy hizo parte del elenco de la obra de teatro “Los Hampones” de Jorge Gaitán Durán, estrenada en el Teatro Popular de Bogotá, y que se constituyó en un hito del teatro colombiano a finales de los años setenta. Ya nadie lo recuerda, pero con esa bella puesta en escena se inauguró el Museo de Arte Moderno de Cartagena. Sabíamos que Gaitán Durán pedía que su obra fuese puesta en escena como una ópera. Pero también sabíamos que un autor inteligente no aspira a una puesta fiel, sino leal. Entonces suprimimos la música que había escrito Luis Antonio Escobar y experimentamos con la poderosa voz de bajo profundo de Billy.
 
Luego Billy  se vinculó al grupo de títeres y participó, entre otros, en el montaje de “El Sol Negro”, que mereció el premio nacional de dramaturgia del Ministerio de Cultura.
 
Por muchas razones esta grabación que hoy presentamos se debió haber realizado hace treinta o cuarenta años. Pero a los que han detentado el poder cultural en esta ciudad nunca les ha interesado propiciarlo. Algunos de ellos apenas le han invitado a dos copas para luego pedirle que cante para ellos.
(Recuerdo ahora nuestra frustrada grabación con la orquesta Clave de Luna en 1993 por falta de presupuesto, después de haberle invertido más de diez millones de pesos de esa época. El precursor trabajo experimental de ese grupo antecede en mucho al trabajo musical que ahora hacen otros, con mucho apoyo y aplauso.)
 
Cuando fundamos el Billy Trío Taller, que ahora es el Billy Taller 7, le dije a Billy que fuera a ofrecer el concierto de Negro Spirituals, ya que a él lo conocían todos los actores culturales de la ciudad. A la semana siguiente vino Billy y me dijo: -Fui a todas partes y sólo una entidad me ofreció cincuenta mil pesos por un concierto, a lo que le respondí, -Billy, yo te doy cien mil pesos, y no des el concierto¡Que te respeten!
Tal vez el siguiente fragmento de una descripción del trabajo de nuestro grupo de música publicado en un programa de mano de un concierto hecho en Manizales, explique de manera somera el proceso creativo implementado por nosotros.
 
“(…) El proceso creativo de nuestro grupo de música es tomado del procedimiento utilizado durante años por algunos grupos de teatro. No se usa la partitura como un destino ineludible que el músico tiene obligatoriamente que cumplir y que tiraniza su expresión. Nuestra música no tiene una partitura previa, y ésta nacerá de los diamantes de la inspiración que estallan en los ensayos, como estrellas que caen en un campo cultivado. En vez de la rígida memoria estática de la partitura, nos movemos en una atmósfera de memoria y esto conlleva un alto sentido de PRESENTE. Primero se explora la música, se descubren sus posibilidades tímbricas y rítmicas, se intuyen sus necesidades de silencio, se juega con sus posibilidades humorísticas, etcétera, y todos estos encuentros, más tarde, se consignan en la partitura temperando los dúos, tríos o cuartetos instrumentales dentro del ámbito armónico elegido. Hay partitura, sí, pero partitura con vacíos. Partitura hecha para ser transgredida. La partitura es la cuerda floja que sostiene al músico, pero éste siempre tiene la posibilidad de saltar con alegría al vacío. Sólo lo podrá salvar la red armónica y rítmica del grupo. El instrumento musical es, así, una máquina de libertad. (…)”
 
 Esa era una aventura que pedía el presente. Que deseaba vivir ese presente. Ya sabemos que el presente es el único tiempo capaz de desear.
 
Y en las aventuras uno crea, no por la novedad de lo creado, sino para realizar un deseo, para satisfacer una necesidad. Y en las aventuras uno inventa, no por un prurito ingenioso, sino para mantener viva la aventura, para no naufragar.
 
En el primer momento de todo proceso cultural existe una urgente necesidad de nombrar, cada episodio primordial es un acto nominador en esencia. Y en esos momentos primigenios la elementalidad técnica obliga a la exactitud. Así, se causa un acontecimiento que es nominador y exacto, es decir, se gesta un suceso poético.
 
Devolver lo sagrado a la vida. Pero no una sacralización religionaria que busca diezmos y genuflexiones, sino lo sagrado secularizado. Su aura, entonces, no es piadosa sino ética.

Samuel Vásquez (Medellín, 1949)

Poeta, dramaturgo, ensayista, músico, artista plástico. Co-fundador y curador de la Bienal de Arte de Medellín. Comisario de la Bienal de Montevideo, Uruguay. Fundador y director del Taller de Artes de Medellín que congrega diversas disciplinas: teatro, música, literatura y artes plásticas. Sus obras de teatro han sido escenificadas por grupos de España, Venezuela y Cuba, así como algunos grupos colombianos. Dirigió 17 obras teatrales y ha participado como miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Es, además, cofundador de la revista Prometeo. Invitado a más de treinta festivales internacionales de Poesía y Teatro. Poemas y ensayos suyos aparecen en libros y revistas del país y del exterior. Su poesía ha sido traducida al rumano, portugués, francés e inglés.

Algunas obras

  • El sol negro (Teatro) 1983
  • El plagio (Teatro) 1992
  • Haga Usted mismo la Historia (Teatro) 1981
  • Raquel, historia de un grito silencioso (Teatro) 1993
  • Las palabras son puentes que nos separan (Poesía, Teatro, Ensayo) 1995
  • Gestos para habitar el silencio (Poesía para sordos) 1993
  • Técnica mixta (Teatro) 1980
  • El bar de la calle Luna (Teatro) 1989
  • Erratas de fe (Ensayo) 1990
  • El abrazo de la mirada I (Ensayo sobre Edgar Negret) 2006
  • El abrazo de la mirada II (Ensayo sobre Roda, Rendón, Suárez, Tàpies) 2009
  • El abrazo de la mirada III (Ensayo sobre Picasso, Moore, Chillida) 2010
  • El abrazo de la mirada IV (Ensayos sobre teatro) 2011
  • El abrazo de la mirada V (Ensayos sobre pintura) 2013
  • Para no llegar a Ítaca (Ensayo) 2008
  • Antonio Samudio (Vida y obra, con Juan Manuel Roca, Ensayo, 2008)
  • Echar las cartas (Poesía) 2015
  • Las palabras son puentes que nos separan II (Poesía) 2015
  • De Cano a las Bienales (Ensayo histórico, inédito) 2008

Premios y distinciones

  • Premio nacional de dramaturgia (1992)
  • Beca nacional de creación, Ministerio de Cultura (1993)
  • Mención Concurso internacional de dramaturgia Ciudad de Bogotá (1999)
  • Premio de Ensayo Ciudad de Medellín (2005)
  • Beca de creación  Ciudad de Medellín – Modalidad Ensayo  (2007)
  • Distinción Especial Museo de Antioquia por su contribución al desarrollo del arte contemporáneo en Medellín (2007)
  • Beca de Creación Ciudad de Medellín – Modalidad Poesía (2010)
  • Premio a la mejor obra, Festival de Teatro Hispano, Estados Unidos, 1989
  • Premio Nacional por Reconocimiento a Vida y Obra, Universidad de Antioquia, 2011
  • Premio Erato de Poesía por Reconocimiento, 2015

Sus montajes teatrales y otras obras obtuvieron además distintos reconocimientos en el exterior y en Colombia.

 

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