Homenaje a Antonio Nariño por escritores del departamento del Nariño
PRESENTACIÓN
Por Juan Coral Eraso
El Departamento de Nariño, hace homenaje al Precursor de la Independencia de la corona española, Don Antonio Nariño, quien aparte de su trayectoria militar tuvo el mérito de traducir y publicar “La Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”, lo cual le trajo la persecución del régimen colonial español. El territorio del Departamento tiene una superficie de 33.268 kilómetros cuadrados, y se halla situado en la esquina suroccidental de Colombia. Limita por el sur con el país de Ecuador, por el norte con el Departamento del Cauca, por el occidente con el Océano Pacífico y por el oriente con la Región Amazónica. El relieve se caracteriza por una gran variedad de climas y pisos térmicos, gracias a disponer hacia el occidente de una vasta región de litoral y la otra mitad sobre la cordillera de Los Andes, en el denominado Nudo de los Pastos.
Los principales renglones económicos son el agropecuario y el turístico. Por la idiosincrasia predominante, se considera a los nariñenses como una población pacífica, emprendedora y hospitalaria, en medio de las condiciones impuestas dentro de las relaciones económicas y políticas dominantes de plena dependencia respecto de la superpotencia mundial, conforme ocurre a todo el hemisferio occidental.
Los habitantes del territorio nariñense se clasifican básicamente en tres grupos: los mestizos, que son la mayoría, provenientes de la mezcla entre blancos hispánicos e indígenas (quillacingas, pastos, awá koaiquer, sindaguas, abades) a lo largo de la colonización española; los afrodescendientes (1.6%), asentados principalmente hacia la zona costera, y las comunidades indígenas (0,8%), repartidas en resguardos tanto en la zona andina como en la costera. Esta variedad de ascendientes culturales aportan disímiles expresiones plasmadas a lo largo de los años en riqueza musical, plástica, gastronómica, narrativa, dancística, lingüística y artesanal, que le dan un amplísimo espectro al universo de la identidad cultural regional.
La región tuvo un acentuado proceso de aculturación por vía de la colonización hispánica entre los siglos XV y XIX que la ha llevado a desempeñar un papel proclive al conservadurismo, no sin que se hayan registrado manifestaciones liberalizantes en momentos especiales de su historia.
Pasto, Nariño
La ciudad de Pasto, fundada en 1539 se dice que por Lorenzo de Aldana, es la capital departamental, situada en el Valle de Atríz, al pie del Volcán Galeras en actividad. Dista de la capital del país, Bogotá D.C., unos 790 kilómetros. Tiene alrededor de medio millón de habitantes; su clima es moderadamente frío por hallarse en promedio sobre los 2.527 msnm. En la actualidad cuenta con una veintena de universidades, entre privadas y públicas, siendo la principal la Universidad de Nariño de carácter oficial.
Entre las expresiones culturales importantes está el Carnaval de Negros y Blancos (5 y 6 de enero) declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO. En el orden plástico y artesanal se destaca el trabajo del Mopa-mopa, o “barniz de Pasto”, a partir de la aplicación decorativa de la resina extraída de aquel árbol sobre la superficie de objetos de madera, un procedimiento ancestral que se conserva a lo largo del tiempo.
En el campo literario, cabe mencionarse a los siguientes escritores nariñenses cuyas obras han sido objeto de la crítica nacional e internacional; se trata de:
Luis Felipe De la Rosa (1887-1944), periodista, político y poeta. Por causa de persecución política vivió varios años exiliado en Chile. Su poesía más recordada es “Zarza Roja”.
Guillermo Edmundo Chaves Chaves (1896-1956), abogado y político de amplia incidencia en el país durante su permanencia en el Congreso Nacional. Se recuerdan sus obras “Oro de lámparas” y la novela “Chambú” que fue llevada al cine.
Aurelio Arturo Martínez (1906-1974), abogado y docente. Su obra es relativamente corta aunque puede decirse que es el poeta insigne de Nariño; en homenaje a su legado contenido en el poemario “Morada al Sur”, está el caso de la denominación con su nombre de uno de los auditorios de la Biblioteca Nacional de Colombia en la capital del país.
Ignacio Rodríguez Guerrero (1909-1983), geógrafo, humanista, políglota y jurista empírico. Su obra más conocida es “Tipos delincuentes del Quijote”. Le cupo el honor de ser designado miembro de la Real Academia de la Lengua Española.
Edgar Bastidas Urresty (1944) filósofo, políglota, historiador, docente. La serie de sus trabajos escritos es relativamente extensa, destacándose entre ellos “Las guerras de Pasto”, “Grafismos, prosas”, “El Fariseo”, “La violencia universal” y “Dos visiones sobre Bolívar”.
A continuación le presentamos la producción literaia de una nueva generación de escritores de Nariño.
EL OSITO
Javier Rosero Calderón
La niña caminaba con pasos muy lentos. Los brazos cruzados y las manos temblorosas parecían querer aferrarse a algo con despropósito. Así llegó hasta el sitio de “Las Cavernas”. Se detuvo sobre las rocas filosas y aplomadas. Sus ojos se cerraban con intervalos irregulares formando una cortina que daba origen a pequeñas cascadas que descendían por sus mejillas pálidas y rozaban sus labios conmovidos y, finalmente, se precipitaban en sutiles gotas.
Qué difícil le resultaba tomar la decisión: saltar o no, al vacío; ceder o no, al acoso de un pretendiente libidinoso. Talvez no era necesario ningún sacrificio si de todas maneras iba a salir perdiendo. Pero imaginaba, en adelante, la vida sin Andrés, su novio desde hacía diez meses. Le rondaba la idea de que ya no iba a poder encontrar otro como él. Ella estaba recibiendo una recta educación en el seno de una familia muy conservadora de la moral y la doctrina cristianas. “La virtud más preciada de una mujer no debe ser un trofeo de la lujuria”. Eso lo tenía muy claro pero consideraba que era un precio muy alto a cambio de su “felicidad”.
Miró hacia abajo. El abismo era como una fiera lista a devorar. Durante un largo rato lloró y balbució unas cuantas frases. En medio del embrollo, todavía tenía en mente que Dios se glorifica, aún en el último momento.
Tenía la sensación de que los pocos minutos se prolongaban demasiado y Dios no inclinaba oídos a sus clamores ni desviaba miradas de misericordia hacia ella. Sin embargo se sintió observada. Por un momento alimentó el anhelo de escuchar a quien ella creía conocer: Andrés, llamándola por su nombre. Giró en todas las direcciones pero no vio nada.
Cerró los ojos, por última vez, para no ver agrandarse el mundo ante su rostro. En un segundo se preparó para el gran salto, que no le daría la gloria pero sí la liberaría de una carrera absurda. En la última fracción de ese acto preparatorio percibió una voz que la llamaba de varias formas, utilizando variados y agradables epítetos, menos por su nombre. Los ágiles reflejos le dieron el tiempo suficiente para detenerse. Continuaba con los ojos cerrados, un tanto avergonzada. La voz se apagó cuando abrió los ojos. Luego, ella volvió a su actitud suicida.
En el segundo intento, volvió a escuchar la voz con vehemencia. Entonces se sintió más avergonzada pero no dudó en abrir los ojos al instante y se desplazó con unos pasos pequeñísimos hacia atrás. No había duda; alguien estaba allí. Recorrió con la mirada cada porción de suelo, como queriendo encontrar a su chico. Si estaba ahí, olvidaría todo y regresaría con él, a cualquier lugar. Pero nada. El lapso de silencio se prolongó y la histeria hacía estragos en ella.
Se dirigió al acantilado para efectuar el intento final. Se sintió de nuevo observada y, una vez más, la voz inundó el lugar.
─ ¡Mírame!
Miró hacia atrás y todo seguía desolado.
─ ¡Acá! ─ No había cuerpo alguno.
De repente, se encontró con dos destellos que emergían de una pequeña y diáfana fuente, junto a unas piedras.
─ ¡Rescátame! ─decía la voz en tono lastimero─, no quiero terminar aquí.
La niña se sintió flotar en el remanso de una paz indescifrable, se acercó a la fuente y sumergió las manos en el agua para rescatar a un animalito que parecía ahogarse. Cuando lo asió únicamente era la cabeza que había sido arrancada del resto del cuerpo. En seguida advirtió que en el fondo había un montoncito de retazos de felpa.
─ ¡Restáurame!, por favor, restáurame.
─ Pero si es imposible. Mira como te dejaron ─dijo la niña entre los sollozos persistentes. Parecía que ahora lloraba por el osito más que por su propia desgracia.
─ Nada es imposible cuando de vivir se trata, niña querida.
─ No digas eso. A mí nadie me quiere ─lo dijo con cierta indiferencia y la más profunda amargura.
─ Te equivocas. Algunos te queremos, y mucho. Restáurame y encontrarás la respuesta que necesitas para la vida. Es una promesa. Pues cuando seres que sufren se encuentran, allí empiezan un arduo pero seguro camino en busca de la felicidad porque debes saber que nada es fácil.
─ ¿Qué quieres decir? ─Se sentó y empezó a unir los trozos de tela armiñada colocándolos en su regazo.
─ Por ahora no importa; ya lo entenderás más tarde. Pero ¿cuál es tu nombre?
─ Roxana.
─ Un nombre tan lindo como tú. Quería oírte decirlo. ¿Si entiendes que eres alguien?
Roxana sonrió sin abrir los labios mientras sus dedos retiraban los últimos vestigios de lágrimas.
─ Tú… de veras eres adorable. Y, ¿cómo te llamas? ─dijo entre el final de un llanto y el comienzo de una risa suave.
─ Puedes llamarme Osito. Y, ¿qué edad tienes?
─ Soy una teenager.
─ Sí. Eso lo sé.
─ Entonces, ¿adivinas?
─ Seventeen ─afirmó, con seguridad, Osito.
─ ¡Vaya estoy sorprendida! Es como si me conocieras desde siempre.
─Así es. Y tú también me conoces desde siempre. ─Sonrió con una ternura infinita.
─ No bromees. Es la primera vez que te veo. De hecho he visto ositos pero ninguno como tú.
─ No bromeo, Roxana. Ahora mismo tus padres están inquietos por ti. Es la primera vez que te alejas de ellos y recuerda que les debes respeto y obediencia.
─ Con eso me recuerdas que Jesús se alejó de sus padres cuando tenía sólo doce años. Y eso que era hijo de Dios.
─ La situación fue muy distinta. Además, Jesucristo no era, sino que es hijo de Dios. Él vive y es Dios de vivos. ¡Tenlo presente! -Entonces a Osito se le vio ligeramente enfadado.
─ Es cierto. Lo había olvidado. Discúlpame, por fa…
La interrumpió con agrado y volvió a ser tierno:
─ Tú, niña candorosa, eres sutil y frágil. Tienes en tu alma una rosa.
─ Lograste que me sonroje. ¿Quieres componerme un poema?
─ Así les hablo a las niñas como tú, preciosas.
La niña sintió que acariciaban lo más recóndito de su corazón.
─ Gracias, Osito. Pero, ¿Cómo es que sabes tanto de mí?
─ Simplemente lo sé. ¿Si comprendes que toda una vida te espera?
─ Ahora entiendo. Pero ¿qué puedo hacer, Osito? Estoy desesperada.
─ Para los de tu edad este parece ser un grave problema, pero ya verás que no vale la pena.
─ Dime ¿cómo es que estás tan destruido y tienes tanta vida?
─ Es porque vivo en razón de quienes me aman.
─ No me has dicho quién te hizo daño. ¿Cómo puede amar alguien así? ─Continuaba uniendo los retales y pudo notar que se iba borrando cada rastro de desunión mientras escuchaba:
─ Voy a resumirte una historia: Cierta noche, un muchacho, de veras adorable, iba muy contento a visitar a su “niña del alma” llevándole un osito de felpa como regalo. Grande fue la sorpresa cuando, al llegar, encontró a la chica tan encantada con un supuesto buen amigo que ninguno de los dos advirtió su proximidad. Él huyó del lugar hasta llegar aquí, buscando el final para su “infortunada existencia”. Mas, en el último momento, comprendió que su corazón era bueno y que no debía corromperse. Entonces descargó su furia contra lo que estuvo al alcance de sus manos. ¡Y heme aquí! Pero él sigue siendo bueno. Sigue siendo noble. Sigue siendo humilde…
Al terminar de unir el último retazo de felpa, Roxana tomó a Osito entre sus manos y lo estrechó suavemente bajo su mentón hasta que, con su boquita sonriente, él se quedó completamente dormido. En ese momento, frente a ella, apareció un joven de aspecto atractivo y semblante afable. Por supuesto que no era su chico. Era el dueño del osito.
─ Simplemente lo sé. ¿Si comprendes que toda una vida te espera?
─ Ahora entiendo. Pero ¿qué puedo hacer, Osito? Estoy desesperada.
─ Para los de tu edad este parece ser un grave problema, pero ya verás que no vale la pena.
─ Dime ¿cómo es que estás tan destruido y tienes tanta vida?
─ Es porque vivo en razón de quienes me aman.
─ No me has dicho quién te hizo daño. ¿Cómo puede amar alguien así? ─Continuaba uniendo los retales y pudo notar que se iba borrando cada rastro de desunión mientras escuchaba:
─ Voy a resumirte una historia: Cierta noche, un muchacho, de veras adorable, iba muy contento a visitar a su “niña del alma” llevándole un osito de felpa como regalo. Grande fue la sorpresa cuando, al llegar, encontró a la chica tan encantada con un supuesto buen amigo que ninguno de los dos advirtió su proximidad. Él huyó del lugar hasta llegar aquí, buscando el final para su “infortunada existencia”. Mas, en el último momento, comprendió que su corazón era bueno y que no debía corromperse. Entonces descargó su furia contra lo que estuvo al alcance de sus manos. ¡Y heme aquí! Pero él sigue siendo bueno. Sigue siendo noble. Sigue siendo humilde…
Al terminar de unir el último retazo de felpa, Roxana tomó a Osito entre sus manos y lo estrechó suavemente bajo su mentón hasta que, con su boquita sonriente, él se quedó completamente dormido. En ese momento, frente a ella, apareció un joven de aspecto atractivo y semblante afable. Por supuesto que no era su chico. Era el dueño del osito.
─ Dime ¿cómo es que estás tan destruido y tienes tanta vida?
─ Es porque vivo en razón de quienes me aman.
─ No me has dicho quién te hizo daño. ¿Cómo puede amar alguien así? ─Continuaba uniendo los retales y pudo notar que se iba borrando cada rastro de desunión mientras escuchaba:
─ Voy a resumirte una historia: Cierta noche, un muchacho, de veras adorable, iba muy contento a visitar a su “niña del alma” llevándole un osito de felpa como regalo. Grande fue la sorpresa cuando, al llegar, encontró a la chica tan encantada con un supuesto buen amigo que ninguno de los dos advirtió su proximidad. Él huyó del lugar hasta llegar aquí, buscando el final para su “infortunada existencia”. Mas, en el último momento, comprendió que su corazón era bueno y que no debía corromperse. Entonces descargó su furia contra lo que estuvo al alcance de sus manos. ¡Y heme aquí! Pero él sigue siendo bueno. Sigue siendo noble. Sigue siendo humilde…
Al terminar de unir el último retazo de felpa, Roxana tomó a Osito entre sus manos y lo estrechó suavemente bajo su mentón hasta que, con su boquita sonriente, él se quedó completamente dormido. En ese momento, frente a ella, apareció un joven de aspecto atractivo y semblante afable. Por supuesto que no era su chico. Era el dueño del osito.
─ Simplemente lo sé. ¿Si comprendes que toda una vida te espera?
─ Ahora entiendo. Pero ¿qué puedo hacer, Osito? Estoy desesperada.
─ Para los de tu edad este parece ser un grave problema, pero ya verás que no vale la pena.
─ Dime ¿cómo es que estás tan destruido y tienes tanta vida?
─ Es porque vivo en razón de quienes me aman.
─ No me has dicho quién te hizo daño. ¿Cómo puede amar alguien así? ─Continuaba uniendo los retales y pudo notar que se iba borrando cada rastro de desunión mientras escuchaba:
─ Voy a resumirte una historia: Cierta noche, un muchacho, de veras adorable, iba muy contento a visitar a su “niña del alma” llevándole un osito de felpa como regalo. Grande fue la sorpresa cuando, al llegar, encontró a la chica tan encantada con un supuesto buen amigo que ninguno de los dos advirtió su proximidad. Él huyó del lugar hasta llegar aquí, buscando el final para su “infortunada existencia”. Mas, en el último momento, comprendió que su corazón era bueno y que no debía corromperse. Entonces descargó su furia contra lo que estuvo al alcance de sus manos. ¡Y heme aquí! Pero él sigue siendo bueno. Sigue siendo noble. Sigue siendo humilde…
DATOS BIOGRÁFICOS
Yo no he robado los versos. Los adquirí por herencia.
Si me prohíben hablar, escribo. Si me prohíben escribir, pienso. Si me prohíben pensar, razono. Si puedo razonar es porque todavía existo. Y si me prohíben razonar prefiero no existir. Pero antes, escribir.
Yo soy un poema, tú eres un poema, todos somos un poema; porque somos naturaleza y la naturaleza es un gran poema. Pero hay que escudriñarla y darle forma.
Me deleito arrancándole un espacio a la noche para examinar la métrica y las rimas de bellos poemas. Sin embargo la narrativa me ha despertado un interés exquisito desde que soy integrante del taller “JOSÉ PABÓN CAJIAO” RELATA─ SAMANIEGO. Siempre orgulloso de la autenticidad del ser nariñense y de pertenecer al mencionado taller de escritura creativa.
Javier Rosero Calderón
OCASO
Por Ángela Cajiao
La tarde del suceso infausto quizá Él estaba en el lugar equivocado.
La sensación de un mal presagio lo hacía presa de su intranquilidad. La respiración agitada a sus espaldas le pareció familiar, era Pedro, su hermano menor, quien llego vociferando:
–Acabo de encontrar a Franco, sin vida. ¡Y sé quién lo hizo!
Él se incorporó. Pedro daba vueltas como un animal enjaulado.
Sin pronunciar palabras salieron, el uno tras del otro. La tarde era gris y las nubes esparcían sus gotas, que se confundían con las que brotaban de sus ojos. En una de las calles del pueblo se dio el inesperado encuentro con Otilio, el asesino. El los mira y sonríe con sarcasmo.
Las presurosas manos de Pedro sacaron del lado izquierdo de su cadera, un arma que fue el desahogo de los aturdidos hermanos. Otilio jamás los volvería a molestar.
Por temor a las retaliaciones, huyó presa del dolor y la impotencia, junto con su mujer, sus pequeños hijos y su madre. Pedro no quiso seguirlo y al cabo de unos meses tuvieron que sepultarlo en su ausencia.
A causa de la incesante persecución, trajinó la geografía nariñense y lugares del Valle del Cauca, Putumayo y algunos del Ecuador. Donde llegaba era acogido con beneplácito, tanto que asimilaba un gran sentido de pertenencia. Por ser sociable y carismático, no resultaba extraño encontrarlo como un dirigente comunal. Cuando todo transcurría en calma, algo o alguien le recordaba el suceso y aparecía de nuevo la incertidumbre de a dónde ir y qué hacer. Nuevamente se encaminaba sin rumbo fijo a un lugar donde pudiese recomenzar.
Sin embargo, no faltaban lugares inhóspitos e indomables debido a su abandono, con dejadez de sus gentes, viviendo al vaivén, sin mucho que hacer. Y no mostraban una sonrisa, como si se les hubiese inmovilizado la cara. Lugares donde anidaba la tristeza. Pueblos que se desgarraban en constantes tedios, con vientos que a su paso azotaban y raspaban como lija. Donde no se veía un verdor en sus tierras y la lluvia formaba piscinas de barro. Había que pensarlo más de dos veces antes de apearse.
Su madre, cada día perdía vigor. Siempre callada. Su mirada de dolor, su cuerpo estrecho y su débil andar eran cada vez más acentuados. Su mujer nunca perdía la gallardía, siempre tuvo palabras de valor y coraje, aunque el brillo de sus grandes ojos esmeralda se atenuaba con cada partida. Sus hijos ajenos al por qué de irse, lloraban porque los embargaba una desmedida tristeza. Al despedirse de los amigos, en su corazón guardaban la pregunta: ¿Por qué mis amigos no se van, de repente como nosotros? Consigo llevaban los vivos recuerdos. Su mujer trataba de consolarlos abrazando a su manojo de hijos.
Cansado de tanta persecución decidió volver. Volver a su pueblo, con la esperanza de que la situación hubiese cambiado. Al final ya solo le faltaba un año para que su situación con la justicia termine. El difunto Otilio dejó mucho dinero, no importaba si fuese ilícito, y la policía lo tendría que encontrar algún día; “la institución tenía que mostrar su mejor talante”.
La noche de su captura, la bruma espesa tapaba el horizonte, como si una sábana negra se extendiera por debajo de los cielos. Era un sábado. Él y su mujer le daban la noticia a su anciano suegro: Alguien más haría parte de la familia. El anciano observó el vientre de su hija. Sonrió.
Un gran alboroto los sacó de esa escena feliz. La gente se aglomeraba en la calle y la policía rondaba la casa. Lo rodearon como lobos hambrientos a su presa. Sin tener otra alternativa, se entregó. Caminó rumbo a la estación con los brazos caídos, sentía gran pesadez en su cuerpo, sus ojos se enlagunaban con una mirada incierta. Su corazón le pegaba con fuerza dentro de su cavidad.
Fue condenado a quince años de prisión. ¿Pero por la muerte de los suyos quien le respondería?
En prisión, trató de adaptarse a esta forma de vida. Se alió del libro que para él representaba esperanza:” la Biblia” A pesar del lugar, no le faltaba la sonrisa ni las ganas de vivir y ansiaba cada visita de su mujer como su único lazo con lo externo. La ansiaba tanto que comenzaba a sentir esa palpitación en su estómago, la misma que sentía cuando iba rumbo al altar.
Un miércoles, se levantó intranquilo, sus latidos eran fuertes y constantes. Un guardián que se aproximo a él, le aumentó la fatiga. Le puso su mano sobre el hombro y le susurró que lo acompañase a la dirección, que su suegro quería verlo. Su corazón presionó aún más. Un frio sudor empapó su cara que palidecía. Lo recorrió. Sentía sus pasos pesados. El suegro lo aguardaba sentado muy quieto en una dura silla de madera. Tenía su cara brillante del sudor, su mirada traspasada, fija en una imagen de Jesucristo. Sólo se percató de que su yerno ya estaba allí por la insinuación del director. Sin hablar se fundieron en un abrazo. De sus pupilas brotaban abundantes lágrimas. Todo quedó en silencio. Ni una brizna en el viento se escuchaba, solo el eco de sus quejidos entre sus almas rotas. Y con voz pasiva que le salía de lo más profundo, su suegro le mencionó:
–Tienes que seguir siendo fuerte, mi hija partió hace unas horas a la eternidad.
Sigue, sigue por tus hijos.
Reflejaba en sus ojos el resentimiento descomunal de sus fracasos, los mismos que lo tenían a un paso de la desesperación. No comprendía por qué estaba en ese laberinto, en ese hueco, en esa menospreciada situación.
De su esposa sólo le quedaba el recuerdo que, como estrella fulgurante, lo custodiaba. Moraba en su memoria espinando y a la vez acariciando su existencia. La incertidumbre eran sus hijos. ¿Quién los iba a amparar?
Repasaba con memoria intacta los aconteceres de su vida: sus padres, su familia, la escuela, los amigos de infancia, su experiencia al paso por los ingenios azucareros del valle, cómo se batía con su machete en los cañaduzales.
De repente, como un sable que hiende el aire, decidió cortar su desventura. Recordó el nacimiento de su primera hija y le reflejó una sonrisa intranquila. En ese momento pensó en sus pequeños, sus cuatro hijos, en lo que sufrirían si él les faltase. Se levantó del viejo camarote, lavó su cara con restos de agua de botella, se miró en su espejo de bolsillo que conservaba. Hacía tanto que no se detenía en su físico. Tenía unas ojeras contrastadas, sus ojos apeñuscados, su cabello azabache se había teñido cual nívea cumbre por el sufrimiento. Se habló de su pasado, de cómo su presente se había convertido en solo vivir por vivir. Y como si un hada le hubiese soplado sus polvos mágicos, de repente, la celda en la que se respiraba tedio y un ambiente negro y vacio como si hubiese sido azotada y lamida por el humo, se llenó de cierto olor a rocío. Sintió gran alivio como si su cabeza se la hubiese untado con esencias alcanforadas.
Se mostró altivo y animado. Quiso dar un giro a su destino. Se visionó feliz junto al motor que en ese instante lo motivaba: sus hijos. Su mirada ensombrecida por el dolor añejo, se llenó de una confianza inquebrantable. Requirió al director ayuda para su caso, estudiar, si se le permitiese, y trabajó tan duramente que fue el vocero de los reclusos. Se volvió consejero, tendero, experto en artesanías y como cual versado en teología daba muestras precisas de los pasajes bíblicos y debatía el pentateuco como las cartas de Pablo.
Un hombre como ninguno, con su vida llena de constantes luchas y con una particular fama de mujeriego…nunca dejo de lado el amor y el recuerdo de su bella mujer.
Su vida había cambiado, al menos en su mundo, en ese donde nadie más puede penetrar, el mundo de los sueños y las fantasías.
Todos los domingos sus hijos lo visitaban religiosamente y en sus ingenuos labios estaba siempre la pregunta desasosegante:
– ¿Cuándo vas a ir a casa papá?
– Muy pronto hijos, muy pronto. Les cuento que ya soy amigo personal de Dios y es un secreto, pero dijo que ya me iba a sacar de aquí.
Unas transparentes y resignadas lágrimas aparecían con los abrazos.
Pero como el cerebro se empeña en recordar lo negativo, pensaba en Otilio, en como su vida y su familia se volcaban día tras día. Entonces murmuraba: “eras nuestro amigo, al menos así nos lo hiciste creer. Me parece verte, todavía, con tu bigote espeso, tus dientes separados, tu forma de vestir, llena de colorines y cadenas de oro, tu cuerpo grandote y tus madrazos a toda hora y con cualquiera, burlándote de yo, como si por tener plata decidas sobre la vida de la gente, como si no supiera que por tus negocios chuecos y la venta de la mata, te cansaste de burlarte de mi familia. Otilio, ¿Cómo pudiste? Y siento que pesas más en muerto. Pesas cada día más. Solo, pesas”.
A veces el infortunio es vitamina para hacerse fuerte. Quedó en libertad después de varios años, curtido por el sufrimiento, pero dispuesto a luchar en esta selva indómita que se convierte la vida para quienes están en su situación.
Ya con sus pequeños a su lado, que habían crecido como si él y su esposa hubiesen estado siempre con ellos.
De repente, como monstruo que sale de la nada a cobrar su venganza, aparecen las amenazas, las amarguras y la zozobra. Sin embargo, deja que la vida continúe sin más.
En la mañana del día vísperas de la graduación de su hija, salió a la calle inmensamente feliz, en busca de un traje nuevo. A cada paso que daba le encontraba motivos para vivir, para ser grande, al igual que su hija que en la tarde se presentaría ante un auditorio para ostentar los excepcionales logros como fruto de doce años pasados por una mezcla de sufrimiento y esperanza; sería proclamada como bachiller del año. Se sentía pleno, orgulloso de su niña y se detuvo por un momento para abrir su corazón y compartirlo con el alma de su esposa.
Bajo la lluvia atormentada, yacía junto al ciprés que perfumaba su cuerpo.
ANGELA CAJIAO MENESES.
Nací en Samaniego-Nariño. Amo la palabra, la siento circundar en mí, no sé si por herencia o por convicción. Los libros son ese mágico mundo donde encuentro cabida a mis sueños y donde puedo soportar el infortunio. Los encuentros literarios con mis amigos han motivado aún más mi pasión. Soy aprendiz de escritora. Pertenezco al taller de escritura creativa “José Pabón Cajiao”.