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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

    quoiqu'il paraisse assez beau" 

                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

Mueca ante un espejo oscuro

 

Mueca ante un espejo oscuro2

Es el título enigmático que escogió para su novela la escritora de origen uruguayo Ingrid Tempel, cuyo texto en el sentido espacial se desarrolla básicamente en París. En cuanto al tiempo, aludimos aquí al tiempo narrativo; se teje sobre la anécdota de un reducido número de personajes cuyos roles se entrelazan con su profesión, caso del cronista hípico, el gerente del hotel y el etnólogo, donde el personaje principal, Diana Vossius, derrama un rol psicológico sostenido por un eje alegórico y otro primitivo, valores que se interrelacionan con el título; en este sentido es un verdadero acierto literario, aquí el título, además de cumplir el papel de gancho para atraer al lector, exigencias de todo buen anuncio, él se entronca con el texto, puesto que al analizar más allá de una lectura de superficie, nos encontramos con todo un mundo interior que refleja brotando una pulsión que es muy evidente. Lo primero que tiene el lector frente asimismo es una mueca; pero qué tipo de mueca es ésta. En breve: resulta indispensable diferenciar, que la mueca no es un gesto, tiene parte del gesto, pero ella es otra cosa, se origina en la más profunda intrinsidad humana, le es consustancial el desgarramiento, por su intermedio circula la ruptura, es la manifestación de la ebullición interior, que al exterior se expresa como eructo volcánico a través del grito mudo, que es imagen y no sonido. El mundo de las muecas sólo está limitado por el abismo de lo humano donde se posa el reino de la indiferencia sensible. La indiferencia sensible sólo es superada por la mueca agónica que lleva a la existencia al límite del existir, como es el caso de las muecas del herido mortal en los momentos que anteceden a la muerte. Papel distinto cumple la mueca del dolor; ella es un amortiguador, un escape que consigue un nivel de descanso para el sufrimiento del enfermo.

 

En este orden todas las muecas presentan una lectura y se originan en una fenomenología. Entonces qué tipo de mueca es la que se hace frente a un espejo oscuro. De hecho quedan descartadas todas las muecas por necesidad; como pueden ser las de actores u otros profesionales, puesto que estamos frente a un espejo oscuro que no tiene la calidad requerida. También hay que descartar todas las superficies oscuras que sin ser vidrio, en determinadas condiciones lumínicas tienen la cualidad de reflejar. Aquí estamos en presencia de un espejo que es algo muy específico debido a su singularidad derivada de su concritud. Concritud que es totalmente ambigua en razón de la carencia de información de las cualidades básicas necesarias para construir el concepto acerca del espejo; si es un espejo de un cuarto, únicamente para el servicio de la cara, de medio cuerpo, o, de cuerpo entero; también hay la posibilidad de que estemos en presencia de un espejo espía, colocado en un lugar estratégico y subrepticio carente de luz. En lo que no hay duda es que es un espejo ambiguo. La ambigüedad es una herramienta de la buena literatura donde cada lector si tiene interés se construye su propio espejo, al igual que su propia mueca. Como lo que nos interesa es la mueca del título, la cual presenta varias lecturas desde distintas perspectivas; sin embargo, hay una entre ellas que es la principal y que se encuentra subyacente en el cuerpo textual, no ahondamos en ella porque este privilegio corresponde al lector, por el motivo de que es un libro de primera edición, y todavía se encuentra saliendo del cascarón que detiene al polluelo antes de dar su primer paso; no obstante, podemos afirmar que la mueca del título es la introspección de la imagen del narrador que se hace del medio circundante para reelaborarse en el yo singular para luego aflorar como remedo de la existencia. Afin de que nuestros lectores se formen una idea propia de la obra que nos ocupa, reproducimos su primera página:

 

LOS juegos de diana 

 

El viaje en tren no me parecio cansador porque estaba contenta de ir a Paris y papa me habia prometido que tendria mi propio dor-mitorio. Cuando era gerente del hôtel de la playa tuve que compar-tir mi habitaciôn con una de las camareras. Sus ronquidos me qui-taron el sueno hasta que pasé una rama de ortiga sobre sus mejillas y al dia siguiente aparecio en la cocina con la cara llena de ampo-llas. Naturalmente, papa temiô que se tratase de una enfermedad contagiosa y la mujer tuvo que ir a roncar a otra parte. Liberarme de la segunda fue mas difïcil porque ténia el sueno liviano y en rea-lidad no me dio prétextes para echarla hasta que la sorprendi revi-sando mis objetos personales. Era una actitud digna de castigo, de modo que la manana siguiente dejé el ascensor bloqueado en el quinte piso y espéré que subiera con el desayuno de la habitaciôn 217. Apoyada en la baranda la vi acercarse a los patines, tropezar soltando la bandeja y rodar estrepitosamente escaleras abajo. Me acuerdo que desde lo alto observé con satisfacciôn su cuerpo des-madejado, la cafetera volcada junto a sus piernas, la cabeza inclina-da en un ângulo absurdo que a mi misma me costaria mantener.

Estaba tan ansiosa por recorrer nuestro nuevo hogar que en cuanto el taxi nos dejo en la puerta corri al vestibulo. Dejé que mi padre, que ya habia pagado el taxi y llamado a uno de nuestros empleados, nos presentara. Yo me limité a exhibir la sonrisa timida que reservo para las grandes ocasiones y traté de hacer buena impresion en ese hombre alto y delgado que seguramente se sofo-caba bajo su grueso traje azul. En cuanto me olvidaron comencé el recorrido de la planta baja. El vestibulo se prolongaba en una sala de espéra equipada con sillones de cuero marron y una mesita cubierta de periôdicos. Un poco mas lejos, las paredes se abrian en un rectângulo donde habian colocado un televisor, varias sillas y un bar. Una cocina y un bano flanqueaban el salon comedor, donde unicamente se servia el desayuno.

Subi la escalera mirando los numéros de las habitaciones, los banos al final del pasillo, el ascensor que se mantuvo cerrado durante toda mi exploraciôn.  

 

               Contra tapa de Mueca ante un espejo oscuro

Mueca ante un espejo oscuro

 

La adolescente Diana Vossius explora París mientras su doble entra y sale de los espejos del Hotel des Quatre Vents, donde ambas descubren con asombro la vida de los adultos. Allí se alojan Frau Grossman, cuya hija emigró de Uruguay dispuesta a violar todos los tabúes para vengarse de una infancia sin amor, Sabina Olsen, una ex bailarina estrella traumatizada por un accidente que puso fin a su carrera, y Malhuret, un agente inmobiliario ávido de placeres. En esta novela de Ingrid Tempel -alegoría de la infructuosa búsqueda de la felicidad-, un gerente de hotel, un conserje, un cronista hípico y un etnólogo se cruzarán en la ruta de los huéspedes hacia el amor, la riqueza o la pulsión de control. Todo viaje es ruptura de la monotonía cotidiana, aventura de impredecible desenlace, espejismo de triunfos ajenos. El Adriático y el Mediterráneo conducen a estos seres solitarios de la mitología urbana a las pasiones primitivas. Durante su estadía en Venecia, Raquel Grossman experimentará el amargo sabor del desquite. Diana intentará más tarde ahogar su culpabilidad reconquistando en Antibes un tesoro perdido. El destino les demostrará que la vida no es más que una mueca ante un espejo oscuro.

  MILCIADES AREVALO 0407      MILCIADES AREVALO 0415

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