Poesía de Mary Isabel García Avella, poeta colombiana
El taller literario Gabriel García Márquez, de la Universidad Autónoma de Bogotá, dirigido por Hugo Correa, escritor, poeta y abogado y el blog de Vericuetos que se edita en París, Francia, tiene el gusto de presentarles un abanico de autores y su creación poética de varias regiones de Colombia. Empezamos con la poeta Mary Isabel García Avella.
Ha de superar su color blanco
con todas sus palomas logrará dar de comer a los hambrientos,
y los que no beban su sangre ¿dejaran de ser hermanos?
¿pondrá en los basureros ropa de la última temporada para vestir a los desamparados?
hay quien dice -¡los sweater dignos no alcanzan para tantos!
Devolverá con creces, la música sigilosa de las estrellas.
¿Nos pondrá en frasquitos transparentes y del mismo tamaño?
o ¿fornicara con millonarios para que le abastezcan el “iphone”?
Aún más clara
Tejera lindas mochilas para lucir como corresponde,
aliviara con laurel el aroma y las cicatrices de las bestias.
Formas de árboles somnolientos
lamen distancias
gargantas de arañas disciplinadas,
Lo usual de mi transparencia onírica
Allá en la locura del quirófano
mi primera boca.
Cuénteme ¿cuantas maletas blancas lleva?
¿Están repletas de cactus enflorecidos?
Gemiré polvo estelar
si alberga decisión,
¡Alcancemos los encinillas, en las esquinas de nuestros alientos!
Acomódese,
limpiare agujeros negros con leche avinagrada y salvia
luego les cerniré espuma de sal
la que encontré en un valle de olores texturizados
En la generosidad del silencio
sin gravedad.
Hoy
Germinaran sonrisas a las siete
Y a las ocho bordaremos anhelos de los nuestros.
Los ángeles huyen de mí,
angustia
que daría yo por tener su edad, dijo un ser mezquino
¿cómo puede dejar que me besen los demonios?
sólo la música puede abrazar mis tentáculos
tres años más de vidrios cortando en mis pies
y de sonrisas triturando corazones amanecidos
hoy hasta la muerte es demasiado ingenua para mí
seis voces mostrándome su mejor espalda
a la séptima le parpadeo en un ¿quién es usted?
una vez más
¿cómo se puede no serlo?
yo soy su búsqueda,
pero deja usted entreabierto un cajón de oro galáctico.
Del dulce ya masticado y triturado
ya no guarda la pequeñez en la mentira de un día
Atravesado en diagonal por el gris,
se conserva agonizante
pero se balancea taciturno en una espera sin sonido,
¿quién reparará sus ojos quietos?
no presumiré de hacerlo
los errores de las avispas no me asombran, ni me quitan el frío.
Ya lo sé, mi garganta de tierra seca
no conoce bóveda para deslizarse
cual serpiente, por el tiempo.
Mary Isabel García Avella