Milciades Arévalo y la sociedad de la imaginación por Eduardo García Aguilar
Desde hace 46 años Milciades Arévalo preside un reino de la imaginación que tiene como sede una vieja casona situada en el antiguo barrio La Candelaria de Bogotá, donde como los viejos sabios de los tiempos de Gutenberg en Frankfurt y Estrasburgo dedica sus días a fraguar las entregas de la revista Puesto de Combate, rodeado de libros y volúmenes de arte, mientras suena la inagotable música de su tiempo.
Milciades Arévalo pertenece a la estirpe de los ángeles viajeros y es un ave rara de la literatura colombiana que ha dedicado su vida a establecer con alegría puentes entre los autores de su país y el continente latinoamericano, difundiéndolos en todos los puntos cardinales en medio de las tormentas y los torbellinos que han agitado siempre a Colombia, tierra donde nació en plena época de la violencia, dos años antes del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, cuyos efectos nocivos siguen aún vigentes siete décadas después.
En su guarida de La Candelaria ha sabido pasar y sobrevivir a todas las tragedias que han caracterizado al país desde la época de su natalicio, lanzando buenas energías a una patria boba que nunca ha podido cesar la horrible noche de las guerras. Primero fue la terrible conflagración partidaria que se dirimía a punta de bala y machete y después los ciclos sangrientos de los combates tecnológicos entre el Ejército y las guerrillas y las eras del narcotráfico y el paramilitarismo, que aún hoy siguen ardiendo.
Frente a la violencia de los diversos ejércitos de Colombia, desde su bien llamado puesto de combate, Arévalo decidió contra viento y marea disparar sin cesar millones de palabras y sonidos para encantar a los lectores de su revista y tratar de conjurar los demonios de su entorno. Como el flautista de Hamelin, él utiliza sus instrumentos y sus melodías para tratar de llevar hacia al abismo a los generadores e instauradores del mal y del odio.
Nacido en un lugar de la sabana cundinamarquesa donde se cruzan los vientos, en el interior de una familia dedicada a las labores de la tierra, Arévalo llegó muy joven a Bogotá en los años 60 a residir en el barrio Santa Fe, no lejos de la casa del gran poeta León de Greiff, cuando aún la ciudad era vivible y caminable y no se extendía mucho más allá de Chapinero y el Chico. Allí rápidamente se conectó con la modernidad que florecía en los cafés y bares de la carrera Séptima y sus alrededores, entre ellos el famoso El Cisne, donde se congregaban los nadaístas encabezados por Gonzalo Arango y todos los artistas, actores, novelistas, poetas y periodistas de su generación o anteriores, muchos de los cuales ya desaparecieron o están a punto de irse poco a poco para convertirse en leyendas.
En un tiempo fue un joven cadete que recorrió los mares preparándose para viajar en su nave de papel y después trabajó durante mucho tiempo en una institución bancaria, tal y como como lo han hecho tantos poetas, entre ellos Tomas S. Elliot y Wallace Stevens. Ya instalado para siempre en su querida Bogotá, Arévalo fundó la revista Puesto de Combate y la Sociedad de la Imaginación que ha publicado a varias generaciones de autores colombianos, entre ellos a Sonia Truque Vélez, Juan Carlos Moyano y Evelio José Rosero, que publicaron ahí desde adolescentes.
Sin lugar a dudas su labor como director de la revista ha sido clave en la conformación del mapa literario colombiano de estos tiempos, pues con ojo avizor ha sabido descubrir desde muy jóvenes a muchos talentos que gracias a su generosidad vieron sus primeros textos publicados con amor en las páginas de la revista, siempre ilustrados con imágenes que él sabe descubrir durante sus deambulaciones bibliográficas. Desde los inicios de la revista él ha sabido seguir los pasos de los autores allí donde se encuentren, dentro o fuera del país. No los pierde nunca de vista y cuando desaparecen del mapa los rastrea y los convoca de nuevo para que participen en un nuevo proyecto.
Porque además de la revista y la editorial que preside, Milciades Arévalo ha mantenido durante más de tres décadas un lugar en la Feria Internacional del libro de Bogotá, donde ha acogido a todos los autores de las editoriales independientes y se ha convertido en un sitio de encuentro necesario para los escritores y artistas de las regiones del país y de la diáspora que vive desplegada por el mundo. La Cámara Colombiana del Libro debería reconocer la gran labor desinteresada de este poeta y narrador, a quien solo lo ha movido la alegría de la amistad y el amor por las artes. Él es uno de los más grandes promotores del libro y la literatura en Colombia.
Autor de varios libros notables de narrativa que se caracterizan por una prosa diáfana, Milciades Arévalo pertenece a la estirpe de los humanistas herederos de Erasmo, Montaigne y Gutenberg, sin los cuales la humanidad ya se hubiera auto aniquilado. En medio de guerras, injurias, miseria, mezquindad, arribismo, corrupción y odios, los humanistas como él conservan la llama de la poesía, el pensamiento y el arte sin pedir nada a cambio. Fuertes como columnas invencibles de metales desconocidos, los humanistas son los pilares que impiden el derrumbe de la casa humana frente a la presión de los huracanes del mal, el odio y la violencia.
Ahora acaba de salir el excelente número doble 86-87 de la revista Puesto de Combate con textos de autores colombianos y latinoamericanos que él ha sabido reunir para participar en el concierto de una sinfónica de palabras. Los autores que figuran en esta nueva entrega y los centenares que han publicado en otros números saben hoy que Puesto de Combate sigue viva y pronto llegará a medio siglo de existencia. Ahora más que nunca debemos rodear a Milciades Arévalo con nuestras mejores palabras, porque su pasión por las letras es un ejemplo del que se nutrirán las nuevas generaciones de autores que despuntan ya en el horizonte.
Domingo, Agosto 11, 2019