Le rancheador. Journal d’un chasseur d’esclaves. Cuba 1837-1842.
Texte établi, annoté et traduit par Anne-Marie Brenot
Le manuscrit du chasseur d’esclaves Francisco Estévez découvert par Cirilo Villaverde dans les archives de sa famille a été publié par les soins de Roberto Friol en espagnol sous le titre de : Diario de un rancheador à La Havane en 1982. Le présent ouvrage propose une version française de ce texte accompagné d’une présentation critique, d’une chronologie, d’un glossaire et d’une bibliographie.
Ecrit sous la dictée par la fille du chasseur, le journal tenu avec méthode et rigueur durant un peu plus de quatre années, met à nu les pratiques employées par les grands propriétaires sucriers pour capturer les esclaves fugitifs appelés cimarrones. Le terme cimarrón s’appliquait à l’origine au bétail qui, s’échappant d’une hacienda, retournait à l’état sauvage. Il fut par la suite couramment employé pour désigner l’esclave fugueur. Les hacendados distinguaient le petit marronnage ou fugue passagère et tolérée, du grand marronnage qui était une fuite sans retour et contre laquelle il convenait de sévir. Dans ce cas, ils faisaient appel à un chasseur patenté ou rancheador. L’auteur du Journal est un de ceux là. Appelée « la perle des Antilles », Cuba faisait partie des dernières possessions espagnoles outre-atlantiques restées sous la coupe de la métropole alors que la plupart des colonies étaient devenues indépendantes dans les premières décennies du XIXème siècle. Vouée à la culture de la canne, l’économie de l’île tournait tout entière autour du sucre et de la main d’œuvre noire. C’est ainsi que 850.000 esclaves furent introduits dans l’île de 1792 à 1886, date à laquelle l’esclavage fut officiellement aboli à Cuba.
Ces données permettent de comprendre l’intérêt d’un Journal en prise directe avec les réalités de l’esclavage vécues sur le terrain par les acteurs de la société cubaine, esclaves, marrons et soumis, grands propriétaires et petits paysans. Le chasseur d’esclaves obtenait son titre officiel de rancheador de la Real Junta de Fomento, organisme émanant des grands propriétaires sucriers soucieux d’endiguer la désertion des esclaves. Le terme de rancheador rejoint les origines du mot cimarrón puisqu’il s’employait également pour le pisteur lancé à la poursuite des voleurs de bétail. Partant, la lexicologie usuelle assimilait l’esclave au bétail domestique en fuite. Le rancheador recevait un salaire directement lié à la rentabilité de ses opérations et donc au nombre de prises. Ce Journal constitue un rapport professionnel destiné à justifier l’emploi du temps du rancheador, à valoriser ses prises, à souligner les difficultés de la traque et à le disculper en cas d’échec ou de contestation. L’écriture crue décrit au vif, l’organisation des battues, le dressage des chiens, la découverte des caches et surtout l’existence de réseaux de renseignements qui facilitaient la traque. Isolé et réduit à ses seules forces, le rancheador est impuissant car le succès des battues dépend des renseignements obtenus ou soutirés.
L’esclave marron forme avec le rancheador un couple diabolique puisque l’existence de l’un implique nécessairement celle de l’autre La lecture habituelle octroie au rancheador le statut de protagoniste principal faisant du fugitif, un acteur de second rang qui se borne à fuir. Toutefois, cet ordre de lecture mérite d’être renversé pour concentrer notre attention sur les esclaves en rupture de ban. En cavale, les marrons mettent en œuvre des stratégies de survie qui induisent : des modes de déplacement et des itinéraires particuliers, des réseaux de caches allant des bivouacs sommaires aux palenques de longue durée, des solidarités entre ethnies et des relais permettant aux nouveaux fugitifs d’être pris en charge par les vétérans, enfin des filières et des complicités avec les esclaves des domaines, les coolies chinois et parfois même les chefs du banditisme local. En dépit de la cruauté du rancheador et des morts qu’il sème sur son passage, les stratégies de survie des marrons montrent leur efficacité. Témoignant d’une connaissance parfaite du terrain et d’une rare intelligence du milieu, elles expliquent l’existence et le maintien d’un marronnage de longue durée durant tout le XIXe siècle. Rendre aux marrons le rôle actif qui fut le leur dans la contestation de l’ordre colonial tout en soulignant l’oppression subie par le monde Noir, tels sont les objectifs de cet ouvrage.
Anne-Marie Brenot
Professeur émérite en civilisation latino-américaine
Université de Versailles-Saint-Quentin-en-Yvelines
Editions Tallandier, Paris, 2008. (Prix 18 euros)
El rancheador. Diario de un cazador de esclavos.
Cuba 1837-1842
Texto establecido, anotado y traducido por Anne-Marie Brenot
El manuscrito del cazador de esclavos, Francisco Estévez, descubierto por Cirilo Villaverde en los archivos de su familia, fue publicado en español con la supervisión de Roberto Friol bajo el título de: Diario de un rancheador en La Habana en 1982. La presente obra propone una versión francesa de este texto acompañado de una presentación crítica, de una cronología, de un glosario y de una bibliografía.
El Diario fue escrito siguiendo un dictado de la hija del cazador, que empleó un método riguroso durante un poco más de cuatro años. Pone al descubierto las prácticas empleadas por los grandes propietarios azucareros para capturar a los esclavos fugitivos llamados cimarrones. El término cimarrón en su origen se aplicó al ganado que escapándose de una hacienda regresaba al estado salvaje. Y luego fue corrientemente empleado para designar al esclavo que tenía tendencia a fugarse. Los hacendados diferenciaban entre las fugas furtivas que presentaban el carácter de pasajera y por ello toleradas, diferentes a las del cimarrón, que era una fuga sin regreso y contra la cual era necesario castigar severamente. En este caso, se recurría a los servicios de un cazador legalizado o rancheador. El autor del Diario es una de ellos. Cuba, llamada “La perla de Las Antillas”, formó parte de las últimas posesiones españolas del otro lado de Atlántico, que permanecían bajo la custodia de la metrópolis después que la mayor parte de las colonias habían logrado su independencia en las primeras décadas del siglo XIX. Dedicada al cultivo de la caña, la economía de la isla giró completamente alrededor del azúcar y de la mano de obra negra. Es por esto que desde 1792 a 1886 se introdujeron en la isla 850.000 esclavos, esta última fecha fija la abolición oficial de la esclavitud en Cuba.
Estas precisiones permiten comprender el interés de un Diario tomado en directo que nos descubren las realidades de la esclavitud vivida en terreno por los actores de la sociedad cubana: esclavos, cimarrones y sometidos, grandes propietarios y pequeños campesinos. El cazador de esclavos obtenía su título oficial de rancheador de la Real Junta de Fomento, organismo que emanaba de los grandes propietarios azucareros atentos a averiguar sobre la deserción de los esclavos. El término de rancheador envía a los orígenes de la palabra cimarrón puesto que se empleaba igualmente para el rastreador encargado del seguimiento de los ladrones de ganado. Empezando, la lexicología corriente asimilaba el esclavo al ganado doméstico en fuga. El rancheador recibía un salario directamente relacionado con la rentabilidad de sus operaciones, y por ello en relación al número de capturas. Este Diario constituye un informe profesional destinado a justificar el empleo del tiempo de rancheador, para valorizar las detenciones, para señalar las dificultades de la persecución, para disculpar en caso de fracaso o de reclamo. La escritura describe de manera cruda en forma viva la organización de los recapturados, el adiestramiento de los perros, el descubrimiento de los escondites, y sobre todo la existencia de la red de información que facilita su persecución. Aislado y reducido a sus solas fuerzas, el rancheador es impotente puesto que el éxito de las aprehensiones depende de las informaciones obtenidas subrepticiamente.
El esclavo cimarrón forma con el rancheador una pareja diabólica, pues la existencia del uno implica necesariamente la del otro. La lectura habitual privilegia al rancheador con el estatuto de protagonista principal haciendo del fugitivo un actor de segundo plano, que se limita sólo a huir. Siempre este orden de lectura es posible que se reinvierta, para llamar nuestra atención sobre los esclavos que quebrantan el destierro. Huyendo, los cimarrones ponen en obra las estrategias de sobrevivencia que inducen a los modos de desplazamiento, a los itinerarios particulares, a los enlaces de los escondites de los vivac simples de los palenques de larga duración, a la solidaridad entre las etnias y de los relevos que permiten a los nuevos fugitivos ser tomados a cargo por los veteranos. En fin, las filiares y con la complicidad de los esclavos de algunos dominios, trabajadores chinos, y a veces con la ayuda de los jefes del bandidaje local. A pesar de la crueldad del rancheador y de los muertos que siembra a su paso, las estrategias de sobrevivencia de los fugitivos muestran su eficacia. Testimonio de un conocimiento perfecto del terreno y de una rara inteligencia del medio, explican la existencia y el mantenimiento de un cimarronaje de larga duración durante todo el siglo XIX. Dándole a los cimarrones el rol activo que les pertenecía en la sublevación del orden colonial, señalando la opresión soportada por el mundo Negro, tales son los objetivos de esta obra.
Anne-Marie Brenot
Profesora emérita en civilización latino-americana
Université de Versailles-Saint-Quentin-en-Yvelines
Editions Tallandier, Paris, 2008. (Precio 18 euros)