Primera parte : Introducción : Los escritores en la comuna de París
LOS ESCRITORES EN LA COMUNA DE PARIS
Texto y traducciones de Efer Arocha
París, 14 de octubre de 2011
Última barricada en Père Lachaise
Con motivo de la conmemoración de los 140 años de la Comuna de París, me comprometí con amigos para hacer un trabajo desde la perspectiva literaria de dicho acontecimiento; sin embargo, impedimentos personales por una parte; porque por la otra, el propósito ha resultado más complicado de lo programado por lo difícil de hallar material fiable, puesto que la documentación ha sido destruida o eclipsada por diferentes intereses; hecho que me fue diluyendo la tarea hasta reducirla a la dimensión de un opúsculo.
Como la Comuna de París es un acontecimiento hoy prácticamente desconocido para el lector no especializado, esto me condujo a seleccionar distintos materiales que permitan plantear un boceto portando una visión general descomplicada, desde el ángulo de la descripción con un análisis estrictamente necesario de los sucesos amalgamados con el contenido literario, buscando formar una idea básica del escritor en su rol social, político o militar.
Adolphe Thiers - Jefe del ejecutivo y
Presidente del Consejo, responsable de la derrota de la Comuna
Vigencia
La Comuna de París es un fenómeno extraño en la historiografía de los movimientos populares por los objetivos perseguidos, que le imprimen un carácter avanzado en su tiempo, a tal grado, que hoy sus ideas fundamentales nos resultan aún de vanguardia. Son de una actualidad sorprendente, plenamente modernas, puesto que siguen vigentes en razón de que pueden ser el punto de partida para hallar horizontes, que nos permitan encontrar los mecanismos para fundar una sociedad distinta a la actual, donde el hombre; es decir, lo humano, sea el centro de ella, y en consecuencia se logre erradicar los lastres sociales que aquejan hoy a la sociedad de mercado, la cual ha sido incapaz de resolver lo fundamental de la existencia humana en el conjunto social, por su modo distorsionado de producción.
La Comuna fue aún más lejos en la forma de organizar la sociedad, cuestionó el concepto mismo del Estado. Para hacerlo opuso un modelo de administración distinta que germinó en la base de la sociedad, en la esencia del pueblo parisino, que planteó una forma desconocida de dirección colectiva popular por autogestión, cuya eficacia en dirigir los asuntos públicos resulta irreprochable por su eficiencia, dadas las condiciones de extrema dificultad a las cuales se vio avocada y también por la brevedad en el tiempo, en este sentido fue apenas un relámpago. Punto que resulta determinante para comprender la modernidad de la Comuna como ente administrativo.
Avanzando en una lectura profunda encontramos un contenido supremamente interesante respecto de la relación entre ciudadano y sociedad, el individuo por ser él; el material con el cual se forma el conjunto social, se convierte en el metro que establece la estatura del grupo donde está inmerso; puesto que él es el espejo a través de los bienes materiales e intelectuales de lo que goza o usufructa.
Uno de los movimientos del conjunto donde está inmerso se encuentra en la meta de alcanzar de manera constante elevar el nivel de vida del conjunto y del individuo, sólo que al hacerlo no resuelve uno de los grandes problemas, el desequilibro o desigualdad. La Comuna centra en este punto su estrategia utópica. Su objetivo es la libertad sin orillas, tanto para el conjunto como para la unidad. Para ello se propone romper todas las cadenas que sujetan la libertad. En una sociedad plenamente libre se logra la posibilidad imaginaria o real, de que cada quien busque la panoplia del abanico de sus utopías personales, único camino que lo puede conducir a su felicidad, que desde luego nadie puede resolvérsela porque es precisamente una de sus utopías de su yo sin singular, que escapa al espacio que se encuentra más allá del que ocupa su propia existencia.
Antecedentes
Son seis los antecedentes principales que contribuyen al nacimiento de la Comuna de París: la Revolución Francesa de 1789, la República, las Comunas que le precedieron, la Guerra franco-prusiana, la crisis social y las ideas del Socialismo utópico.
El pueblo francés vivió un lapso comprendido entre 1789 y 1871, tiempo brevísimo desde la perspectiva de la historia, momentos inestables y borrascosos, puesto que Francia conoció en ese período tres Monarquías constitucionales, dos Repúblicas y dos Imperios.
El 19 de julio de 1870 se declara la Guerra franco-prusiana que enfrenta al Segundo Imperio francés contra el reino de Prusia y sus aliados. Variados son los intereses políticos y económicos de los dos contendientes. Es de subrayar que Prusia se encuentra vivamente interesada en dominar a toda Alemania; por su parte, Francia tenía en miras la anexión de Luxemburgo y otros territorios. Sobre estos planes no tenía ningún apoyo exterior para enfrentar a Prusia. La guerra se desata con el pretexto en torno de una anécdota de un telegrama que el káiser envió a Bismarck y este último lo alteró entregándolo a la prensa. Los franceses estaban seguros de la victoria en caso de ir a la guerra, pero sucedió todo lo contrario: cosecharon una derrota aplastante; consecuencia de esto, perdieron Alsace y Moselle las que continuaron siendo alemanas hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Por su parte los vencedores lograron su objetivo principal uniendo todo el imperio alemán en torno de la corona prusiana.
Las pérdidas humanas tienen repercusiones profundas en la población, que siempre es la que aporta la masa de combatientes. El ejército alemán perdió un 15% de sus efectivos así: cien mil enfermos, cuarenta y cuatro mil muertos y ciento veintiocho mil heridos. Del lado francés, teniendo en cuenta la población civil afectada por las tragedias originadas en el conflicto se suman: trescientos veinte mil enfermos, ciento treinta y nueve mil muertos y ciento cuarenta y tres mil heridos, las consecuencias de las anteriores cifras harán notable presencia en el ánimo de la Guardia Nacional y de todo el pueblo francés, puesto que ante la derrota y la humillación se divide la nación. Jean-François LECAILLON en su libro La Commune de Paris racontée par le Parisiens, sobre el punto nos dice :
« En janvier 1871, la France sort humiliée de la guerre contre la Prusse. L’ampleur de la défaite et la manière dont elle s’est orchestrée scandalisent et divisent les Français. S’ils sont d’accord pour attribuer les responsabilités du désastre à la mauvaise conduite de la campagne et à la « trahison », chacun a son coupable : l’Empereur ou les Républicains, l’esprit de cour. L’immoralité révolutionnaire, la routine militaire, etc. De fait, les responsabilités sont assez partagées pour justifier toutes les critiques. »
“En enero de 1871, Francia sale humillada de la guerra contra Prusia. La dimensión de la derrota y la manera como se orquestó, escandalizan y dividen a los franceses. Sí ellos están de acuerdo para atribuir las responsabilidades del desastre, a la mala conducción de la campaña y a la “traición”, cada uno tiene su culpable: el Emperador o los Republicanos, el hombre del poder que no es del poder. La inmoralidad revolucionaria, la rutina militar, etc. De hecho las responsabilidades están bien compartidas para justificar todas las críticas”.
La Comuna de París tiene antecesoras; la del 48 se origina por la situación calamitosa que tienen que enfrentar los trabajadores franceses. Para atenuar las dificultades económicas, la República creó los Talleres Nacionales con el objeto de procurarle a la masa de desempleados un pequeño salario a cambio de un trabajo simbólico; pero un suceso electoral llevado a efecto el 23 y 24 de abril del año que nos ocupa, contra todas las predicciones, además de ser un hecho histórico por otras razones, debido a que por primera vez en Francia se concede el sufragio universal masculino; los resultados electorales llevaron a la Asamblea una fuerte mayoría de notables provincianos conservadores y retrógrados. El sector popular ansía y espera una Constitución. El 10 de mayo, la Asamblea elige una comisión de notables de cinco miembros presidida por François Arago, Marie, Ledru-Rollin, Garnier-Pagès y Lamartine. Los Talleres Nacionales quedaron a cargo de Marie, quien no hizo absolutamente nada para ponerlos a funcionar y lograr entrar en producción. De veinticinco mil trabajadores aumentó a ciento veinte mil; todo lo que Marie logró hacer como trabajo fue poner a este ejército de desocupados a empedrar las calles para luego desempedrarlas y a reglón seguido volverlas a empedrar. Por este trabajo los asalariados ganaban un franco por día. Ante lo absurdo de la situación la agitación obrera se iba agudizando; fue entonces cuando la comisión decide el 20 de junio, para ahogar la protesta proletaria, cerrar los Talleres. El 23, entre veinte a veinticinco mil obreros aproximativamente, salen a las calles y se amotinan. La fuerza pública los arremete con violencia inusitada. Los manifestantes ripostan tomando la decisión de construir barricadas, dos horas más tarde las calles principales se encontraban bloqueadas por más de cuatrocientas de ellas. Los asambleístas furiosos ante la situación de sublevación azuzan al máximo a los oficiales del ejército, muy especialmente al general Louis-Eugène Cavaignac, ferviente burgués e incondicional republicano, candidato presidencial en las elecciones del 48 y quien fuera derrotado por Louis Napoléon Bonaparte. La Asamblea Nacional expide extraordinariamente un Decreto concediéndole todos los poderes necesarios para el establecimiento del orden y la tranquilidad. Con ferocidad, Cavaignac arremete contra los amotinados, durante tres días se presentan enconados combates. Finalmente logró vencer a los comuneros, dejando las calles apilonadas de éstos, más de cinco mil cadáveres tachonaban los empedrados de París. Del lado de Cavaignac cayeron abatidos alrededor de mil setecientos militares. En el furor de los combates el arzobispo de París, Denis Affre, subiéndose a una ancha y alta barricada, él, hombre tímido y de voz suave se interpuso entre los combatientes y elevando su mano izquierda en la cual llevaba un enorme crucifijo, les hizo un llamado a la reconciliación entre los dos bandos. La música de un tambor militar se hizo oír, y una descarga de fusiles hizo rodar su cuerpo desde las alturas.
La jornada de trabajo en el tiempo de las Comunas era agobiante, fluctuaba entre diez y doce horas y era normal alcanzar hasta dieciséis, sin excluir del citado horario a los niños que empezaban a trabajar a partir de los ocho años. Los salarios eran miserables, variaban entre tres y seis francos por día. Las obreras entre un franco cincuenta y dos francos cincuenta. Para tener una idea del salario real, el producto básico de la alimentación de las clases proletarias lo constituía el pan. Un kilo de pan costaba treinta y siete centavos de franco. Son muchas las cosas que se dicen para denigrar la Comuna, y particularmente al pueblo de la capital. Hay quienes sostienen que París estaba compuesta por una población ociosa, asunto que está muy lejos de la realidad y la verdad. No obstante los sucesos de la Comuna, quince años después la ciudad presentaba el siguiente componente de sus habitantes
París en 1866 contaba con 1.799.980 habitantes de los cuales el 57% vive del trabajo industrial y el 12% del trabajo comercial. Reproduzco a continuación un cuadro estadístico que permite clarificar la extracción de clase, tomado de libro Paris libre 1871 de Jacques Rougerie:
EXERÇANT FAMILLES TOTAL
H F
Patrons 124.302 28.067 217.074 369.443
Employés 103.250 17.353 74.424 195.027
Ouvriers 294.014 161.409 274.125 729.548
Prof. libérales 49.223 10.831 58.343 118.397
Prop. rentiers 37.913 32.270 52.410 122.593
También hay que tener en cuenta11.527agricultores,94.665individuos sin profesión,934.575que viven del salario,114.074trabajadores domésticos,45.106guardianes de edificios, además de otra población no comprendida en los antes citados; como los jóvenes y otros.
Familia comunera
Los hechos
El 7 de enero de 1871 corrieron rumores de un armisticio con Alemania. Los parisinos que sufrían el sitio de su ciudad estaban en desacuerdo, logrando amotinarse el 22 de enero como una protesta por la posible rendición. El 27 se firmó el armisticio y el impopular gobierno de la Defensa Nacional dimitió. Vendría una frustración aún mayor, la nueva Asamblea Nacional que debía constituirse en Bordeaux en su mayoría enviaron al parlamento diputados ultra conservadores y monárquicos. Esta realidad le permitió a Thiers entablar conversaciones de paz con Bismarck, las que se iniciaron en Versalles, el 19 de febrero. Luego se conocerían los términos. El pueblo de París reaccionó porque se consideró traicionado; la Guardia Nacional se negó a entregar las armas, y empezó el saqueo de los arsenales y otros depósitos donde había armamento. Las familias burguesas aterradas comenzaron a abandonar la ciudad con el pretexto de visitar parientes en la provincia. Se calcula que unas ciento veinte mil personas salieron en aquel momento de la urbe ante el temor de un baño de sangre. La Guardia Nacional clandestinamente organizaba la rebelión. El 29 de enero fracasó en instaurar un gobierno en el Ayuntamiento. Su influencia se expandió por toda la ciudad. En los barrios obreros se constituyeron batallones en su apoyo, formándose el Comité Central de Batallones Federados de la Guardia Nacional, hecho que desconcertó completamente a la policía. Las ideas socialistas predominaban en el seno del Comité donde se comenzó a impartir orientación socialista revolucionaria.
Adolphe Thiers firma la paz el 1° de marzo de 1871, en nombre de la República recién instaurada, puesto que la monarquía acaba de perder el poder. La vieja lucha iniciada desde la Revolución de 1789 por definir el carácter de la República sigue de actualidad. La Comuna de París, no es cosa distinta, a la instauración de una república popular autogestionaria, de una parte; de la otra, una república burguesa representada por Thiers. Además, una amenaza objetiva se cierne sobre la burguesía francesa en razón que miles de fusiles y centenas de cañones se encuentran en manos de la Guardia Nacional, compuesta ahora fundamentalmente por obreros. Los cañones habían sido comprados con dineros producto de una gran colecta pública de los parisinos, donde no escaparon anillos, cadenas y todo tipo de joyas preciosas; para tener con qué defenderse de sus enemigos, los prusianos, los que tenían sitiada la ciudad. Los cañones habían sido instalados en las colinas de Belleville, Montmartre y Buttes Chaumont.
Adolphe Thiers, quien fue nombrado por la Asamblea Nacional Jefe del poder ejecutivo que le daba dos poderes a la vez: Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, elabora un plan secreto para dar un golpe de mano por sorpresa, el que comenzó el 17 de marzo a hurtadillas, encarcelando al más peligroso de los agitadores populares; al famoso Auguste Blanqui, cerebro del socialismo y quien prácticamente pasó toda su vida en la prisión y murió en ella. Seguidamente las tropas, esa misma noche y al día siguiente, subrepticiamente trataron de apoderarse de los cañones, pero el pueblo parisino alertado de la treta, se adelantó tomándolos para sí.
Un nuevo suceso se agrega a la reciente victoria; una parte del ejército versallés se niega a seguir a los generales que habían dirigido la represión contra la Comuna de junio 1848. Situación que obliga al gobierno provisional a huir precipitadamente a Versalles donde se instaló con miras a desorganizar el movimiento popular. Mientras los escapados son presa del pánico en su nueva sede, los comuneros se llenan de júbilo. A continuación la descripción hecha por un insurgente, Gustave Lefrançais:
« Le soleil s’est fait communard. Le temps est splendide. Une brise printanière agite le drapeau rouge qui flotte, joyeux sur l’Hôtel de Ville entouré de canons à l’air assez bonasse en somme ». (La Commune de Paris au jour le jour – Paul LEJEUNE).
“El sol se hizo comunero. El tiempo está espléndido. Una brisa primaveral agita la bandera roja que flota feliz en la Alcaldía, rodeada de cañones, en resumidas cuentas, con aire bastante bonachón”.
El 20 de marzo los comuneros cometieron dos errores que a la postre se revelarían decisivos. Un obrero internacional, encuadernador, llamado Eugène Varlin propuso al comité central apoderarse del Banco de Francia, poderoso bastión de la burguesía; sin embargo, la mayoría legalista del comité rechazó el proyecto. La escritora y poeta Louise Michel escribe entonces: La victoria es completa y durable si mañana salimos en masa hacia Versalles. Es seguro que habrá muchos muertos en el camino, pero la victoria total se habrá obtenido. Los acontecimientos posteriores demostrarán la justeza de esta apreciación.
Me detengo en hechos que resultan marcantes en el seno de los acontecimientos. Es el caso del desfile del ejército prusiano por Champs Elysées, bajo l’Arc du Triomphe, entre el primero y el tres de marzo de 1871. El 17 de marzo fue detenido Auguste Blanqui en Bretenoux; esa misma noche el general Joseph Vinoy fue encargado de recuperar los cañones de Montmartre, Belleville y Buttes-Chaumont. El general Claude Lecompte que había sido autorizado por Thiers para utilizar las armas si fuere necesario, ordenó disparar contra la multitud. Los militares obedecieron la orden pero dispararon al aire y así empezaron a fraternizar con los insurrectos. Enterados de lo sucedido los comuneros apresaron a Lecompte conduciéndolo a la sede general de Montmartre y en la tarde fue fusilado en compañía del general Jacques Léon Clément Thomas, responsable de la represión de junio de 1848 que produjo la muerte de cuatro mil trescientos veintiocho manifestantes, mil quinientos treinta y cuatro ejecuciones, veintiséis mil arrestaciones y once mil condenaciones a prisión, con deportación a Argelia. El 18 de marzo de 1871 se erigieron las primeras barricadas, ese mismo día Thiers huye a Versalles ante la incapacidad de resistir a la Insurrección del pueblo de París. El 20 de marzo los diputados deciden abandonar Bordeaux para instalarse en Versalles que está bajo el control de los prusianos. El 16 de mayo fue destruida la Columna Vendôme, símbolo del despotismo para los parisinos, erigida por Napoleón I, en memoria de la victoria de la Batalla de Austerlitz del 2 de diciembre 1805. Hoy reconstruida es una Plaza de primera importancia y la Columna Vendôme sigue en pie siendo una atracción para extranjeros, visitantes y turistas. El 5 de abril de 1871, en un decreto histórico, la Comuna decide retener a los enemigos que a su juicio considere. En el espacio dedicado al escritor comunero Raoul Rigaud se detalla más información al respecto. Entre el 22 y el 28 de mayo, la Comuna luchó heroicamente contra un ejército profesional comandado por el mariscal Mac-Mahon. Barricada por barricada opuso una tenaz resistencia en la que el ingenio militar de los comuneros dio pruebas de audacia, ingeniosidad y destreza. El concepto de “combate del pueblo” se hizo presente en toda su dimensión; luchaban contra un enemigo de una superioridad aplastante, Guardias Nacional, mujeres, niños, viejos, obreros, comerciantes, agricultores, escritores; toda la gama de oficios y profesiones que tenía París, empuñaron las armas.
El número de víctimas entre los comuneros jamás podrá establecerse, lo más cercano a la realidad es tratar de pintar en el cuadro del horror a lo que fue sometida la Comuna. Contra ella luchó un ejército de soldados que estaban prisioneros en manos de los vencedores prusianos, dividido en cuatro secciones militares, sumándosele civiles armados partidarios del gobierno de Thiers, y una masa de civiles que con brazaletes iban denunciando a los comuneros. Se calcula en cuatrocientos cincuenta mil estas denuncias, las que fueron la cantera de las ejecuciones en masa, luego de la derrota de la Comuna. La cantidad comienza con diecisiete mil fusilados enterrados a cargo del municipio de París. En 1897 se encontró una fosa que contenía ochocientos cadáveres; entre descubrimientos y testimonios Jacques Rougerie, avanza una cifra tentativa de treinta mil o más. Fueron muchos los que murieron fusilados en los montes que rodeaban el camino entre París y Versalles. Existe un testimonio de un periodista del Times cuando el general De Galliffet obrando en voluntad propia, y sin llenar ningún requisito, hizo fusilar entre los árboles a ochenta y un hombres y aproximadamente veinte mujeres. Se encuentra un documento que señala la arrestación de cuarenta y tres mil quinientas veintidós personas, entre las cuales hay ochocientas diecinueve mujeres y quinientos treinta y ocho niños. Se ignora el fin de estos detenidos. Las ejecuciones sumarias para tratar de dar un viso de legalidad, algunas eran públicas. Se usaron ametralladoras pesadas y se convirtió en célebre el término de “fournées” (“horneadas”), donde los pelotones de fusilamientos llevaron a cabo verdaderas masacres, es el caso: en la Gare de l’Est, Châtelet, École Polytechnique, Park Monceau, École Militaire, Cimetière de Montparnasse… Es tal la ignominia que durante cuatro años se persiguió a los comuneros o a todo sospechoso de serlo. En el puerto de Brest y otros se detuvieron a miles de personas, en las cuales se pudo establecer que de ellas murieron mil. El 20 de julio de 1875 el general Appert, informa sobre cuarenta y seis mil ochocientos treinta y cinco individuos juzgados en provincia de los cuales asegura que condenó a diez mil ciento treinta y siete, negándose a dar cualquier información del destino final de siete mil doscientos trece. Una persecución encarnizada contra todo lo que oliera a comunero, se desató por todo el suelo francés; nadie escapó de las garras de este odio, ni siquiera las instituciones. El 14 de marzo de 1872 la ley Dufaure prohibió hasta la afiliación a la Asociación Internacional del Trabajo, conocida hoy como la Primera Internacional.
Rendición del gobierno de Napoleón III – Septiembre de 1870
Confluencias literarias en el seno de la Comuna
La Comuna en el ejercicio escritural presenta tres corrientes literarias que marcan sus diferencias en la concepción filosófica, ideológica, política y social; puesto que el arte, en cualquiera de sus manifestaciones no se substrae de lo social, sino que es un producto de éste. Éste es uno de sus rasgos principales por los cuales tiene vigencia como un elemento constituyente en la interpretación de la historia.
En lo objetivo, en pleno campo militar urbano por entre las calles, plazas, fuentes y edificios es palpable aún, la presencia agónica de la literatura de la nobleza. Emulando a ésta, el lector común o el especialista se choca frontalmente con una literatura naciente y floreciente, que es la síntesis en el plano del arte de los ideales republicanos sustentados en los intereses burgueses. De otra parte, etérea y brumosa, visible sólo para el ojo perspicaz y los oídos receptivos para descubrir los balbuceos, diluida hace presencia una tercera literatura completamente opuesta, e inclusive antagónica a las dos primeras. Se trata de una literatura desconocida hasta ese momento. Una de sus características principales y que permiten su aprehensibilidad es que es una escritura militante, combativa y liberadora; instrumento esgrimido por los desposeídos, trabajadores, Guardia Nacional, sectores e individuos involucrados en el grito insurreccional, usando el choque de armas; es decir, una literatura revolucionaria.
Literatura de la nobleza
La literatura noble es el corolario de la organización económica sustentada en el producto de la tierra, determinando una forma bien precisa de organizar lo social, en cuya dirección se erigió una clase así nombrada. En el estricto sentido literario, la aristocracia hizo un gran aporte a las letras, a ella debemos la novela. Lo que se denomina poesía y teatro noble, no es cosa distinta al interés estético de esta clase fundido al centro de las dos actividades referidas. Tanto la poesía como el teatro son griegos. El término roman (novela), proviene de la langue romane que se derivó del latín, instrumento de comunicación de los sectores populares, más exactamente del lenguaje galo-roman en Francia, porque en otros lugares, a la lengua romana se le integran otros elementos lingüísticos, caso de España o Italia. Las primeras Romans fueron escritas en versos octosílabos entre los siglos X y XI aludiendo a leyendas de la provincia francesa, como son los casos de la bretona con la Roman de Alexandre; los relatos de proezas del Rey Arturo, los Caballeros de la Mesa Redonda. Lugar especial merece la Roman De la Rosa que dentro de la literatura cortesana tiene un fin didáctico escrita en el siglo XIII por dos autores distintos, Guillaume de Lorris y Jean de Meung, con un intervalo de cuarenta años.
La novela noble tiene como finalidad fundamental enaltecer el ideal caballeresco; uno de los puntos sustentatorios de la concepción de lo que es, y significa ser noble. Es por esto, que en la novela, Los Caballeros de la Mesa Redonda, de la corte hipotética del Rey Arturo, son en última, modelos del ideal de las distintas cortes reales existentes en Europa, en el cual el aristócrata exhibe un temple guerrero que exhala virilidad a toda prueba, situación que lo entronca con lo tosco, burdo y ordinario. Para contrarrestar esto, él valora la importancia de la belleza física, los maquillajes, y las finas y elegantes vestiduras; agregándole actitudes delicadas, palabras pronunciadas suavemente portadoras de contenidos que denotan cultura, refinamiento y educación. Se busca siempre causar la mejor impresión posible a los demás nobles, pero fundamentalmente agradar a las damas. El amor es igualmente un tema principal y dominante en la narración de muchas de sus obras. Para mejor formarse una idea, reproduzco un párrafo tomado al azar, de la edición Cátedra del libro de José María Liste, Textos medievales de caballerías, en las cortes españolas:
Después que Gudufre de Bullón descendió en el gran palacio del emperador, assí armado como estava, todos los caballeros vinieron a él e hiziéronle gran honra, e señaladamente el duque de Lembrot, que era repostero mayor del emperador; ca aquél le tomó por la mano, e levólo a una cámara e fízolo desarmar, e desí vestióle unos paños del emperador muy ricos, e púsole una guirnalda de oro con piedras preciosas en la cabeça, e maravillosamente bien obrada; e después que lo assí ovo adereçado, tomólo por la mano e tráxolo al gran palacio. E cuando el emperador lo vio, levantóse a él e assentólo cabe sí, e preguntóle muy amorosamente cómo le fuera en aquella lid. E él respondióle muy manso e en buen continente, e contóle la gran merced que le fiziera Dios, e cómo matara a su enemigo de aquella doncella, que la tenía deseredada a gran tuerto; e que le pedía merced que, pues aí mostrara Dios su juizio derecho, que él la mandasse entrega de su heredad. E el emperador gelo otorgó; e mandó dar sus poderes e sus cartas, por las cuales luego fuesse entregada. …
A primera lectura el anterior párrafo pone en claro que la literatura noble, es por contenido un reflejo de la sociedad que literaturiza tal como ellos son, donde no hay espacio para construir un modelo literario con cánones sociales capaces de trascender a núcleos distintos de su propia clase.
Dentro de los códigos valorativos del aristócrata se encuentra uno que es su estrella polar; es naturaleza del noble el no trabajar; esta actividad no le pertenece, no hace parte de su mundo, además su relación con el trabajo lo desmerita, rebajándolo y desprestigiándolo; es decir, lo pudre. De esto se deriva que el aristócrata ama la noche y odia el día; sus actividades son noctámbulas, y lo diurno es para dormir; por ello, todo noble que se respete, aún hoy, se levanta al filo de la tarde. Dentro de este contexto es evidente que no hay espacio para ninguna actividad productiva en el plano de lo económico. Aquí lo fundamental es el de parasitar.
Una novela que tiene varios ejes narrativos donde se percibe con facilidad las costumbres de la aristocracia francesa, las encontramos en la novela cortesana, La Princesse de Clèves de Madame de La Fayette. El eje del amor es la viga que anuda la estructura narrativa donde el amor aristocrático se presenta en su dimensión real; Bernard Pingaud en la introducción de la edición de bolsillo, Folio, de agosto de 1977, analizando la concepción del amor de la autora, sostiene que es pascaliana, su amor es sombrío, excesivo, pesimista, cruel, un sentimiento sin medida, de caprichos irrazonados donde no se ama a la persona que se tiene, que se estima, que se sueña y que lo hace feliz, sino a aquélla que no corresponde al amor profesado, o a quien nunca podrá tener, es un amor contradictorio que no se realiza en el placer sino en el sufrimiento. Además, nace sustentado en lo visual, en la escrutación rigurosa del cuerpo, del vestido; es decir, en todo lo que es visible, sea esto, como el producto de la acción individual o la participación del cuerpo en la sociabilidad. Estos rasgos se encuentran desde la primera página de la obra mencionada. Reproduzco dos de sus párrafos de la primera parte:
La magnificence et la galanterie n’ont jamais paru en France avec tant d’éclat que dans les dernières années du règne de Henri second. Ce prince était galant, bien fait et amoureux ; quoique sa passion pour Diane de Poitiers, duchesse de Valentinois, eût commencé il y avait plus de vingt ans, elle n’en était pas moins violente, et il n’en donnait pas des témoignages mois éclatants.
Comme il réussissait admirablement dans tous les exercices du corps, il en faisait une des ses plus grandes occupations. C’était tous les jours des parties de chasse et de paume, des ballets, des courses de bagues, ou de semblables divertissements ; les couleurs et les chiffres de Mmede Valentinois paraissaient partout, et elle paraissait elle-même avec tous les ajustements que pouvait avoir Mlle de la Marck, sa petite-fille, qui était alors à marier.
“La magnificencia y la galantería nunca aparecieron en Francia con tanto resplandor como en los últimos años del reino de Henri II. Este príncipe era galante, bien parecido, y amoroso; aunque su pasión por Diane de Poitiers, duquesa de Valentinois, había comenzado hacía más de veinte años, no era menos violenta, y él no entregaba testimonio menos resplandecientes.
Como admirablemente él tenía éxitos en todos los ejercicios del cuerpo, haciéndolo una de sus más grandes ocupaciones. Todos los días estaba en las partidas de caza y de pelota, ballet, carreras de sortija, entretenimientos parecidos; los colores y los caudales de Mme de Valentinois aparecían por todas partes, y aparecía ella misma con todos los adornos que podía tener Mlle de la Marck, su nieta, quien ya estaba por casarse.”
Sin embargo, para la época de la Comuna la concepción aristocrática del arte ha evolucionado enormemente. La legitimación estética ya no emana ni es sostenida por la religión, puesto que no es divina. La religión y sus derivados constituían antes de la Revolución Francesa una clase social dominante que se compartían con los nobles el poder; ahora la concepción aristocrática de la literatura está acorde con los nuevos tiempos, ha hecho un viraje de ciento ochenta grados. Ideológicamente se ha pasado al campo opuesto; en el trono donde estaba Deus se ha entronizado el Ser; es decir, la naturaleza. Veamos lo que escribía uno de los hermanos de Goncourt en el periódico fundado por ellos denominado Journal.
« Nul en ce monde n’est le pareil ni l’égal d’un autre. La règle absolue des sociétés, la seule logique, la seule naturelle et légitime, est le privilège. L’inégalité est le droit naturel : l’égalité est la plus horrible des injustices. » (Goncourt, Journal, 19 août 1868).
“Nadie en este mundo no es parecido ni igual a otro. La regla absoluta de las sociedades, la única lógica, la única natural y legítima, es el privilegio. La desigualdad es el derecho natural: La igualdad es la más horrible de las injusticias.” (Goncourt, Journal, 19 agosto de 1868).
« C’est tout nouveau en nous, ce sentiment et cette appréciation de la belle ligne d’une plante, de son art et de son aristocratie, pour ainsi dire : car la nature a, comme l’humanité, ses êtres privilégiés, caressés, auxquels elle donne une beauté spécial et supérieure. » (Goncourt, Journal, 16 avril 1869).
“Todo es nuevo entre nosotros, este sentimiento y esta apreciación de la línea bella de una planta, de su arte y de su aristocracia, para decirlo así: pues la naturaleza tiene como humanidad a sus seres privilegiados, acariciados, a los cuales les da una belleza especial y superior.” (Goncourt, Journal, 16 e abril de 1869).
La tesis de los hermanos de Goncourt es sostenida por escritores de origen aristocrático y por otros que siguen esta idea, la que se caracteriza en lo social por un odio acérrimo a la burguesía y a las clases populares. Tales como los escritores: el escritor y poeta romántico, aristocrático Alfred Victor comte de Vigny, Gustave Flaubert, Joseph Arturh de Gobineau, Joseph Ernest Renan, Jules Barbey d’Aureville, Leconte de Lisle …
Matrimonio celebrado por la Comuna
Literatura burguesa
A la altura de la Comuna no pude hablarse de una literatura propiamente burguesa, sino de gestación vigorosa de una corriente literaria emergente, que es la consecuencia correspondiente de la nueva organización social triunfante, sustentada en tres columnas básicas sobre las cuales crece el nuevo orden social naciente: la economía, la política y la ideología.
En el plano económico la nueva propiedad privada se erige en torno del comercio, la artesanía y la industria como lo dominante y lo decisivo, mientras que el orden económico feudal basado en la tenencia de la tierra, pasa a ser secundario por improductivo a causa de las relaciones de producción.
En lo que afecta a lo político el orden burgués enarbola la República, el sufragio universal con todas las consecuencias que se emanan de la nueva forma de organizar los derechos del ahora ciudadano, piedra angular del nuevo modo de producción: la estructura social y el Estado.
En lo que a la ideología respecta, el burgués es un hombre que pública y socialmente enarbola al individuo como el piso fundamental de lo social emergente, de ahí el individualismo. Es el valor del ciudadano en su sentido abstracto, pero en contradicción a la abstracción se opone el ciudadano concreto burgués, que se expresa a través de la más alta calidad, forjando el primer valor social, el cual es ahora el dinero a la par con su trabajo, como el máximo valor y orgullo del nuevo orden social. El trabajo del burgués es una cualidad y no una deshonra como en el caso del noble. Para el burgués no tiene ningún sentido el origen social, puesto que éste no puede avalar nada, en su reemplazo los valores que determinan la nueva codificación social son ser industrial, comerciante, artesano o agricultor en el sentido productivo, y los derivados que se desprenden de esto, como el de ser banquero; es decir, los valores ideológicos plenos del capitalismo que hoy vivimos.
El origen de la literatura burguesa la encuentra el lector acucioso o el investigador en las obras satíricas, cómicas o en las parodias que tenían un público propio en los sectores populares de la Edad Media y la burguesía en ascenso, igualmente en rasgos de las obras literarias a partir del siglo XVIII.
Una de las canteras donde se ha nutrido y se nutre la literatura burguesa, es en el fenómeno de la apropiación de valores estéticos de escrituras que les son ajenas, empezando por las de los propios aristócratas; igualmente las opuestas o francamente hostiles, bien sea en el área política o ideológica; es lo que en el lenguaje corriente se conoce como la oficialización de un autor; no importa que se le haya perseguido por sus escritos, y en algunas ocasiones encarcelado, y en el peor de los casos, haberlo eliminado, como es el ejemplo de Federico García Lorca.
Louise Michel arengando
Literatura coyuntural trasgresiva
Toda buena literatura tiene un rasgo trasgresivo en algún sentido; aquí no hago alusión a ese contenido, sino a la esencia fundamental y determinante que desde la perspectiva de lo social convulsionado; es decir, exacerbado, produce un texto portador de elementos literarios singulares que hacen de él un conjunto unitario temporal, que por una parte es específico, mientras que por la otra es general transitorio, que en la Comuna resulta efímero.
Lo específico o singular para poder serlo, se presenta frente a lo literario general; o sea, frente al conjunto de toda la literatura para lograr establecer la diferencia mediante el ahí creativo, usando materiales que le son característicos y que le aportan su fisonomía.
En la Comuna, por su excesiva brevedad, no pudo florecer ninguna condición para que naciera un texto literario que sea la esencia de ella; sin embargo, por identificación y asimilación, teniendo en cuenta múltiples escrituras, hay textos que pueden ser emparentados por su forma o por su contenido a este momento de la historia del pueblo francés. Los hechos que lo ilustran son la crónica, registro de sus numerosos periódicos; la canción también jugó un rol, ella tiene un registro meritorio en el poeta Eugène Pottier en plena persecución de los comuneros, la famosa Internacional, hoy himno de los trabajadores del mundo y de muchos partidos de izquierda.
En pleno combate social, político y militar encontramos en el activismo clasista, la presencia de otro tipo de escritura, que es su registro literario en directo, a través del texto agitacional, de denuncia, en llamamientos, en artículos de prensa de todo género, en octavillas, afiches, hojas volantes, panfletos y otros medios menos significativos. Ella es una literatura militante y por esto comprometida, ese es su rasgo determinante que permite establecer la diferencia, porque todas las literaturas son comprometidas de una manera o de otra; difiere de ellas por su grado de compromiso y también por el carácter del mismo donde su contenido ha nacido y crece en el combate social, político y militar; es una literatura de tipo político que se ubica en este género.
París demolido por los cañones de Thiers