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* CHEMIN SCABREUX

 "Le chemin est un peu scabreux

    quoiqu'il paraisse assez beau" 

                                        Voltaire 

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Publié par VERICUETOS

 

El testamento de la tormenta, Madrid, Huerga & Fierro, 1997

 Cap. XXVI & Epílogo

por Mario Wong,

in memorian G.G.M.(*)

 

 

Volviste a ver Teorema, el film de Pasoline. El hombre solo, gritando de dolor, en el desierto bíblico (también el estado místico de la sirvienta, que se ha enterrado, aún con vida; sus lágrimas corriendo, incontenibles, fecundando la tierra).

 

     ¿Cómo se puede haber resistido a tanta muerte, a tanta violencia y desolación durante tantos años? Sería de juntar toda la basura, y así se formarían cúmulos interminables, cerros inmensos, que tendríamos que quemar, como las gentes humildes queman, en las calles de los pueblos del Perú, muñecos hechos de trapos ya usados, junto a otros objetos, con sus máscaras carnavalescas, vengándose frente a lo real, invirtiendo los tiempos de la masacre, de la historia, y al fin del año que termina, del año viejo que acaba, para sembrar y cosechar, nuevamente, no con la cruz hecha del árbol cortado al tajo, ni menos con la espada y los arcángeles flamígeros, matadores de indios, para retornar al centro imantado del frágil equilibrio que dibuja el universo, allá donde se puede mirar, otra vez, la cruz del sur, la cruz cuadrada, granítica, gramática de otra geografía que cubre el espacio; ahí se encuentran Tiahuanaco, Machu-Picchu, Paititi, Nazca, Paramonga, Paracas, la Isla de Pascuas, etc. Renovación del tiempo, después de tanta derrota, de tanto sufrimiento, siguiendo los grupos de danzantes por las calles del pueblo de Puquio, hijos de los paganos que habitaron estas tierras, la iglesia a puertas cerradas, extraña síntesis, después de tanta miseria, de tanto dolor, de ese tiempo de espanto que no tiene cuando acabar, de tantas promesas, de tantos engaños y de tantos torturados y desaparecidos, de tanto silencio cómplice, y de tantos y tantos muertos.

 

     Tendríamos que llorar, entonces, y ¿nuestras lágrimas serían interminables? Llorar porque el amor nos abisma y ¡nos hace sentir todo el dolor del mundo! ¿Cómo expresarlo? Dolor visceral, dolor que surge de una desgarradura, dolor, ante ¡el cual no queda sino caer de rodillas! Dolor por todos los muertos, por los desaparecidos, por los que han sufrido tortura, por la gente que sobrevive en estos tiempos de desastre y, también, por aquellos que deambulan, extraviados por las plazas y calles. Dolor de los mak’tillos por el Misitu en Yawar Fiesta (dolor, también por la tierra, por las plantas y los animalitos; también por las moscas y las arañitas). Go, said the bird, for the leaves were full of children… (T.S. Eliot). Dolor vallejiano, subterráneo y lascerante, en España aparta de mí este caliz; solidario y cósmico, en Poemas Humanos; dolor insoportable, hasta conducirlo a la muerte, de Neruda en Isla Negra, cuando supo por la radio del golpe fascista y del asesinato de Allende, y el llanto ahogado, de impotencia, de la gente que desfilaba en sus funerales, por las calles de Santiago bañadas en sangre. Dolor por los niños asesinados, por escuadrones de la muerte, en las calles de Cali, Medellín, Río o Sao Paulo, y  también por aquellos niños que le pedían, en una canción, a Reagan, ¡que no continuase enviando más ayuda mala a El Salvador!

 

     (…) En la noche hirviente, partes al asalto de los estuarios, buscando las mesuras estelares, no para saber, sino para que, en la inconmesurabilidad del cosmos, lo que fluye y converge, sea lo que es y no lo que se dice; cuando el tiempo ya no te inscribe y no existen palabras calmas, a los embates de la serpiente, y en las semánticas aleatorias, irrumpe la palabra desatinada, la palabra que persigue, por sí misma, la migración del verbo, para que lo que es sea, no dentro de la lógica binaria de lo innecesario, sino que sumergido en la corriente del deseo, tocas las cosas sin preguntar su nombre, en la pura pasión que te arrastra, sin esos muros del bien y el mal que puedan detenerte, inevitable metáfora, anillo de Moebius, floraciones, légamos, campos magnéticos, aguas metálicas; palabra desatinada, ¡desarraigada! Asciendes a la cima y miras el vacío; ciudades bombardeadas, cadáveres esparcidos. ¿Qué oculta la noche? ¿Quién hablaba? No era una profecía, lectura del alfabeto sideral, de las múltiples serpientes al asalto de los ríos europeos, de los presagios y esperanzas, de las auscultaciones y el pavor primordial, de todo el horror del mundo, de la bóveda celeste, llena de ojos y pulsos, y la danza y el sacrificio, para que los malos augurios no se cumplan y continuemos nadando en el río de la vida. En la exploración de los nuevos territorios, de la única realidad que nos importa, realidad de lo imposible, te introduces en el laberinto de los signos, ¡previsto de otra cartografía que te impide perderte!

 

 

(*) Los textos que siguen han sido ensamblados para un homenaje próximo a G.G. M: Performance, de Alfonso Diaz Uribe con Laura Buenrostro, « La Montaña de Nativo-América para Gabo y Colombia » (Châtillon-Espace Alies Guinard, dimache 8 Juin 1914).

  

                                                                                                                         Mario Wong

 

                                                                                         París-Montmartre, 3 de junio del 2014.

 

 

***

 

 Una mosca cansada que…

 

« Il poursuivit la mouche d’un regard haineux -si tu chies encore sur la feuille, je t’écrase- pensa-t-il tandis qu’il essayait de se concentrer sur sa lecture. »

Rudy Gerdanc

 

In memoriam R.B.

 

Me encontraba en la biblioteca del Centre Georges Pompidou, en la sección de Actualité Littéraire; detrás de mi asiento se hallaban los nuevos libros y C.D.s sobre la beat generation: What’s up? Femmes poètes de la beat Gen.; W. Burroughs-B. Gysin, Œuvre Croisée; On the road; The Subterraneans, Visions of Cody; Dharma; Colloque de Tanger; Nova Express; Blind Poet, La chute de l’Amérique; Howl; Jack Kerouac- Steve Allen, Poetry for the beat generation; Beat literature. La révolution hallucinée; Beat Hotel…

La mosca se hallaba bajo la tabla circular negra, no más alta que mis rodillas; delante mío, arrastrándose sobre  la alfombra granate -cerca a la base metálica (circular también, aunque más pequeña)-, como si el calor que hacía, ese atardecer (eran casi las 7:30 pm; el sol penetraba fuerte, a través de las estructuras en vidrio y metal, en esa parte de la biblioteca; automaticamente descendieron las persianas de filamentos) la hubiese atontado. La vi elevarse unos centimetros al ras del suelo; era una mosca « vieja », gorda, podía ver sus pelillos negruzcos bajo su trompa, sus patas delanteras apenas se movían. La observé durante varios minutos (en un instante hasta pensé aplastarla, con el lomo grueso del libro, en pasta negra y roja, que leía, Bolaño Salvaje (Barcelona, Ed. Candaya, 2008).

No era una mosca ágil, que volase en círculos alocados, como en uno de los relatos de Hamsun, de su libro Esclaves de l’amour, que leí ya hace varios años; una mosca joven, que jodiese al narrador, escritor, encerrado en su habitación. Me vino a la memoria el cuento corto de un amigo argentino (también sobre une mouche) que no veía hace tiempo y, en esos instantes, no recordaba su nombre.

Comencé a hojear Les Astres Noirs de Roberto Bolaño (Presses Univ. de Bordeaux, 2007). Veía ahora la mosca reposándose sobre el filo del respaldar de una silla color naranja; agitaba sus patas delanteras acariciándose la trompa. Alcancé a leer algo, de este último libro que trata sobre le soleil noir (Kristeva), la melancolía, en la obra del escritor chileno: … « impossible de ne pas ranger à la lexie « la fièvre de la technique », la fiebre de la técnica. Que dire alors du faucon « Ta gueule », qui égorge des estorninos, dont le sang évoque chez le narrateur « el rojo de los crepúsculos que uno ve desde las ventanillas de un avión, o el rojo de los amaneceres, cuando… » (Raphël Estève, « Jünger et la Téchnique dans Nocturno de Chile », p. 150). Paré de leer y me dije: « Que dire d’une « Vieille Mouche » qui n’emmerde plus (en todo caso, pas comme les jeunes mouches en fleurs!) ? »

Seguí observando la mosca, que ahora agitaba, a penas, sus sucias alas, mientras con su trompilla peluda absorvía no sé que místicas substancias u otros restos de menjunjes metafísicos (o de « chaudrons des sorcières », acaso de las brujas de  Auschwitz), que se habrían inpregnado sobre el filo del respaldar. ¿Qué me evocaba esta « Vieja Mosca », putain de mouche !, esclava de amores perdidos, aferrándose a la vida en estos largos atardeceres parisinos? Conflagraciones crepusculares, apocalípticas, en sus tonos naranjas, rojizos y violaceos, a lo largo del Sena (cerca al Palais de la Découverte): O, cómo el negro vibrante de alas de mosca!…, del « Soneto de las Vocales », de Rimbaud.

Eran las 9:30 pm y anunciaba, una voz femenina, que la biblioteca iba a cerrar; que sólo quedaban 15 minutos de lectura (o para hacer fotocopias); que c’est strictement interdit de sortir avec des livres ou autres publications… « Ta gueule, salope ! » Sigo mirando, como hipnotizado, la vieille grosse mouche moirée; subitamente me acuerdo de una mujer que se vestía de encaje negro, un pequeño sombrero, o ¿era boína (cubierta por una redecilla color gris-azulado)? , tenía los ojos globulosos color verde, amarillentos (¡mismo vómito bilioso!) , los disimulaba con unos espejuelos redondos, metálicos, pañoleta de seda al cuello, rosada, grandes senos, caderas anchas como las de una de las hijas de Leucipo, del famoso cuadro del rapto (o eran como las de « L’Origine du Monde », et/ ou de la même mère Nature !),  con cartera y zapatos rojos, caminaba  balanceándose por la rue du faubourg de Saint Denis; ya  me siento fastidiado, hastiado, de tanta y tanta persistencia en querer continuar à baiser et à baiser, et… , in voluptate mors ! Cojo el libro de tapa roja y negra, y aplasto la mosca sobre el filo del respaldar, un poco antes de partir.

 

 

Mario Wong, escritor peruano

 

París-Beaubourg, 5 de Junio del 2014.

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