Cuento : La vida de Nélson de Valentina Viettro
No sé cuándo, cómo, ni dónde empecé a vivir la vida de Nélson. Un verdadero paréntesis espacio temporal se abrió en mi vida por ese entonces.
Me topé con Nélson el primer día que pinché la bicicleta.
Yo había llegado a París hacía unos meses y la Star Norden era mi primer vélo. La noche se adentraba tarde ya en febrero y yo me perdí, como entreverada entre mi rabia y mi frustración, por la rueda que traicionó el camino. La cabeza no era mía y de buenas a primeras me encontré caminando distraída, con la mirada absorta.
—Excuse me, can I ask you something ?
Al levantar la vista un moreno de pómulos prominentes y ojos grandes me tendía una mano. Salté y le contesté en mi peor inglés, tomando coraje y mezclando los oui en el discurso para afirmar que «je suis désolé», hasta que, volviendo en mí, supe que ese ya no era mi barrio.
Caminé bastante con el vehículo a cuestas en busca del puente que comunica el Saint Martin con el canal del Ourcq. Ir hacia atrás no era una opción, así que continué la marcha, obsesionada con que en el frente aún queda algo. Fue allí que di con Nélson.
Buscando un puente, otro se tendió sin aviso, uno de madera y cuerda donde el balanceo era la gracia del camino. De Nélson me gustaba la coincidencia y esa posibilidad que de tanto en tanto me diera una respuesta y esta incluso fuera cierta.
Un libro de Caetano Veloso, un juego de tarot y magia, una colección de postales de candomblé, un parche de pirata, las libretas cuadrillé Rhoda, las biromes Stabilo 0.4 y un diccionario sintético sobre la antigüedad, fueron sus primeras pistas. Encontré todo ordenado sobre un muro bajando por el Quai de la Gironde, allá donde los barrios ya no tienen número ni las personas stilettos al andar.
Las ventanas de las casas aún estaban abiertas, así que esperé para que alguien me explicara algo o al menos me diera una bolsa donde cargar mi tesoro.
Obviamente estaba sola, la tarde se había detenido con esa luz que homogeniza la vida en París, acolchonando el paso y las bocinas.
Caminé como pude con mi carga y la suya hasta que, cruzando el parque, una bolsa de Ikea se me enredó en los pies. Fue allí, mientras aceleraba la marcha y las miradas lascivas hacían su aparición tras los arbustos, que oí el grito.
Oí: «Nélson, dónde fica sua saudade ?».
Miré sin disimulo, pero solo alcancé a ver a un grupo de jóvenes que pasaba con un estéreo al hombro, convencidos de que eso eran los ochenta, y el Harlem y sus risas estruendosas mantenían el tempo, balanceando la música con los empujones.
No fue hasta una semana después que volví al canal. Desvié el camino con la esperanza de un nuevo tesoro; capaz ese imán que junta a un latino con otro. Nélson tenía que tener más de 40 años, ser bajito y algo escuálido, a juzgar por la ropa que encontré en el muro días después. Seguramente perdido entre el jazz y su casa atiborrada de encantos, que ya lo empezaban a ahogar.
Una música conocida me llevó a mirar las casas del bajo de Girona, leer los apellidos en los timbres y esperar, hasta que la lluvia me evitó el mal momento y tuve que huir. «¿Qué le iba a decir?» «Hola, yo reviso tu basura. Acá estoy, ¿vos sos Nélson?»
Era ridículo y la vergüenza me alejó por varios días de su camino y de mi pasión por los despojos muertos.
Hasta que un martes, cuando mis huesos pedían calma y la cabeza piedad, volví a andar los canales y allí lo vi. Sopesaba la importancia de sus escritos, releía sus libretas como repasando la vida de ese otro que es uno mismo hace solo un tiempo atrás.
Era bastante parecido a como me lo había imaginado, quizás más alto. No me animé a molestarlo, seguí derecho y me metí en el Tabac de la esquina, donde los jugadores y el humo me arruinaron definitivamente el pelo. Volví por la subida de la cuadra de enfrente y veinte metros antes de doblar la esquina me choqué con una libreta verde que posada cual cuadro sobre un poste menor esperaba mi paso. Tuve mis sospechas, pero la agarré. Me sentí observada, metida donde nadie me quería dar una explicación.
Los zapatos de Aureliano; Nélson trabajaba en una idea o había trabajado y ahora la tiró. Los brainstorms que seguían a su escritura develaban a un tipo completamente perturbado. Aureliano, sus zapatos y la traición, las mujeres de su vida, su mal francés, su portugués faveleiro. Nada lo llevaba a nada. Quizás por eso la tiró.
Seguí las ideas y pensé en Aureliano tomando un té chinois junto a Melquíades en el Dépot anarco del costado de République. Planeaban una importación de zapatos, específicamente botas. Botas de nieve. Porque los cambios y el clima anunciaban tiempos fríos en Macondo.
En una hoja perdida encontré un número orbitando en ese sinsentido que vive en medio de las libretas, desobedeciendo al orden, exaltando a la suerte. Quise llamar, así que volví a la casa y disqué y corté y volví a intentarlo unas diez o doce veces. ¿Qué iba a decir?
La doceava vez me atendieron. «Hola, yo soy Nélson». No supe qué decir, tenía la voz un poco aguda y arenosa. «Equivocado», dije al mismo tiempo que cortaba, y me sentía una idiota.
Volví al tema después de muchos meses, en el aeropuerto de Orly, cuando esperaba el low cost que me llevaría a festejar las navidades a una Barcelona amiga; lo escuché.
El parlante llamaba a Nélson Rodríguez, el pasajero que había hecho el check-in, pero no se presentaba a la nave. «Nélson Rodríguez, último llamado para embarcar, presentarse en ventanilla E 30».
Corrí a la puerta indicada, esos llamados obedecen solo a los vuelos transatlánticos y si se iba a ir necesitaba verlo. Tantos meses, saber por qué pasó este tiempo descartando sus ideas, adónde iba, entender la misión o la treta en la que me había metido. Preguntarle qué rol me tocaba en esta que era su historia.
No sé cuándo me empecé a vestir con la ropa de Nélson.
Él no apareció, en su lugar, una carta de tarot quedó en el suelo: «La bonne chance». Me sentí timada, meses de intercambio merecían una explicación.
Pasado reyes, los excesos y los abrazos, volví a París. El frío calaba hondo y hacía días que no pensaba en Nélson. Flotando en l’Ourcq vi una carta estampada con timbres vistosos de samba y candomblé que me volvió a la idea. Recogí el sobre valiéndome de un palo y lo dejé secar al sol. Fui incapaz de violar su correspondencia, así que la dejé secar y esperé a su vuelta para devolver lo que era suyo.
Esperé una semana o diez días hasta que me vi bajando Gironde.
Cientos de cartas, notas, libretas, boletos intervenidos, servilletas y demás hacían del viento un tornado poliforme. Atajé lo que pude, pero el mareo y el ruido volvieron la escena sórdida y grité.
Toqué los timbres, pregunté a los vecinos y lloré sobre las cartas que no llegaron y las ideas sin resolver.
Un tipo un poco aindiado, de pelo blanco y arrugas en el rostro se acercó. Era la segunda vez que escuchaba hablar español. «No llore, mija», me dijo en un perfecto español. «Él también pasaba el tiempo buscando y así terminó. Te dejó unas notas y unas cartas para que completes el juego de tarot. ¿Vos sos Susana, no?». No llegué a decirle nada, creo que bajé los párpados. Me entregó la posta sin más explicación y se alejó diciendo: «ahora te toca a vos».
Nota Biográfica:
Valentina Viettro es escritora, periodista y productora. Recibida de Técnica en Comunicación Social especializada en Prensa, en la Escuela de Comunicación Social de UTU, en Uruguay integró Telenocheonline, Revista Fango y Culturactiva.net. También se desempeña como agente de prensa freelance y colaboradora en Rabelo Producción y Comunicación.
En su rol de productora, representó, a la banda de Hip Hop Latejapride* y fue productora responsable del ciclo Milonga Libertina, entre otros eventos. Asimismo, es co-creadora de Hijas de Obdulio, un proyecto 100% web.
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Valentina Viettro est écrivaine, journaliste et productrice de musique. Elle est diplômée en Technique de Communication Sociale, Option Presse, de l’Ecole de Communication Sociale UTU, en Uruguay. Dernièrement elle a travaillé comme journaliste pour Telenocheonline.com, la revue “Revista Fango” et le site Culturactiva.net. Elle travaille également comme agent de presse indépendante et collabore avec Rabelo Production & Communication.
Comme productrice de musique, elle représente le groupe uruguayen de Hip Hop Latejapride* s’est chargée de la production du cycle “Milonga Libertina”, entre autres événements. Elle est également la co-créatrice de ”Hijas de Obdulio”, un projet 100% web.