La estrella negra del animal de José A. Velarde
Un recorrido cosmogónico en su escritura (a partir de la experiencia interior del dolor y la muerte)***
por Mario Wong
Up all the night got demons to fight. Anónimo
Depuis dix ans, ma jambe gauche,
Tu me jouas combien de tours!
Valery
La tête a ses faux-pas comme les pied les siens.
Vigny
Im memoriam Betty W.
El laberinto de las grandes ciudades -y aqui incluyo París, lugar de residencia del poeta José A. Velarde- es fundamentalmente un espacio de recorridos (ahí esta el flaneur de Baudelaire), que incita al sujeto a un dinamismo permanente. Desde la reforma urbanística de Haussmann, en el siglo XIX (2), la movilidad, en el sentido más amplio del término, se ha transformado en un valor de primera importancia; ella se convirtió, igualmente, por un efecto de mimetismo profundo, en una de las estructuras nuevas de la poesía moderna: no es solamente el sujeto lírico que se pone en movimiento, sino que con él su texto mismo, cuyas partes se fragmentan (como parte de esa experiencia citadina), y se « agencian » de manera más discontinua (3). Esta ha sido una de las respuestas a la crisis del sujeto lírico -cuyo yo se desestructura, en las etapas del capitalismo tardío, teniendo que recurrir a la « estética de choc » (4), baudeleriana, de los inicios de la modernidad-, que ha pasado por la interiorización de la figura del laberinto, la cual se ha inscrito directamente en, o sobre, el cuerpo; como si de un Cristo moderno se tratase, lleva el laberinto y los sufrimientos de la vida como si fuesen una cruz. Ante la grisitud y los traumatismos de la vida urbana en este mundo globalizado, el poeta siente la necesidad e intenta, repetidamente, escapar a la fatalidad de la marcha y a la maledicción de la horizontalidad (ligada a la potencia del arquetipo del laberinto, como metáfora de la condición humana en las grandes ciudades).
En este su último libro de poesía, el mundo de las imágenes del poeta J. A. Velarde, como si de un ritual se hubiese tratado, ha tomado un determinado rumbo en que, desde el título, se impone el negro de la visión. Cito: « Recuerdo el chillido/ del pájaro negro/ del dolor/ allí donde no hay viento/ donde está/ quedo/ el silencio» («Pájaro negro»). ¿Qué es lo que ha ocurrido en la vida del poeta para que suceda esto? ¿Cuál ha sido la experiencia crucial, el événement, que ha suscitado esta « escritura en negro » (Black is black o, más preciso, Paint is black)?
Todo gran libro de poesía -y La estrella negra del animal lo es-, todo poema es el lugar del lenguaje en que el poeta se confronta con lo real; y no es, ciertamente, cualquier real (una apariencia o semblant du réel), sino el « real-real », la « imagen de la imagen » en el lenguaje perspectivístico nietzschiano (5), aquel que implica un punto de ruptura, de inversión en la continuidad, en la cotidianeidad, de la vida. Así el poeta, en el poema, extrae de la lengua « un point réel d’impossible à dire » (6).
Encuentro un a extraña belleza en los poemas iniciales de este libro, que hacen que rememore otros textos, de libros anteriores (7) de J.A. Velarde; esa transparencia melancólica, esa luminosidad, súbita, de la presencia de la naturaleza, del mar, del sol, del cosmos que esta marcada (y se suscita en una gran ciudad como es París) también, sin duda, de las impresiones de una infancia andina. Cito: « De dónde vienes/ alucinante belleza/ de dónde llegas/ ingrávida/ como nube/ invadiéndolo todo… » (« Poética »); « Radiante abanico de energía/ estrella de mi esperanza/ quisiera llegar a ti/ como un deseo/ un fulgor… » (« Lucero »); « Olas danzantes/ tu vuelo/ envolvente/ ave Marina/ tus alas como espejos/ en el pleamar radiante… » (« Ave Marina »); « Hierbabuena morada de tu boca/ trébol de belleza en flor/ ensalmo divino inefable/ Orión de mi cielo estrellado… » (« Orión »); « Desposeído/ de los temperamentos/ del cuerpo/ el rito supone el contacto cósmico/ con el águila/ del deslumbramiento… » (« Cactus ») y, del antepenúltimo poema, « Vagar en París/ es fácil/ con el despuntar del día/ el Sena/ se desliza raudo/ fluye en la ciudad/ como una música íntima/ y… » (« París »).
Pero el dolor existe, y ¿quién puede negarlo? El dolor se hace presente en la vida del poeta: « Existe el dolor/ como rayo suspendido/ una luna colgada/ de la nada/ un grito/ un pasillo oscuro/ de la mente/ donde acaso…/ de un detenido corazón/ Abismo –quizá sombra/ quizá pájaro solo/ de taciturno vuelo… » (« Morfina »). El pájaro negro del sufrimiento se hallaba ya anticipado en este texto; se trata de un dolor, que se vierte en logradas imágenes (en ambos poemas) del padecimiento (físico, mental, emocional, nervioso) del poeta; retengo -de ambos textos citados (las palabras)- chillido, grito, quedo, silencio, pasillo oscuro, detenido corazón, abismo, sombra... Y entre ambos, se halla « Nox Aeterna »; cito: « …la noche y sus alas/ misteriosas/ la desesperada búsqueda/ de mi mismo/ como otro/ el dolor siempre presente/ el frenesí primitivo/ del lento y secreto/ trabajo de la muerte ». El dolor se convierte, pienso, en el nova organa -en los intersticios de la vida y la experiencia de la muerte- de una visión cosmogónica más profunda, abismal, del ser y del mundo, de la vida y de la desaparición de los seres y las cosas; una tal percepción de la « vraie réalité » brota de la experiencia psíquica del dolor.
Me ocupo seguido, para concluir, del poema que da título al libro; antes señalo que de los siete poemas que siguen (hasta el antepenúltimo, « París », que he citado), en « La antesala del delirio » se impone la mirada fragmentada, alucinada (están los « paraísos artificiales »), laberíntica, que acompaña la « experiencia del yo » en la gran urbe: …«Escalera// Espejo// simetría en las miradas/ indiferentes al cielo raso/ de las ideas… » (I); « Los labios del más drogo/ tiemblan y dicen Trilce/ las paredes tambalean bajo las camisas y… » (II); …«Las miradas son crepusculares/ todo es una herida/ las palabras ruedan… » (III) y, parte (IV): « La cumbre se precipita/ entre lo denso/ la antesala es una chicharra/ crepitando entre los dientes/ las cabezas moños rojos// « Rojas y verdes luces del amor/ prestidigitan bajo un halo de rush… »/ Spinetta dixit//...
Es la visión del vértigo lunático, de la atracción abismal en « La estrella negra del animal »; cito: « …en la calle los wayquis danzan/ el rito del Sol Negro Turuguri/ invocan a la luna/ ¿Quién eres, quién eres, quién…? » (I); « Vértigo lunático/ expones las razones del salto al vacío/ la atracción por el abismo/ niegas la evidencia/ reconoces… » (II). Y, en la parte III, final, la escritura, la poesía con que J. A. Velarde exorcisa, como si de un mal suéño se tratase, el dolor, el sufrimiento: « …como un lobo temerario/ buscando la figura salvaje/ el nocturno esplendor/ de una estrella negra/ inmersa en el abismo urbano/ tendiendo una mano/ buscando otra mano/ codiciando el sueño/ solo para soñar/ y para el otro sueño lustral/ que nos purifica de ser/ el que somos/ sobre la tierra/ entonces que todo sea/ más que un mal sueño… » Sin ninguna duda, el poeta ha extraido de la lengua « un point réel » de lo indecible.
Mario Wong, escritor peruano.
París-Montmartre, 3-5 de marzo del 2015.
(11-06-13)
Notas:
(1) José Alberto Velarde, L’Étoile Noire del animal, París, Éds. L’Oreille du Loup, 2013; edición bilingue.
(2) « …Hugo et Mérimée donnent à entendre combien les transformations de Haussmann apparaissaient aux Parisiens comme un monument du despotisme napoléonien. Les habitans de la ville ne s’y sentent plus chez eux, ils commencent à prendre conscience du caractère inhumain de la grande ville. L’œuvre monumentale du Maxime Du Camp, Paris, doit son existence à cette prise de conscience. Les eaux-fortes de Meryon (vers 1850) prennent le masque mortuaire du vieux Paris. » (Walter Benjamin, Paris, capital du XIXe Siècle, Paris, Éds. Allia, 2005, p. 38).
(3) « …, le labyrinthe est fondamentalement un espace de parcours, qui incite le sujet à un dynamisme permanent. La mobilité est devenu valeur première du système urbain haussmannien (au sens large), elle devient également, par un effet de mimétisme profond, une des structures nouvelles de la poésie moderne : non seulement c’est le sujet lyrique ui se met en mouvement, mais avec lui son texte, dont les parties se fragmentent, s’agent de façon plus discontinue. » (Ver Pierre Loubier, Le Poète au labyrinthe. Ville, errance, écriture, Fontenay-aux-Roses, ENS Éds Fontenay/Saint-Cloud, 1998, p. 316-317).
(4) La crisis de la tradición que otorgaba autoridad y garantía a la obra de arte -por la cual se realizaba sin cesar la soudure entre el presente y el pasado-, y que según Walter Benjamin se manifiesta como « décadence de l’aura », fenómeno que es evidente, particularmente, en Baudelaire, poeta que afronta la disolución de la autoridad de la tradición, poniendo la « experiencia de choc » en el centro de su trabajo poético. « Le choc est la force de heurt dont se chargent les choses quand elles perdent leur transmissibilité et leur compréhensibilité à l’intérieur d’un ordre culturel donné. Baudelaire comprit que si l’art voulait survivre à la ruine de la tradition, l’artiste devait essayer de reproduire dans son œuvre la destruction même de la transmissibilité qui était à l’origine de l’expérience du choc : de cette façon il réussirait à faire de l’œuvre le véhicule même de l’intransmissible. Par la théorisation du beau comme épiphanie instantanée et insaisissable (« un éclair…puis la nuit ! »), Baudelaire fit de la beauté esthétique le chiffre de l’impossibilité de la transmission. » ). Es esta « estética del choc » la que subyace en la poesía desde los romanticos a Baudelaire como expresión de esa tendencia finisecular (en el sentido de que aparece con los románticos, a fines del Siglo XIX) baudeleriana, vinculada a lo que Giorgo Agamben denomina la « expérience du choc », del rechazo de la novedad, y a la experiencia de la creación, como libertad absoluta del artista, acentuando la brecha con los juicios estéticos sobre la poesía ( que según Lautremont tienen más importancia que la poesía misma), que trata ahora de objetivar su propio mundo y de poseerse él mismo, lo que llevó a que Baudelaire sostuviese que : « la poésie est ce qu’il y a de plus réel, ce qui n’est complètement vrai que dans un autre monde ». Esta especie de « alienación del artista », en que el arte ha devenido una potencia nihilista, un « néant s’auto-anéantissant », es un hecho fundamental de las sociedades contemporáneas, que nos reenvía a la alienación misma del espacio histórico del hombre. (Ver G. Agamben, L’Homme sans contenu; Clamecy, Ed. Circé, 1996, pp. 137-144).
(5) Sobre la abbild, la « imagen de la imagen », o « l’image immémoriale », que es más que lo « real », G. Agamben comentando un fragmento tardío de Nietzsche, escribe: « … il n’y a pas d’abord un être dont l’image doit être imprimée sur le devenir : l’être, au contraire, ne naît qu’à partir de cette impression. Mais il y a néanmoins un devenir comme donné originaire que l’impression transforme en être car, autrement, le perspectivisme serait dépassé ». Y agrega, en el siguiente párrafo: « La paradoxe que Nietzsche nous invite ici à penser est celui d’un abbild, d’une image qui précède aussi bien ce qui est image que ce sur quoi elle s’imprime, d’une ressemblance qui anticipe sur les termes qui doivent être rendus semblables. Non seulement la pensée de l’eternel retour contient un *lig, une image, mais ce *lig, cette image est l’original qui précède aussi l’être que le devenir, le sujet que l’objet. Mais comment une image peut-elle anticiper ce dont elle est image ?... » (G. Agamben, « L’image immémoriale » ; in : La Puissance de la pensée. Essais et conférences, Paris, Éds. Payot & Rivages, 2011, p. 386-87).
(6) « …tout grand poème est le lieu langagier d’une confrontation radicale avec le réel. Un poème extorque à la langue un point réel d’impossible à dire. » (A. Badieu, Á la recherche du réel perdu, Paris, Fayard, 2015, p. 39).
(7) El primero es Casa sin puerta y, el segundo, Palabras anudadas.