EN HOMENAJE A CHARLES DARWIN
EL DARWINISMO ENTRE LA LITERATURA Y EL REINO
DE LO ABSURDO
Por Efer Arocha
Escritor
Charles Robert Darwin
Todo comienza a la manera literaria, un simple relato de viajes que fue posible, por esas raras apreciaciones y decisiones humanas que nacen de la generosidad, el interrogante o la simpatía. Un joven de nombre Charles Robert Darwin, anhela formar parte de una expedición cartográfica que tiene como objetivo graficar la costa marítima de América del Sur. El problema es que no hay espacio en un buque con el apelativo Beagle.
John Stevens Henslow
Todo depende del capitán Robert FilzRoy quien decidió a última hora permitirle embarcarse gracias a la intervención del naturalista John Stevens Henslow amigo del futuro viajante. Darwin era oriundo de Scherewsbury, un poblado inglés. Allí nació un 12 de febrero de 1809. Sus inmensos deseos eran el de ser un pastor de la iglesia anglicana; pero la vida decidió otra cosa, porque en ella la mayoría de las veces, uno no hace lo que quiere, sino lo que puede. En esa partida el ganador fue Darwin para la alegría del progreso de la ciencia. De regreso publicó su primer libro relatando el viaje, hecho que lo hizo célebre. Pasaría a la inmortalidad con el texto, El origen de las especies por selección natural. Libro que abandonó la tipografía un 24 de noviembre de 1850, con un tiraje de 1250 ejemplares ya vendidos en su totalidad.
A ello debe la humanidad el haber resuelto una de las grandes preguntas, que desde luego había sido por siglos el reto complejo a resolver, aquél que plantea cuál fue nuestro origen. La curiosidad, una de las grandes fuerzas del pensar, que es una de las esencialidades del hombre, lo conduce siempre a interrogarse sobre lo que no comprende, y de buscar hasta hallar una respuesta que le dé satisfacción, como curiosidad y como solución. La respuesta no es una simple palabra, sino que es todo un constructo que encierra múltiples contenidos afinados y bien depurados, hasta lograr la categoría del concepto, la cual integrada en la estructura del pensamiento se convierte en un interpretador y orientador de la reflexión, para luego transformarse en acción del sujeto pensante.
En esta fenomenología, resultado de la acción de la percepción y la elaboración conceptual, aparece un espacio que es capital y que permite la existencia del movimiento del acto del pensar. El movimiento está entre la interrogación y la respuesta; en ese inaprehensible entre un punto y otro, que es aquello que establece la distancia; el movimiento, es distancia fenomenológica. Si no hay respuesta la acción de pensar es nula y el movimiento no puede darse. En este planteamiento no se cuestiona la calidad de la respuesta. Si ella es falsa o verídica el resultado es el mismo, puesto que lo que aquí estamos analizando, es el acto cognitivo en la dimensión de la historia en el proceso del pensamiento. El movimiento es el que produce la modificación, o como dicen los dialécticos: el cambio; quid en el cual se sostiene una parte de la corriente filosófica, antítesis de la otra parte, las que en una lectura en lenguaje epistémico se expresan así: la primera es cognición subjetiva derivada de la deducción intuitiva, y la segunda cognición objetiva sustentada en la plena prueba. Analizadas como las hemos descrito, en apariencia no hay ningún problema, pero al entrar en análisis, recurriendo al movimiento como una de las herramientas aptas para ascender al juicio en el plano de lo verídico, el asunto no es evidente, porque tomado el movimiento dentro de los parámetros de la memoria, su manera de existir y de expresarse va del desacierto al acierto. De lo subjetivo a lo objetivo en un complicado ovillo. He aquí hoy el conflicto que nos ocupa, el de ser consciente que somos animales iguales a los demás, producto de un proceso de evolución donde nuestros choznos fueron los primates, y cuyo descubrimiento se amerita a Darwin.
La evolución es un proceso general de la naturaleza que se expresa en el movimiento, el cual es sumamente complejo analizar en todo el conjunto donde hace presencia. De nuestra parte nos limitaremos exclusivamente a lo esencial de los efectos y reacciones sobre la concepción darwinista del universo.
Empezamos por acceder al conocimiento histórico que implica seguir un camino inverso en el proceso de movimiento ascendente, muy distinto al alcanzado hoy por el método de comprobación científica; que en este trabajo denominaremos la certeza o cognición objetiva, cuya conquista ha sido un proceso largo y dificultoso, que siempre ha estado condicionado por el valor de la calidad de la percepción que empezó su trayectoria en lo simple, en lo obvio y elemental, para ir desarrollándose en dirección de lo complejo, hasta alcanzar los contenidos que exige el valor del juicio concluyente, en aquello que no admite duda porque es prueba incontrovertible. Entonces, nos encontramos frente a la verdad trascendente, categoría del conocimiento, la cual para poder realizarse le es indispensable su contrario, el elemento relativo, el que desde la perspectiva de la historia es una antítesis; o sea, un contrario, es aquello que niega la verdad. Estamos en el centro de la paradoja. ¿Qué es lo objetivo o el acierto? Es la manera como se entendió y se explicaba el universo conocido mediante una percepción elemental, en los momentos en que se inicia la historia del pensamiento. Condición determinante para alcanzar el estadio del homo-sapiens. La respuesta la han resuelto variadas disciplinas científicas hoy, sólo que la filosofía no la ha sistematizado ni se la ha apropiado. Ella es lo subjetivo; es decir, el desacierto. El desacierto es aquello que fue verdad irrefutable por intuición o deducción analógica, y que se mueve dentro de los parámetros de una supuesta hipótesis, erigida en la observación y deducción empírica, al margen del método de la comprobación que garantiza acceder a lo objetivo, es decir, a la ciencia, que establece la prueba. La prueba no puede darse en este periodo porque ella corresponde a un estadio muy superior, que exige un complejo proceso de acumulación del saber en el espacio y en el tiempo. En los primeros pasos de la formación de la sociedad humana no puede haber ciencia, puesto que ésta es el resultado de múltiples avances en el conocimiento y dominio de la naturaleza. El hombre primitivo se explica todo lo que lo rodea usando su imaginación, él supone. Su primer constructo es ficcional. Cuna de la literatura, que es otro saber emanado de lo subjetivo encerrado en las categorías cognitivas del arte.
En la expresión del movimiento; en el sentido del aprender, en la conquista del saber; la ignorancia, no es ignorancia; sino es todo lo contrario, saber, y no un saber cualquiera, un saber pleno y total. Piedra angular que permitió la elaboración de los elementos necesarios para construir el primer concepto que explicaba la existencia del mundo circundante; condición sine qua non para poder lograr establecer las condiciones de la coherencia del acto de pensar. Como puede colegirse, estamos frente a una contradicción que es el piso de lo absurdo, puesto que no hay espacio para el pensamiento lógico en razón de la inexistencia de la ciencia. Sin embargo, analizado en el plano de la historia, lo lógico es el absurdo, el desacierto, la mentira. Aquí estamos frente a uno de los grandes placeres que produce el pensar, esa belleza que ofrece la especulación por el sólo hecho de la divagación; privilegio de los pensadores griegos que apenas se ha dado una vez en la historia, donde la filosofía tiene un sentido vivo, porque se resiste a vivir entre el sueño de los anaqueles. Por ello, encontramos que la verdad sólo puede ser verdad, habiendo sido fundamentalmente falsedad.
Veamos: En el proceso del conocimiento, la percepción del hombre primitivo estaba obligada a explicarse el mundo mediante los recursos que tenía a su disposición. Cuando nuestros antepasados interpretaban la causa de la lluvia, la oscuridad, el sol, la luna y demás fenómenos naturales, su percepción escasamente abarcaba los efectos, porque los veían, sentían y los padecían. Efectos que en ocasiones eran benéficos y en otras perjudiciales. Nos encontramos en la realidad, en su ahí incontrovertible e inobjetable. En ella surge un POR QUÉ, una interrogación con mayúscula. La lluvia cuando correspondía a las necesidades de cultivo, crianza y existencia humana, les era necesaria, y por ello, benéfica. Mientras que en otras ocasiones, en las mismas condiciones, tenía efectos catastróficos por la cantidad de agua, grado de humedad, descargas eléctricas y todo lo que contienen los ciclones, vendavales o recios aguaceros, con inundaciones que aún hoy en día no nos hemos podido liberar de ellas. Entonces tenemos que cuando los fenómenos naturales resultaban positivos orientaban el pensamiento de nuestros ancestros en una dirección, y cuando contenían el rasgo negativo iban en otra completamente opuesta. Verdadero reto para la comprensión humana que necesitaba hallar una explicación y también una solución para el fenómeno cuando era flagelo. Como la percepción se movía sólo en el efecto y no en la causa, la que en ese momento se ubicaba a centenas de años para ser asequible; la reflexión primitiva halla una solución. Elabora uno de los grandes aportes al pensamiento de la especie. La observación la conduce a la deducción. En el seno de la deducción nace la primera gran categoría de la filosofía y de la ciencia, la INTUICIÓN, que es pensamiento subjetivo. Aquí estamos en la gnosis, en el plano de la pura abstracción, en la fiesta del pensar, que está preñada de una necesidad de la abstracción. La abstracción para que pueda ser abstracción, afirmación de sí misma, tiene que manifestarse mediante su contrario, visualizar su carácter negativo, aquello que la hace relativa. Es el ser y no ser, y esto sólo se logra si se manifiesta a través de la realidad circundante. Tener un sustento de palpabilidad, ser aprehensibilidad que refrende la existencia del concepto como entidad de lo abstracto. Es aquí donde surge otro pilar del pensamiento, la HIPÓTESIS, entendida en el sentido del espacio y del tiempo donde hace presencia, porque ella ha evolucionado en la medida en que el pensamiento lo hace. Los pensadores preclaros de los albores del pensamiento, se sirvieron de ella para elaborar una compleja explicación de todos los fenómenos naturales que les beneficiaba, y otra muy distinta cuando les eran adversos.
Su percepción confrontaba dos fenomenologías bien distintas. La más frecuente venía de lo alto, como se ha anotado anteriormente; pero otra surgía del centro de la tierra con la erupción de los volcanes que les producía terror y espanto. Un acto verdaderamente colosal, misterio absoluto. Ante este cataclismo, el hombre primitivo y también el moderno están indefensos. Los dos hechos fuerzan a neuronas y dendritas del hombre salvaje a elaborar el primer concepto de la certeza de la cognición subjetiva, contraria a la objetiva. El hallazgo de UNA FUERZA SUPERIOR a él. Aquí es donde tiene origen el Teísmo, explicación divina del universo, raíz del creacionismo de hoy, pilar de la metafísica y una de sus ramas, la teología.
Sin la explicación divina de la naturaleza, el hombre no habría podido lograr acceder al pensamiento. Ella es su primera elaboración conceptual. Resultado de una larga y profunda reflexión tanto espacial como temporal. Fueron necesarios miles de años para fundir este tipo de pensamiento. En filosofía se describe como el dominio del Ser sobre el Sujeto, cognición subjetiva del Ser, donde Ser y Sujeto no están desligados porque el segundo es continuación del primero, asomando apenas ligeras diferencia.
Tenemos entonces que la FUERZA SUPERIOR -Teísmo-, es una categoría no de la certeza subjetiva. Punto capital. Ella es la expresión de su opuesto. Es certeza objetiva; es decir, verdad. En los albores de la civilización, el hombre primitivo no disponía de herramientas para elaborar un juicio distinto. Su percepción por aguda que fuera, le permitía escasamente imaginar a través de la observación empírica un camino que lo conducía a la deducción, lo que se transforma en intuitivo, en oposición a lo objetivo.
Al no poderse explicar la cognición de la certeza objetiva mediante el método de razonamiento lógico, por la imposibilidad de ascender a la causa de los orígenes de los fenómenos del Ser, el hombre del pretérito mediante la acción empírica derivada del trabajo, empieza a desdoblar la hipótesis de lo subjetivo, dando pasos muy tenues que le permiten empezar a comprender lo inexplicable de los fenómenos del Ser. El sujeto primitivo comienza a descubrir una distancia separadora, entre él y su medio. No de manera espontánea o accidental, sino como la consecuencia de que él ha logrado empezar a incidir sobre la naturaleza. Lo comprueba la domesticación de los animales, plantas y la construcción de vías. El dominio del Sujeto sobre el Ser produce efectos de trascendental consecuencia. Ser y Sujeto se influyen; es decir, se afectan mutuamente. En ambos hay un cambio, una modificación. Cuando el Sujeto transforma la naturaleza por la acción de transformarla, ella lo transforma a él. Fenomenología que funde las bases que origina la conciencia en el sentido propiamente dicho. Es intrascendente si es divina o no. Lo capital es que la conciencia construye la identidad del sí mismo; o sea, soy y existo. Momento maravilloso, nuestros ancestros han franqueado el espacio y el tiempo que les permite en adelante ser gnosis del Ser. Primer movimiento cualificativo en la relación entre naturaleza y sujeto en formación gnoseológica.
Con lo anterior, hemos demostrado que en el proceso de acceso a lo verídico, lo primero fue lo subjetivo, entendido como imaginación y en consecuencia sola HIPÓTESIS. Ella es objetividad. Y lo que hoy caracterizamos como veracidad, verdad o certeza, fue todo lo contrario, subjetividad. Fenomenología que hizo posible la gnosis, una gnosis arcaica, que es la autora de lo que hoy llamamos conciencia, que en lo categorial cognitivo se expresa en el juicio. La conciencia es pensamiento condensado. La conciencia nos trasformó, desde entonces no fuimos los mismos. Adquirimos en razón del movimiento una nueva calidad conocida hoy como humana. La conciencia es la que en adelante dirigirá nuestros actos mediante elaboraciones complejas. En el análisis que nos ocupa, la acción reflexiva hace un gran avance en la construcción de un pensamiento coherente, deduce que los fenómenos naturales son poseedores de una conciencia al igual que el Sujeto, son seres vivientes superiores a él. Tienen una supra-conciencia; como lo dice el poeta Barba-Jacob, “solución del misterio en el misterio oculto”.
Al considerar que la fenomenología del Ser tiene un comportamiento al igual que los humanos, este raciocinio saca a flote el principio de la semejanza en un amplio abanico, que va desde la imagen hasta el principio de identidad recíproca. La cual desde la perspectiva de lo mítico, es donde la acción reflexiva fundó sus cimientos para convertirse en una cantera desbordante, fuente primigenia para poder entender lo que hoy somos.
El estadio mítico recorre un espacio y un tiempo, siendo influido tanto desde el exterior como del interior, hecho que lo llevan a modificarse de manera permanente en múltiples direcciones haciendo presencia la Agorería, el Animismo y otros. Fenomenologías que explicaban coherentemente el mundo circundante, algunas de ellas han llegado hasta nosotros casi intactas.
En el tejido mítico paulatinamente se va enraizando y perfeccionando la idea moderna de lo divino en sus expresiones politeístas y monoteístas, sobresaliendo la idea de FUERZA SUPERIOR. Lo que sigue es la historia de las religiones y los cimientos gnoseológicos de la metafísica con su variante teológica. Sin embargo, es al Animismo a quien debemos la cualificación desde el ángulo del pensamiento el haber escalado los peldaños para ascender al homo-sapiens.
El Animismo no es el resultado escaso de la reflexión. Lo determinante fue el Principio de Necesidad de la realidad material. El hombre en estado salvaje veneraba a algunos animales para apoderarse de sus cualidades o para contrarrestarlas porque eran superiores a él. A los paquidermos los evaluaba seres superiores porque poseían fuerzas colosales frente a la suya. Otros volaban, nadaban y corrían a velocidades inigualables comparadas a las que él tenía. La mayoría lo devoraba o le causaba graves daños; como ocurrió con en el Tigre de los Dientes de Sable que estuvo a punto de exterminar la especie humana.
El hombre primitivo para lograr esta fenomenología construye un tejido intrincado de actos que se convierten en un verdadero mundo, cristalizándose en liturgia sustentada en el rito. Lo complejo del rito exige la especialización de ciertos individuos de la comunidad. En ese basamento se crean las condiciones para el surgimiento del brujo, y un poco más tarde el chamán, que son los hombres de ciencia de la época. Ellos recurren a muchos medios para alcanzar sus objetivos, entre éstos está la semejanza mediante el recurso de lo mimético, la máscara y otras utilerías propias del teatro. Recurriendo al dibujo, la FUERZA SUPERIOR adquiere presencia en el seno de la tribu. La imagen surgida del trazo es la representación del animal venerado del cual aún hoy hay vestigios en las cavernas. En términos de la historia el Animismo no es subjetivo, sino es una explicación lógica y racional de la complejidad de los fenómenos naturales, puesto que el nivel de desarrollo de la comunidad primitiva no podía explicarse el mundo de otra manera.
Por el principio de acumulación, que es cantidad, la cual no es estable ni permanece quieta, por el movimiento interno se transforma en calidad. Calidad cognitiva. Es por esto, que una vez resuelta las interrogantes inmediatas en torno de los animales que lo rodean, el Teísmo aborda lo alto, viene el asalto del cielo. Esto es el resultado de que empieza a intuir algunas causas de los fenómenos de las alturas. Distingue por ejemplo que hay un fenómeno que es lluvia y otro que es su contrario, la sequía. Diferencia entre la luz y la oscuridad. Distingue entre los que es un río y el mar, y así sucesivamente. Este sustento que es material y por lo tanto objetivo, le permite hacer su segunda gran elaboración teística, no por voluntad o curiosidad, sino por necesidad de entender y explicarse el misterio en el cual se encuentra sumido para lograr un beneficio. Con el conocimiento adquirido construye un segundo mundo no desconectado del primero, pero sí bastante diferenciado. Es entonces cuando se dan las condiciones para el surgimiento de las divinidades tutelares. Con el sol, la primera relación que tiene el hombre primitivo, es de parentesco; todavía hoy encontramos rezagos en algunas etnias en vías de desaparición que lo catalogan como hermano, igual sucede con la lluvia, la luna, el mar u otras. Son esos nexos condensados en códigos que la tribu tiene a su interior, para comportarse entre los conceptos de familias y las relaciones sociales. Luego de una larga práctica de parentesco con las divinidades tutelares, los pensadores primitivos constatan que este tipo de nexo no se ajusta a una concepción armónica, puesto que el Sujeto y el Ser contienen grandes diferencias cualitativas. Es la diferencia del hombre y los fenómenos que logra modelar la categoría teológica de Deus. El movimiento que sigue en ascenso nos lleva al estadio de la fenomenología, donde los astros adquieren la cualidad de la omnipotencia divina; esto ha llegado hasta nosotros y sigue aún vigente en algunas comunidades indígenas. Ellos adoran al dios sol, la diosa lluvia, etc. Explicación del mundo completamente válida, porque se enmarca plenamente en lo lógico. El hombre primitivo ha comprendido plena y cabalmente, la importancia que tiene para la vida la existencia de esa gama de fenomenologías del Ser. Siguiendo la necesidad como en las etapas anteriores, buscando el favor para beneficiarse, las festeja a través de sus ritos que son halagos, imploraciones, ruegos, y anticipa sus agradecimientos ante las presuntas satisfacciones imploradas. Todo lo anterior se sucede en el seno de la comunidad rural que desencadena la urbanización. En lo temporal sólo podemos fijar un tiempo aproximado que va de los sesenta a los cuarenta mil años antes de nuestro calendario. Los asentamientos urbanos que son entidades sumamente complejas, originan condiciones para el surgimiento de actividades completamente nuevas que en el mundo de la ruralidad no eran posibles, como fueron la construcción de navíos, dando lugar al nacimiento de los astilleros; los textiles, con el telar alterno de pies y manos; la cerámica en gran escala; la fundición de metales; la artesanía; ingeniería; arquitectura. Una verdadera revolución sustentada en el sedentarismo que generó por primera vez en la historia de la especie abundantes bienes materiales y servicios, permitiendo sobrantes que se transformaron en acumulación, y por esta condición eliminaron el trueque, dando origen a una nueva modalidad de intercambio de mercancías, que hoy conocemos como el comercio, el cual engendró el dinero. En este contexto de una realidad nueva y distinta, la semejanza tratada anteriormente, se transforma y prácticamente queda irreconocible, puesto que se han dado todas las condiciones para que sea reemplazada por la imagen simbólica, donde la figura humana se asocia a la FUERZA SUPERIOR; o sea, a Deus, y que en metafísica, en el plano teológico, se le denomina como el imago-dei. En los primeros asentamientos urbanos, el hombre por analogía comienza a controlar la primera causa de la sequía, y para liberarse de ella, en las zonas rurales, en los campos agrícolas recurre al regadío, y en las ciudades al acueducto. Desde el punto de vista del conocimiento nos encontramos ante la certeza de la cognición objetiva que le permite construir mediante el movimiento, siempre en ascenso, una nueva explicación del mundo, la que es por una parte lógica, y de la otra subjetiva. Explicación plasmada en múltiples matices del imago-dei. Los especialistas que se dedican a la clasificación y estudio del fenómeno, han censado cantidades exorbitantes que suman miles y miles de cultos desaparecidos, que contienen leyendas y verdaderos mundos intrincados inmersos en la subjetividad de la historia, los cuales llenan vacíos convirtiéndose en herramientas para entender nuestro pasado.
Hermes
Por razones de brevedad, en el presente análisis nos basta con citar algunos ejemplos conocidos del público, de civilizaciones aún muy recientes, como es el caso de los griegos. El dios Hermes que tenía bajo su cuidado a los comerciantes, estaba simbolizado por una figura humana que portaba un sombrero, sandalias aladas, llevando un caduceo de oro -varita mágica con serpientes enrolladas y alas en la parte superior. También cumplía el trabajo de mensajero. Existían también los dioses detestados como Ares, que era el dios de la guerra, agresivo y sanguinario. Los romanos le cambiaron el nombre por Marte. Esposo de la codiciada Afrodita, diosa del erotismo. Para cumplir su misión se asociaba con divinidades menores como Deimo que se encargaba del temor, y Fobo del terror. El dios Hades, divinidad que tenía a cargo los muertos. Hijo del titán Cronos y de la titánide Rea, hermano de Zeus y de Poseidón. Los trabajadores también tenían sus dioses; a los metalúrgicos los protegía el dios Hefesto, quien era cojo y desgarbado y por ello lo expulsaron del Olimpo al momento de nacer. Hemos descrito una de las funciones del imago-dei desde la perspectiva teológica, que corresponde en la historia de las religiones, al periodo politeísta. Sin embargo, el imago-dei, en el plano de la filosofía tiene otra función, en ese nexo de filosofía y política en el ejercicio del poder. El poder político por sí mismo no puede realizarse, puesto que es una generalidad concreta, que no obstante de ser veracidad; es decir, objetividad, no puede funcionar como lo que es. Es un ahí por fuera de la acción, porque carece de las distintas manifestaciones del movimiento que les son necesarias para convertirse en una categoría activa; tanto al estado arcaico como al moderno le son inherentes, para entrar en movimiento y para ello necesita sustentarse sobre columnas que lo conforman, siendo éstas las que lo corporizan, lo vuelven tangibilidad para poder entrar en acción. Columnas que están constituidas por dos realidades distintas: la infraestructura que se manifiesta a través de lo material, como son las distintas instituciones del estado; y la superestructura que se ubica en lo abstracto, en la cual se emplaza la fenomenología del imago-dei. Desde la perspectiva de la memoria, en lo que concierne a lo puramente urbano, el Teísmo sufre un movimiento de descualificación, se desdiviniza, en razón de que la génesis de lo divino; que en este caso es la FUERZA SUPERIOR; la inmortalidad no es un asunto del alma, sino del cuerpo. La ossa adquiere un papel preponderante, ella debe alcanzar ahora el funus imaginarium, concepción que puede situarse a partir de la Edad de Bronce, entre nueve y siete mil años antes de nuestro calendario y que fue practicada por distintas civilizaciones sin excluir las orientales, mesopotámicas, griegas y romanas. Una de las pruebas de lo anterior la encontramos en Herodiano, quien nos cuenta que el senado en pleno exigía un testigo jurado, que certificara haber visto ascender hacia el cielo, el cuerpo del finado emperador. La primera prueba de este pasaje la encontramos en el relato de Cassius Dionysius quien juró ante el senado haber observado con sus propios ojos, el ascenso del imago-dei del emperador Augusto subir al infinito. Esto garantizaba que se le debía construir un templo adorársele como a un dios, venerando su ossa en el sepulcro con todos los ritos que exige la divinización. Ello dependía de las condiciones políticas, puesto que cuando se preparaba la ceremonia para divinizar a César, el senado debió anularla porque fue proclamado como Divus Julius. La resurrección y elevación al cielo de Jesús es apenas la continuación de la tradición antes descrita, con un agravante, puesto que es un acto puramente imaginario debido a que esta divinidad carece de la prueba que pueda certificar su verdadera existencia en el área del Monoteísmo.
El imago-dei presenta en el movimiento contradictorio un cruce de imagos. El Politeísmo se sustentó en la certeza de la cognición objetiva; de una parte está el Ser con sus distintas fenomenologías que son reales, a partir de las cuales se forja el Ser-imago, en el espacio en que la naturaleza es naturaleza, donde la imagen es producto de la semejanza; es por esto que en los registros históricos encontramos Ser-imago con rostros de animales, plantas, soles, lunas, rayos, etc. Movimiento primero en acceder al imago. Ocupa este lugar en la construcción porque es fuerza todopoderosa, que en lo fundamental viene desde arriba hacia abajo. En el otro polo se forja el homo-imago, causa antes tratada, que va desde abajo hacia arriba. Para lo espacial en tanto que acción cognitiva resulta un hecho decisivo. Todas las religiones ubican sus dioses en lo alto en lo que hoy conocemos con el sustantivo de cielo. Él es felicidad y esencia del goce, meta a alcanzar para traspasar el placer infinito. En el goce eterno está la realización suprema de la vida, que es un bien. El bien no puede tener existencia sin su contrario, el mal. He ahí el pilar central del Deísmo. La moral religiosa se ha cristalizado. En filosofía ha hecho aparecimiento la corriente maniqueísta que consiste dividir a la sociedad y al individuo entre buenos y malos; primera consecuencia de lo alto. El cielo es también sede por estar arriba de una gama de valores entre los que se encuentra la Jerarquización y las Auctoritas. Antropología y etnología de la verticalidad. La pirámide del poder dual, divino y humano ha sido concluida. Lo que sigue desde entonces es la aplicación de la jerarquización del poder con las consecuencias nefandas de todos conocidas.
Cuando el sujeto, en un movimiento de ascenso cualificativo se diviniza por necesidad política del estado, porque es superestructura de él mismo, se dan las condiciones para la germinación del Monoteísmo, que es la simbolización del sujeto divinizado. Nos detendremos mínimamente en los fundadores de las tres más grandes religiones monoteístas que han llegado hasta nosotros. El Monoteísmo es antes que todo un acto literario, que se arma mediante narraciones que siendo esencialmente incoherentes; la literatura, mediante la metáfora, parábola y todo los recursos propios de la retórica, logra una verosimilitud amalgamando la prueba indirecta con la hipótesis ficcional, se crea un texto de connotaciones divinas con principios éticos y una moral mística, que presenta un rasgo de certeza de la cognición objetiva acerca del origen del mundo, de la vida y de todo lo que existe. Es la estética al servicio de la metafísica, y como en la metafísica el asunto no es de prueba, sino de convicción; para ser más preciso de fe, la literatura hace presencia con una descripción en prosa poética.
El día correspondía a una luna llena, los ojos lo veían todo, no había diferencia entre el día y la noche. Era mayo del 523 antes de nuestra era, cuando cansado después de infructuosos años de penetrantes meditaciones se sentó debajo de una higuera sagrada en Uruvela. Una afluente del río Ganges que pasaba muy cerca del lugar, entre su oleaje de ir y venir estableció una melodía para aquél que habiendo entrado en reposo absoluto dispuesto a no moverse hasta no alcanzar el verdadero conocimiento, el cual le sobrevino durante la noche en el momento del amanecer, logrando una concentración que lo aisló del mundo para poder escapar a las tentaciones que con este fin dispuso el dios Mara, y fue así como Buda obtuvo la iluminación. Y desde ese momento comenzó a predicar sus doctrinas, sostenida en las llamadas cuatro verdades nobles: “el mundo es sufrimiento, del sufrimiento se derivan los deseos humanos, para alcanzar la salvación hay que renunciar al deseo y la salvación se consigue a través de ocho principios…” Sobre Buda no hay la prueba que el historiador necesita para establecer la veracidad, pero no se puede negar su existencia en tanto que ser humano, puesto que se ha establecido por la llamada prueba indirecta, a través de las tres grandes fuentes de origen religioso: los vinayas, el buddhacarita y los zutta-pitaka, documentos muy posteriores al tiempo en que vivió. Se presume que provenía de una familia de clanes altos hindúes: los sakyas. Su pensamiento se enmarca en el campo de la teología. Su misticismo analizado con el nivel de la ciencia médica de hoy es un hecho bien esclarecido para médicos, psicoanalistas y sicólogos.
Mahoma
Mahoma es fenómeno reciente, pues data del año 600 de nuestro calendario. Al igual que el anterior, lo sagrado es una urdimbre literaria mitológica donde hay vestigios del relato arcaico, presencia ficcional de otros credos como el judío; presenta una especie de nudo narrativo como soporte de su coherencia teológica. En cuanto a la certeza de la cognición objetiva, su dimensión es la de un personaje de la historia; en él todo es humano, virtudes y defectos. Fue preponderantemente un hombre político y un guerrero con todas las implicaciones que en su tiempo emanaban la acción violenta.
No obstante, el portón de su divinización, según el Corán, se inicia con un relato de connotación religiosa. Siendo muy joven cuando ejercía el oficio de pastor en el desierto, se le presentó el ángel Gabriel, quien le encomienda misiones divinas. Contrae matrimonio con una viuda, nombrada Khadija, en su compañía deciden vivir en unas cuevas cercanas a lo que hoy se denomina La Meca, lugar donde recibe la orden divina de predicar el camino de la felicidad. De La Meca sale para Medina en el año 622, fecha en que se inicia la era musulmana. Logra construir un imperio político empleando el elemento religioso como un principio de unidad en torno de su doctrina, donde se prioriza la vida material y lo espiritual es secundario.
Salvatore Waner S.
Jesús es la más bella ficción literaria de la historia de las religiones. Fueron muchas las horas dedicadas a desentrañar algo que nos permitiese referenciar cómo constatar una prueba directa o indirecta, acerca de la presencia de esta controvertida divinidad. Todo fue en vano, puesto que en el rigor que exige la evidencia para el historiador imparcial, no hay nada. Su presunto pasaje por la vida es una excelente elaboración de la literatura fantástica. Como es un asunto finiquitado por los distintos especialistas de la historia, nos detendremos apenas en un hecho clave faro del tema. En la historia del Imperio Romano encontramos la presencia de Titus Flavius Josephus. Patricio de condiciones singulares, comenzando por su doble nobleza. Noble judío por línea materna y noble igualmente por padre, perteneciente a una prominente familia romana. Político de excelente formación intelectual. En función imperial vivió en Jerusalén, pero sobre todo en Galilea buscando morigerar las sublevaciones populares. Él tenía cierta simpatía hacia la causa judía. Sobre su experiencia en los territorios escribió dos libros donde consignó sucesos de todo orden, sin escapar los ínfimos. Libros titulados De Bello Judeorum (sobre las guerras judías), Antiquitatum Judaicarum (antigüedades judías). El lapso registrado por Titus Flavius corresponde exactamente al tiempo en que debió vivir Jesús, sólo que él no lo menciona en parte alguna.
Titus Flavius Josephus