¡YO ! INMIGRANTE
Stapper: Alemania - Colombia
Este inmigrante que soy
tan desconocido que sólo me parezco a veces
forjó alas de kevlar para volar un diciembre.
Caminé sobre los ríos como un pan de agua ofrecido a la aurora.
Vengo de Kasmisnábille un lugar que nadie conoce… yo tampoco.
Allá nacimos todos los hombres bajo el imperio de una tarde viuda.
Una tormenta deslizó nuestros pasos.
Inicié mi ruta desde antes del porvenir
cuando hubo otras oscuridades
cuando los soles morados tenían varios vientres.
Mi palabra es un gesto enmudecido que nadie entiende.
Traigo siete idiomas tribales
y una voz que supera las modernidades.
Tengo fronteras terrenales instaladas en mitad de mi espíritu
varios mapas ambulan por mis venas
mi sangre tiene más de cien colores
mil arco iris tejieron con abrojos mis sandalias.
A esta tierra llegué para instalar un tugurio de doce días
portaba en mi espalda un racimo de esperanzas
en mi frente la suma de una cruz de cirio.
Estoy en Kernnísküolimnhe un lugar sin bautizar
por un dios sin afeitar que desayuna a medias.
Este sitio tiene la forma desnuda de un sueño en ciernes
y cercas invisibles que piden pasaportes clandestinos.
Habito en un búnquer de paredes indecisas
bajo el influjo híbrido de las noches transparentes.
Este inmigrante que soy
vive el esplendor de una fantasía esfumada
con rastros estampados en una mariposa migratoria.
Este inmigrante que soy
retorna a Kasmisnábille
llevo un costal lleno de astros para estrenar.
De regreso me pondré los zapatos nuevos
que llevarán mis pies al paraíso eterno
un destino que para mí inventó el insomnio.
Entre Kasmisnábille y Kernnísküolimnhe
existen un pinar y una mañana y un abrazo de distancia.
GONDOLERO DE MARRAS
Soy un gondolero… ¡gondolero de marras!
Durante siglos he vagado por los canales
y soy un desconocido boga
en la Hermandad de Gondoleros de Venecia.
¡Solitario remero… he remado más que todos ellos!
Soy el gondolero que no llegó a tiempo
a su punto de partida. La partida está bajo mis pies.
Soy gondolero de varias eternidades
y en mi casa lo ignoran.
Nadie sabe que invento aguaceros para lavar mi nave.
Mi góndola apenas me trasborda de una andén a otro.
Hice mi primera góndola, era de papel, y la lluvia la deshizo.
Hice una góndola de arena limpia
y una tormenta de polvo la repartió en la duna
(es difícil remar góndolas por los desiertos escabrosos).
Hice una góndola de hojas verdes
y una tarde de nostalgia y nubes ancló en la cima de un árbol.
Hice una góndola vestida de carnaval… góndola bailarina
y el licor, la música y los pesares la hicieron naufragar.
La proa de mi góndola carga un Pegaso de acero
y sus alas pulidas y brillantes vuelan en tres tiempos.
Remo en la popa de mi barquita andariega.
Voy atrás, todo me adelanta, salvo el olvido.
Con la cabeza sumergida en aguas tranquilas
mi góndola ha estado a punto de perder la vida.
Mi góndola negra de luto navega
y recuerda la peste que azotó a los venecianos.
Mi góndola guarda luto por un remero sin vida,
el gondolero de marras que no existió… que no existirá.
EL REGALO DE ARKASHA
Arkasha Záitsev natural de Krasnoyarsk
no es un hombre demente… tiene razón ¡y está cuerdo!
Que lleve a diario un regalo sin destinatario no marca diferencia
entre la cordura y el delirio. La alucinación es parte del diario vivir.
Rusia trepa los peldaños del insomnio y tiene las cejas gastadas
como si fuera una nación que nació antes de aparecer el sol.
En Moscú o en San Petersburgo nadie se atreve a preguntar.
Insinúan que su salida de la realidad es culpa de una mujer de Kírov.
En Praga, Odessa o Varsovia la historia que cuentan es la misma:
-Arkasha es un caminante que va de afán, lleva un regalo y no lo entrega-.
La gente que durante una temporada lo vio en Boston
como un afanado andariego, se enteró del obsequio no entregado.
Peregrino transnacional que no llega a ninguna parte… y lleva un presente.
Prostitutas costosas de las antiguas ciudades de Europa
tienen curiosidad por ver lo que contiene la encomienda no entregada.
Vivirían una tarde de sexo a cambio de descubrir un misterio.
Al cofre no lo derriten ni los jadeos ni los orgasmos ni los descuidos.
La lluvia citadina cubre la envoltura de la caja y no pasa nada.
El regalo es una cosa trashumante que brilla y permanece intacta.
El cofre posiblemente guarda el corazón del hombre que lo transporta.
Arkasha vive en la soledad y su casa tiene instinto de guarida.
La nieve rusa abunda recostada contra las paredes de su morada.
La parca un día encontró al señor ambulante a mitad del camino.
La caja contiene una presencia que se mantendrá después de la muerte.
Nadie supo que en secreto estuvo guardada una cinta dorada.
El regalo es para un hombre muerto y su destino será eterno.
La caja de Arkasha contiene los pertrechos del no olvido
que rezan: ¡el hombre no existe… el hombre es un recuerdo!
¡Yo soy Arkasha Záitsev y después de muerto,
en mi eternidad difunta: te recordaré Arkasha Záitsev!
ESTRELLA DE KENTUCKY
Maravilloso lucero de Kentucky. Divina estrella fugaz.
Tu sangre tinturada de mil colores cheroqui, shawnee, y delaware.
Entre tus febriles venas navegas
tú que tienes sabor a bosque legendario,
y en tu mente boga el ‘eterno espíritu iroqués’.
Te vi pasar una vez… y volabas insomne “ave celestial”.
Mujer iluminada y sutil que andas a “millón por hora”.
Mujer de leña ardiente hecha de tabaco, maíz y trigo.
Mujer canela con sonrisa embriagada de bluegrass y de bourbon.
Dama con vientre de luz que encandilas los cielos de la noche.
Estrella fugaz que vuelas por el Ohio, el Big Sandy y el Mississippi
y las aguas inquietas se elevan para besar tu estela y tus fragancias.
De las cuevas más largas del mundo emerges
y cabalgas en un invisible potro pura sangre
y estremeces las almas de los asistentes al Derby de Kentucky.
Yo que fui un ocasional jinete de audaz velocidad
y fui estrella de hipódromo durante una tarde desconocida
con honor entregué mi pedestal a la más hermosa fantasía.
Fui a un bar vestido de neón y consumí mis ojos en el asombro.
Eres una niña de la pradera: maravillosa estrella de Kentucky.
Todos te adoran estrella fugaz, espíritu indio, sangre que corre viva.
En Louisville todos te ven, todos te aman… nadie te dice nada.
Tu nombre desconocido y tus labios guardan silencio.
Maravilloso lucero de Kentucky. Divina estrella fugaz.
Tú incendiaste mi corazón con tus pasos de relámpago.
PROLOGO
LA POESÍA, ESA YERBABUENA
La memoria me dice que la yerbabuena es una menta curativa del resorte familiar de los días, crece cerca de los afectos y es guardiana del cataclismo corporal y espiritual; no en vano tiene efectos relajantes. De igual manera metaforiza el farmacon y en demasía puede causar molestia. No es ésta la introducción a un tratado de homeopatía sino de homeopoesía, pues el farmacon también habita en la escritura que como remedio y veneno fluye en el cuerpo poético con toda su carga ambigua. En este libro del poeta santandereano Jesús María Stapper, Entre la vorágine y las sombras/ está sembrada una mata de yerbabuena. No es gratuito, entonces, que en el umbral donde la luz y la sombra luchan y se conflagran crezca de forma silvestre la yerbabuena. ¿Acaso la poesía no es ese riesgo natural y, por ello mismo, cultural y trágico, donde el sentido puede ser quemado por el sol o devorado por la sombra?
En el suelo las hojas de los árboles vuelven a casa, señala el poeta en el texto que le da título al libro; al atardecer hojas y hombres, silencio y grito vuelven al hogar, a ese lugar donde habita lo sagrado, la identidad y la memoria. La yerbabuena, en esta escritura, no sólo significa medicina, sino, y sobre todo, es la dimensión simbólica que escribe en oxímoron la vida y la muerte, el relato lúcido de morir un poco cada tarde; al fin y al cabo, estamos en un mundo nunca nuestro. Los asombros pueden aparecer cuando la mirada se enciende en la sombra, cuando desde la penumbra alguien pregunta por el nombre del ser que la proyecta: ¿quién es el que canta desde el fondo de la vorágine? El ojo más grande que todos los abismos de un ser extraño, taciturno y de mirada triste responde: nadie, no es nadie; tal vez es la memoria que entra en la aventura, la fuerza y la prudencia. En el poema Mirada ciclópea, la voz trágica de Ulises en el cuerpo enano de Polifemo, reafirma que aún en la sociedad decadente vuelta mercado y espectáculo, el poeta ha venido a cantar aunque no lo escuchen, aunque su mirada vaya a parar a las luces de neón. Es claro que en el infierno de lo igual hemos venido a decir nuestra verdad aun a pesar de que muramos:
Recuerdo que soy más antiguo que la primera letra.
Todo lo vi, todo lo veo, todo lo plasmo.
En mi pupila guardo el universo con sus vecinos distantes.
Abrí las entrañas del tiempo para dar el primer paso de la historia.
Ayuné durante milenios desconocidos y obstinado sigo vivo.
El retrato de un cuervo verde viaja por mi memoria.
En mi cuerpo de espejo se descubren las selvas perdidas.
Mi cabeza da vueltas como un disco en busca de una patria.
No me duelen los tropezones. Siento dolor cuando sonrío.
En la transparencia de mi ojo se perfilan los espantos de la tarde.
(Mirada ciclópea)
Entre la vorágine y las sombras, es un libro en donde el autor comparte su crecimiento interior y decanta los afectos de las imágenes, los pensamientos y obsesiones poéticas propuestas en anteriores libros, pero como ocurre con la escritura de convicción retornan los motivos y se reiteran los deseos, solo que cada vez más convencidos y más lúcidos. No de otra forma la memoria poética reescribe y desdobla la subjetividad en repetición perpetua. No es una afirmación gratuita, son textos de meditación que abren los sentidos en la consecución de los beneficios de la yerbabuena. Tampoco es terapia, así sin más, sino hálito y medida para enfrentar el ritmo y la imagen a partir de la resonancia del silencio, ese saber-se y dejar-se estar entre la claridad y la maleza. En el poema Río, ámbito cercano a Jesús Stapper dado que pertenece a la tierra que lo vio nacer, se puede leer la meditación heracliteana, pero ya despojada del destino de los dioses, de la herida trágica que recompone el mundo que no era simple eterno retorno de lo mismo. Aquí el río, en cambio, es indiferente y quizá tan solo dato en la riqueza cultural despedida; en esa monotonía El río pasa a las mismas horas/ -cumplida es la flota que lo transporta. En los sentidos del río que otrora contabilizaron los astros ya no hay perennidad y armonía, solo acabamiento y contaminación del ser, de allí el cambalache de lo sagrado por lo inexorable, la creencia y la fe por la pragmática de la existencia fugaz, contable y asfixiante:
El río es un milenario matemático
que suma las sendas de los astros.
Supervisa las enramadas olvidadas de sus cuencas.
Sabe que para vivir tiene que empezar de nuevo.
La existencia de un poeta es un río casual.
Los hombres abrazados suman un río sin desvaríos.
Es de temer al río cuando anda endemoniado
cuando lleva su rostro cubierto de azufre y chocolate.
La muerte es un río que se va y no regresa: nos lleva.
¡Nada más profundo que el silencio en el pozo de la eternidad!
(Río)
Este es un poemario donde la materia que da origen a las imágenes es líquida y ventral, recuerdo de la mirada de la madre que navega con un alma que bebe de su seno, porque el río es origen en tanto tiene la medida exacta de mis pies descalzos. No puede haber más concretud que la dicha y la desdicha de la infancia, lo que pudo haber sido y lo que fue; lo que sigue siendo en la narración de la voz poética: Un pez de tres meses juega conmigo a las escondidas.
Como el ombligo que lo ata al origen no únicamente de la madre de carne y hueso, sino al comienzo feliz pero también doloroso de la tierra-región Cáchira, el eje de sus deseos, afectos y preocupaciones, el poeta confiesa haber nacido en el centro de un río que pasaba (todavía pasa) por la sala de su casa; y por eso, porque no se ahogó la ilusión primera se salva en la mirada acuosa del poema. Con toda esta agua acariciando y amenazando el territorio vital del poeta, a éste no le quedó otra opción que aprender a navegar, por eso canta a los cuatro vientos una verdad que los demás parecen desconocer: Soy gondolero de varias eternidades y en mi casa lo ignoran (Gondolero de marras). Pero hay más, no únicamente oficia de transportador que lleva un mensaje de una a otra orilla, sino que además es el provocador de la tempestad, pues Nadie sabe que invento aguaceros para lavar mi nave (Gondolero de marras). Sin duda está aquí convocado el creacionista Huidobro cuando conmina que no hay que cantarle a la lluvia sino hacer que llueva en el poema. Pero he allí la fractura del poeta del agua cuando ya no sabe qué es sueño y qué es realidad, pues el gondolero no existe porque el mar es el lenguaje y el boga la palabra que lo cruza.
¿Qué sería la poesía sin esa sensación de orilla o déjà vu donde algo habita en el lugar que el poema convoca y, de pronto, nada existe? ¿Donde habitar entonces? En los sueños –dirá Jorge Eduardo Eielson– porque sueño que escribo y mientras sueño escribo este poema. No he citado al azar al poeta y pintor, pues creo que la poesía de Stapper resuena desde una fuente surrealista parecida a la escritura visual del peruano, a veces fónica y reiterativa por la fragmentación verbal a la que está sometida, y a veces meditada en sus metáforas donde confluyen los contrarios dando la sensación de inmovilidad y de que todo confluye en el mismo punto. No en vano el santandereano además de poeta es también pintor y las manchas de sus telas se abren tanto a la asociación libre como a la aporía:
Anoche, el cuerpo de la noche,
tenía sueño y se guardó
dentro de un vaso de cristal.
Dentro del vaso cupo la noche extensa.
(…)
Anoche todo fue silencio.
Anoche no hubo noche.
Anoche, la noche, guardó reposo.
(¡Silencio! …la noche está en reposo)
O esa acumulación de imágenes que pareciera se van dibujando y distribuyendo en la tela a ritmo del imaginario que performa la escritura; así sucede en el poema La puerta que se aprieta como una poética de la insistencia y de la imposibilidad:
Difícil abrir la puerta del silencio.
Silencio es la máscara… es el espanto.
Es el sueño de la marea.
Es el viento estacionado.
Es el invierno que no llegó… que no se va.
Es el reposo vespertino del tiempo.
Es la golondrina atrapada para siempre
en las lámparas de una nube.
Es tu cuerpo desnudo cuando me mira.
El silencio tiene edad… y arrugas y sonrisas.
Silencio es no decir nada… es decirlo todo.
La poesía es el silencio, es la callada voz.
El silencio está guardado en mi calavera.
La muerte es el silencio presentido.
Estoy tras de la puerta del silencio.
Soy silencio y soy oscuridad… sin retorno.
Difícil abrir la puerta del silencio.
(La puerta)
La voz que apalabra el silencio en la imposibilidad de figurarlo o visibilizarlo como materia que conmueve o que desgarra, de repente se recoge a sí misma para denunciar la carencia y la ardua labor del poeta –del artista–, y se va desvaneciendo en el anonimato, pues el poeta de últimas horas no porta aura alguna, es un sujeto devorado por la economía de la lengua que intercambia solo signos que disuelven el relato en ahuecadas palabras poéticas. El poeta parece regresar definitivamente a esa materia de sueño que es el agua; no hay que olvidar que el agua, así como da la vida también inunda las diferencias e invisibiliza los cuerpos hasta derruir por completo la dinámica de las contradicciones, borrando incluso la presencia de la voz poética:
No soy lo que pienso que soy.
No soy la moda ni soy un híbrido
entre la moda y los recuerdos.
No soy la contra-moda.
Quizás soy todo lo contrario de todo.
Quizás soy lo contrario de lo contrario.
Quizás soy un poco de cada cosa.
Quizás cuando pienso nada pienso.
Quizás me palpo y no me siento.
Quizás soy un eslabón perdido
cuando me busco y no me encuentro.
Nadie nota la presencia de mi ausencia.
Confieso que quizás no existo.
(Confesión)
Una vez más el poeta se declara incomunicado en la sociedad de la comunicación y la transparencia, del éxito y la eterna juventud; lleno de sombra y vorágine el poeta habita sin armonía entre lo heredado y la innovación que nada conserva. En este ámbito la voz poética se juega nada menos que la destrucción y el olvido, desdoblándose para presenciar la ausencia del otro, para constatar como puro lenguaje la disolución de la identidad, de la existencia misma. La compulsión de esta reiteración que pregunta por la identidad aún bajo la ironía de la aniquilación lingüística, deja una huella o marca que sólo la pasión del lector puede reescribir.
Julio César Goyes Narváez
Bogotá, D.C., enero 17 de 2015
Julio César Góyes Narváez
Ipiales, Nariño, Colombia
Profesor Universidades Javeriana y San Buenaventura, Bogotá. Docente investigador de Estética y Teoría de la Imagen y Análisis Textual del Audiovisual, en el Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura, IECO, de la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado varios libros de poesía y ensayo, y realizado varios audiovisuales de ficción y documentales. Director del programa "Quinde Audiovisuales", que desarrolla proyectos de investigación-creación en diferentes regiones colombianas. Director cinematográfico. Licenciado en Filosofía, Magíster en Literatura Latinoamericana, Especializado en Lengua y Literatura Española. Becario del Instituto de Cooperación Iberoamericano en Madrid, España. Doctor en Ciencias de la Información, programa “Teoría, Análisis y Documentación Cinematográfica”, en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Jesús María Stapper
Cáchira - Norte de Santander – Colombia
Durante veinticinco años ejerció el periodismo en radio y prensa. Columnista en Medios de Comunicación nacionales e internacionales. Comentarista de arte y literatura para prensa sobre artistas y escritores colombianos y del mundo. Escritor con varias obras publicadas. Artista plástico con exposiciones individuales y colectivas, nacionales e internacionales. Ganador de Bienal de Arte, Salvador de Bahía, Brasil, Julio de 2010. Representante artístico. Gestor y promotor cultural en plástica, literatura, teatro y música. Representante de la Asamblea de Santander ante el Consejo Departamental de Cultura. Consejero de Cultura de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura, y Turismo IDCT, Alcaldía Mayor. Representante del sector cultural colombiano dentro y fuera del país. Conferencista en universidades, colegios y entidades públicas y privadas. Asistente a encuentros, congresos, foros y seminarios sobre periodismo, literatura y políticas culturales. Miembro de instituciones y organizaciones juveniles, sociales y culturales. Ha recibido galardones. Su obra aparece referenciada en libros pedagógicos de educación superior, media, y básica primaria. Incluido en manuales de literatura. Su obra literaria y pictórica ha sido reseñada y divulgada y presentada en América y Europa. Apartes de su literatura han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos, holandés, portugués, inglés, italiano, sueco y griego. Director Ejecutivo Fundación Cultural Jesús María Stapper.