Homenaje a Antonio Nariño : ¡ASI MISMITO ES!: EL FIN DE LAS CIUDADES DE BARRO Y PIEDRA
¡ASI MISMITO ES!: EL FIN DE LAS CIUDADES DE BARRO Y PIEDRA
Por: Carlos Villarreal Moreno
Dice el maestro Daniel F. Rubín de la Borbolla, Museógrafo Mexicano:
“Para mí la cultura es aquello que la naturaleza no le dio a un ser viviente y este tuvo que crear para sobrevivir. Cuando ese ser cogió un palo para defenderse, cuando ese ser le hizo punta para manejar mejor ese palo. Cuando la mujer, o esa hembra, busco un refugio para poder dar a luz y proteger a un ser viviente que hasta en la actualidad no ha podido ser capaz en los primeros cinco años de sobrevivir por sí solo, esa mujer comenzó a crear cultura. Mi tesis es que el 99% de la cultura la ha inventado la mujer, porque la mujer es la responsable de la cohesión familiar de los seres que ella da a luz. Les tiene que proteger, les tiene que dar de comer y les tiene que dar abrigo, les tiene que hacer que se curen como pueda, tiene que aprender cuál es la planta que sirve para curar y cuál es la planta que sirve para comer. Y es la mujer la que sabe que no puede coger con las dos manos el agua que va a guardar para llevársela a un hijo que está metido en una cueva, y si no encuentra una cáscara dura de un fruto que le sirva de cuenco o vasija, pues tiene que inventar algo. Ese algo es la cestería o es la cerámica.”
Debo este día confesar a Ustedes que: Cuando niño aprendí de la narración de cuentos, que generalmente empezaban (...) Había una vez, en un lugar lejano (...) y continuaba la trama y urdimbre de la narración, es decir el tejido del cuento.
Había una vez, es el momento de corte, como un principio acabado, porque implica suponer que existen una serie de relaciones, situaciones y definiciones preexistentes, condensadas en una larga y corta historia “había una vez”.
Muy probablemente, este inicio tiene implícita la concepción y ejercicio de memoria en la acción de comunicar y educar. Los adultos ya no usan este término para empezar a narrar, como una característica muy propia de la formación impartida por la educación, quizá el cuento sea ahora, sinónimo de proyecto y para hacer más complejo el acto de memoria cambió él “había una vez” por el de “antecedentes”, con esto nos ahorramos el tiempo y el espacio, en un intento por desconocer los ritmos y pulsaciones de la historia de las comunidades, pueblos, historias de vidas (historias debidas).
Narrar un cuento, puede ser el ejercicio más sencillo de hacer memoria y comunicación, que son quizás, dos de las ceremonias y ritos que ha perdido Colombia. Con seguridad, la perdida de ritualización de nuestros actos cotidianos sea una de las explicaciones del momento que vivimos en el país, la velocidad con que intentamos alcanzar las metas que imparten los dictados del nuevo orden, han forzado a olvidar desde la memoria, los actos de ceremonia y ritual de los acontecimientos aparentemente más insignificantes de nuestra existencia.
Recordamos los hechos de nuestro nacimiento, la parroquia de bautismo o la notaría de registro solo cuando una institución lo solicita, recordamos la edad, solo cuando nos reunimos con familiares y amigos o recordamos el cumpleaños y esto, sí acaso. Eventualmente nos preguntamos por qué tenemos el nombre que llevamos y sí acaso una o dos generaciones de ancestros o el lugar de procedencia, los primeros juegos o el primer día de clase en la escuela.
En el imaginario colectivo suceden cosas semejantes, se olvidan algunos o varios hechos, porque las circunstancias lo obligan, evocarlos más tarde a veces provoca nostalgia y nada más. Pero, con ser la memoria una construcción permanente, que nos hace seres identitarios e identificables, se sugiere que la memoria a decir del coterráneo filósofo Silvio Sánchez Fajardo: “la memoria es el manto fértil que nos cubre”, como un llamado a no desconocer que somos por algo, por alguien, por algunas cosas ocurridas que hacen parte del cuento por narrar.
Revisando algunos textos de enseñanza juvenil, encontré algunas ilustraciones en el libro de sociales, en el cual una imagen ilustra y evoca un pelotón de fusilamiento y un grupo de condenados cubiertos los rostros esperando la orden de “fuego”, más adelante otra ilustración describe la imagen de un prócer de pie ante el cuerpo exhausto de un combatiente herido o quizá el cadáver de un soldado de la guerra. Cuando sé esta en medio de la Guerra, la imagen sobrecoge cuando menos, por no decir horroriza, son imágenes de memoria que subyacen en el recuerdo de actos heroicos fundacionales de un proyecto de organización social, solo comparable con el horror que puede despertar las ilustraciones del lobo descuartizado por el leñador para sacar de sus entrañas a la tierna abuelita en el pasaje de caperucita de algún color.
Evocar o hacer memoria tiene el desafío de despertar viejos fantasmas, sin embargo se ha dicho: “enseñar es perder poder y ganar en afecto”, otra lectura que nos permite hacer uso del olvido, para evitar la confrontación directa con la memoria. Este es uno de los rituales que también se ha perdido en Colombia, la posibilidad de hacer varias lecturas de un mismo cuento y la opción de cambiar el final del mismo.
Sostiene William Ospina en el texto Colombia en el Planeta: Relato de un país que perdió la memoria “Las numerosas guerras civiles del siglo XIX, las dos grandes guerras de la primera mitad del siglo XX y la guerra actual, en la que se cruzan los conflictos de la diversidad y el asedio al territorio, han tenido como efecto común, el cortar sin tregua para los colombianos los hilos de la memoria. La leyenda de la casa perdida vuelve sin cesar en nuestras canciones, en nuestras novelas, en nuestros poemas. La Casa, iba a ser el nombre original de Cien Años de Soledad. Ese Paraíso en el que transcurre La María de Jorge Isaacs. Esa Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio, esa turbulenta Mansión de la Araucaima de Álvaro Mutis, esa idílica Morada al Sur de Aurelio Arturo, lo mismo que esas casa del cine colombiano contemporáneo, la edificación amenazada de La Estrategia del Caracol, la casa en ruinas de la Vendedora de Rosas, se exaltan también en un símbolo de las raíces cortadas, del desarraigo y de una amorosa patria perdida”. Por lo dicho anteriormente recuerdo las antiguas y hermosas casonas del sector céntrico de la carrera 27 de San Juan de Pasto, la bella ciudad ancestral en la frontera colombo ecuatoriana, en una esquina de Suramérica tras el modernizante proceso del Plan de Movilidad.
Es urgente interrogar al fantasma de la violencia que nos hace perder la memoria, que nos corta los hilos de los ancestros y desconoce los países de Colombia que nos invitó a soñar Aurelio Arturo, sobre los motivos por los cuales los colombianos y los habitantes de la región y la localidad estamos cambiando de Casa permanentemente en los últimos años con mayor insistencia en los movimientos migracionales y en situación de desplazamiento, en las reformas a los modelos, en los derrumbamientos de los muros. Quizá los crímenes de ciudad obliguen a reflexionar sobre el pasado que es presente. Este es el reto que plantean estas paredes, piedras, ladrillos y maderas que nos rodean en este instante, preservar el patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad, para interlocutar con el mundo. “Sólo de una lectura lúcida de lo que somos y tenemos puede salir un orden institucional y social que sirva para administrar esta realidad y para resolver sus problemas” (William Ospina. 2001. Op. Cit.). Hace algunas horas respondía un correo a un amigo sobre el tema de las ciudades suramericanas, en medio de la globalizante modernidad y tenía la oportunidad de decirle:
Amigo Juan, cierto...lo que dice es cierto, como en el ensayo sobre La Ceguera de Saramago..., el hombre se quedó ciego pero cosa rara, no percibía la negrura de la oscuridad, sino una extraña blancura como destello de luz o como un muro lechoso!!!!, es cierto que el ciego vio, como la ciudad se desvanecía, todo empezó cuando se "rajó" el campanario de San Juan el Bautista, el templo católico que en otrora fue sinagoga, luego empezó a desvanecerse la carrera 27, con sus casonas que vieron pasar las carrozas el 6 de enero, y cantar canciones de angustia a los enamorados parranderos en trance de serenatear, vio circular jubilados midiendo las cuadras de nororiente a suroccidente, luego... el ciego vio morir al último de los hijos del Maestro Zambrano, al padre del arquitecto, a María la mujer que hacia historia con papeles de archivo. Supo esta ciudad en ruinas, que un vecino murió de paro cardiaco después de una prolongada farra de viernes para pasar a sábado... y el ciego oyó decir de un juez, que cerró un templo porque otro arquitecto vaticinó el fin de los tiempos y la bóveda del templo se rasgó en una grieta, porque el Santo Juan Pablo, ya no sería santo, por culpa de un “cabalieri,” mujeriego, borrachín, seductor de niñas menores de edad, pertenecientes a múltiples razas de los pueblos del mundo, porque el Coronel Gadafi, después de ser revolucionario, hizo dar a luz un hijo a una mujer venida del desierto, el cual nació demente y disparaba a su propio pueblo, supuestamente estaba ciego. Ahora amigo Juan, la Casa Consistorial donde se reúne el Concejo Municipal de la ciudad también amenaza ruina, dicen que son los suelos los que están fallando en la ciudad, yo a veces creo que se están cayendo las instituciones, que es tiempo de abandonar la ciudad, porque las maldiciones del fin de los tiempos de acercan, la ciudad esta ciega, su ciudad que también fue hasta hace poco mi ciudad, ya no es la cuna de escritores, de pintores, de poetas, de mujeres bellas, de matronas inteligentes, de hombres valientes de gentes trabajadoras, mi ciudad que fue también su ciudad, ve sus paisajes tras una cortina blanquecina lechosa, sin autoridades, sin gobierno, sin gente culta que la defienda, sin las cuatro órdenes religiosas decimonónicas que la defiendan, sucumbe ahora bajo el retorno de los cascos del generalísimo de aquellos tiempos escoltado por el batallón rifles, disparando desde máquinas gigantescas color amarillo encendido, como la tez del cabalieri... esto es peor que un tsunami del pacifico: la incuria, la mentira, los silencios, la violencia, la indiferencia corren viscosas entre las calles de Pasto..., en alguna esquina de la ciudad, un nativo de los de antes, dirá sonriendo con cierta picardía... ¡elay la mapa señora!!!, haciendo referencia a nuestra ciudad, a lo que queda de ciudad, a esa ciudad que le cantaron hombres de bien y la poblaron mujeres cuajadas, de follón de colores y pañolón de reata, con una rosa roja entre sus trenzas, a esta ciudad, amigo Juan, si no estoy mal y mi ceguera no me engaña, le falta un Agualongo que se niegue a estar ciego, y ordene a los fusileros que lo van a incriminar, que le quiten la venda de los ojos, para ver de frente a los valientes que dispararan al hombre que vivió con la libertad, ...que le quiten la venda para verlos a los ojos y gritar ...Viva el mejor alcalde el rey!!, bámbaros y guarichas!!!..., también oí decir al ciego de ferroconcrerto de las Lajas, que "vide de lejos entre las montañas del sur, aparecer una ciudad que ahora es camposanto... un abrazo desde mi provocada ceguera,”
A propósito de las culturas y las memorias locales y regionales, cabe recordar lo relativo a uno de los componentes del patrimonio cultural mueble –como diría la UNESCO-, el patrimonio documental de los pueblos, los archivos institucionales, esos documentos que reposan en cuartos olvidados y en muy pocos casos ostentan el nombre de archivos históricos, al igual que los demás patrimonios culturales, este también es afectado de amnesia. Es aceptado, que la comunicación e información son aspectos inherentes al hombre, desde su aparición sobre la corteza terrestre –según dicen- hace dos millones de años, así los registros y testimonios del quehacer cotidiano, se han acumulado para saber sobre los orígenes de la especie y comprender nuestra presencia como actores, protagonistas de procesos, somos seres sociales y hacedores de historia.
Los últimos 25.000 años, en el suroccidente colombiano, certifican la contribución de las sociedades de pastores y agricultores formando comunidades organizadas, con capacidad de administrarse. En los últimos 500 años la irrupción de la escritura castellana y el soporte de papel, permiten comprender la formación de un nuevo modelo de administración, en sus formas de acción llamadas: Administración Pública, Privada y los organismos no-gubernamentales.
El papel de fibra vegetal, constituye para la historia moderna uno de los soportes destacados. Un largo proceso se dio en todas las culturas ancestrales desde la aparición de la escritura, los soportes y las tintas. En el Siglo XIII, el reemplazo del pergamino por el papel conmociona al mundo occidental de la época, a finales del Siglo XV irrumpe en América, desde entonces y solo en los últimos 50 años, visoramos la sustitución del papel por los soportes magnéticos, óptico, láser, DVD, Disco Compacto, USB, memoria stick y demás artifugios del consumo.
Coetáneo a este proceso de desarrollo del soporte de información, el desenvolvimiento de los pueblos, los grupos humanos y las personas; han guardado sus testimonios escritos, como constancia de un quehacer y una experiencia acumulada a través del tiempo, conformando los repositorios documentales conocidos como los ARCHIVOS. El Patrimonio documental de Colombia y sus regiones debería ser objeto de protección por razones de ética pública, patrimonio cultural, herencia vital y por la legislación vigente de obligatoria observancia.
En Colombia, al igual que los pueblos del mundo, se conformaron importantes repositorios de información documental procedentes de la gestión administrativa pública o privada. Sin embargo, pese a todo el esfuerzo propiciado por algunos investigadores, historiadores e intelectuales, Ong’s y algunos sectores del gobierno, el estado situacional de los archivos institucionales en Colombia demuestra abandono y trato inadecuado, con especial énfasis el caso de los archivos regionales y locales, que si bien es cierto, cabe reconocer, las experiencias valiosas desarrolladas en los Departamentos de Antioquia, Santander, Boyacá, Magdalena, Cauca, Nariño, Atlántico y la labor del Archivo General de la Nación; se puede verificar como los archivos regionales institucionales, afrontan la más seria crisis de indiferencia, abandono administrativo y detrimento por razones de orden público.
En la mayoría de ocasiones los archivos institucionales se pierden por la acción de los servidores públicos en ejercicio de la corrupción, en otros por la simple omisión como resultado de la ignorancia. Los diagnósticos sobre el estado del Patrimonio Documental Colombiano, han identificado de manera precisa el problema; con especial claridad, en los últimos 30 años: el 75% de los archivos institucionales colombianos no poseen una sede propia, el personal destinado para tales funciones no es idóneo, la asignación presupuestaria cuando no existe es inadecuada; la dotación de suministros y materiales es inexistente, la normalización de procedimientos administrativos inexistente o impracticable y la investigación científica en Colombia ocupa los niveles más bajos de desarrollo en Latinoamérica.
La antigua ciudad de San Juan de Pasto, Capital del Municipio de Pasto, tiene información contenida en petroglifo, pictógrafo y cerámica con dataciones de 3.000 a de e., tiene además documentos en soporte de papel procedentes del año 1562 en el archivo notarial, 1587 en el Archivo Histórico de Pasto, 1640 en el Archivo de la Diócesis, 1890 en archivos judiciales y, en cada uno de los 64 municipios del Departamento de Nariño existe un importante volumen documental a la espera de las investigaciones históricas, sociales y técnicas que fortalezcan la memoria colectiva regional y local.
En cada uno de los municipios y localidades de los Departamentos Colombianos, poseemos en los archivos y la información, una fortaleza cultural incalculable, que se debería emplear en el conocimiento de la diversidad cultural, la vida cotidiana de las comunidades, los municipios y los procesos culturales locales, la formación de escuelas de pensamiento, la valoración de las dimensiones económica, social, infraestructura y política desde lo cultural, la recuperación de un espíritu colectivo para la construcción de lo público con las experiencias comunitarias, que pueden ser necesarias inexorablemente en la construcción de los planes de ordenamiento territorial y las Regiones Administrativa de Planeación RAP o en ejercicios de comprensión autonómica del territorio sur colombiano.
El trabajo conjunto de las instituciones, organismos, gestores y actores culturales facilitarían la labor de recuperación, defensa y uso de los testimonios escritos. Cumplida esta meta de inventario y recuperación de los archivos institucionales regionales y locales; la investigación científica en Colombia y la región, deberá cumplir un propósito común, la democratización de la información, el desarrollo de las ciencias sociales y la cultura.
Es lamentable, por la urgencia con que vivimos en Colombia, no permita una reflexión más detenida y profunda sobre algo tan importante como el tema de la información, los archivos y el conocimiento, pero desde otro punto de vista, entre los aspectos afortunados que ocurren en nuestro país, merece mencionarse por su relevancia, los estudios sobre territorialidad y región que se vienen adelantando, considerando la oportunidad de una reflexión colectiva sobre los antecedentes de formación del territorio, aparición de instituciones y la construcción de culturas y memoria local regional. De alguna manera la comunidad científica y la comunidad en general empiezan a interesarse y hacer de los archivos un elemento fundamental en las investigaciones sociales, la transformación de la sociedad, el respeto por las identidades, las etnias y los procesos que han impulsado, salvando obstáculos, los habitantes de la localidad y la región.
¿Acaso los colombianos nos hemos preguntado en los últimos días sobre el estado de los archivos: judiciales, notariales, departamentales, municipales, parroquiales, corregimentales, empresas públicas de servicios, los archivos de las Altas Cortes de Justicia, Fiscalías, Contralorías, Defensoría del Pueblo, Procuraduría, Universidades, oficinas de planeación, fomento de educación superior, colegios, gremios, sindicatos, medios de comunicación, hospitales, grupos cívicos, asociaciones particulares y demás instituciones y entidades públicas y privadas existentes en el país?. ¿Acaso nos hemos preocupado por indagar porqué no opera en Colombia el régimen legal contenido en unos cuantos miles de normas vigentes desde principios del Siglo XX?. ¿O porqué el país sufre la grave enfermedad de amnesia colectiva?.
Es muy posible olvidar las palabras dichas al viento y las vibraciones emotivas que cause alguna frase, pero ya no será posible, la cultura nos anima a recordar los fracasos de otros intentos: porqué desaparece la ciudad de barro y piedra? ¿dónde están las piezas del museo arqueológico del Banco Popular de Pasto?, ¿Cuál fue el destino final de las piezas arqueológicas de Miraflores en Pupiales, Dónde están las piezas de cerámica prehispánica que yacen bajo la piel de esta tierra que nos acoge, ¿ quien se encarga de los pictógrafos y petroglifos que circundan el Valle de Atríz?, ¿y los testimonios documentales institucionales del Departamento de Nariño y sus localidades?, ¿ y las historias y cuentos de Abuelas y Abuelos?, ¿Y todos aquellos objetos que fueron los elementos cotidianos en nuestras casas?. ¿Porqué se vende al mejor postor, porque se venden las bibliotecas?. Porque se queman los archivos en las plazas públicas de las localidades nariñenses o sucumben ante el demoledor atentado de una bomba?, ¿Quien se encarga de investigar con la fuente documental?. ¿Por qué nos queremos olvidar de lo que somos?, ¿Existe algún culpable o responsable o somos todos víctimas de la amnesia colectiva. ¿Por qué existen tantas leyes y tantas autoridades en Colombia para la defensa y protección del patrimonio cultural de la región y la nación, de los niños, las mujeres?. ¿Y sin embargo se siguen violentando?,. ¿Cuál puede ser el efecto decidido de una acción popularpara la protección del patrimonio cultural regional, ¿cuál es la jurisdicción idónea para asumir un compromiso vital de protección y desarrollo del patrimonio cultural en Colombia y sus regiones?, ¿acaso la Corte Internacional debe intervenir en el caso colombiano?.
¡Los libros, los simposios, el aula, el paraninfo, el auditorio, el museo, las calles, la ciudad, el centro cultural, los medios de comunicación, los días de conmemoración, los calendarios y las historias, se tienen para hacer preguntas! Así mismito es.
San Juan de Pasto, Nariño – Colombia.
Tercera luna 2013
Nota biográfica:
CARLOS ALFREDO VILLARREAL MORENO. Nacido en San Juan de Pasto, Departamento de Nariño, Colombia. Abogado, especialista en Derecho Administrativo, magister en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Diplomado en Administración Documental Convenio OEA-AECI- Ministerio de Cultura. Madrid - España. Docente Universitario. Investigador en ciencias sociales, miembro de la Fundación para la Investigación Científica y el Desarrollo Cultural de Nariño FINCIC, dirigió el Archivo Histórico de Pasto. Asesor y consultor nacional e internacional en proyectos de información y fuentes documentales, escritor, ensayista, ha publicado diversos textos sobre información documental, historia y cultura. Coordinador General de la Agenda Prospectiva de Ciencia y Tecnología del Departamento de Nariño 2004 y del Proyecto Currículo Pertinente para un Modelo Alternativo de Desarrollo 2005-2006. Asesor del Plan Estratégico de Ciencia Tecnología e Innovación de Nariño 2012.