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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

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                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

   GABRIEL GARCIA MARQUEZ NOS DEJA EN LA SOLEDAD

    por Luisa BALLESTEROS ROSAS

 

 

Fotos 2014. Aniversario Roland Adrien 669       

Luisa Ballesteros, poeta, escritora, en la rue Cujas, Paris

 

El escritor colombiano Gabriel García Márquez nos deja en la soledad. La muerte del premio Nobel de Literatura 1982 nos conmueve quizá más por la cercanía de su obra con su vida íntima y familiar en la que sin embargo nos retratamos todos a causa de la universalidad humana de los temas tratados. La popularidad de Gabo se hizo evidente sobre todo a la publicación del primer volumen de sus memorias. Vivir para contarla (2002) fue rápidamente agotado y « pirateado » y tuvo que ser reimpreso en miles de ejemplares. Es un libro que traza la historia del autor hasta su partida a Ginebra como enviado especial del periódico El espectador a cubrir la cumbre de los entonces Cuatro Grandes del mundo, donde debía pasar apenas dos semanas que se convirtieron en cuatro años en Europa.

La novedad de Gabriel García Márquez en este libro es que revela aspectos de su obra y el génesis de sus personajes. En Vivir para contarlaencontramos el mundo fantástico del nieto del Coronel legendario de Macondo, marcado por todas las guerras de la historia de Colombia, y de manera implícita los elementos autobiográficos de sus relatos. En sus memorias podemos apreciar la magia de su mundo real que sobrepasa ampliamente la ficción de sus relatos. El maestro colombiano del realismo mágico se ve más bien obligado a moderar los aspectos mágicos o fantásticos de las anécdotas, así como la exuberancia de sus modelos y el espacio con el fin de darles mayor credibilidad.

Esta evidencia sorprende a muchos de sus lectores exteriores a América Latina, algunos convencidos de que García Márquez se esforzaba en dar a sus relatos una apariencia mágica o maravillosa empleando técnicas o trucos mágicos y fantásticos, como el que prepara una especie de receta o  fórmula química, cuando en realidad él hacía lo contrario.

García Márquez hizo en más de una ocasión la apología de su mundo real y la importancia que éste tiene en su creación literaria haciendo suya la frase de Bernard Shaw quien afirmaba: « Desde mi más tierna infancia tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela ». Esto muestra hasta qué punto el entorno fue importante en su carrera de escritor. Al leer las memorias del premio Nobel tenemos la impresión de dar un paseo en territorio ya conocido, encontrando los personajes, los lugares, los acontecimientos y anécdotas que nos son familiares porque son el cimento de sus relatos.

De sus primeros ocho años de infancia surge lo esencial del universo narrativo y mítico de García Márquez, al punto de decir con exagerada modestia: “Desde entonces no me ha pasado nada interesante”. Lo cierto es que los recuerdos de su infancia, la figura patriarcal familiar del abuelo, la fuerte personalidad de la abuela, modelo de las “mamás grandes” civilizadoras,  el lenguaje coloquial regional y la convivencia natural con lo mágico aparecen en sus obras tramados por la ficción, sobre todo en  La hojarasca, Cien años de soledad, y  El amor en los tiempos del cólera, en las que el mundo caribeño de Aracataca, con su desmesura y sus fantasmas, se transforma en Macondo.   El propio novelista confiesa: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en un casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.

Los nombres de los personajes que a primera vista nos parecen rebuscados son en realidad menos extraños que los de sus modelos y el escritor mismo parece sorprendido de su originalidad : « …los nombres de la familia me llamaban la atención porque me parecían únicos. Primero los de la línea materna : Tranquilina, Wenefrida, Francisca Simodosea. Más tarde, el de mi abuela paterna : Argemira y los de sus padres : Lozana y Aminadab. Tal vez de allí me viene la creencia firme de que los personajes de mis novelas no caminan con sus propios pies mientras no tengan un nombre que se identifique con su modo de ser. » (p.65).

 Nigromanta, una de sus aventuras de juventud, presta sus características a algunos personajes de sus obras con nombres más modestos. No tenemos ninguna dificultad en encontrar a sus personajes con los rasgos exuberantes de los modelos sacados directamente de la vida real de García Márquez. Su abuela (Tranquilina Iguarán) está en la actitud y gestos de Ursula Iguarán y su autoridad matriarcal. Es, efectivamente, el modelo de muchos de los personajes femeninos de García Márquez que Vargas Llosa ve como “un caso ejemplar de la mater familias, matriarca medieval, emperadora del hogar, hacendosa y enérgica, prolífica, de temible sentido común, insobornable ante la adversidad, que organiza férreamente la vida familiar a la que sirve de aglutinante y vértice”. El abuelo (el Coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía) tiene los rasgos y la personalidad del Coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad, que « promovió treinta y dos guerras y las perdió todas ». Como José Arcadio Buendía de Macondo, fue uno de los fundadores de Aracataca. También lo encontramos en el protagonista de El coronel no tiene quien le escriba ; como él, espera imperturbable la pensión de guerra prometida pero que nunca llega : « Desde que se promulgó la ley de pensiones de guerra llenó los requisitos para obtener la suya, y tanto él como su esposa y sus herederos más cercanos siguieron esperándola hasta la muerte. » (p.98).

Tampoco es difícil reconocer a sus padres (Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez) en los protagonistas de El amor en los tiempos del cólera, donde un joven telegrafista romántico se enamora locamente de una niña burguesa, le da serenatas desafiando la desaprobación de los padres y pone a toda prueba la esperanza de la realización de sus sueños : « Entre los argumentos fuertes contra Gabriel Eligio estaba su condición de hijo natural de una soltera que lo había tenido a la módica edad de catorce años por un tropiezo casual con un maestro de escuela. Se llamaba Argemira García Patermina, una blanca esbelta de espíritu libre, que tuvo otros cinco hijos y dos hijas de tres padres distintos con los que nunca se casó ni convivió bajo un mismo techo. » (p.64).

Los personajes femeninos de sus obras llevan la huella de las mujeres de su familia. De su madre dice : « …era el talento exquisito con que lograba disimular la tremenda fuerza de su carácter : un Leo perfecto. Esto le había permitido establecer un poder matriarcal cuyo dominio alcanzaba hasta los parientes más remotos en los lugares menos pensados, como un sistema planetario que ella manejaba desde su cocina, con voz tenue y sin parpadear apenas, mientras hervía la marmita de los fríjoles. » (p.14).

Los personajes más emblemáticos de su obra tampoco fueron sacados de su imaginación. Francisco el hombre es un personaje legendario de Colombia ; Amaranta Úrsula, quien muere virgen el día que terminó de coser su propia mortaja, es inspirada de Francisca, una tía de García Márquez, todavía más extravagante que el personaje de la novela, puesto que ella, la víspera de su muerte natural, había incluso llenado los formularios de su deceso y hecho las gestiones de su propio entierro. Remedios la bella tiene mucho de Margot, la hermana del escritor, a quien le gustaba comer tierra húmeda del jardín y cáscaras de cal de la pared de la casa, y un tanto de Ena, una tía paterna del novelista, célebre por su belleza y desaparecida joven sin ninguna explicación. Santiago Nasar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada, no es otro que Cayetano Gentile, amigo de la familia del escritor, un joven médico, bello y mujeriego, cuyos amores con la maestra de la escuela tomaron mal rumbo. La historia es sacada de un hecho real del pueblo de Sucre donde vivía entonces la familia de García Márquez. Siguiendo las leyes de los indios guajiros, los hermanos de la muchacha estaban obligados a vengar la deshonra. En cuanto al librero catalán, personaje muy importante de Cien años de soledad, es el retrato de un amigo muy querido del escritor y un maestro apreciado del Grupo de Barranquilla : « Eran escritores y artistas jóvenes que ejercían un cierto liderazgo en la vida cultural de la ciudad, de la mano del maestro catalán don Ramón Vinyes, dramaturgo y librero legendario, consagrado en la Enciclopedia Espasa desde 1924. » (p.128).

La hojarasca es la primera novela de Gabriel García Márquez, y el umbral de Cien años de soledad. En este texto los personajes empiezan a caminar, a situarse y a vestirse de su personalidad legendaria. En el bastidor de la escritura de esta obra el autor dice : « Eliminé un largo episodio de la protagonista que contemplaba desde el corredor de las begonias un aguacero de tres días, que más tarde convertí en el« Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo ». Eliminé un diálogo superfluo del abuelo con el coronel Aureliano Buendía poco antes de las matanzas de las bananeras, y unas treinta cuartillas que entorpecían de forma y de fondo la estructura unitaria de la novela. Casi veinte años después, cuando los creía olvidados, partes de esos fragmentos me ayudaron a sustentar nostalgias a lo largo y lo ancho de Cien años de soledad. » (p.490).

El paisaje de los relatos de García Márquez es principalmente la región colombiana del Caribe : « … a mis tres o cuatro años, en el curso de mi primer viaje a Barranquilla, el abuelo me había llevado de la mano a través de aquel yermo ardiente, caminando de prisa y sin decirme para qué, y de pronto nos encontramos frente a una vasta extensión de aguas verdes con eructos de espuma, donde flotaba todo un mundo de gallinas ahogadas. –Es el mar – me dijo. Desencantado, le pregunté qué había en la otra orilla, y él me contestó sin dudarlo : -Del otro lado no hay orilla. » (p.21).

Al referirse a su pueblo natal, en Vivir para contarla aparece palabra por palabra una frase capital de Cien años de soledad, sobre Macondo: « Lo recordaba como era : un lugar bueno para vivir, donde se conocía todo el mundo, a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por el lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos » (p.11). García Márquez nos revela el origen de Aracataca, cuyo nombre le viene de un río « ara » en lengua chimila, y « cataca » del jefe de la tribu, y agrega : « había nacido como un caserío chimila y entró en la historia con el pie izquierdo como un remoto corregimiento sin Dios ni Ley del municipio de Ciénaga, más envilecido que acaudalado por la fiebre del banano. » (p.53). Lo describe como un pueblo sencillo con casas de techo de cinc, y con la desgracia de encontrarse en plena zona bananera.

En efecto mucho antes de convertirse en el espacio mítico de sus relatos, Aracataca sale del anonimato con la masacre de los trabajadores de la compañía bananera estadounidense en 1928, el mismo año del nacimiento de Gabriel García Márquez. De esa forma, la gran historia nacional entra en la pequeña historia del escritor. Por su aislamiento, estos hechos hubiesen pasado desapercibidos en el resto del país si el candidato socialista (oficialmente liberal) Jorge Eliécer Gaitán no lo hubiera condenado en sus discursos después de investigar él mismo los pormenores del conflicto, y antes de ser también asesinado el 9 de abril de 1948. Pero este episodio de la historia de Colombia hubiese sido ignorado en el resto del mundo si el novelista no lo hubiese hecho conocer en sus obras.

Todos los recuerdos de infancia asaltan al escritor el día que regresa con su madre a vender la casa de los abuelos. En realidad, tanto la historia grande como la pequeña hacen irrupción en Aracataca al mismo tiempo : « La familia había llegado a Aracataca diecisiete años antes de mi nacimiento, cuando empezaban las trapisondas de la United Fruit Company para hacerse con el monopolio del banano. » (p.49). García Márquez decide entonces escribir la historia de su familia y su medio trágico : «  No había una puerta, una grieta de un muro, un rastro humano que no tuviera dentro de mí una resonancia sobrenatural. » (p.31). La novela debía llamarse La Casa, pero : « El título me saltó a la cara, como el más desdeñoso y a la vez compasivo con que mi abuela, en sus rezagos de aristócrata, bautizó a la marabunta de la United Fruit Company : La hojarasca. » (p.440). Sin embargo, reflexionó muchísimo sobre el nombre que debía darle al pueblo cuando, sin saber el peso mítico que esa palabra contenía, Macondo se le apareció como una revelación a la entrada de una finca bananera.

Lejos de ser un paraíso, Aracataca era también cuna de todos los males, como la plaga de langostas que lo devastó al comienzo : « Se oían pasar como un viento de piedras », contaba la madre al escritor. Toda la población se encerró aterrorizada en sus habitaciones y la plaga sólo fue vencida con ritos mágicos. En cualquier momento se desencadenaban huracanes que levantaban los techos de las casas y se atacaban a los platanales dejando al pueblo cubierto « de un polvo astral ». En verano, las sequías terribles acababan con el ganado ; y en invierno caían « unos aguaceros universales que dejaban las calles convertidas en ríos revueltos ». Los ingenieros estadounidenses navegaban en barcos de caucho « por entre colchones ahogados y vacas muertas ». Como si fuera poco, la United Fruit Company había cambiado el curso de las aguas creando un desorden que con el diluvio, uno de los ríos extraviados desenterró los muertos del cementerio. Pero la más siniestra de las plagas, dice el autor, era la de los humanos : « un tren que parecía de juguete arrojó en sus arenas abrasantes una hojarasca de aventureros de todo el mundo que se tomaron a mano armada el poder de la calle » (p.54). Y no es para menos, porque la violencia era moneda corriente en ese entorno, con todas las características del real maravilloso, con matanzas frecuentes y arreglos de cuentas : « Una tarde cualquiera, oímos gritos en la calle y vimos pasar un hombre sin cabeza montado en un burro. » (p.54).

El río Magdalena, principal medio de comunicación con el interior del país, no hace sino aumentar la magia de este paisaje exuberante : « ... los caimanes tumbados con las fauces abiertas a la espera de las mariposas incautas, las bandadas de garzas que alzaban el vuelo por el susto de la estela del buque, el averío de patos de las ciénagas interiores, los manatíes que cantaban en los playones mientras amamantaban a sus crías. Durante todo el viaje uno despertaba al amanecer aturdido por la bullaranga de los micos y las cotorras... » (p.212). Es la misma descripción del paisaje en El amor en los tiempos del cólera cuando los protagonistas Florentino Ariza y Fermina Daza hacen el viaje de enamorados por el río Magdalena, sin ir a ninguna parte si no es hacia la evidencia del amor: « ... los caimanes se hacían los muertos con las fauces abiertas durante horas y horas en los barrancos de la orilla para sorprender a las mariposas, los loros con sus algarabías y los micos con sus gritos de locos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas, los manatíes de grandes tetas de madres que amamantaban a sus crías y lloraban con voces de mujer desolada... » (p.479)

La historia política y social de Colombia es desde luego indisociable de la de García Márquez. Las alusiones a la vieja rivalidad entre los dos partidos políticos son numerosas, y la evolución política del escritor se nota a través del tiempo en sus obras. Comienza por decir que:  « Los conservadores habían gobernado el país desde la independencia de España...». Desde niño oía hablar de los partidos políticos con referencias liberales y poco a poco se va haciendo su propia opinión de la realidad, con la evidencia que : « los liberales se hacían cada vez más conservadores ». La fascinación de García Márquez y de los jóvenes intelectuales de su generación por Jorge Eliécer Gaitán reposaba en que éste tenía otra clase de discurso, dando muestras de un posible cambio : « no habló de liberales y conservadores, o de explotadores y explotados, como todo el mundo, sino de pobres y oligarcas » (p.250). García Márquez participa, como  otros muchos estudiantes, en las manifestaciones surgidas a raíz del asesinato de Gaitán que provocó el “bogotazo ».

Y, por fin, García Márquez sufrió en carne propia la censura como periodista de El espectador. La publicación de Historia de un naufragio(1955) sobre un hecho sucio que implicaba personalidades del poder, estuvo amenazado de muerte varias veces por haber revelado la verdad, y desde entonces fue enviado durante algún tiempo a Europa. Estuvo en Ginebra,  Roma, donde cubre la información de la enfermedad del papa Pío XII, y se matricula en el “Centro Sperimentale de Cinematografía”, y finalmente  llega a París, donde recibe la noticia de la clausura de El Espectador y un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, más que nunca decidido a ser escritor, se queda en París a pesar de las dificultades económicas : « Estuve viviendo durante cuatro años de milagros cotidianos”, y en esas condiciones escribe El coronel no tiene quien le escriba (1958) y La mala hora  (1961).

Otra vez, durante el lanzamiento de la novela Crónica de una muerte anunciada (1981), escrita sobre unos hechos reales de su juventud en Sucre, el gobierno conservador lo acusa de financiar al grupo guerrillero M-19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le conceden el Premio Nobel de literatura. 

Con este hecho ya no pasará nunca desapercibido, y se convierte en el más colombiano de los escritores y en el más universal de los visionarios de la literatura capaz de encontrar una identificación en sus lectores de todo el mundo. Así, su desaparición nos deja en la soledad, pero ante la evidencia de sus obras.

 

 Nota Biográfica : 

Poeta y ensayista, Luisa Ballesteros Rosas vive en Paris donde obtuvo el Doctorado de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de la Sorbonne - Paris IV. Actualmente es Profesora de Literatura y Civilización de América Latina en la Universidad de Cergy-Pontoise.

Es autora de La escritora en la sociedad latinoamericana (1997 ), La femme écrivain dans la société latino-américaine (1994) y los poemarios bilingües : Pluma de colibrí (1997), Memoria del olvido (2001), Diamante de la noche (2003), Pies de sombra (obra poética, 2007) et Al otro lado del sueño (2011).

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