Poemas de Eduardo Gómez, poeta de Colombia
FLORACIONES
Floraciones, verdor, cuerpos erguidos.
Por todas partes la vida triunfa
a pesar de la siembra de bombas y de odio
por los mercaderes de la sangre y el terror.
Hagamos poderosa la inocencia perdida
con las maravillas adquiridas por la sabiduría
que aspira a la liberación de las especies.
Recuperemos al Hombre ya extraviado
tras las pilas de oro ensangrentado
en los bancos blindados y en las factorías,
al humano perdido en la bruma venenosa
de los fanatismos y las banales fantasías.
Que la ambrosía de las frutas
el aroma salvaje de los bosques
y la sencillez del caminante
revivan la plenitud de los dioses de otra edad.
Que la lucha no excluya la sonrisa
y el juego no olvide su divina divisa;
que surjan esbeltas las ciudades entre flores
bajo la limpia comba del aire de los cielos
y los dorados resplandores de un sol puro.
DESNUDEZ
Nada nos pertenece
todo nos corresponde en préstamo para buen uso.
Generaciones futuras habitarán en nuestra casa
Y el pan que comemos aún es amasado con sangre.
Aparecemos gratuitamente sobre el mundo
Venidos de una oscuridad sin fondo.
La existencia es un momento de luz que nos fue dado
y un día nos iremos desnudos y solitarios,
¿Cómo hablar entonces de derechos exclusivos?
¿Cómo matar en nombre de lo Tuyo y lo Mío?
EL VIAJERO INNUMERABLE
Búscame detrás de los árboles sumidos en la noche
más allá de las últimas casas de los barrios pobres
entre las callejuelas desamparadas y en los hoteluchos
en los cementerios que sueñan con el coro infinito de los grillos
en los parques ungidos por el crimen y la pasión
en los palacios ruinosos que el crepúsculo agiganta.
Soy el pasajero de los trenes de medianoche
el viajero de barcos navegando entre nieblas
o bajo cielos negros para una luna en agonía
el viudo de bodas imposibles
el nostálgico de la Edad de los Dioses
el soñador de imperios abolidos y leyendas siniestras
el narrador de historias de enanos crueles
y dulces bueyes degollados
el amigo fúnebre y el amante encadenado
el trovador de castillos-en-el-aire y desiertos ardientes
el pescador de almas condenadas
el que tiembla en la zarza ardiente de la melancolía
y el que gime en una obscena agonía.
Allí donde los lirios cortados destilan sangre
y llanto emponzoñado
donde respira detrás de cada flor nocturna
un hada del Paraíso Perdido
allí donde solloza un niño en el limbo de los que no nacieron
en esas estancias penumbrosas
donde vibran canciones de ahorcados
allí estaré infatigable esperándote.
Allí donde Mefistófeles rasurado y cortés
escucha las cantatas de Bach
y los gozos seráficos de Händel
donde Bolívar destroza con su espada los altares patrióticos
donde Goethe medita ante la tempestad del Gran Océano
donde Beethoven suda sangre en los huertos silenciosos
y Baudelaire conversa con los vampiros y los brujos
en laberintos donde la luna sueña sombras azules
y Proust se asfixia de amor en estancias de fieltro
allí donde Shakespeare vuela por cielos desmesurados
en los cárdenos horizontes de erizados Himalayas
allí estaré –infatigable– esperándote.