Nosotros y los mitos por Julio Olaciregui
"El milagro de la luz de los dioses se renueva eternamente en el alma imaginativa. Los dioses antiguos son visiones de los nombres divinos (...) Todos los días tenemos que rendirle homenaje a Afrodita, nacida de la espuma, fuente de la vida", James Joyce.
Para Jacqueline de Romilly, in memoria
Para Fabiola Beltrán y Cecilia Schmucker
* Ensayo leído en el IX Congreso colombiano de filosofía del derecho y filosofía social: “Naturaleza, Derecho y Democracia” – Universidad del Atlántico, Barranquilla septiembre de 2010
Naturaleza: luz y divinidad
Estando una vez en las afueras de Atenas, bajo la sombra de un platanal, a orillas del río Ilisos, en el mismo lugar donde cuenta la leyenda que se produjo el rapto de la princesa Oritías por el viejo Bóreas, Fedro le pregunta a Sócrates si cree en ese cuento.
“Yo diría que Bóreas, el viento del Norte, precipitó a Oritía desde lo alto de las rocas vecinas, donde ella estaba jugando con Farmacea, y al morir en la caída se dijo que había sido secuestrada por Bóreas”, dice Sócrates, pero luego aclara que él no es un ocioso para gastar tiempo pensando si los mitos tienen algo de verdad, “pues luego habrá que explicar la forma de los Centauros, después la de las Quimeras; y las de una avalancha de seres del mismo género, Gorgonas y Pegasos, y multitudes extrañas de creaturas inconcebibles y monstruosas (...) Hay que estar ocioso para esas búsquedas, y yo no tengo tiempo, la razón para eso, mi querido, es que aún no me conozco a mí mismo como lo pide la inscripción de Delfos, yo lo que pretendo es saber si soy un monstruo más complicado y ciego que Tifón o un ser más dulce y simple, que tiene de la Naturaleza rasgos de luz y divinidad”.
En esta escena descrita por Platón en su Fedro podemos asistir a los orígenes de la filosofía del mito en Occidente. El pensador alemán Ernest Cassirer la rememora al comienzo de su libro Lenguaje y mito, a propósito de los nombres de dioses
Sócrates lo que quiere saber es cómo vivir de una manera más justa, su forma de vivir es un cálculo sutil de los placeres y penas que pueden sobrevenir con sus acciones.
La filosofía del mito reverdecerá después del largo invierno ceniciento que cayó sobre Europa durante la Segunda Guerra mundial con la obra de Ernest Cassirer, y en especial con su libro El mito del Estado, escrito en su exilio estadounidense, en el que analiza los orígenes y la historia del pensamiento mítico, sus características, y las deformaciones que hizo sufrir al pensamiento de “lo político”, lo que ocurre cuando una ideología, y en especial un mito, el culto del héroe, de la raza, el Estado totalitario y teocrático, y en consecuencia la violencia, se erigen en razón.
¿Para qué sirve el mito ?
La parte creativa del mito se refugia en la cultura, en el arte, en los sueños, en nuestra pulsión simbólica. El mito asocia también un elemento teórico a un elemento de creación artística.
El personaje de Prometeo, llegando hasta nosotros con la electricidad y el dominio de la energía atómica, puede ser un ejemplo de mito y teoría. También Metis, como ya veremos.
Un misil del ejército francés es llamado “Hadés”, rey del mundo inferior entre los griegos.
“El pensamiento simbólico sobrepasa la inercia natural del hombre y lo dota de una nueva facultad, la de remodelar constantemente el universo (...) el mundo ético jamás es algo ya dado, está en perpetua creación (...) el carácter mismo del pensamiento ético es de jamar condescender a aceptar lo que está dado”, dice Cassirer.
En la reflexión sobre el mito, sobre todo con Cassirer y Hans-Georg Gadamer, se va aclarando la oposición entre “mito” y “razón”, entre caos y orden.
El lenguaje, el orden alfabético y gramatical, que incluye el nombre de los números y la geometría, se nos aparecerá como una verdadera potencia divina ante el caos original, la conciencia pre-lógica de la infancia, cuentos y ciencias que luego recibiremos con dulce sonrisa en la edad de la razón, mediante los sueños y el disfrute de la cultura.
Los artistas se encargan de remediar con sus obras nuestra necesidad de catarsis. Ahí vemos el Guernika, de Picasso.
Hablamos de la pulsión simbólica en el ser humano.
Lo simbólico es mítico, educa y sirve para jugar. “En la época de Platón el mito ya está en el arte, en la religión, en el Estado. También en la música educativa”, dice el filólogo aleman Karl Reinhardt.
Los mitos, los dioses homéricos eran ya criticados y puestos en duda en el siglo de Pericles. La palabra “mythos” había tomado ya un sentido peyorativo. Se había producido un cierto desencantamiento y se buscaba en el “alma” personal, fragmento del alma del mundo, en el conocimiento del alma, del ser, del “ethos”, lo que antes se le pedía a los dioses.
Eso que llamamos “mito” nos rodea desde la infancia del mundo, desde el origen, vamos recordando las historias de Irama y Afrodita, Prometeo, Hércules y Edipo, Pachamama y el mascarón amerindio, cuentos de la selva sagrada, donde viven los personajes Congo y Yoruba, mitos de las serranías donde se canta el origen del Sol, la Muerte, el Maíz y el Tabaco, en el más allá, en el medio Oriente, Moisés salva de las aguas su vida y el Libro.
Cassirer cita a Emil Durkheim, quien considera que no hay que buscar los orígenes del mito en el mundo físico y en la intuición de los fenómenos naturales. “El verdadero modelo del mito no es la naturaleza sino la sociedad, sus motivos fundamentales son las proyecciones de la vida social del hombre”.
El mito comprende “la memoria” de lo ocurrido en épocas y lugares remotos, ancestros tan distantes de nuestras naciones que parecen imaginarios; la cultura, el arte, es lo que nos quedó a nosotros, lo que los hombres de aquellos “porvenires” pudieron cantar y dejarnos como enseñanzas con esas tragicomedias del pasado
Eso que llamamos “mito” surge ante cada uno de nosotros como brotaría la Atlántida en el mar de los Caribes, más allá de Isla Verde, donde perdura el recuerdo del Popol Vuh, el arte de los Mayas, los Wayuú, la danza de los palenqueros.
La historia de la humanidad alcanza en sus momentos caóticos –por ejemplo la trata negrera, la segunda guerra mundial—dimensiones irracionales, míticas.
Cada vez que la razón-ilustración, el tren de la historia descarrila, “un hombre mata a otro”, reaparece la oscuridad del mito.
El romanticismo de los poetas, la próxima generación de escribas, puede siempre crear nuevos personajes míticos o resucitar “la serpiente del caos”.
Mito y religión también están entrelazados. El antropólogo y arqueólogo austriaco-colombiano Gerardo Reichel-Dolmatoff resalta el aporte del chamán, sacerdote y filósofo.
“En todas las sociedades de la tierra han ideado imágenes vívidas en las cuales representan situaciones focales de la condición humana, bien sean predicamentos físicos para la supervivencia individual o social, o dimensiones espirituales y visionarias”, dice en su libro sobre la mitología Kogi.
Heráclito en el río Magdalena
En Heráclito “la guerra” es un personaje mítico, es el Padre de todos, y en Platón (Leyes) ya la guerra es algo muy común, y no sólo se pelean las ciudades entre ellas, y los Estados, sino que cada ser se pelea con su no-ser.
Gilles Deleuze habla de “geofilosofía”. Heráclito era de Grecia y ahora es también del río Magdalena. Leemos sus fragmentos para entender lo que nos ocurre.
La lectura de Heráclito nos recuerda que la Guerra siempre se está buscando... dejar atrás, existe como un Padre-polemos de Antes, nosotros sus hijos estamos viendo qué hacer con su herencia arcaica
Siempre dejamos atrás una guerra, una y muchas guerras, como el título de la novela de Alonso Aristizabal.
Heráclito nos recuerda que nuestro padre se llama “Polemos”, la guerra. La oposición, la lucha incesante, la rivalidad son universales, y todas las cosas, lo sabemos, son engendradas por ellas.
Heráclito es una bisagra entre el mundo remoto pre-estatal, pre-platónico, y la construcción de la Academia, de la Polis, de la Policía de Fronteras, de la Territorialidad, de la conquista y colonización del Bárbaro, del Otro, del Semejante, del Prójimo.
Cassirer dice que Heráclito se encuentra en la línea que separa el pensamiento cosmológico del antropológico.
Los mitos aparecen con sus rizomas históricos en cada territorio, en cada fundación, evolucionan.
Mito y alegoría
Como sugiere Juan Pabón es interesante ver la diferencia entre “mito” y “alegoría”, porque estos significantes, estas palabras a veces se acercan, se mojan, en sus significados, para luego separarse.
El mito es conocimiento, en nuestra época, que también goza creando mitos, el Cine puede ser una materizaliación contemporánea de la célebre alegoría de la Caverna platónica.
Una alegoría puede ser un mito. ¿ Inventó Platón con el mito de la caverna el concepto de “alegoría”?
La alegoría de la Caverna puede ser transformada en mito, cuando ya alguien la cuenta como una historia que “ocurrió”, y la cita como ejemplo de algo. Es el caso de Erasmo.
Un mito es un cuento con más de una versión. Se narrará durante generaciones. Puede ser una historia sacada del tiempo más remoto, mezclada con puntos de vista sobrenaturales.
Los griegos y nosotros
El helenista belga Marcel Detienne, en su libro Los griegos y nosotros, nos recuerda que aun cuando Occidente encuentra su maná en la mitología griega, para nosotros los actuales existe una gran riqueza o posibilidad de conocimientos si comparamos el proceso del andamiaje griego con lo que ocurría también en el extremo Oriente, en Etiopía, en Egipto, en nuestra América mestiza.
Detienne pretende llevar a los griegos –los del siglo de Periclés-- hacia navegaciones lejanas “sin otra razón, primero que todo, que el placer de descubrir pensamientos nuevos sobre viejas cuestiones como la mitología, la democracia o la verdad, por ejemplo”.
El propone un “comparatismo experimental”.. a la escala de un mundo, el nuestro, el de ahora, que cada vez reconoce más “la variabilidad cultural”.
Según Detienne el beneficio que podemos sacar de este comparatismo es poder reflexionar sobre interrogantes tan generales como esenciales ¿de que manera se fabrica lo político? ¿cómo se inventa la identidad entre la autoctonía de unos y las historias nacionales de los otros? ¿Cómo sacar o desempolvar la sabiduría o la filosofía de sus marcos, de sus cuadros colgados desde hace tanto tiempo en la galería de los espejos ?
Detienne cuestiona las mitologías nacionales, la mitoideología, y llega a criticar el que la fundación del Estado de Israel se sostenga y se base en una mitoideología, el mito de la tierra prometida.
Cassirer, un filósofo alemán de familia judía, no conoció el Estado de Israel. Detienne corre grandes riesgos políticos al criticar el derecho del Estado de Israel a existir tal como existe.
Divinidad y concepto
Los mitos logran transformarse en conceptos. Un ejemplo muy claro de ello es Metis, que de ser la diosa de la fecundidad marina -- la primera mujer del dios griego Zeus, según Hesiodo-- pasó a convertirse en una cualidad humana, en la noción de “prudencia”, de “recursividad para sobrevivir”, de “astucia” para resolver arduos problemas, en sinónimo de “sabiduría”, de “invención”
Ulises es llamado el “polymetis”, el héroe de los mil trucos y astucias, necesarias para tejer su destino victorioso, salvar el pellejo, salir adelante, escapar de los peligros, y llevar a cabo su odisea, el regreso a casa, a la paz, tras la mítica guerra de Troya...
El físico Regino Martínez Chavans cita dos ejemplos célebres de Metis : Eratóstenes y Thales, lo recursivo que fueron, el primero para medir la circunferencia de la tierra y el segundo la altura de las pirámides de Egipto.
El conocimiento animal
La cercanía con el mito wayuú, por asuntos de la geofilosofía -- ellos son los primitivos pobladores de la costa atlántica colombiana-- me permitirá lanzar la hipótesis de que un mito es usado por una comunidad “totémica” como cemento y remedio, como advertencia, es decir un personaje simbólico que te asusta y advierte de algo con su historia, que te enseña con el drama, con el argumento de sus aventuras, algo muy arcaico que te sirve para la vida cotidiana.
El mito wayúu del Keeralia ilustrará nuestra hipótesis
El Keeralia es como un fuego
Que habita la salina.
Tiene forma de lagarto
Y ojos de candela.
Cuando la tarde declina
Y el sol tiñe los playones de rojo
Comienza el dominio del Keeralia.
Es mejor no andar extraviado
En sus terrenos, sobre todo si se es mujer.
El Keeralia acosa a las mujeres
Para forzarlas.
También acosa a los hombres
Con sus ojos de fuego
para preñarlos.
Si encuentra a una mujer
Sola en la noche,
El Keeralia la penetrará.
Cuando el embarazo
Está muy avanzado,
La mujer tiene una barriga enorme
Y no puede parir,
Entonces revienta con los hijos del Keeralia
Que son los lagartos,
Que son las culebras,
Que son las iguanas.
La mujer forzada por el Keeralia muere.
A veces en las noches
Se ve el fuego que se mueve
A lo lejos en la extensión de las salinas;
Son los ojos del Keeralia
Que recorre sus dominios.
(Contado por Xiomara Uriana) *
Este mito de los wayuú reaparece en un volumen de cuentos del escritor guajiro Abel Antonio Medina Sierra, publicado por la editorial del Magisterio colombiano, Relatos de las pampas wayuú, la voz de los arcanos.
Keeraliee o Kérrariya es aquí, siglos después, una luz, un “fuego fatuo”, un personaje que le robó el sombrero al Sol para darle candela a la Luna, y que mora en forma de iguana en los cardones. Es un castigador, un “coco”, asusta y quema con su luz “a quien desafía ebrio la noche”.
Cuando falta la luz a los incautos, ella aparece. Dicen que durante el día es un reptil, cualquier cactus viejo le sirve de casa. De noche sale a espantar a los necios.
Uno goza estéticamente con la historia del personaje mítico, experimenta la catársis –la impresión que nos causa Dionisos en “Las bacantes”, de Eurípides—y sabe que “moralmente” está aprendiendo algo, sacándole jugo a esos personajes, a esas máscaras
Me parece que el personaje de Edipo está relacionado con el horror del incesto, con su prohibición.
Dioses, espíritus, genios, daimones, fuerzas, suertes, intervienen en los relatos míticos, en sus tramas pre-lógicas y del Más Allá de la Física, antes de la lógica formal, antes de la razón que fundamenta la ley.
Nosotros y lo irracional
Lo irracional, lo caótico, lo ageométrico, en la Historia de la humanidad puede entrar dentro del significado de mito.
El mito nos lleva de la poética, de la poiesis, a la historia, y viceversa.
En la imaginación de los chamanes-poetas, las acciones humanas son determinadas por un dios, por fuerzas divinas cuyos nombres son escritos por la vox populi y la rueda de los siglos.
Pienso en la Ilíada y la Odisea. Se habla de la guerra, del caos, en versos, con suma belleza. El orden poético domina el caos.
Podemos interrogarnos sobre la función de los mitos sin perder de vista los tiempos transcurridos en la evolución de tal o cual personaje conceptual.
Nos imaginamos que hace veinte siglos personajes como Prometeo y Hércules eran “vistos” de otra forma a como los podemos “ver” nosotros.
Asi mismo pasa con Moisés, con Lot y la mujer de sal. O con Lázaro resucitando. Con Sansón y los filisteos. Con Jesucristo.
La existencia humana se mueve en medio de un número infinito de tradiciones
La mitología griega es un paradigma para acercarnos a otras mitologías, como las nuestras, desde la Biblia hasta el totemismo, animismo o religión natural.
« Hay que ir a Grecia pero no con los ojos de alguien que no tiene nada, sino con los ojos de alguien que sabe que tiene anterioridad. Sigo creyendo que el espíritu mítico es de raigambre, es de originalidad. Hay que ver el poderío y la belleza de la cultura Tayrona. Hay que ver esas orfebrerías, la majestuosidad de las máscaras. Los Chibchas, por su parte, eran abstractos », dice Gustavo Ibarra Merlano, el hombre que le abrió a Gabriel García Márquez la puerta de la tragedia griega.
Sófocles y los mitos
“No hay que dejarse confundir con el sentido moderno de la palabra mito, y creer que el mito griego se opone necesariamente a la realidad y a la historia. En la época de Esquilo y Sófocles el mito no es aún sinónimo de fábula o leyenda. En griego mythos designa en la tragedia una ‘palabra’, o ‘un relato’ sin que se implique un juicio negativo sobre su relación con la realidad”, escribe el biógrafo francés de Sófocles, Jacques Jouanna, quien nos aclara que sólo será en los textos del historiador Tucídides (siglo V) cuando aparecerá un adjetivo derivado de “mythos”, --“mythôdès” con el sentido de “mítico”, “maravilloso”.
En su obra Las traquinias Sófocles nos cuenta el nacimiento del mito de Heraclés, su desaparición física, cuando este hombre semidivino entra en la mitología.
Mientras exista la desaparición de los cuerpos existirá el mito, el alma que se libera para volverse cuento, para encarnarse en las palabras.
“El cuerpo de cada hombre sufre el llamado de la muerte, que todo lo puede, pero una imagen de la vida (aoionos eidolon) subsiste siempre, eso viene de los dioses”, dice Píndaro.
Dos sabios, Freud y Levi-Strauss, abren y cierran el siglo XX, el primero con Edipo y Moisés y el segundo con el análisis de los mil y un mitos sobre los orígenes del fuego entre los amerindios.
Lévi-Strauss da la magistral definición del mito entre nuestros ancestros contemporáneos, los amerindios: una historia de la época en que los hombres y los animales no se diferenciaban.
El escritor uruguayo Horacio Quiroga logra escribir un mito: unas serpientes que narran su relación con los hombres.
La cubana Lydia Cabrera nos dejó su hermosa obra de mitografía afrocubana, ejemplo de un universo simbólico, la pulsión de seguir cantando, pintando, bailando, creando, contando mitos antiguos, esculpiendo, pariendo más hijos, el orden dentro del caos, la resistencia cultural ante l’ahistoricidad, los intentos de destrucción masiva del Ser-gente (la esclavitud de los africanos en América).
Cuando hablamos del totemismo no es del animal doméstico que hablamos, sino de nuestro devenir “máscara de toro”, “máscara de chivo”, “máscara de gorila”, “máscara de caimán”. “Máscara de perro”. La necesidad siempre tuvo cara de perro.
Vemos al animal en la línea ancestral de lo humano, muy cerca de nuestra prehistoria.
Platon describe en Las leyes al hombre bailarín como una marioneta animada por la divinidad que se complace dándole soplo de tambores
Como nos alimentamos de animales comemos máscaras.
Al evocar el totemismo, desandamos pasos, desde las edificaciones de la razón urbana europea hacia “la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza”, como utopizaba Montaigne a fines del siglo XVI.
Las fiestas agrícolas son mascaradas, teatralidades de las fuerzas naturales, reconciliaciones: las armas reposan, las alarmas, las almas, entre griegos y persas, entre judíos y palestinos, entre guerrilleros y soldados, entre mexicanos y gringos, entre iraníes y no musulmanes
Mito y religión nacional
Quienes se interesan por el mito, un cuento-concepto, llegan de inmediato a la religión (libros sagrados), a la cultura (territorialidad, fronteras, costumbres) y por último a la política, en la que puede imponerse un mito a una sociedad conquistada, colonizada, mediante las armas. Es lo que dice Ernest Cassirer en El mito del Estado.
En la visión panóptica que hemos heredado los actuales gracias al desarrollo de las técnicas de comunicación las naciones aparecen arcaicas, como esperando que un tsunami se lleve las fronteras, los muros.
Sin embargo ese arcaísmo de las armas, de las guerras, el poderío de la fuerza, esos personajes que aparecen al comienzo del Prometeo encadenado de Esquilo, siguen estando entre nosotros.
La eterna lucha entre el caos y el orden es tal vez el tema central de las mitologías. Cassirer concluye “El mito del Estado” citando la lucha del rey Marduk de Babilonia contra la serpiente del caos, la Tíamat.
“La cultura humana sólo sólo puede emerger cuando la oscuridad del mito ha sido combatida y vencida (...) los poderes del mito han sido amaestrados y superados por fuerzas intelectuales, éticas y artísticas ...si estas fuerzas superiores se debilitan el caos puede regresar (...) el pensamiento mítico aparece en el horizonte e invade toda la vida social y cultural de la humanidad”
Uno puede tener tendencia a pensar que el mito se refugió en el arte y la literatura –Prometeo encadenado, en Esquilo por ejemplo, o Hércules en Sófocles y Eurípides, o quizás en la psicología contemporánea --el piscoanálisis-- con la historia de Edipo y su lucha por no ser hijo del ciego “azar” y establecer la ley.
Cassirer nos da una magistral lección acerca del Mito, ese “cuento-concepto” que identificamos con el paradigma griego porque el significante está escrito “mythos”, pero que en realidad se abre, se abrió, con la etnología y la antropología, desde el siglo XIX, a la humanidad entera, los cuentos y memoriales que fundan desde la noche de los tiempos la sociedad humana en su belleza rutilante, el gerundio, lo que las generaciones van dejando a las siguientes, una visión poética del más remoto pasado de cada tribu, del territorio vital-ancestral, del nomadismo, de las guerras superadas, las colonizaciones suspendidas, el “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, para entrar en los adagios ilustrativos, tal como lo enseña Erasmo.
El mito salió de los libros para encarnarse en la Historia, nos dice Cassirer tratando de entender lo del nazismo y la guerra, cuando se produjo “un cambio radical en las formas del pensamiento político” con la aparición de un nuevo poder “el del pensamiento mítico”.
Cassirer decide comenzar a lanzar “una teoría filosófica del mito”, pero del mito encarnado en la política
La historia del Sol, o de la Muerte, el gozo-Sexo, el mar, la luna, el nacimiento de la razón, el Alfabeto, la desaparición, la religión, la guerra (conquistas y pérdidas del territorio), la historia del maíz, la geometría, el tabaco, la sal, el fuego, envueltos en designios misteriosos --los misterios de la Suerte-- son temas de los mitos, que en su vertiente creativa nos dan el arte, desde las cuevas de los trogloditas hasta Basquiat, desde Homero, los Persas de Esquilo y las Bacantes de Eurípides, Guilgamés, el Mahabarata, el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares hasta Cervantes, Shakespeare, Molière y toda la mitología de la naturaleza, desde los Arawac a los hijos de la Pachamama, desde los Congos a los Taínos ... desde Rulfo a García Márquez.
En el disfrute de aprender día a día historias, cuentos de las mitologías que pueblan nuestra Tierra las fronteras quedan abolidas.
El mito esconde una enseñanza al liberar la imaginación sobre las causas, o el pasado, o los orígenes de fiestas y costumbres sagradas e instituciones.
El politeísmo perdido
La helenista francesa Jacqueline de Romilly expresa su nostalgia del politeísmo.
“El politeísmo griego tiene algo muy bello y seductor, y tengo la impresión que facilitaba la tolerancia… se podía acoger a un dios como a un invitado, que se asemejaba, era el equivalente, de un dios egipcio, el egipcio y el dios griego, se encontraron equivalentes en la religión griega, era real y se practicaba, aun cuando todo el mundo no fuese creyente todo el día. Ha habido una evolución hacia una religión más pura, sin todas esas leyendas, justamente, que poco a poco, con Platón y todas las filosofías que le han seguido, encaminadas hacia una cosa parecida… preparando el cristianismo… “
Son los poetas quienes dan un tinte mítico a las historias de la vida civil, a lo ocurrido en la lucha por el poder. King Lear, de Shakespeare, está repleta de alusiones a la mitología griega, pero también a la influencia de la naturaleza en el carácter de los humanos.
El mito trata del creativo Prometeo, precursor del psicoanálisis y dador de fuego, y también del Keeralia wayuú, un fuego hecho ser iguánido que sale cuando el Sol pega sobre los playones en la vespertina a buscar a quien preñar para que sigan los cuentos sobre “naciendo sapos, naciendo culebras”.
Donde el mito alcanza su belleza es en la tragedia griega; en China y Japón existe lo mismo desde hace milenios.
Las bacantes, de Eurípides, escenifican el mito de Dionisos, el macho-cabrío enmascarado y bailarín que encarna el espíritu de los Montes, de los huertos, él viene desde lo incestuoso-mortuorio de la naturaleza, de los viñedos salvajes, hasta el Banquete, el simposio del amor, la libación social, el teatro, la religiosidad del Otro aceptada. El viene del Arco a la Lira, para citar a Heráclito y a Octavio Paz. También nos habla del Luto.
La presencia del politeísmo sigue siendo combatida desde la antigüedad por los teólogos que gobiernan en algunos Estados-Naciones.
El politeísmo puede ser interpretado hoy en día como el imaginario mítico-fundamental de cada individuo, de cada átoma, de cada familia que en este momento Histórico trata de vivir en algún Lugar, de creer que vale la pena vivir y el Amor recompensa.
En América –bautizada el “mundo nuevo” en la era de Montaigne, por los años mil seiscientos-- se ofrece a nuestros ojos, dice Levi-Strauss, “el estupefacto espectáculo de unas culturas de alto nivel vecinas unas de otras, de bajo nivel técnico y económico. Esas altas culturas tuvieron una existencia efímera: cada una nació, se desarrolló y pereció, en el lapso de algunos siglos”...
Las civilizaciones también son mortales, pero otras producidas por el mismo ser viviente “nacen y renacen de sus propias producciones culturales”.
El desarrollo de la especie humana pasa por “la libertad cultural”, el derecho de escoger su cultura o sus culturas en un mundo cada vez más unificado que reconoce su fundamental diversidad.
Detienne aclara que aun cuando la palabra “antropología” viene del griego no significa que en la antigüedad había un saber, un discurso, un “logos”, sobre el ser humano en general, un saber en poder de “antropólogos”, tal como hay “teólogos”, llamados así porque les gusta escribir sobre los dioses de sus campos o de las ciudades vecinas.
“Habrá que esperar hasta el siglo XVIII, y en Europa, para observar los primeros esbozos de un saber calificado de antropología, un poco antes de Enmanuel Kant, y luego por el propio Kant en 1788”, pero sobre todo para ver aparecer asociaciones de científicos y sabios como la de “Los observadores del Hombre” (1799) del hombre en su diversidad, en la sorprendente variedad de sus culturas, creencias, prácticas, técnicas, el derecho, el arte, las costumbres... “todo lo que los seres humanos reciben y transmiten, transformándolo según su creatividad y sus decisiones”...
Ernest Cassirer cita en su libro sobre el mito y el lenguaje, las aventuras en pos del conocimiento de Konrad Theodor Preuss, otro alemán que se autodefine como “buscador de almas”, “estudioso de la psiqué de pueblos y de sus relaciones sociales”, a quien la primera guerra mundial sorprendió en Colombia mientras estudiaba la cultura de los indios kogi y Huitoto, entre otros.
Preuss llama a los kogi o Kágaba “monumentos naturales de antiguos tiempos”.
En los años 40, en plena segunda guerra mundial, Gerardo Reichel-Dolmatoff llega a la Sierra Nevada a vivir con los kogi.
Tiene cierta connotación escatológica, religiosa, esa necesidad de alejarse del Occidente más civilizado –donde la razón engendró monstruos-- para adentrarse en los montes, en las junglas, para trepar por empinados senderos en busca de cosmovisiones y mitologías esperanzadoras (porque pese a las agresiones del tiempo y los colonizadores los Huitotos, los Kogis, los Wayuú permanecieron, siguen bailando, cantando, siguen viviendo).
Reichel-Dolmatoff confiesa que lo que más le interesa es entrar en contacto con los chamanes, esos hombres en contacto con el más allá, que saben antiguos cantos de alas.
De su lado Preuss se sientió atraído por “la irracionalidad” de ese pensamiento: “un maravilloso mundo de creencias, en el que flores extranjeras y frutos del pensamiento irracional hacen soportable y atractiva la cruda realidad de su experiencia, se ha adaptado de tal manera a la naturaleza de la montaña que parecería que los mitos y cantos sólo se hubieran creado en este suelo”.
Preuss se sabe representante de “un pensamiento exclusivamente racional y por lo tanto ajeno al hombre”. Lo más notable de la vida espiritual de nuestros indígenas –ancestrales y contemporáneos—es “su capacidad de manejar internamente las fuerzas demoniacas de la naturaleza y su gran cohesión, todo está fundido unitariamente en su concepción de la Madre Universal y los primeros mamas, los primeros sacerdotes humanos, los primeros portadores de la cultura que han determinado su vida social hasta hoy”.
El historiador y helenista irlandés Eric Robertson Dodds, en su bello libro “Los griegos y lo irracional” –en el que sostiene que Pitágoras y Empédocles eran “chamanes”—aclara esa necesidad religiosa que tenemos los modernos de buscar en el pasado creencias y mitos que nos ayuden a magnificar nuestra profundidad temporal, acercándonos a lo más arcaico, superando con ese viaje controlado (el alma se proyecta, sale del tiempo limitado) esa caída, una generación limitada por el siglo, por las fechas de las lápidas.
“Excavar, estudiar los poemas órficos, es como construir una casa de sueños... Me tienta mucho llamarla una proyección inconsciente, en la pantalla de la antigüedad, de ciertas aspiraciones religiosas insatisfechas, típicas de fines del siglo XIX y comienzos del XX”...
Los mitos vienen del monte, y también de los cielos, dice Lydia Cabrera en su libro “El monte”:
“El monte es sagrado porque en él viven, residen las divinidades; en el monte están los espíritus. Los Santos están más en el monte que en el cielo. La vida salió del monte, somos hijos del monte, Monte equivale a tierra en el concepto de madre universal, fuente de vida” --
El hombre para vivir debe estar en inteligencia con la naturaleza. Esa es la enseñanza de las tribus antiguas que han sobrevivido a las guerras de colonización.
Territorios del mito sobrevolados: Etiopía (Odisea), Eleusis (Himno homérico a Demeter), Dodoni (Las traquinias, de Sófocles), Delfos (Ion, de Eurípides), Atenas (Platón), Egipto (Heródoto) , Jerusalén (La Biblia), la Sierra Nevada de Santa Marta, el desierto de la Guajira (mito wayuú) , el imperio Mandinga, Dahomey, Cuba...