ADIOS A GILBERTO OLVER DE LEON
Fernando, amigo entrañable:
Ayer enterramos a Olver. Me temía que no asistiera nadie, porque todo estaba en contra. El día escogido no era el propicio, la hora mucho menos, y para cerrar, la posesión de Obama, que como un buen partido de fútbol abarrota la audiencia. Pero no fue así. Casi cerca de una centena de personas se hicieron presente. Venían de todos los horizontes, desde Puerto Rico hasta Chile.
Lo dominante era la literatura, poetas y escritores estaban ahí. La ceremonia fue íntima y decorosa, prácticamente a la manera francesa. Pocas flores, nada de fotografías, filmaciones o grabaciones, rememoranzas en susurro. A mí me encargaron decir unas brevísimas palabras en representación de la poesía y la literatura latinoamericana, las que te anexo. Claude Couffon, ex-profesor de la Sorbona y primera autoridad mundial en traducción del español y especialista en literatura latinoamericana, destacó su actividad académica. La representante de la Embajada de Uruguay pronunció dos palabras. Edgar Montiel, habló conciso en representación de la UNESCO sobre el papel de Olver como promotor de cultura. Su último amigo, el vecino, pronunció media palabra, y un uruguayo promotor de música, que ayudó a Olver a introducir el tango en la Sorbona, apenas sí se dejó oír.
Cerró el acto Adriana, la hija de Olver, que leyó líneas pergeñadas en un español difícil, y cuyas palabras mojadas por las lágrimas conmovieron a la audiencia. Pero lo mejor de todo fue que no hubo ningún tipo de presencia religiosa, pues Olver ateo y pagano, se hubiera rebelado contra la ofensa.
En las reminiscencias todos te recordamos en forma directa, yo te aludo implícitamente en el eco del caoba de los ausentes, tu nombre salió muchas veces a flote.
Olver había perdido bastante peso y no parecía un muerto, sino un soñador extasiado. Claro que la expresión de pronto es el producto de los maquilladores funerarios, pero dudo de esto, porque estaba vestido con ropa de un día ordinario. Tenía puesto un suéter verde que se lo vi muchas veces, cuyas fibras se les asomaba el cansancio.
Un abrazo
Palabras breves e improvisadas en el funeral de Olver
Los poetas y escritores latinoamericanos me escogieron para decir unas brevísimas palabras en este instante de pesar.
Olver, estamos aquí todos los que te queremos, y a aquéllos que no pudieron venir pero que te quieren igualmente, les oímos los ecos de sus voces mudas que salen del caoba que te abraza, en este momento que has terminado la jornada, y con ella la trascendencia, los desvelos, el dolor, la angustia y la risa. Tu viaje es un regreso al seno de la madre tierra donde reposa la inexistencia.
Olver, tú profesabas sin aspavientos los valores que dimensionan a los seres humanos en todos los órdenes. Me acuerdo ahora, que en un agosto cuando la ciudad queda desierta y apenas sí la habitan los que no pueden partir o se quedan trabajando, como era tú caso, debido a que estabas en apuros haciendo una antología de un país de América Latina que debía salir en premura para la imprenta. Yo me encontraba enfermo en mi cubil de la calle Oberkampf y necesitaba ayuda con urgencia, pues no podía ni siquiera moverme, entonces fue cuando llamé a los pocos amigos y amigas que no habían salido de descanso, pero nadie respondió a mi solicitud. Sólo tú viniste en socorro; me hacías la comida y las compras. Acción que demuestra que tú conocías la verdadera amistad, pero más allá de ésta una dimensión más profunda, la solidaridad que se requiere en los momentos penosos cuando además del dolor hace presencia la soledad. La soledad que te acompañó en este barrio, por muchas horas y por muchos días, porque París es una ciudad dura y esquiva para propios y extraños.
Olver, pero también tenías otra dimensión, la generosidad que lo cubría todo, ésa que va más allá de los intereses individuales. Eras un trabajador desinteresado que rompía las talanqueras del hacer cotidiano. Tú mirada traspasaba los horizontes que traza la vida. Uno no escoge el lugar donde nace. Por circunstancias naciste en Uruguay, y trabajaste por esa tierra en muchas horas de desvelo, devolviéndole con creces la pertenencia. Pero la verdad es que tú no eras uruguayo, tu patria fue mucho más grande; aquélla a la cual dedicaste lo esencial de tu vida, porque siempre trotaste por los lomos del poema latinoamericano. Fuiste un jornalero sin sueldo y denodado por nuestros más caros valores del arte y la cultura latinoamericana; la patria grande que es de todos y que va desde el río Grande hasta la Tierra del Fuego. Pero también te entregaste a otros anhelos igualmente meritorios, los que germinan y pertenecen a esta tierra que tú querías mucho, tal como me lo dijiste en varias oportunidades al calor de los devaneos. Ésta no es una tierra amiga, sino es una tierra que te pertenece porque has elegido reposar en ella.
Efer Arocha
París, 20 de enero de 2009