EN HOMENAJE A CHARLES DARWIN sigue
El Ser-imago-dei visto antes en los fenómenos naturales, y el homo-imago-dei cuya simbolización en su máximo nivel de cualificación lo representan las tres concepciones Monoteístas tratadas anteriormente, se constituyen en una unidad supra-humana de sujeción. Aparece un poder bicéfalo cuya característica es la especialización. En lo concerniente a lo objetivo, lo material, lo que en lenguaje religioso es lo terrenal, es una área de incumbencia del estado. Lo teístico, área de las divinidades que no tienen la facultad de corporización, por carecer de materialidad, no dejan de serlo, todo lo contrario. La influencia sobre lo concreto puede resultar mayor y más eficaz que la codificación ejercida por el estado a través de la norma jurídica. El código divino carente de palpabilidad está constituido para afectar la conciencia que es la que decide todos los actos volitivos, los cuales finalizan en una decisión material, que tiene como orientación el beneficio concreto ajustado a lo divino. Es de fuerza concluir que la binalidad funde una unidad de comunidad de intereses, cuya esencia del poder es la satisfacción del anhelo, mediante la acción de la dominación.
La fenomenología binaria, resultado de lo necesario para lograr fundir los dos pilares en una unidad de poder, necesita recurrir a una categoría de carácter subjetivo que es lo sagrado, piedra de toque de la metafísica que genera la legitimización del poder divino, el cual se originó en las calidades excepcionales del brujo y del chamán en el Animismo, para luego seguir un hilo conductor hasta el estadio en que hemos venido analizando, donde sacerdotes y en ocasiones jefes políticos, adquirían la cualidad de lo sagrado, fenómeno desaparecido sólo muy reciente, como es el caso de los reyes. La construcción de esa inmensa mole que es el poder, no es resultado del movimiento idílico de los distintos avances de la acción cognitiva En la conquista del saber se presentan múltiples oposiciones, y una de ellas contiene el principio de aniquilación por destrucción. El Teísmo lleva en sí, lo mismo que el poder irracional, sus fosas a cuestas, a la cual le ha hecho Darwin, su lápida.
En un espacio temporal el homo-faber fabrica el cuchillo de sílice, logra su primer invento el anzuelo, descubre el fuego, domestica plantas y animales, y observando que las aves y otros animales ingieren determinadas plantas cuando están enfermos, empieza a curarse de la misma manera que ellos lo hacen, iniciándose con esto la historia de la medicina. Tenemos entonces que desde el mismo momento que aparece el Teísmo, éste lleva consigo los elementos de su propia destrucción, así éstos no se manifiesten en la superficie, a causa de que el polo dominante es lo teológico con sus múltiples variantes entre las cuales se encuentra el Creacionismo, y de la otra su opuesto que durante un largo proceso, como lo hemos tratado correspondía a lo objetivo, puesto que lo cognitivo no correspondía a este nivel, sino a lo subjetivo, cuando el concepto de Deus era la única explicación posible.
Pero en la medida que el proceso cognitivo avanza mediante la certeza de la cognición objetiva, la cual se sustenta en tres columnas: el conocimiento científico, conocimiento estético y abstracción filosófica, estos tres constituyentes cuajan el conocimiento humano. Cuando en la historia de las creencias logra el nivel del Monoteísmo, se sucede una transformación radical en el mundo mítico. El hechicero, el augur y el chamán eran oficiantes mediadores entre las distintas fuerzas superiores y la comunidad. Lo mítico presentaba una armonía, puesto que existía una correspondencia de intereses sociales con los que cumplían la función de intermediarios. Intermediarios y comunidad buscaban los mismos objetivos, el bienestar social. El brujo era curandero, el augur invocaba a los espíritus para ahuyentar los males, y el chamán era polifacético, empezando por la alquimia y la fundición de metales. Época fabulosa de la concepción mítica. Como la certeza de la cognición objetiva se encuentra en constante cambio y transformación, va respondiendo a todos los interrogantes de la etapa antecesora no con respuestas teóricas, sino en hechos concretos, iniciando el sedimento material de lo que hoy llamamos civilización. En el nuevo estadio los mediadores primitivos pierden su rol, el cual es reemplazado por nuevos intermediarios quienes presentan una nueva relación entre lo que antes era mítico y ahora adquiere una expresión nueva cualificativa, empapada entre lo místico y lo teológico. El fenómeno no es espontáneo ni racional, es la consecuencia del surgimiento de la propiedad en el estadio del esclavismo, donde el sacerdote hace parte de la casta en el poder en la cual tiene intereses propios y bien definidos. Su predominio en el seno de la sociedad está garantizado por el servicio de mediador teológico.
Aparecen en lo social dos formas de poderes: el material dirigido por un jefe político, y el divino por el sumo sacerdote, guardián del templo. De ahí que todo lo que socave, debilite o destruya los valores religiosos debe ser cortado de raíz, asunto racional, puesto que se presenta una lucha de intereses; no de orden divino, sino de orden material. Es por esto que las religiones han dejado tras de sí una estela de horrores en todos los campos de la sociedad humana, sin exceptuar los animales que hicieron y siguen siendo grandes tributos para perpetuar el absurdo. Los distintos dioses han producido más dolor en su nombre que todas las enfermedades juntas padecidas por la humanidad. En el aspecto central que aquí nos ocupa, la concepción teística ha sido siempre enemiga furibunda de la veracidad. Nos limitaremos a citar un solo caso de los miles que registra el movimiento de oposición entre lo místico y la verdad. Se trata de una mujer académica, precursora de la universidad de hoy llamada Hypatia.
Hypatia
Matemática, astrónoma y filósofa propagadora del conocimiento de la certeza de la cognición objetiva. En pleno ascenso del catolicismo teodosiano, fue muerta a pedradas por una turba de cristianos enfurecidos, en un día de marzo del año 415 de nuestro calendario, en el momento que abandonaba la cátedra de matemáticas que dictaba en el fondo de la biblioteca, en Alejandría. El crimen fue urdido, al parecer, por el patriarca Cirilo de Alejandría. Esto para referirnos al dolor entre teología y certeza objetiva, porque en el plano del conocimiento, las ciencias siguiendo el movimiento ascendente, han tenido que aclarar uno a uno los distintos misterios naturales. Nos detendremos igualmente en un solo ejemplo de los millones de fenómenos científicos resueltos hasta hoy en su confrontación con el absurdo.
Erastóstenes
Una gama de conocimientos había hecho grandes avances, entre los cuales la tierra descubría sus complicadas incógnitas. Un polígrafo llamado Eratóstenes de Cirene, 275 antes de nuestro calendario, que ejercía como crítico teatral, poeta, matemático, historiador, astrónomo, bibliotecario nombrado por Ptolomeo III de aquella famosa, se le considera también como el fundador de la geografía. Meditando sobre una lectura leída en un libro de papiro que decía que el 21 de julio, solsticio, día más largo de verano, cerca de la primera catarata del Nilo, una estaca en posición vertical no proyectaba sombra coincidiendo que el sol se reflejaba plenamente en el agua, dedujo Eratóstenes que los rayos caían perpendicularmente sobre su propia cabeza. Por intuición quiso establecer una comprobación, y el 21 de julio sembró la misma estaca en Alejandría en pleno mediodía descubriendo que proyectaba sombra. Reflexionando con criterio científico se interrogó por qué la estaca de Siena no proyectaba sombra, mientras que la de Alejandría que estaba situada al norte, sí. La conclusión para Eratóstenes fue simple. Si la tierra era plana dos estacas puestas, cercas o a gran distancias no tenían porque proyectar sombra. Fue entonces cuando Eratóstenes comprendió que la única respuesta posible era que la tierra estaba curvada, y luego comprobaría, que a mayor curvatura mayor era la longitud de la sombra. Él sabía que la distancia entre Alejandría y Siena era de 800 kilómetros porque contrató a un hombre para que la midiera a pasos. Basado en el trabajo de campo logró establecer que la circunferencia terrestre era de 250.000 estadios. Un estadio equivale a 157,5 metros, medida que apenas da un error de 70 kilómetros con los instrumentos de precisión con los cuales contamos hoy, tales como son los satélites. Nos encontramos en la confrontación entre el conocimiento y lo absurdo.
No vamos hacer un señalamiento de las consecuencias negativas derivadas del accionar del absurdo, puesto que sobre esto hay volúmenes que demuestran hasta la saciedad lo nefasto que para la sociedad y el hombre en su condición individual, ha tenido el orientarse por la concepción teística. No podemos resistirnos señalar un mínimo ejemplo. Si la humanidad hubiera seguido el camino de la certeza de la cognición objetiva trazada por la atomistas griegos, no hay la menor duda que hoy poblaríamos el cosmos, y no sufriríamos las miserias materiales que nos achacan, ni tampoco el cáncer, estrés o alzheimer que nos aquejan. Pero no fue así, el peso de la ignorancia resultó más fuerte que el del saber.
A Charles Darwin, hombre de ciencia, hoy 12 de febrero de 2009, con emoción y llenos de placer le conmemoramos el bicentenario de su nacimiento, por haber legado al conocimiento El origen de las especies y otros textos, permitiéndonos conocer todo el ciclo evolutivo de animales antropomorfos, porque eso es lo que somos, simples animales y nada más, íntimamente relacionados con lo inanimado como son los minerales, interrelacionados con la vida vegetal y estrechamente ligados con el resto de la vida animal. No somos más que una simple elaboración zoológica, perteneciente al género de los placentarios, mamíferos, vivíparos, etc. Frente al movimiento continuo del Ser, apenas sí somos una accidentalidad fenomenológica. Existimos para no existir, somos los portadores del pesimismo trascendente. En términos categoriales resulta ser lo mismo, nacer o no haber nacido, porque nuestra finitud termina en el ahí del último hálito de nuestra conciencia, en el tránsito de lo animado a lo inanimado. Nuestra interrogación mayor se sitúa entre lo finito y lo infinito, en el acceso a la eternidad que la teología nos había resuelto por el camino de la quimera, gozando de una vida eterna en las alturas, mejor denominada como ya lo anotamos, cielo; disfrutando de una vida placentera en compañía de un ser omnipotente que presentaba la cualidad de ser eterno, porque estaba por fuera de la categoría del espacio y del tiempo. Como vemos, zumo concentrado de la literatura fantástica, reino de la ilusión. Asunto muy distinto es adquirir conciencia de la certeza de la cognición objetiva, descubrirnos en nuestra condición real. Somos entidades finitas perecibles. El carácter perecedero que es una de nuestras esencias, no tiene por qué generarnos una angustia existencial a causa de nuestra intranscendencia en el plano de lo infinito. El infinito no es nuestra razón de ser. Nuestra pasión está enmarcada en el espacio y el tiempo en el que transcurre la vida, y ése sí es un problema que nos concierne ahora y aquí. Nos encontramos en el estadio de lo finito; ello no significa que la especie no logre conquistar la infinitud, todo parece indicar que será así.
Nuestros problemas son el ahora y el aquí. Darwin dio respuesta al problema de la evolución; pero a éste le antecede otro, el origen de la vida. Para entender este fenómeno se necesita tener una formación de la certeza de la cognición objetiva; esto implica que la tierra tal como la conocemos hoy, es un momento en el tiempo. Antes era distinta y en el futuro será diferente. El océano primitivo, antes de ser salado pasó por un estado sulfuroso y de otras cualidades, donde partículas elementales, a causa de millones y millones de combinaciones químicas, adquirieron la cualidad de estructuras complejas. Lo demás es evolución como acertadamente lo define Darwin, la vida surgió en el océano Recie. Sobre esto encontramos abundante elementos de comprobación. Primera respuesta al Creacionismo. El Creacionismo toca otro punto el cual tratamos antes, que es el problema de la infinitud. Esto está resuelto por la filosofía atomista desde la más remota antigüedad en la paradoja del ciego y el bastón. El ciego con su bastón siempre está golpeando el límite, un límite sin fin que no tiene dirección, puesto que no existe el centro, ni el arriba, ni el abajo y tampoco el lado. Esto fue lo que precisamente acabó con la geometría de Euclides, a un límite sigue otro, porque donde termina ése da origen a otro distinto y por esto es que el universo carece de límites y es infinito. En términos filosóficos no hay un momento primero ni otro después, puesto que el universo carece de principio y de fin, todo está en completo movimiento y transformación. La certeza de la cognición objetiva echa por tierra la hipótesis del Big-Bang. La manera de ser de la materia está en el movimiento pasando de un estado a otro, en un tiempo y un espacio delimitado, donde se presenta un cambio, sea en la calidad o en la cantidad. No significa por ello, que en el tiempo haya un instante en la cual se crea. Ella ni se crea ni se destruye. Otra cosa que es muy distinta, es que ella no escapa a la categoría del principio de oposición, conocido en la física actual bajo el rótulo de antimateria, pero esto es otro problema que no incumbe al tema. Si lo anterior es verídico entonces por qué surge el Creacionismo y su consecuencia el fenómeno religioso. La historia de las religiones es el producto de sus propios intereses, que como lo hemos anotado, no son divinos, sino extremadamente humanos en el sentido material de la economía. Esa es la razón de su existencia fundamental.
Pero para poder proyectarse en el tiempo, ha seguido un proceso de acomodamiento al avance constante del conocimiento. El Politeísmo frente al Monoteísmo representaba, desde la perspectiva actual, una ventaja no despreciable digna a tenerse en cuenta. En materia creyente había un equilibrio tácito entre lo público y lo privado, no obstante que en las sociedades antiguas hubo siempre entre lo creyente y lo no creyente, un candente conflicto atizado por los intelectuales, que en el caso de Roma sobresalían los poetas y algunos juristas y pensadores esclarecidos.
En el plano de la devoción, en el ejercicio religioso, lo público correspondía a la veneración de divinidades que cobijaran todo el territorio de la República o grandes centros urbanos como Roma, a quienes se calificaban como divinidades genuinas, en razón que estaban basadas en la tradición sobre todo rural, donde el Animismo tenía una presencia notable como lo fue la alegoría Lupus Martius, los frisos de una cerda con sus treinta cerditos, las serpientes alimentadas en el templo de la Bona Dea. En armonía se encontraban las grandes deidades, es el caso de Júpiter que tenía su sede en el Templo del Capitolio, cuya responsabilidad era salvaguardar toda la República, acompañado con Juno y Minerva, mejor conocida como la tríada Capitolina. Marte era otro coloso de lo público, responsable de conducir las tropas a la victoria, por ello era el dios de la guerra. Y de acuerdo a las necesidades del estado se aceptaban dioses extranjeros y se les insertaban en la creencia o en parte de los ritos. En esto los romanos eran abiertos, ejercían una verdadera y auténtica democracia divina.
En Roma no sólo era ya visible, sino que estaba claro y bien definida, la diferencia entre el carácter religioso de lo público y de lo privado que resultan ser elementos importantes en la concepción moderna para el tratamiento del ciudadano homo-religiosus. En lo público la concepción divina abarca el conjunto social definido en lo espacial por los límites del Imperio o la República. Dentro de esta limitación la religión tiene un rol bien preciso en el ejercicio de gobernar. Se establece el binomio del que antes habláramos entre el poder público y el poder divino, no en el sentido de la legitimación, puesto que la fuente del derecho, en el caso de la República, emanaba directamente del derecho al sufragio de aquéllos que tenían la categoría jurídica de ciudadanos romanos; es decir, el romano que podía ejercer el voto para elegir la representación. La representación es entonces la legitimación. En el Imperio, la legitimación surge fundamentalmente de la fuerza militar. En algunos casos cuando el hombre se hace dios es un aval más a este tipo de legalidad. En lo concerniente a lo privado, donde la religión está al servicio de lo doméstico, tanto las grandes familias patricias como la de los ciudadanos romanos y plebeyos, en lo rural y urbano, cada hogar tenía sus propios dioses, que no eran los dioses que estaban al servicio del estado, sino otros muy distintos que pertenecían exclusivamente a cada familia. Las divinidades jugaban un papel de utilidad, su presencia era la de ayudar a resolver las necesidades del hogar. Es por esto, que en la sociedad romana se presentan distintas jerarquías y calidades de culto que son determinados por el estatus social del creyente, consecuencia de esto, cada divinidad tenía su propio culto de acuerdo a los deseos del pater familia, ejercido siempre por el varón de mayor edad, el cual a su muerte lo sucedían por edad, parentesco o consaguinidad. Las mujeres participaban en el culto después de casadas. Esclavos y huéspedes temporales participaban igualmente. Este tipo de ceremonial del hogar era íntimo, tocando el nivel del secreto, y no era objeto de comentario por amistad o vecindad. Esto llevó a decir a Polibio que los romanos eran más religiosos que sus propios dioses. En cuanto a lo económico la familia absorbía todos los costos, los que implicaban una suma significativa; por pobre que fuera un hogar tenía un espacio dedicado al dios de su devoción donde se incluían hasta muebles. En las clases adineradas, en los pórticos y lugares exteriores se hacían códigos que sugerían el tipo de deidad venerada.
Visto lo anterior en este estadio que nos ocupa, el fenómeno religioso, no obstante de presentar diferencia de grado, su causa en el sentido cognitivo, es la misma. El movimiento de la certeza de la cognición objetiva ha hecho enormes progresos, pero no es el polo dominante. Lo predominante es la explicación teística del universo que se agravará con la institución del cristianismo como religión oficial del Imperio. Occidente vivirá un milenario de tinieblas que comienza a despejarse con el Renacimiento que permitió el desarrollo de nuestra modernidad. A partir del Renacimiento se sientan las bases para la revolución científico-técnica, partiendo de las ciencias naturales, mecánica, energía, sistemas de transporte, hasta llegar a la revolución industrial, que hizo posible que el conocimiento teórico se materializara en conocimiento práctico en un aceleramiento tal, el que cada día es más rápido. Si tomamos como referencia el calendario gregoriano se necesitó milenio y medio para duplicar el conocimiento adquirido en la antigüedad. A partir del Renacimiento con sólo doscientos años, se duplicó ese conocimiento para luego seguir de cien en cien y descender a cincuenta. Y en este momento hay ramas de las ciencias que en una semana se duplica todo el conocimiento anterior, y en ocasiones sólo se necesitan veinticuatro horas, para doblar el conocimiento como sucede con las observaciones astronómicas. Es tal la información nueva que se recoge en un día, que se utilizarían treinta años para sistematizarla con las técnicas de metodización usadas actualmente. Los avances científicos son tan marcados y en una cantidad tan desorbitante que hoy no es posible que un científico por brillante que sea, conozca todo lo que concierne a su campo de investigaciones.
El movimiento cognitivo emanado de la ciencia y la técnica en el sentido cualificativo, se expresa también en la cantidad. La calidad en su accionar interno genera la cantidad, la cual en lo objetivo da como resultado el nacimiento permanente de nuevas ciencias y técnicas. Esto ha echado las bases para el surgimiento del homo-cientificus, el que tiene por primera vez objetivos muy distintos en el campo gnoseológico en el proceso del conocimiento. Los intereses del Teísmo han logrado hasta hoy bloquear la investigación pura en torno del Sujeto; sin embargo, la correlación de fuerzas entre la acción cognitiva y el reino del absurdo, han empezado a cambiar a favor del conocimiento. Cambio que es visible en la investigación genética, biología y ciencias afines, entre las que tiene un espacio especial el estudio del cerebro.
El cerebro empieza a dejar de ser un secreto, y lo que es más impresionante, el hombre ha construido su propia inteligencia, pues hoy estamos ante el hecho que las máquinas piensan a cierto nivel con mayor eficacia que el cerebro humano, realizando determinado tipo de tareas. El pensamiento virtual no se avizoraba siquiera apenas algunos años atrás. En el pensamiento de hoy no hay ningún espacio para ninguna fuerza superior al margen del Ser; es decir, la oposición actual no es entre el Teísmo y el Sujeto, el concepto de divinidad no sólo no tiene vigencia, sino que su presencia, ya sea en lo social o lo individual, es un absurdo. La religión, cualquiera que sea, niega al hombre en tanto que ser pensante, ella es irracionalidad humana. Entre el concepto del Teísmo y la cognición no hay oposición, en razón que la gnosis demolió el piso del andamiaje gnoseológico de la metafísica; y esto sucedió ya hace muchas décadas. Uno de los grandes méritos de la asepsia cognitiva, la humanidad se la debe a Charles Darwin, quien dio un paso de gigante en el avance de la ciencia. Él ha contribuido también a esclarecer concepciones, puesto que hoy no existe sustento para seguir hablando de una concepción oriental y otra occidental. Lo que hoy vivimos es la confrontación entre el saber y la ignorancia; entre la oscuridad tenebrosa del exacerbado Teísmo, propio de la Edad Media, y el saber que ha conquistado el espacio, pues ya hemos empezado a vivir en nuestros satélites artificiales, donde nuestros cosmonautas van y vienen siguiendo el camino de los grande viajeros como Marco Polo y Colón. Señal que muy pronto abandonaremos esta tierra para habitar mundos distintos donde nuevos retos nos esperan.
Sin embargo, la realidad nos demuestra otra cosa, que a lo largo del análisis que hemos venido haciendo, la concepción subjetiva del mundo; esto es lo religioso, continúa manifestándose, no obstante la carencia de espacio en lo cognitivo. En el pensamiento de hoy no hay espacio para fuerzas superiores divinas; así sean tan sutiles como algunas teorías cósmicas del primer instante del universo. Como hemos demostrado, la naturaleza no tiene principio, ni fin, ni límite. Ella existe únicamente de dos formas de lo finito a lo infinito, y a la inversa, lo demás es literatura. Pero la conclusión así sea verídica como es la nuestra, no resuelve nada para el sujeto creyente.
El misterio lo encontramos en la Melancolía Necesaria, o expresado en términos literarios, en el anhelo que satisface la necesidad; en aquello que es deseo de la utopía intrínseca del individuo en tanto que ser social en pos de la felicidad; en aquello que es deseo de la utopía intrínseca del individuo en tanto que unidad; es decir, en el plano de la pura imaginación, consecuencia de no poder realizar la utopía en lo material. En lo que corresponde al ser social, sólo es desentrañable si se usa el método teniendo al individuo como una categoría de lo histórico. En los abisales del pretérito al iniciar este trabajo, señalamos que el principio de necesidad había echado las bases para el surgimiento del Animismo. El hombre primitivo frente a los animales se encontraba en un estado de indefensión, en inermia absoluta, logrando sobrevivir porque mediante la acción reflexiva logró escapar a su destrucción. Es en este lapso donde se sedimenta la Melancolía Trascendente; esto es, él lucha por adquirir las cualidades de los animales superiores y no lo logra, sólo accede a la nostalgia como recompensa. En ese transcurrir de cientos de miles de años, la Melancolía Trascendente, que en filosofía se describe como el principio de obstáculo epistemológico, en el cual el sujeto en tanto que categoría pensante no sigue las fuentes de la ciencia, sino su elaboración subjetiva de sus deseos fantásticos de lo que a su juicio debe ser la felicidad, corporizándose en el deseo de la imaginación literaria. Tenemos entonces que el individuo frente a cada realidad en el proceso de memoria sustituye lo objetivo por lo subjetivo. Todo esto como ser social en el contexto de lo histórico. De otra parte tenemos el individuo en su expresión de unidad. Como unidad no es abstracto, sino algo muy concreto, él es tangible y palpable y está ubicado en un espacio y un tiempo concreto que lo influye, y en ocasiones lo determina. En su unicidad, él es por una parte género, que es lo que le ha permitido ser una categoría de lo histórico, pero de la otra no lo es, en razón que cada individuo es único, diferente a todos los demás, diferencia que va desde la forma hasta el contenido.
La pregunta que surge y que necesita una respuesta es: ¿Cuál es el contenido de un individuo en su ahí? De manera simple es la conciencia de sí mismo, pero es una respuesta reducionista, que no contesta a la interrogación. El contenido del sujeto corresponde a lo intrínseco, a lo que podríamos denominar la escala valorativa de su yo volitivo que no siempre es estable, en razón de que la codificación es el resultado de su experiencia de los distintos ciclos que van desde la niñez hasta la vejez. Codificación que se mutua de acuerdo a las influencias interiores y exteriores, en un espacio y en un tiempo concreto. El espacio y el tiempo concreto de la modernidad en el ahora y aquí, nos muestran que millones de personas en el mundo militan en el Teísmo, consecuencia de su concepción que tienen acerca del universo. Teóricamente hay muchas formulaciones para explicar el fenómeno, las cuales corresponden a los intereses de quienes las emitan, en razón de que no hay actividad humana exenta de interés. Existe aún una especie en extinción conocida como los utopistas cuya esencia es el soñar. En el sueño el único interés que existe es el placer de alcanzar la libertad, la que es su paradigma. El utopista es el único sujeto apto por carecer de intereses en el tema, y en razón de esto, le da el derecho a expresarse en un sentido deontológico, que son los parámetros que surgen en el horizonte para mejorar la condición humana.
El hombre religioso de hoy se sustenta en la misma materialidad del hombre primitivo, su diferencia es de grado. Cree, no por abstracción sino por necesidad emanada de la exigencia del vivir, realidad material individual y social. La calidad de su Teísmo lo determina su condición material de vida. Las capas pobres que cubren el planeta están avocadas a resolver sus necesidades más elementales, por esto, militan en un Teísmo que las hunde en un espantoso atraso frente a lo cognitivo, mientras que otras ubicadas en espacios económicos de mayor abundancia, viven una realidad distinta, y en lo cualitativo religioso pueden ser militantes del Deísmo que acepta la creencia en un dios, pero que rechaza los milagros, profecías y las acciones sobrenaturales de las divinidades. Sectores con acceso a la educación insuficiente, que es en la realidad la mayoría de la población del mundo, están cubiertas por los velos de las grandes religiones monoteístas que tienen intereses claros y definidos sobre los cuales vendremos más adelante.
Sectores con alta formación intelectual, pero que presentan vacilaciones, originadas en lo material o en la concepción abstracta, conforman el campo del agnosticismo, existencialismo, pesimismo y múltiples corrientes filosóficas que tienen materialidad en la soledad, en la angustia o en el temor a la intrascendencia. Finalmente una franja poco significativa de la población, ha alcanzado lograr una armonía entre la acción de vivir y la acción cognitiva. Estos son los ateos, seres verdaderamente libres porque han superado la contradicción entre la certeza de la cognición objetiva y la certeza de la cognición subjetiva. Por lo antes expuesto es visible qué respuesta se dé a la metafísica, ella tiene efectos que afectan el cuerpo social, empezando por la institución del estado. Como éste es en últimas el árbitro de los intereses de la sociedad debe corresponder con la parte más avanzada del progreso humano. Sobre este pilar debe fundar una deontología que represente el avance y no el atraso. En un parágrafo anterior anotábamos que ya en las sociedades antiguas había una clara distinción entre el Teísmo público y el Teísmo privado. En la nuevas condiciones para que la institución del estado sea realmente moderna debe ser concordante con lo más avanzado del pensamiento de hoy, asumiendo todas las consecuencias que ello implica. Señalemos dos aspectos fundamentales: en lo público no puede tener cabida el más mínimo asomo de cualquier manifestación religiosa, y en acceso al saber, es responsabilidad del estado a todos los niveles del grado de instrucción, orientarse por lo más avanzado en lo cognitivo.
En los estadios precedentes del estado incluyendo el actual, no se habían dado las condiciones materiales que permitiesen un avance cualificativo para que éste se cimentara sobre una nueva base deontológica en cuanto a la cognición de la certeza objetiva. La gnosis es hoy un derecho del ciudadano universal, sin el cual no es posible que pueda realizarse como sujeto pensante. Ser sujeto pensante tiene profundas implicaciones, señalaremos la principal que aquí nos concierne. Esa utopía que es la libertad, que corresponde en lo general al Sujeto y no al Ser. El Sujeto es igualmente una generalidad en la cual se manifiesta la libertad en tanto que concepción, igualmente general. Pero para que la libertad sea, no se realiza en lo abstracto sino en lo muy concreto. La libertad pasa por la creencia. Cada individuo en su ahí, en aquello que constituye su mismidad, haciendo uso de su libertad es creyente o no. Es politeísta, monoteísta o tiene un dios personal, en el plano de lo íntimo en el yo inviolable.
El discurso religioso de la libertad de culto, comunidad de creyentes, es una herramienta que corresponde a intereses bien definidos de quienes dirigen la acción religiosa en connivencia con otros intereses exteriores. Si el espacio público no está impregnado del Teísmo en ninguna de sus formas reduciéndose éste a lo estrictamente privado, el primer beneficio lo obtendríamos en el Medio Oriente, musulmanes y judíos vivirían en armonía teística disfrutando de la vida, en una convivencia razonable, digna de seres pensantes.
Dimitri Medveded con el patriarca de
la Iglesia ortodoxa rusa
Pero, ¿qué sucede? Empezando por la política, sin excepción de tendencias, que no es una profesión como cualquier otra, sino que los políticos comparten con los sacerdotes de todas las religiones existentes, la felicidad del paraíso no en los cielos, sino en esta tierra. Políticos como el señor Putin y el señor Medvedev acaban de resucitar el cadáver de la iglesia ortodoxa rusa invirtiendo sumas colosales, mientras que el ruso común afronta ingentes necesidades para sortear lo elemental e ineludible. En los Estados Unidos asumió el poder el señor Barack Obama, su presencia a la cabeza de la administración tiene una simbolización para los excluidos del mundo a causa del pigmento de la piel. Desde este ángulo hay un cambio innegable en el seno de una situación extremadamente difícil tanto en lo político y como en lo económico. En cuanto al tema que nos ocupa, en la toma de posesión, el rito tuvo un espacio preponderante, puesto que la religión en ese país, no sólo es un grupo de presión, sino que tiene presencia de decisión en los asuntos públicos. Siendo los Estados Unidos un país de primer orden en lo científico; en la concepción del mundo resulta ser una nación, no solamente atrasada, sino inclusive retrógrada. Es el territorio donde lo absurdo tiene su jardín florido. El señor Obama dispone de muy poco margen de maniobra para poder cumplir el deseo que la esperanza del pueblo norteamericano tiene puesta en él. A Obama, ciudadano de la clase media norteamericana, perteneciente a aquéllos que hasta hace poco fueron esclavos, desde el ángulo de la acción cognitiva, le recae la responsabilidad de cortar el eslabón que encadena el pensamiento de la parte norte de América
Presidente Obama
Sin embargo, el Teísmo se profundiza concretizándose en los estados teológicos, cuya simbolización lo representa Irán, verdadera incógnita para especialistas en asuntos humanos, que en un acto propio de los alquimistas de la Edad Media ha logrado una verdadera fascinación. De una parte es el país de la oración, pero por la otra su ciencia asciende a pasos de gigante por la escalera de la conquista del espacio, como lo demostró recientemente con la puesta en órbita de su satélite. El Medio Oriente está sumido en una conflictualidad endémica por el amalgamiento entre religión y política, como lectura de superficie, pero en el fondo son los intereses económicos que lo mueven todo.
En Latinoamérica, la mayoría de los jefes de estado, unas veces ofician como presidentes y otras como sacerdotes. Los vemos en las procesiones cargando lo santos en andas, de rodillas orando en los diferentes templos, en las liturgias aspirando el humo de los incensarios, invocando a las divinidades para ganar adherentes, y en algunos casos todo esto en nombre de un estado laico.
Al ciudadano común que trabaja del día a la noche en la redondez del planeta creando la riqueza, sustento de la sociedad, la recompensa de su trabajo no le alcanza para satisfacer sus necesidades. Estamos frente a lo objetivo; esto que es material lo encierra, lo cerca. Él está en un ahí aherrojado; haga lo que haga seguirá prisionero de las cadenas de la miseria. Entonces la miseria material que no tiene ninguna salida para ofrecerle, le genera en su reemplazo un mundo imaginario, ficcional, que tiene la fuerza de la metáfora en poesía. Él que sin ser poeta tiene la capacidad de soñar despierto y en ese soñar con los ojos abiertos se encuentra con la esperanza, y ella lo lleva primero al portón de los juegos de azar, compra lotería y recorre el circuito de la buena suerte, buscando una salida para su miseria que no le da tregua, se convierte en ludópata. Exhausto por la desilusión toca en otra puerta de inmenso tamaño, enchapada o decorada de acuerdo a las usanzas del rito. Es la puerta del templo, en su interior habita Deus, destino de su última y única esperanza. Deus que es el bien absoluto, no le exige nada que él no le pueda dar a cambio de un favor. Todo lo que tiene que hacer para lograr lo deseado es pedirlo en silencio mediante el recurso de una oración. El orador confía y repite la escena interminablemente cumpliendo con las exigencias que el rito comienza a presentarle, entre las que no se excluye la ofrenda material. La acción del culto le ha producido un cambio, ha logrado rescatarlo de sus penurias, llevándolo a un mundo imaginario, cenáculo de la esperanza donde la calidad de la felicidad es distinta a la material. Ahora busca el más allá, buscándolo sin hallarlo expira su última exhalación. Sólo que muere sin saber que Dios y sus oraciones son una mercancía, y el templo es una empresa como cualquier otra.
París, 11 de febrero de 2009