La fiesta perpetua de José Luís Diaz Granados
*El blog de Vericuetos tiene el gusto de presentar una muestra poética del libro
La fiesta perpetua del poeta colombiano José Luís Diaz Granados.*
Júbilo
No faltarán palabras para cantar el júbilo,
Siempre tendré un murmullo
Para abrir el silencio,
Para herir la clausura de la noche.
Siempre tendré en mi boca un balbuceo,
Un canto, una balada,
Nunca un eco que roce mi boca o mi destino.
Nunca vendré de nadie para alabar tu piel,
Sobrarán los instantes para besarte toda.
No faltarán sonrisas
Ni goces en las esperadas ceremonias.
Todo se hará a su tiempo y será pronto.
Abandonémonos a este ocio impaciente.
En algún canto
Tantos amores idos,
Tantas guerras
Ganadas y perdidas,
Tantos días y noches,
Tantas sonrisas y agonías,
Tanta vida y muerte...
Para que hoy,
Me prepare de nuevo
A amar y a batallar,
A padecer,
A reír y a llorar,
Y a esperar
La mano de la muerte
Que escondida me aguarda
En algún canto.
Huida
Caminando
Irremediablemente
Hacia la muerte
Solo quiero ir tocando
Esta luz
Y esta semilla,
Ir sintiendo el sabor
De esta manzana fresca,
Y del labio que la novia ofrece
Para cuando llegue el ángel
De la huida
Inventar en la eternidad
El beso
Y el fruto
Y el poema.
El viejo
Pero viejo: te has tragado
Tantos lunes y martes en tu vida
Y tantos miércoles
Bebidos con los jueves,
Te has comido los viernes
Libando hasta los sábados,
Devorando domingos,
Pero tantos tantos
Durmiendo, derrochando,
Fumando,
Viendo fútbol,
Hablando tonterías con el vecino
O junto a tu mujer,
Haciendo que el amor los haga
O los hiciera,
Que el invisible rastro
De tantas aventuras
Ha dibujado arrugas en tu rostro,
Canas, caries,
Pelos de menos, gafas,
Gota, ciática, problemas en el hígado,
Asma, próstata, gripas,
Hasta llegar a esta tarde cualquiera
De un enero en que te miro
Contemplar el mundo
—sólo—,
En un paradero de Bogotá,
Mirando el infinito,
Como un viejo perro ya sin dueño.
El rapto de mis sueños
¿Dónde estoy? Yo despierto
Y no encuentro mis cosas.
¿He perdido las llaves
Que me inducen al vuelo?
No me encuentro en mis libros
Ni veo mi propio espejo
Ni la dolida mesa
De los papeles ciegos,
Ni las voces de siempre
Ni mis zumos terrestres.
No me palpo a mí mismo,
Pero tampoco he muerto.
No encuentro mis fantasmas
Ni veo mi geografía.
Solo capturo ahora
Avenidas inéditas
Y una calle sin rumbo
Por donde yo me pierdo
Sin mis ángeles vivos.
Yo despierto y me duele
El rapto de mis sueños.
La fiesta perpetúa
Mi historia está llena de silbidos y júbilos,
De voces, de incesantes preguntas,
De estaciones narradas
Para un inventario de cicatrices.
Mi historia es una casa que envejece
Con sus recintos intactos. Mi historia
Es un cuerpo que habita entre estupores
Y una boca que incendia las palabras
Cuando bebe el amor. Mi historia debe ser
Un banquete,
Una fiesta perpetua
Donde conviven el duende y el disturbio.
Habitante del sueño
A Raúl Hernández Novás
in memorian.
Estás allí, te veo, pero no andas
En tu tarde de nítida escritura.
Habitante del sueño, en tu ventana
Miras los restos desde cada signo,
Desde cada metáfora llovida.
Hablas a quien te lee, fosforescente
Noche que a tus alturas amanece
sin término, sin habla, sin pupilas.
En tu poema vibra el dulce ansia,
Un solo de silencios que gravitan,
El tiempo circular, las huellas limpias,
“arde en sus manos, pero no le cuentes
Que son mis manos turbias, ya vestidas
De blanco por las suyas de paloma”.
Eres de sol y sombra, eres de nieve
En el verano en que tu mano asciende
Hacia la eternidad de la escritura.
José Luís Diaz Granados.
Presentar al maestro José Luis Díaz Granados sugiere un desafío estimulante y requiere un trabajo fino de escudriñamiento en la historia de las letras latinoamericanas de los últimos tiempos.
Pretender resumir su trayectoria es un trabajo retrospectivo que comienza muy temprano, en los años sesenta, cuando publicó su primer libro El laberinto, ganador de un premio literario en Barcelona. Desde ese momento la labor literaria de Díaz Granados no ha dejado de nutrirse y de expandirse internacionalmente, prueba de ello son las diferentes distinciones literarias y periodísticas en diversos países.
Hablar de su trayectoria es hablar del exilio, de la militancia, del compromiso social, de la solidaridad con los pueblos. Diferentes homenajes en Cuba por la difusión y el conocimiento de la obra de Nicolás Guillen, distinción de honor del gobierno chileno por su conocimiento de la obra de Neruda.
Escudriñar la obra de Díaz Granados es descubrir encuentros mágicos inmemorables: Fidel Castro en la Habana, intercambio de cartas con Léopold Senghor, su amistad con el poeta Luis Vidales y por supuesto con García Márquez.
Hoy presentaremos el libro La fiesta perpetua publicado en 2011 y el cual traza la obra poética de Díaz Granados de 1962 a 2002. Cuarenta años de versos, cuarenta años de ardua labor literaria.
El libro está compuesto de 69 poemas que exaltan una reflexión incesante sobre la existencia, con versos de gran fluidez versos líquidos en movimiento, sonoridad, musicalidad, fuerza, intensidad y sin alardes prosaicos.
Sus poemas hablan de exilios, de nostalgia, pero igualmente de contemplaciones cotidianas de gran vitalidad.
Julián Rodriguez
HOMENAJE A MI PADRE
Por Carolina Díaz-Granados
A lo largo de mi vida he podido asistir a innumerables recitales en los que mi papá ha sido el protagonista. Y siempre ha sido desde el mismo sitio: como espectadora. Y es que siempre lo he observado desde ese lugar, en silencio, deseando descubrir en cada lectura algo nuevo, un sentimiento, una idea o una palabra que me logren estremecer profundamente y que me recuerden que mi capacidad de asombro ante las cosas sencillas, ante los instantes eternizados a través del acto poético, está intacto.
Asimismo, cada vez que releo un libro o un poema escrito por mi papá encuentro en cada línea la manera de recobrar el júbilo, estado del alma que en un mundo como hoy no aparece de manera recurrente, y que cada vez parece alejarse más ante la posibilidad de que el hombre esté más apartado de sus semejantes, debido a la invasión de la tecnología en su vida que ha tenido como consecuencia un alejamiento de la relaciones reales entre uno y otro ser, de lograr el contacto físico y emocional con el otro y con nosotros mismos, porque es alejarnos de nuestra propia naturaleza humana. Es así, como la poesía nos recuerda la posibilidad de estar en un mundo en el que todavía hay una oportunidad de recobrar la esencia del ser humano, que no somos seres solitarios, y que buscamos crear constantemente relaciones en las que queremos que primen el respeto, la solidaridad, el amor y la comunicación.
Igualmente, desde mi mirada expectante he podido ver que la poesía de mi papá es, precisamente, un canto al júbilo, una pedagogía que nos conduce a la alegría de vivir, que nos ayuda a comunicarnos con nosotros mismos, con nuestra existencia y con nuestra naturaleza comunicativa y amorosa. Es una poesía que nos invita al diálogo con el mundo. Que nos recuerda que hoy en día debemos cantar, amar y retornar a nuestro pasado para rescatar los recuerdos de la infancia, que en el caso de mi papá, se materializan en aquella casa de Palermo en la que escribió sus primeros versos, y en la que oyó hablar de Macondo, incluso antes de que su fabulista lo nombrara como tal y le diera el lugar eterno que tiene ya asignado en la literatura universal, gracias a la voz materna, aquella voz impetuosa, que le encantaba narrar las historias que había oído y vivido también, en su ya remota niñez, y que hacían que aquel niño se transportara, de pronto, hacia tierras más cálidas en las que se encontraban la Calle Grande o aquel camellón que bordea la bahía de la ciudad que vio morir al Libertador Simón Bolívar.
Incluso, desde el exilio en La Habana, la infancia era el refugio por el cual podía recobrar esaColombia ausente, y sentir la alegría de estar caminando por la calles de su amada Bogotá, de estar jugando nuevamente con sus amigos del Gimnasio Boyacá, o de vivir el reencuentro, a través de la memoria, con sus primeros amores.
Y es debido a ese retorno constante a aquellas edades tempranas, que siempre he pensado que mi papá es un romántico, por ese deseo recurrente de recobrar aquel “paraíso perdido” que alguna vez tuvimos, y del que tanto nos hablaron aquellos poetas europeos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Igualmente, lo veo como un seguidor del Romanticismo, porque en su poesía podemos encontrar su mirada crítica y rebelde sobre la sociedad. Porque vivimos en un mundo que está inmerso y enceguecido por el consumismo, en el que se cree en el “amor a plazos”, en el que el artista y su arte han sido desterrados, y en el que miran con desdén a las personas que aún creemos que se puede lograr una sociedad más justa y más igualitaria.
Es así como en su poesía hay una escogencia por el amor, por la solidaridad y la fraternidad de los pueblos. Él le apuesta a la primavera, a Neruda, a Rafael Alberti y a Picasso. Él, en últimas, le apuesta al partido de la vida. A la alegría de vivir.
Finalmente, el hablar de mi papá ha sido, a lo largo de mi vida, algo muy natural. Describirlo, imitar sus gestos, contar anécdotas familiares, es una actividad diaria, y que realizo con una mucha gracia y una infinita felicidad. Pero la oportunidad de presentar a José Luis Díaz-Granados, el poeta, es una tarea que nunca se me había encomendado, y es por eso que he hablado desde mi papel de espectadora y de lectora de su poesía, y de la experiencia que ha sido para mí oírlo innumerables veces.
Son, en fin, estas palabras y este homenaje una manera de reafirmar nuestra cercanía, no sólo como padre e hija, sino como amantes de la literatura, como amigos y como seres comprometidos con las causas nobles y justas de la humanidad.