Entrevista con José Luís Diaz Granados y Milciades Arévalo
JOSÉ LUIS DIAZ GRANADOS
(Poeta-Novelista-Ensayista)
Milcíades Arévalo: --Para empezar, ¿cuándo fue la última vez que estuvo en Santa Marta y cómo la encontró?
José Luis Díaz Granados: --Estuve el pasado enero con mis hijos y mi nieto. Recorrí las calles históricas con ellos leyendo en voz alta fragmentos de mi última novela Fulgor de la Calle Grande. La ciudad es otra, distinta a que conocí de niño e idealicé. Pero el espíritu de sus gentes sigue siendo el mismo: nobles, generosas, cultas.
MA --¿Recuerda usted la circunstancia de su primer encuentro con Gabriel García Márquez? ¿Qué tan compinches eran?
JLDG --En octubre de 1959. De la mano mi tía política Dilia Caballero de Márquez fui a llevarle mis primeros cuentos. Él tenía 32 años, yo 13. Nuestra amistad y complicidad duró 50 años. Todo ello está contado en mi libro Gabo en mi memoria, publicado en 2013.
MA --¿Cómo empezó usted a ser poeta? ¿Cómo llego a la poesía? Cuáles fueron sus primeros pasos.
JLDG --Mi madre cuando era joven copiaba en un álbum con su hermosa caligrafía poemas de los más famosos autores modernistas (Silva, Darío, Chocano, Valencia, Lugones, Gutiérrez Nájera y otros) y me los leía en vez de contarme cuentos para dormir. Un día, tenía yo seis o siete años, en las páginas que quedaban en blanco escribí una rima titulada “La casa de mayo”, imbuido por la eufonía de los modernistas. Luego escribí otro y otro y otro y no he dejado de hacerlo en más de sesenta años.
MA --¿Cómo fue su encuentro con los libros, especialmente con los libros de poesía?
JLDG --Mi padre me regaló un libro titulado Infancia de grandes hombres, de la Colección Billiken. Luego leí varios libros de Constancio C. Vigil. El primer libro de poesía que leí fue el Romancero gitano, de García Lorca. Y enseguida, 20 tomos de El Tesoro de la Juventud.
MA --¿Qué representa en su vida la poesía?
JLDG --Es mi razón de ser, mi alegría de vivir, la esencia total de acciones, pensamientos y sueños convertidos en palabras. Sed y relámpago al mismo tiempo.
MA --¿Leyó alguna vez a sor Josefa del Castillo?
JLDG --El doctor Arturo Acuña me enseñó siendo yo muy niño el “Afecto 45” de la admirada clarisa.
MA ---En cuanto a sus contemporáneos, ¿contribuyó alguno de ellos significativamente en el desarrollo de su obra? ¿Fue influido algunas vez por poemas de Luis Vidales?
JLDG --Mi primo José Stevenson, unos años mayor que yo, me indicó sabiamente qué autores debía leer tanto en la poesía como en la narrativa. Su biblioteca era muy rica. Por la poesía de Luis Vidales nunca me sentí influido, pero sí por su transparencia intelectual y política.
MA --En un país donde todo el mundo quiere ser poeta y nadie tiene la razón, ¿qué tan acertada ha sido la crítica con su obra poética?
JLDG - Ha sido más generosa que acertada. Pero eso también sirve.
MA --¿Ha tenido alguna vez un sentimiento de competencia con respecto a sus contemporáneos?
JLDG --No, nunca. He sentido siempre mucho respeto por los poetas que me otorgaron el privilegio de su amistad y su afecto: León de Greiff, Rafael Maya, Germán Pardo García, Jorge Zalamea, José Umaña Bernal, Luis Vidales, Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Fernando Charry Lara, Héctor Rojas Herazo, Rogelio Echavarría y Giovanni Quessep, entre otros.
MA --¿Qué poetas extranjeros ha leído con devoción?
JLDG --A los clásicos españoles del Siglo de Oro y los del 27. A Whitman, a Baudelaire y a Eliot. Pero mis preferidos son los poetas comunistas porque cantan con su poderosa fuerza verbal la alegría de vivir: Neruda, Aragon, Hikmet, Eluard, Ritsos, Laghston Hugues, González Tuñón, Nicolás Guillén, Alberti, Celaya, Roberto Fernández Retamar, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Jorge Enrique Adoum, Luis García Montero, Thiago de Mello “y otros que se me escapan”…
MA --¿Qué les aconsejaría a los alumnos de un Taller de Poesía?
JLDG --Primero, que aprendan a leer la poesía; que escudriñen su verbalidad en detalle, sus silencios… Y luego, si quieren, que la escriban…
MA --¿Cómo será la poesía colombiana en los próximos años, teniendo en cuenta que hay varios estilos, infinitas influencias y diversos grupos?
JLDG--El reto es altamente difícil, porque al contrario de México, Chile, Argentina, Cuba o Perú, solo tenemos un poeta de talla universal que es José Asunción Silva. Después de él hay que mirar muy abajo. Y digo esto teniendo conciencia de la grandeza de un Pombo, de un De Greiff, de un Arturo.
MA --¿Cuál es su método o proceso creador? ¿Tiene un estilo propio o el suyo tiene influencias de otros autores?
JLDG --Soy deliberadamente desigual. No repito mis tonos ni mis temáticas ni mis estructuras ni mis poéticas. Me gusta ser así y no me cambio por nadie. Como decía Neruda: yo pongo el alma mía donde quiero / y no me nutro de papel cansado…
MA --¿Escribe por evasión, por compromiso o porque tiene mucha imaginación?
JLDG --De todo es, un poco.
MA --¿Qué ha sido para usted más importante, los libros que ha leído, los premios que ha ganado o los libros que ha publicado?
JLDG --Indudablemente, los libros que he leído. Y, bueno, dos o tres de mi autoría.
MA --¿Vale la pena escribir en un país sin lectores, sin editores, sin librerías, sin revistas literarias y sin ningún periodismo cultural?
JLDG --Siempre ha valido la pena escribir. Es un vicio solitario que deja profundas satisfacciones. Muchas cosas sabe Onán / que ignora mucho Don Juan, decía Machado.
MA --¿Se considera un escritor en todo sentido o sigue siendo tan inédito como casi todos los escritores colombianos?
JLDG --Recuerdo a Sartre: Cuando digo yo, siempre afirmo: yo, que escribo. Lo demás no tiene mayor importancia.
MA --¿Escribió poesía durante los años que estuvo exiliado en Cuba? ¿Sufrió de nostalgia, de falta de ver a sus amigos o encontró otros paliativos?
JLDG --Escribí abundante poesía, dos o tres novelas, libros para niños e innumerables crónicas. Tuve mucha nostalgia de Bogotá, de mis amigos, de algunas mujeres fascinantes. Pero me acordé de Cortázar; “La nostalgia es buena, pero la esperanza es mejor”. Además, tuve siempre a mi lado a Gladys Siabato Fernández, la mejor mujer del mundo, a mi hija Carolina y la visita asidua de mi hijo Federico y de mi nieto Sebastián, además de la de mis mejores amigos colombianos.
MA --¿Qué significó para usted viajar por la URSS? ¿Qué poetas rusos quisiera tener en los bolsillos?
JLDG --Conocí ese mundo maravilloso donde, a pesar de tener algunas libertades restringidas, no violaban ni mataban niños, sus habitantes tenían las necesidades básicas resueltas, mucha estabilidad, prioridad al arte, la cultura, la recreación y el deporte, y seguridad ciento por ciento para los niños y los adultos mayores. Conocí mucho mejor la poesía de Pushkin, de Ana Ajmatova, de Esenin, Maiakosvki, Evtushenko, Bella Ajmadúlina y otros absolutamente maravillosos.
MA --¿Qué significó para usted, como oriundo del trópico, la Revolución cubana?
JLDG --Es el acto de amor más grande y colosal de los últimos 500 años en América, o mejor, como decía José Martí, en Nuestra América. Si entrara en detalles rebasaría las páginas de tu revista.
A José Luis se le ha considerado, creo que desde su llegada a Bogotá, como poeta, y tal vez por eso en muy pocas ocasiones se habla de su obra narrativa, de sus premios y de sus oficios, pero antes que él termine por contarnos el resto, me permito hacerle dos últimas preguntas:
MA --¿Qué grado de realidad tienen para usted sus personajes después que ha terminado de escribir sobre ellos?
JLDG --Mucha, hasta el punto de que siento a veces compasión por algunos ellos: José Kristián, Tomasito Iglesias, Nicolás Aédo, Juan Crisóstomo Figueres, Faustino Argüello, Aramís Muñoz Muñoz y el niño Jóse de mi novela samaria.
MA --¿Por cuál libro o libros quisiera que recordáramos a José Luis Díaz Granados y por qué?
JLDG --No lo digo yo, lo dicen mis amigos y aun los que no lo son: El laberinto y La fiesta perpetua, por razones obvias: reúnen mi obra poética. Las puertas del infierno y mis restantes seis novelas. Mis textos para niños, especialmente, Cuentos y leyendas de Colombia, y mis libros de chismes literarios: El otro Pablo Neruda, El escritor y sus demonios, Gilberto Vieira y su época y Gabo en mi memoria.
Bogotá, Febrero 16 de 2015.