La última residencia de Nikolai Gogol por Javier Amaya
La última residencia de Nikolai Gogol
por Javier Amaya*
Escultura de Gogol en su casa de Moscú. Foto por David Amaya.
Un diccionario enciclopédico español muy vendido, viene repitiendo un mismo error por años, al decir que Nikolai Gogol es ruso. No lo es. Gogol escribió casi toda su obra en ruso. Vivió por años en Rusia y finalmente murió en Moscú, pero Gogol es ucraniano, que no es lo mismo.
Arbat es un vecindario de Moscú bien conectado por transporte masivo, muy transitado y repleto de árboles y amplias avenidas. Durante el período soviético, albergaba la tienda principal de Editorial Progreso, la empresa estatal que imprimía cientos de libros en muchos idiomas, a bajo costo, muy bien presentados y duraderos. Yo frecuentaba esa tienda hace casi cuatro décadas todos los fines de semana y siempre, encontraba novedades literarias que trataba de comprar de inmediato.
Lo que nadie me contó, es que en ese vecindario de Arbat, en la avenida Nikitsky el escritor Nikolai Gogol (1809-1852) tuvo su última residencia y que funciona como museo abierto al público, casi desde su muerte. La razón para la falta de promoción, tal vez tenía que ver con las directrices culturales del régimen de partido único, que todavía clasificaba a los escritores entre “burgueses y proletarios”. Lo que en el caso de Gogol, como en muchos otros, es un absurdo.
La práctica discriminatoria no es exclusiva de los soviéticos. En Colombia por ejemplo, se consiente desde los gobiernos de turno y con el erario público, a algunos escritores dóciles, ignorando a todos los demás y donde el mérito cuenta muy poco.
La casa de Gogol no es fácil de encontrar, no solamente por las dificultades de interpretar la nomenclatura y algunas calles de trazo irregular, pero por estar rodeada de árboles muy frondosos que la ocultan al menos por tres costados.
Por afuera se ve inmensa, conserva fielmente el estilo del siglo XIX y cuenta con hileras de ventanas en los dos pisos que dan a la calle. La fachada de la primera planta, tiene arcos de medio punto alineados con las ventanas y un largo corredor.
La primera pregunta que me cruza por la cabeza, es para qué una casa tan grande, un hombre que vivía solo, sin esposa ni hijos. Aunque compartiera espacio con sus empleados domésticos que no debieron haber sido muchos, o tuviese huéspedes ocasionales, la casa sigue siendo enorme.
Parte de la respuesta, está en que la casa por dentro aunque cómoda, no tiene espacios muy amplios. Tiene muchas habitaciones pequeñas y el espacio se desperdicia en paredes, zaguanes y divisiones que hoy día no serían convenientes. En beneficio de la historia, los directores del museo han decidido mantener la estructura de la casa lo más fielmente posible.
La alcoba de Gogol donde murió, es relativamente pequeña y tiene los muebles originales. En las paredes, cuelgan fotografías de clérigos ortodoxos seguramente allegados al escritor. Era una persona muy religiosa y mística como lo era Tolstoi.
Su mesa de escribir es un mueble de mesa estrecha, donde reposan sus plumas, cortaplumas y tinteros; tiene unos cuantos cajones y está coronado por una imagen de Alexander Pushkin, de quien se cuenta, que Gogol admiraba hasta la fascinación, especialmente después del pistoletazo que matara al insigne poeta. El mueble no tiene silla. Gogol escribía estando siempre de pie.
El museo exhibe una máscara mortuoria de Gogol de cara al techo y con unos efectos de luces y espejos por unos minutos, se tiene la sensación de estar presente en la velación del cadáver de Gogol. En uno de los corredores de la casa, hay copias de la prensa local de la fecha, con fotos de su concurrido funeral. En el mismo sitio, que solamente disfrutó los últimos cuatro años, Gogol destruyó la segunda parte de su obra “Almas muertas” luego de declararla terminada, producto de una desilusión con lo escrito, o por haber sido persuadido por un fanático con sotana, o de su enfermedad mental que ya lo aquejaba. Entre sus papeles, se hallaron cinco capítulos de borradores anteriores.
Aunque no es considerado liberal en el sentido estricto, hace una sátira magistral de los funcionarios zaristas revelando su bajeza y las artimañas de que se valen. En todos los casos, los burócratas son los puntales de cualquier régimen falsamente democrático o abiertamente opresivo.
Entre sus obras cortas, destaco el relato “Diario de un loco” donde un personaje perturbado que no sabe en qué año vive, con ínfulas de grandeza se proclama rey de España con el nombre de Fernando VIII y donde Gogol de soslayo, aprovecha para burlarse del concepto de nobleza, que nos llega hasta hoy. Se deduce por los baldados de agua fría y golpes frecuentes de garrote que recibe el pobre loco en su relato, que el personaje seguramente está confinado en un reclusorio mental.
La existencia de la realeza en nuestro tiempo, ya es de por sí un total disparate. ¿Quién en el siglo XXI, puede justificar que un rango autoproclamado superior de la raza humana, esté predestinado a vivir parasitando, de la riqueza creada por el trabajo de otros? La sola existencia de reyes en cualquier rincón del planeta, es un insulto a la inteligencia y la razón.
Para los expertos, el ucraniano Gogol tiene el mérito con su prosa directa y crítica, de inaugurar la novelística rusa moderna, luego de probar sin suerte en las lides de la poesía. Los estudiosos aseguran que la prosa de Gogol, ejerció una gran influencia en sus contemporáneos Tolstoi y Dostoievski. Nicolai Gogol moriría en la casa de Arbat en Moscú, luego de quemar su obra, negarse a comer y renunciar a la vida, cuando apenas tenía 42 años.
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