Cuentos, Castaño oscuro, por Efer Arocha
CASTAÑO OSCURO
Lille, 11 de noviembre de 2009
Chinca Pulido desde cuando tenía quince años descubrió que el hacer coincidir el color de su cabello artificial con el tono de sus ojos pardos aguamiel, le producía un no sé qué, que hacía que los hombres la llenaran de piropos hasta lo indecible, habiendo sido el origen del abultado guarismo de sus conquistas masculinas cuyas reminiscencias, ahora, no sólo la colmaban, sino que la hacían sentir eróticamente plena. Ya jubilada y por aquello de que el salario no vuelve a crecer debido a que el monto permanece quieto, o no anda con la velocidad que lo hacen las otras cantidades anualmente, comenzó a darse cuenta, como si se tratara de un contabilista, que había un descuadre entre el debe y el haber. Diferencia que la fue obligando a hacerle, entre año y año, huecos a la correa de la cintura. El taladreo del cuero tenía resuello en el supermercado. Primero empezó a bajar la calidad de las adquisiciones hasta donde fue posible, porque todo tiene un límite. Luego fue sacrificando marcas y productos hasta moverse únicamente en lo indispensable. Sin embargo, la restricción no se detenía y continuaba en su marcha. Chinca había asimilado sin queja en un estoicismo mudo el acoso de la realidad. Para un diciembre el cerco le dejó entender que había llegado también la hora para la tintura. En conversación con la vida fue perentoria y la notificó: hay veces que vivir tiene sentido si se conserva alguna satisfacción.
Había hecho concesiones sin inmutarse, pero no estaba dispuesta a prescindir de la coloración que la había acompañado a partir de los primeros botones de su juventud. Empezó por distanciar las adquisiciones siguiendo la señal del blanco que se le hizo visible en la corona por ausencia del teñido. A mayor intervalo el tono de la vejez se apoderaba inexorablemente de las faldas craneales en busca de la punta. El cabello de Chinca Pulido crecía penosamente por falta de nutrientes, pero su problema a pesar de todo era que crecía inevitable. Por esta causa usaba un tríptico de espejos para averiguar día a día el resultado de su progresión. Llegó el momento cuando sólo pudo comprar su último frasco. Pasaron tres años hasta cuando el color repudiado devoró la única punta que faltaba del tono amado.
El médico legista agregó una frase en su informe forense: “No murió de muerte natural”.
CHATAIN FONCÉ
Lille,
le 11 novembre 2009
Chinca Pulido dès ses quinze ans avait découvert que faire correspondre la couleur de ses cheveux teints avec la nuance de ses yeux brun-miel lui procurait un je-ne-sais-quoi tel que les hommes la comblaient de compliments inouïs, et c’était là l’origine d’un grand nombre de ses conquêtes masculines dont les réminiscences, maintenant, non seulement la comblaient, mais la rendaient érotiquement heureuse. Désormais en retraite et par conséquent son salaire n’augmentant plus, compte-tenu que le montant reste immobile ou n’avance pas à la même vitesse annuellement que les autres prix, elle commença à se rendre compte comme s’il s’agissait d’une comptable, qu’il y avait un décalage entre ses revenus et ses dépenses. Une différence qui obligea, d’année, en année, à se serrer la ceinture. Percer un trou dans le cuir, lui faisait reprendre souffle au supermarché. Tout d’abord, elle commença à baisser la qualité des ses achats autant que possible, parce que tout a un limite. Ensuite elle sacrifia ders marques et des produits jusqu’à se limiter au strict minimum. Cependant, la restriction ne s’arrêtait pas là et continuait sa marche. Chinca avait assimilé sans se plaindre, avec un stoïcisme muet, la marche inexorable de la réalité. Un certain mois de décembre, les racines de ses cheveux lui laissèrent entendre que l’heure de la teinture était arrivée à terme. En conversation avec la vie, elle lui fit remarquer d’un ton péremptoire : Parfois vivre n’a du sens que si l’on conserve quelque satisfaction.
Elle avait fait des concessions sans rien dire, mais elle n’était pas prête à renoncer à la couleur qui l’avait accompagnée dès les premiers boutons de sa jeunesse. Elle commença à espacer les achats suivant l’apparition de cheveux blancs qui devenaient visibles à la racine à cause de l’absence de teinture. Á plus grands intervalles, la teinte de la vieillesse s’emparait inexorablement des côtes du crâne à la recherche de la pointe. Les cheveux de Chinca Pulido poussaient péniblement par manque de nourriture, mais son problème malgré tout, c’était qu’ils poussaient inévitablement. Pour cette raison, elle utilisait un triptyque de miroirs pour vérifier, jour après jour, le résultat de leur progression. Le moment arriva où elle ne put acheter que son dernier flacon. Trois ans passèrent jusqu’au moment où la couleur détestée lui dévora la dernière pointe qui restait de la couleur aimée.
Le médecin légiste ajouta une phrase dans son rapport au tribunal : Elle n’est pas morte d’une mort naturelle.
EL HEROÍSMO EN DERROTA
Biblioteca François Mitterrand,
El heroísmo sentado en el pico de la montaña murió de hambre porque en el campo de batalla desapareció la igualdad de fuerzas y lo que es más grave aún, no existe el enemigo en frente.
L’HÉROÏSME EN DÉROUTE
Bibliothèque François-Mitterand,
16 août 2011
L’héroïsme assis au sommet de la montagne est mort de faim parce que sur le champ de bataille l’égalité de forces a disparu et, plus grave encore, il n’y a plus d’ennemi en face.
ESCRUTANDO LA MODERNIDAD
Escuela de Medicina,
27de septiembre de 2008
Un profesor de idiomas con inteligencia por fuera de lo común, comienza a ahorrar para prevenir su vejez, porque está seguro que antes de jubilarse su profesión dejará de existir a causa de un chip que se implantará en el cerebro en el área de Brocca, conteniendo las lenguas que el futuro alumno desea hablar. Secreto que hizo extensivo a su mejor amigo, colega de matemáticas, a quien también le está reservada la misma suerte.
LA MODERNITÉ PASSÉE AU CRIBLE
École de Médecine,
27 septembre 2008
Un professeur de langues doté d’une intelligence hors du commun commence à épargner pour ses vieux jours, parce qu’il est certain qu’avant qu’il ne prenne sa retraite, sa profession aura cessé d’exister à cause d’une puce qu’on implantera dans le cerveau dans la zone de Broca, cette puce contenant toutes les langues que le futur élève voudra parler. Il fit part de ce secret à son meilleur ami, collègue de mathématiques, à qui est aussi réservé le même sort.
DELITO EN PÚBLICO
Rue Parmentier,
18 de noviembre de 2009
Un poeta ladrón, extenuado por resistir las privaciones materiales cada vez más acuciantes, a pesar, de que nadie mejor que un poeta conoce lo duro que es soportar el hambre, planeó; como si se tratara del verso perfecto; un asalto.
Para ello se colocó en el trabajo de cargador de billetes. En la Brink’s era chofer de blindado; cada mes se hacía un viaje con el vehículo repleto. Leyendo a Robin Hood encontró la solución de su golpe maestro, mientras que sus dos compañeros hacían una pequeña entrega, él neutralizando todos los controles de seguridad, salió a gran velocidad hacía el barrio más pobre y comenzó a repartir billetes a diestra y siniestra. Una viejecita se le acercó por entre el bullicio, y recibió tres tulas que contenían los de la más alta denominación. Cuando la policía lo arrestó apenas le quedaban dos fajos en sus manos; el oficial a cargo detalló en su informe que todo el dinero que cargaba el blindado había sido distribuido entre los habitantes.
El ministerio público pidió apenas dos años de cárcel. El juez en consideración ante la simpatía de la opinión nacional, y porque el dinero repartido había servido para amortiguar la crisis social, decidió condenarlo a un año de prisión.
DÉLIT EN PUBLIC
Rue Parmentier,
18 novembre 2009
Un poète voleur, las de supporter les privations matérielles de plus en plus pesantes, bien que nul autre ne connaisse mieux qu’un poète la difficulté d’affronter la faim, planifia un braquage comme s’il s’agissait du vers parfait.
Pour ce faire, il devint convoyer de fonds. Á la Brink’s, il était chauffeur de fourgon blindé ; chaque mois, il faisait un trajet avec le véhicule plein à craquer. En lisant Robin des Bois, il trouva la solution à son coup de maître, tandis que ses deux compagnons faisaient une petite livraison, lui neutralisait tous les dispositifs de sécurité puis il s’enfuit à toute vitesse vers le quartier le plus pauvre et commença à distribuer des billets à droite et à gauche. Une veille dame l’aborda au milieu du vacarme et reçut trois sacs qui contenaient ceux de la plus grande valeur. Quand la police l’arrêta, il lui restait à peine deux liasses dans les mains. L’officier de garde décréta dans son rapport que tout l’argent du fourgon blindé avait été distribué parmi les habitants.
Le ministère public demanda la peine de deux ans de prison. Le juge, tenant compte de la sympathie de l’opinion nationale et parce que l’argent avait servi pour amortir la crise sociale, décida de le condamner à un an de prison.
EL PRIMER MUERTO DE UNA GUERRA
Plaza Saint-Sulpice,
24 de agosto de 2011
Una padre desconsolado muestra a la muchedumbre de vecinos su bebé muerto después del bombardeo, sosteniendo que él era la primera víctima de la guerra que se acababa de iniciar. Un viejo en los últimos tintineos de su existencia que estaba entre la multitud, dirigiéndose al padre le dijo: Su hijo es la segunda víctima porque la primera ha sido la verdad.
LE PREMIER MORT D’UNE GUERRE
Place Saint-Sulpice,
24 août 2011
Un père éploré montre à la foule des citoyens son bébé mort après le bombardement, soutenant que c’était bien lui la première victime de la guerre qui venait de commencer. Un vieillard dans les derniers instants de son existence qui était parmi la multitude, s’adressant au père, lui dit : Votre fils est la seconde victime car la première est la vérité.
POR FUERA DE LO HABITUAL
Métro línea 7,
4 de octubre de 2009
¿Será una actriz de teatro?, pero una actriz no saldría así a la vía pública. ¿Podrá ser una amante descubierta in fraganti?, dudoso porque venía bien peinada y de rostro terso, no presentaba rastro de trajines amorosos. ¿Una puta pública que regresa de su trabajo del Bois de Boulogne o Bois de Vincennes?, no, ella exhala decoro y dignidad. ¿Una alienada mental?, tampoco, porque mostró signos de fatiga y se quedó dormida en el trayecto de las cinco estaciones del Metro, y sólo se despertó porque un imprudente transeúnte la rozó y en la estación siguiente coincidimos en bajarnos los dos. Me miró y me hizo una sonrisa como si se tratara de darme un agradecimiento.
Sus movimientos, su conducta y manera de andar correspondían a una mujer en pleno uso de sus facultades de conciencia y actuar. Podría haber sido una enfermera porque era la hora del amanecer, seis y treinta de la mañana. Pero una enfermera con un peinado de última moda, un rostro cuidadosamente maquillado, con una bata vieja de levantarse de hombre, sin más vestimenta entre ella y su cuerpo, con chancletas femenina para pasar a la ducha y con una cartera colgada al hombro; lujosa por su modelo y material, no es posible, ella vendría con su uniforme de trabajo.
¿Quién podría ser?
He ahí un misterio que no pude resolver en las horas que comienza el día.
HORS DE COMMUN
Métro ligne 7,
4 octobre 2009
Peut-être était-ce une actrice du théâtre ? Mais une actrice ne sortirait pas ainsi sur la voie publique. Une amante prise en flagrant délit ? Improbable, car elle était bien coiffée, le visage lisse et ne présentait de traces de débordements amoureux. Une prostituée qui rentre de son travail du Bois de Boulogne ou du Bois de Vincennes ? Non, elle inspire respect et dignité. Une aliénée mentale ? Non plus, parce qu’elle montrait des signes de fatigue et s’était endormie sur le trajet des cinq stations de métro, se réveillant seulement parce qu’un passager imprudent l’avait frôlée. Á la station suivante nous sommes descendus en même temps. Elle m’a regardé et m’a souri comme par gratitude.
Ses gestes, sa conduite et sa façon de marcher correspondaient à une femme en pleine possession de toutes ses facultés. Elle aurait pu être infirmière parce qu’il était tôt, six heures et demie du matin. Mais une infirmière avec une coupe à la dernière mode, u visage soigneusement maquillé, dans une vieille robe de chambre d’homme, sans aucun autre vêtement entre celle-ci et son corps, portant des claquettes de douche et un sac à l’épaule : forme et matière luxueuses, impossible, elle serait vêtue de son uniforme de travail.
Qui pouvait-elle bien être ?
Voici un mystère que je n’ai pu résoudre en cette heure matinale.
Mezquita
UN POEMA CARENTE DE MATÁFORA
Eurostart Waterloo-París,
2 de diciembre de 2007
Elizabeth Keller, ávida lectora de poesía hermética, y poeta ella misma, descubrió en los estantes de una biblioteca de un barrio en Liverpool, un libro virgen cargado de amarillo por el sarro del tiempo que llevaba a cuestas. Era la primera traducción al inglés de la compilación que se hizo en 1368 del poeta hermético Hafiz, con un título que no conducía a nada, The Gift. La bibliotecaria respiró profundo en señal de descanso, porque ¡por fin! ese libro que estaba condenado al ostracismo había encontrado su primer lector; y así lo consignó en la libreta de apuntes de libros leídos del establecimiento.
Keller se leería después en otro centro de lectura en Londres, El despertar del amor, del mismo autor, y sus poemas breves tradicionales persas.
Entusiasmada por la poesía árabe y oriental se improvisó como profesora de inglés, y entre las ofertas internacionales después de mucho buscar y esperar, sólo encontró un puesto en un país denominado Sudán, con capital Jartum. En apuros hizo los trámites y pronto se encontró en un centro escolar destinado a los más altos sectores pudientes.
Habían transcurrido ocho meses del día de su llegada cuando se presentó el incidente. Sus alumnos la admiraban y estimaban porque habían logrado vertiginosos progresos en el aprendizaje de la lengua extranjera. Con sus colegas y el director entabló una sincera amistad. Los padres de familia aprobaron sus métodos y expresaron plena satisfacción. Todo era inobjetable desde el punto de vista de la pedagogía, conducta y cumplimiento. El contratiempo se inició cuando dos de sus alumnas le contaron sobre el nombre que le pondrían a un oso panda de peluche. Ellas habían decidido llamarlo Mahoma, la profesora no encontró inconveniente y sólo se sonrió. Carente de cultura religiosa y sin preferencia por los dioses no se percató de que lo inofensivo encierra lo grave. En materia de cultos apenas sí conocía la historia de dos religiones. Sabía que el profeta fue un árabe perteneciente a una tribu de Quraish, oriundo de La Meca, llegado a la vida en el 570 y con viaje a lo inanimado en Medina el 8 de junio del 632. Súbdito de una mujer millonaria de nombre Jadiya, quien lo destinó a atender sus negocios en el ejercicio de comerciante dependiente entre Damasco y La Meca. Un común mortal como cualquier otro trabajador, era lo que pensaba después en medio de sus atribulaciones.
El suceso llegó a oídos del Ulema que oficiaba en la mezquita cercana al centro educativo, y con la eficacia de aquel monje dominicano, confesor de la reina Isabel de Castilla y mejor conocido como Tomás de Torquemada, la denunció ante los tribunales, quienes continuando con la misma celeridad la condenaron a diez meses de prisión, treinta azotes y diez mil dólares de multa. Entretanto estudiantes fanáticos hacían manifestaciones pidiendo que le cortaran la cabeza por blasfema. El logro de sus defensores con el peso de la diplomacia de occidente, fue conmutar cada mes de prisión por un día de arresto y rebajar los azotes de treinta a veinte. En cuanto a la multa no hubo problemas, fue pagada por un padre de familia, fervoroso creyente y cumplidor de las normas del Islam, quien fue el primero que hizo fila antes de los veintitrés restantes que tenían a sus hijos estudiando con la institutriz, y cada uno estaba dispuesto a hacer lo mismo.
POÈME SANS MÉTAPHORE
Eurostar Waterloo-Paris,
l2 décembre 2007
Elizabeth Keller, avide lectrice de poésie hermétique et poète elle-même, découvrit sur les étagères d’une bibliothèque d’un quartier de Liverpool, un livre vierge couvert de l’épaisse poussière jaune du temps. Il s’agissait de la première traduction en anglais, datant de 1368, de la compilation des œuvres choisies du poète hermétique Hafiz, au titre qui ne signifiait rien, The Gift. La bibliothécaire laissa échapper un soupir de soulagement parce qu’enfin ce livre qui était condamné à l’ostracisme avait trouvé son premier lecteur et donc le consigna-t-elle dans le registre des livres lus de l’établissement.
Keller devait lire par la suite, dans un autre centre de lecture de Londres, L’Éveil de l’amour, du même auteur, ainsi que ses courts poèmes traditionnels persans.
Enthousiasmé par la poésie arabe et orientale, elle s’improvisa professeur d’anglais et, parmi les offres internationales, après avoir beaucoup cherché et attendu, elle ne trouva qu’un poste dans un pays nommé Soudan, qui avait pour capitale Khartoum. En toute hâte elle fit les démarches administratives et rapidement se retrouva dans un centre scolaire réservé à la haute sphère des puissants de ce pays.
Huit mois s’étaient écoulés depuis le jour de son arrivé lorsque se produisit l’incident. Ses élèves l’admiraient et l’estimaient parce qu’ils avaient réalisé des progrès vertigineux dans l’apprentissage de la langue étrangère. Avec ses collègues et son directeur, elle avait noué une amitié sincère. Les pères de famille approuvaient ses méthodes et exprimaient leur entière satisfaction. Tout, sa poésie, sa conduite, son dévouement étaient irréprochables. Le dérapage commença quand deux de ses élèves lui confièrent le nom qu’elles donneraient à leur ours panda en peluche. Elles avaient décidé de l’appeler Mahomet ; l’enseignante n’y vit pas d’inconvénient et se contenta de sourire. Ne possédant pas de culture religieuse et n’ayant pas de préférence pour quelque dieu que ce soit, elle ne réalisa pas que sous l’inoffensive se cachait le danger. En matière de culte, c’est à peine si elle connaissait l’histoire de deux religions. Elle savait que le Prophète était un Arabe de la tribu des Koraïchites, originaire de la Mecque, né en 570, passé de vie à trépas le 8 juin 632 et au service d’une femme millionnaire nommé Khadlija que le chargea de s’occuper de ses affaires en tant que marchand responsable, entre Damas et la Mecque. Un simple mortel, comme n’importe quel travailleur, pensa-t-elle au milieu de ses tribulations.
L’évènement parvint aux oreilles de l’uléma qui officiait dans la mosquée proche du centre éducatif et, avec l’efficacité de ce moine dominicain confesseur de la reine Isabelle de Castille, plus connu sous le nom de Thomas de Torquemada, il la dénonça devant les tribunaux qui, avec la même célérité, la condamnèrent à dix mois de prison, trente coups de fouet et dix mille dollars d’amende. Entre temps des étudiants fanatiques manifestaient, exigeant qu’on lui coupe la tête pour blasphème. Usant du poids de la diplomatie occidentale, ses défenseurs obtinrent que l’on commute chaque mois de prison en un jour d’arrêt et que l’on réduise les coups de fouet de trente à vingt. Quant à l’amende, il n’y eut pas de problème, elle fut payée par un père de famille, fervent croyant respectueux des règles de l’Islam, premier à réagir avant les vingt-trois autres pères dont les enfants étaient élèves de l’institutrice, et tous prêts à en faire autant.
POÈME SANS MÉTAPHORE
Eurostar Waterloo-Paris,
2 décembre 2007
Elizabeth Keller, avide lectrice de poésie hermétique et poète elle-même, découvrit sur les étagères d’une bibliothèque d’un quartier de Liverpool, un livre vierge couvert de l’épaisse poussière jaune du temps. Il s’agissait de la première traduction en anglais, datant de 1368, de la compilation des œuvres choisies du poète hermétique Hafiz, au titre qui ne signifiait rien, The Gift. La bibliothécaire laissa échapper un soupir de soulagement parce qu’enfin ce livre qui était condamné à l’ostracisme avait trouvé son premier lecteur et donc le consigna-t-elle dans le registre des livres lus de l’établissement.
Keller devait lire par la suite, dans un autre centre de lecture de Londres, L’Éveil de l’amour, du même auteur, ainsi que ses courts poèmes traditionnels persans.
Enthousiasmé par la poésie arabe et orientale, elle s’improvisa professeur d’anglais et, parmi les offres internationales, après avoir beaucoup cherché et attendu, elle ne trouva qu’un poste dans un pays nommé Soudan, qui avait pour capitale Khartoum. En toute hâte elle fit les démarches administratives et rapidement se retrouva dans un centre scolaire réservé à la haute sphère des puissants de ce pays.
Huit mois s’étaient écoulés depuis le jour de son arrivé lorsque se produisit l’incident. Ses élèves l’admiraient et l’estimaient parce qu’ils avaient réalisé des progrès vertigineux dans l’apprentissage de la langue étrangère. Avec ses collègues et son directeur, elle avait noué une amitié sincère. Les pères de famille approuvaient ses méthodes et exprimaient leur entière satisfaction. Tout, sa poésie, sa conduite, son dévouement étaient irréprochables. Le dérapage commença quand deux de ses élèves lui confièrent le nom qu’elles donneraient à leur ours panda en peluche. Elles avaient décidé de l’appeler Mahomet ; l’enseignante n’y vit pas d’inconvénient et se contenta de sourire. Ne possédant pas de culture religieuse et n’ayant pas de préférence pour quelque dieu que ce soit, elle ne réalisa pas que sous l’inoffensive se cachait le danger. En matière de culte, c’est à peine si elle connaissait l’histoire de deux religions. Elle savait que le Prophète était un Arabe de la tribu des Koraïchites, originaire de la Mecque, né en 570, passé de vie à trépas le 8 juin 632 et au service d’une femme millionnaire nommé Khadlija que le chargea de s’occuper de ses affaires en tant que marchand responsable, entre Damas et la Mecque. Un simple mortel, comme n’importe quel travailleur, pensa-t-elle au milieu de ses tribulations.
L’évènement parvint aux oreilles de l’uléma qui officiait dans la mosquée proche du centre éducatif et, avec l’efficacité de ce moine dominicain confesseur de la reine Isabelle de Castille, plus connu sous le nom de Thomas de Torquemada, il la dénonça devant les tribunaux qui, avec la même célérité, la condamnèrent à dix mois de prison, trente coups de fouet et dix mille dollars d’amende. Entre temps des étudiants fanatiques manifestaient, exigeant qu’on lui coupe la tête pour blasphème. Usant du poids de la diplomatie occidentale, ses défenseurs obtinrent que l’on commute chaque mois de prison en un jour d’arrêt et que l’on réduise les coups de fouet de trente à vingt. Quant à l’amende, il n’y eut pas de problème, elle fut payée par un père de famille, fervent croyant respectueux des règles de l’Islam, premier à réagir avant les vingt-trois autres pères dont les enfants étaient élèves de l’institutrice, et tous prêts à en faire autant.
ELLA NO ERA …
Canes,
1ro. octubre del 2007
En una mañana de verano de 1480, de luz generosa, donde se hacían visibles a primer golpe de ojo el cuerpo de las glándulas sudoríparas, Alcalá de Henares, fue vestida por los edictos de la fe y de la gracia. Sus habitantes entraron en revuelo por el acontecimiento, y dos días después en la plaza principal empezaron a quemarse efigies de personas que se habían ausentado inopinadamente; entre los más numerosos se contaban moros y judíos. Cesada la incineración se inició el depósito de talegos negros que contenían huesos extraídos del cementerio local y de pueblos circunvecinos. Se exhumaban finados sospechosos de haber tenido vínculos con ideas de Avicena, Averroes y nombres de matemáticos y geómetras, hasta con anterioridad de tres siglos. La ley era en esto clara; para lograr el escarmiento y el resarcimiento, se emitía juicio en presencia, ausencia o en post mortem. Una montaña de fardeles de trapo le hacía sombra a los tejados cuando se dio por terminada la labor. Los restos se convirtieron en llamas luego en brasas y finalmente en polvo de ceniza.
Modesto Garaffa, sentado en un rincón de un bebedero de licores, había dicho en quedo secreto al oído, dos días antes, a Idelfonso Graciano, trabajador del agro como él, que María no era virgen.
Pasaron tres meses de haber sido conducido a una mazmorra donde apenas veía rayos de luz que le entraban por un agujero, cuando fue llevado ante el severo juez de ropones negros, quien le dijo que se acogiera a ley de gracia, y confesara la gravedad de su conducta. Modesto Garaffa reflexionó profundamente sobre cada día y hora de sus veintitrés años. No encontró nada de qué reprocharse. Todo lo que le dijo a su juez fue que no comprendía su pregunta.
Un año más tarde lo sacaron por segunda vez del calabozo, y en la sentencia se le hizo saber que no se le quemaba, no obstante de no haber adjurado de su herejía, sino que se le degollaba en consideración de que su apellido Garaffa podría tener nexos con su santidad el infalible, seguido de media página de títulos, Papa Jean Pietro Garaffa. Excepción que se hacía con las personas de alta condición social, pues la suya apenas le daba para el mérito de ahorcamiento.
La noche se avecinaba, la tarde había sido ardua por el duro trabajo, noventa y nueve reos que le antecedieron habían cumplido sentencia, él sería el número cien. Cuando entró en turno en el patíbulo miró a la nutrida concurrencia, y a la distancia vio a su esposa. Todo lo que se dijo asimismo fue: Lástima amor mío que no hubiéramos engendrado un hijo, y me duele que tú no hubieras estado virgen.
ELLE N’ÉTAIT PAS …
Cannes,
1er. octobre 2007
Un matin d’été 1480 inondé de lumière où, au premier coup d’œil un percevait la présence des glande sudoripares, Alcalá de Henares fut parée des édits de la foi et de la grâce. L’évènement suscita un grand émoi parmi ses habitants et deux jours plus tard, sur la grand place, on commença à brûler les effigies de gens qui s’étaient absentés de façons inopiné ; les plus nombreux étaient des maures et des juifs. Une fois achevée l’incinération, on commença à entasser les sacs noirs qui contenaient les os extraits des cimentières de cette localité et de villages avoisinants. On exhumait les défunts suspects d’avoir eu des liens avec les idées d’Avicenne, Averroès et autres noms de mathématiciens et géomètres, en remontant trois siècles en arrière. La loi, en cela, était claire : pour qu’ils en tirent une leçon et obtiennent rédemption, on prononçait le jugement du prévenu en sa présence, absence ou post-mortem. Une montagne de sacs entassés faisait de l’ombre aux toits lorsque le travail fut terminé. Les restes se transformèrent en flammes puis en braises et enfin en poussière de cendre.
Modeste Garaffa, assis dans un coin d’une taverne, avait deux jours auparavant glissé en confidence à l’oreille d’Ildefonse Graciano, travailleur des champs tout comme lui, que Marie n’était pas vierge.
Trois mois s’étaient écoulés depuis qu’on l’avait conduit à un cachot où, par une fissure, à peine lui parvenaient quelques rais de lumière, lorsqu’il fut amené devant le sévère juge aux lourds habits noirs qui lui dit de s’en remettre à la loi de grâce et d’avouer la gravité de sa conduite. Modeste Garaffa se plongea dans une profonde réflexion, repassant heure après heure chaque jour de ses vingt-trois ans. Il ne trouva rien à se reprocher. La seule chose qu’il répondit au juge, c’est qu’il ne comprenait pas sa question.
Un an plus tard on le sortit pour la seconde fois de sa geôle et on lui communiqua la sentence : il ne serait pas brûlé, bien qu’il n’eût pas abjuré son hérésie, mais il serait égorgé, considérant que son patronyme Garaffa pourrait avoir un lien de parenté avec le pape Jean-Pierre Garaffa, Sa Sainteté, l’Infaillible et autres titres d’une demie page. Privilège que l’on accordait seulement aux personnes de haute condition sociale, car la sienne lui valait à peine d’être pendu haut et court.
La nuit approchait, l’après-midi avait été rude, eu égard au dur labeur, les quatre-vingt dix-neuf suspects qui l’avaient précédé avaient reçu leur sentence, lui serait la centième. Quand son tour arriva de monter sur l’échafaud, il regarda la nombreuse assistance et au loin aperçut son épouse. La seule chose qu’il se dit en lui-même fut : Quel dommage, mon amour, que nous n’ayons pas engendré d’enfant, et cela me peine beaucoup que tu n’aies pas été vierge.