La mudez de la conciencia de Salustiano Romero
**por Efer Arocha**
Fue un experto de las formas que en otrora practicara Fidias y Policleto, sus viejos antecesores, y en sus terrones originarios, Rodrigo Arenas Betancur y una delgada pléyade. De formación académica en la escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, lugar donde tejió amistad imperecedera con el pintor Francisco Rocca, con quien estuvo en calabozo o cana, porque los jóvenes son así, se rebelan contra lo que a su juicio consideran injusticias. El presidente Carlos Lleras Restrepo, un provecto huraño y soberbio, inundó de soldados el claustro, con el mismo estilo mandó a dormir a las ocho de la noche a todos los colombianos; sería la primera tarja de su sensibilidad social pétrea, como una manera de existir cada hora y también en la estética. Su primer taller lo tuvo en la colina de la Deshonra ubicada en las alturas del parque Nacional; posteriormente dirigió la escuela de bellas artes de la ciudad de Pasto en Colombia, sitio de huellas de su única Dulcinea del Toboso de nombre Eugenia, las otras son espejismos ignorados para las lenguas maledicentes.
En busca de rocíos matutinos generosos se trasterró y en obnubilación rosada llegó a París en la década del 80 del siglo pasado, si mal no estamos. Con el escultor Alfonso Díaz dedicados a la acción creadora en talleres de apropiación necesaria, y que en lengua jurídica francesa llaman squatteur, uno de ellos ubicado en la avenida Jean Moulin donde estuvieron. Una noche donde vivían y esculpían en el deambuleo de lugares, fueron despertados de manera abrupta y violenta, como corresponde a la eficacia de la policía, y con bártulos organizados en premura, obligados a permanecer en la esquina, vieron al amanecer la acción de enormes grúas desapareciendo en un parpadeo el edificio de varios pisos, mientras que un colega húngaro desesperado, porque tenía un criadero de ratas, las veía salir de los escombros y correr hacia sus pies.
En lapso los artistas colombianos reproducían el jaleo discriminatorio vivido en su país de solapas y abolengos; Salustiano oriundo de Armero sin prosapia para brillar, era pordebajiado, una de las pruebas de ello es el libro Nuestros Pintores En París, que hizo Plinio Apuleyo Mendoza, que se le convirtió en odisea poder armarlo, en razón de los incluidos que los poderosos no aceptaban, a Romero lo rechazó Plinio por hacer parte del grupo nombrado en confidencia los “Rastaculos”. En el trajinar de lugares se posó en Langny- Sur- Marne, alquilando un espacio para taller y vivienda, dedicado también para derretir el tiempo. Entre Langny y París tendió un ir y venir, asistía a eventos indistintos, desde La Vache Bleue a la Comédie Française, y algunas invitaciones; nos veíamos accidentalmente y apenas fuimos amigos de ocasión, me pareció que era una persona taciturna, introvertida y pesimista semejable a Ciorán.
Ayer 24 de mayo lo convertimos en átomos pasándolo por el fuego en un acto de presagios de ausencia total, por motivación de trabajo, puesto que la ceremonia comenzó a las 14 horas y la asistencia significaba consumir toda la jornada. La presencia de los paisanos fue significativa y también la de los aborígenes, quienes intervinieron primero y sus palabras conmovió a los presentes, transportándolos a la tristeza, en especial la música de lamento, mezcla de tonos franceses y afro, ejecutada por el escultor galo Regis Granville. El poeta Jorge Torres leyó dos poemas; la sicóloga Inés Lacoste hizo una semblanza de las vicisitudes de los artistas; el pintor Francisco Rocca hizo un breve recuento del finado; el poeta Jorge Gálvez disertó en su lengua materna. Estuvieron presentes el pintor Miguel Ángel Reyes, la pintora Gloria de Rocca, el cineasta José María Tapias Ospina; el ingeniero Hernando Franco; la poeta Doris Ospina; el galerista David Rodríguez. Tomé una foto con Salustiano en el centro porque vi en un segundo una obra escultórica de arte efímero ejecutada por él, expresión del gesto de la eternidad y al instante mi cerebro ya cansado entró en discernimiento, qué es la conciencia realmente además de la ausencia de vida; una nueva preocupación me taladra ahora unida a otra, puesto que muchos de los que no pudieron asistir se excusaban, caso del pintor Ossaba; del director de teatro Octavio Cadavid; del escultor Raúl Castañeda, amigo del difunto, quien envió a un artista en su representación, y que en este momento ignoro su nombre. Es la ausencia del agregado cultural de la embajada de Colombia, que por obligación de la ética pública administrativa debiera haber estado con nosotros, percatándome de algo escondido en el seno del estado en referencia. No es un asunto de política ni de recursos, puesto que sería obsceno tratar esto donde se hamaca el dolor del arte; sino que la causa obedece a la carencia de estima de los valores que tienen los colombianos, donde surge la necesidad pedagógica, Tampoco es asunto de gobiernos de derecha o de izquierda, sino que el estado colombiano es inculto, entonces los ciudadanos están en la obligación de educarlo para que los funcionarios actúen como domo debe ser. Al presidente Duque le recae el compromiso de salvaguardar las obras de este creador para llevarlas a su terruño de origen, que merecen ser disfrutadas por sus coterráneos. Y cómo son las paradojas de la vida, una ninfa mexicana convertida en el ángel de la guarda fue su mejor amiga junto con su esposo francés, fueron su verdadera familia puesto que la de sangre pereció en su mayoría en la tragedia de Armero, de la cual al parecer le queda una hermana en Ibagué. Ella, esta ninfa llamada Charo, veló toda su enfermedad y en el hospital fue quien le apretó su mano cuando comenzó a transformarse en yerta.